/La jugada que marcó para siempre a un clásico del polo: el día que empezó la mejor etapa de La Dolfina y, a la vez, el karma de Ellerstina

La jugada que marcó para siempre a un clásico del polo: el día que empezó la mejor etapa de La Dolfina y, a la vez, el karma de Ellerstina

La final del Abierto de Palermo 2005, resuelta en una definición electrizante, marcó a ambos equipos.

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Fue un instante, nomás. Muchos corazones se paralizaron en la cancha 1 de Palermo. Y afloraron toda clase de frases, pronunciadas y mentales, dentro del campo de juego y en las gradas. “Noooo”, “Aaaaay”, “No te puedo creeeeer”, “Puta madreee”, “Sí, carajooo”, “Daleeeee, corréeeee”. Nadie sabía, a los 2m13s de ese chukker suplementario, que estaba por cambiar no sólo el destino de un partido y de un campeonato, sino el de dos organizaciones, las mejores del polo de las últimas dos décadas. Para una se abría toda la historia. Para la otra, comenzaba un karma.

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Fines de 2004. Adolfo Cambiaso, ya con 30 años, acababa de completar su quinta temporada con La Dolfina, el club que creó a mediados del 2000 cuando se fue de Ellerstina y se emancipó imprevistamente de Gonzalo Pieres, su padre polístico. De todos, fue el peor año: no llegó a la final. Con su cuñado Bartolomé Castagnola compartiendo formaciones desde 1996, sentían que debía haber un cambio drástico. El intento con Carlos Gracida y Santiago Chavanne, luego de la experiencia entre 2000 y 2003 con hermanos Sebastián y Pite Merlos, no había dado buenos resultados. En esos cinco años, habían llegado a cuatro finales y sólo ganado una: la de 2002. Como que amagaban con reinar, teniendo al crack, pero siempre les faltaba algo.

Cambiaso participa en una producción de fin de año de la revista “Gente”. De pronto, se cruza con Marcelo Tinelli, que le dice: “¡Qué bueno eso de usar la camiseta de Nueva Chicago! ¿No querés jugar con la de San Lorenzo y le damos una mayor difusión al polo en ShowMatch?”, le propuso el conductor. Adolfito no quería saber más nada con clubes de fútbol. Sentía que su idea original de difusión del deporte se había desvirtuado un poco. Sí aceptó llevar un logo en la futura camiseta de La Dolfina y participar en algunos programas de ShowMatch. Faltaba el equipo. El nuevo equipo. El que le diera, definitivamente, el salto de calidad. ¿Qué se decía en el ambiente? Comentarios lapidarios: “Es crack pero no gana demasiado”, “Lo quieren comparar con Juancarlitos Harriott y no puede hacer funcionar un equipo”, “sin Pieres se desinfló”.

Lucas Monteverde, Adolfo Cambiaso, Mariano Aguerre y Bartolomé Castagnola: La Dolfina 2005, la genésis del campeón
Lucas Monteverde, Adolfo Cambiaso, Mariano Aguerre y Bartolomé Castagnola: La Dolfina 2005, la genésis del campeónEMILIANO LASALVIA

Cambiaso y Castagnola decidieron de manera compartida: eligiendo un compañero cada uno. Adolfito optó por su ex ladero en Ellerstina, con el cual ganaron tres veces Palermo y una Triple Corona entre 1992-95 y 1997-99: Mariano Aguerre. Lolo convocó a uno de sus pollos de Cañuelas: Lucas Monteverde (h.). ¿Camiseta? Blanca y azul. ¿Prácticas? El más complicado sería Aguerre, con su búnker en General Rodríguez.

