Cassius Marcellus Clay tenía 35 años cuando en 1845 fundó el periódico abolicionista The True American. Esclavistas furiosos destruyeron las oficinas. Clay sobrevivió a un balazo y a una emboscada. Mató con su puñal a uno de los agresores. Abraham Lincoln lo designó embajador en Rusia. Fue abogado y legislador republicano. Prisionero en la Guerra de México. Apoyó al Norte en la Guerra Civil y a Cuba de su independencia de España. Murió en 1903 y su nombre fue citado en estas horas en Estados Unidos para darle una estatua, que reemplace a las tantas que han sido derribadas tras el homicidio de George Floyd. Uno de sus antiguos esclavos, Herman Heaton Clay, lo había homenajeado poniéndole a su hijo el nombre de Cassius Marcellus Clay. El nieto, a su vez, fue llamado Cassius Marcellus Clay Jr. Pero el nieto jamás pensó que el abogado abolicionista merecía una estatua. En rigor, el nieto ni siquiera quiso llevar su nombre esclavo. Lo cambió. Eligió llamarse Muhammad Alí.
El nieto había recibido un libro que le entregó un profesor de la escuela Central High de Louisville. El profesor lo instó a que honrara el nombre que le habían dado sus padres y le dio «Los escritos de Cassius M. Clay», de Horace Greeley. El estudiante Cassius devolvió el libro decepcionado. Su antepasado, el abogado abolicionista, creía que la emancipación debía ser gradual. Y decía: «En mi opinión la raza caucasiana o blanca es la raza superior». Igualmente, al joven le gustaba «el sonido del nombre Cassius Clay». Lo usó en sus primeras y célebres rimas cuando en 1964, a los 22 años, se convirtió en campeón mundial de boxeo. «Dilo en voz alta y verás lo bonito que es. Cassius Marcellus Clay. Hace pensar en el Coliseo y en los gladiadores romanos». Su poema favorito se titulaba «Hazañas de Clay». Pero el campeón ya no usaba el apellido Clay. Apenas un puñado sabía que su nuevo nombre era Cassius X. Ex esclavo.
El nuevo nombre se hizo público al día siguiente de su coronación de 1964 en Miami ante Sonny Liston, con Malcolm X como su invitado especial al estadio. Un periodista le preguntó si era «miembro con carné de los Musulmanes negros». Cassius respondió firme. «No tengo por qué ser lo que ustedes quieran. Soy libre de ser lo que yo quiero ser». No más nombre esclavo. «Fruto de abusos y violación». La prensa liquidó su discurso radicalizado. El joven Cassius ya había sufrido el racismo típico de los ’60. Mamá Odessa limpiaba casas por 4 dólares diarios. La negritud y la religión le interesaron antes de coronarse campeón olímpico en los Juegos de Roma 1960. A los 16 años el joven Cassius ya era vigilado por el FBI. El nombre de Cassius X duró poco. La nación del Islam, enfrentada y celosa de Malcolm X, se abrazó al nuevo y joven campeón y le concedió nombre musulmán y divino: Muhammad Ali. Amado por Dios. Hasta Clay padre se enojó. «Yo no cambiaré mi nombre. De hecho -dijo Cassius padre-, lo voy a capitalizar. Voy a sacar dinero de mi nombre».
La Norteamérica blanca, prensa incluída, siguió llamándolo Clay. También lo hizo Ringo Bonavena para burlarse. Y varios de sus rivales negros, a los que él respondía diciéndoles «Tío Tom». «¿Cuál es mi nombre?», le preguntó a Ernie Terrell después de cada golpe. Se lo preguntaba a todos. La semana pasada HBO retrasmitió su miniserie sobre Alí llamada «¿Cuál es mi nombre?». El Ejército lo convocó en 1967 como Cassius Clay. Ali firmó la planilla con su nombre elegido. Y, peor aún, se negó a combatir en Vietnam. «Cassius Clay -editorializó The New York Times el 29 de abril de 1967- debe ir preso». Eran años de leyes raciales, matanzas y quemas de iglesias, recordados ahora en Estados Unidos. Una radio entrevistó días atrás a George Raveling, 82 años, uno de los primeros entrenadores de básquetbol negros. Raveling aconsejó un libro cuya lectura, dijo, «me provocó varios llantos. Un libro que invita a conversar con uno mismo -y con Estados Unidos- de una manera incómoda». El libro, de Winona Guo y Priya Vulchi, se llama «Tell me who you are» («Dime quién eres»).
Hasta Washington Redskins, equipo casi centenario y poderoso del fútbol americano, anunció esta semana que, finalmente, abandonará su nombre histórico. Dan Snyder, patrón de la fraquicia, argumentó siempre que «Redskins» no era racista, sino que, por lo contrario, hacía honor al «coraje» de los Pieles Rojas, exterminados igual que muchas otras tribus. Pero Redskin es insulto racista desde hace décadas. En los ’60, los Redskins cuidaban que su equipo fuera enteramente blanco. George Preston Marshall, patrón hoy de estatua derribada, cedió fichando jugadores negros solo después de que el presidente John Fitzgerald Kennedy amenazó cancelar la franquicia. A Snyder lo presionaron ahora los patrocinadores.
En 1975, reconquistada la corona ante George Foreman, Alí ya comenzaba a ser un héroe. Fue a Nueva York a celebrar «El día de Muhammad Ali». El mejor regalo lo recibió en una escuela. Fue el poema de una estudiante de nueve años. «Hubo una vez un hombre llamado Cassius Clay», comenzó a recitar la niña. «Se hizo musulmán, cambió su nombre/ Y como Muhammad Ali, estuvo orgulloso de su fama». Mejor leerlo en inglés: «He became a Muslim, changed his name / As Muhammad Ali, he grew proud of his fame».