Abril de 2005. Para una producción especial, llegamos al Club Centauros, en General Rodríguez. Setenta y dos horas antes, en Palm Beach, habían jugado en contra la final del US Open: Aguerre, campeón con White Birch; Monteverde (h.), subcampeón con Skeeterville. Brotaba el olor a asado en las caballerizas, bajo un sol de otoño encantador. Los dos de 25 de Mayo. Monteverde (h.) no se había soltado todavía, hasta que… “¿Por qué La Dolfina, teniendo tan buenos equipos, sólo salió campeón una vez de Palermo en cinco años? Y, para mí siempre le faltó onda. Eso es lo que yo veía desde afuera. Y un equipo sin onda es difícil que funcione bien. Me tengo fe porque si algo le va a sobrar a La Dolfina este año es onda. Ya vas a ver”. Contundente.

Listos para la batalla final con Ellerstina: Cambiaso, Monteverde, Aguerre y Castagnola entran en la cancha 1 de Palermo
Listos para la batalla final con Ellerstina: Cambiaso, Monteverde, Aguerre y Castagnola entran en la cancha 1 de PalermoDANIEL GARCIA – AFP

A un costado, Aguerre era más terminante aún: “Siempre que armo un proyecto es para ganar. Yo no juego por jugar. La relación con Adolfito y Lolo puede haber tenido algún bache, pero no hubo heridas. Y veo en ellos una motivación que no advertía desde hace mucho tiempo; unas ganas de organizarse que son contagiosas”.

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De manera paralela a La Dolfina, quien se convertiría en su archirrival, Ellerstina, “tenía sus cositas”. Porque el equipo de Cañuelas lo había sacado de la final en Palermo en 2001, 2002 y 2003, y eliminado en cuartos en 2004. Era un cachetazo detrás de otro, con la formación que fuese. Gonzalo Pieres había creado al monstruo (Cambiaso), que se iluminaba especialmente en cada duelo con una dosis de morbo especial en las tribunas.

Diciembre de 2004Fiesta de los Jugadores, el día después de las semifinales del Abierto. Acababan de salir airosos los dos Chapaleufú, a quienes un mes antes todo el mundo daba por descartados, sin chance alguna de hacer un papel siquiera decoroso. En el predio de la Sociedad Rural Argentina, en medio de la reunión motorizada por Francisco De Narváez, se juntan todos los campeones de Palermo en una foto para la posteridad. Cuando descienden del estrado, Gonzalo Pieres se lo lleva a un costado al mexicano Memo Gracida, ex Santa Ana.

Ellerstina estuvo a punto de ganar la Triple Corona en 2005, con un equipazo: Facundo Pieres, Pablo Mac Donough, Gonzalito Pieres y Matías Mac Donough
Ellerstina estuvo a punto de ganar la Triple Corona en 2005, con un equipazo: Facundo Pieres, Pablo Mac Donough, Gonzalito Pieres y Matías Mac DonoughALFIERI MAURO

“Necesito que seas la guía de los chicos. Me cuesta mucho, como padre, mantenerme frío, desapasionado. Es muy fuerte el tema y cómo lo vivo. Creo que vos sos la persona indicada para transmitirles todo lo que sabés y decirles cómo se puede llegar a jugar bien y ganar el Abierto. Yo te ayudo en lo que necesités, pero la manija la tenés vos”. Palabra más, palabra menos, esa fue la idea conceptual del mensaje que le dio Gonzalo. Los chicos, claro, eran Facundo y Gonzalito, más Pablo y Matías Mac Donough. ¿El acuerdo económico? Casi un “intercambio cultural”: Pieres se comprometía a cambio a recibir a Julio, hijo de Memo, para foguearlo y que buscara progresar jugando entre los mejores en Pilar.

En esa carrera a la Triple Corona, Ellerstina encontraría mayores motivos para sonreír. Por propios rendimientos y por causas ajenas. Que no eran menores: su “Bestia Negra” (Adolfito) había sufrido una fractura de muñeca en un partido en Inglaterra, y si bien no comprometía su participación en la Argentina, sí lo sacaría de ritmo. Castagnola tampoco estaba en plenitud. Llegaron a la primera final, en Tortugas. Y celebró Ellerstina con un 16-13. Los Pieres adelante, los Mac Donough atrás. Polo abierto, de primera, que llenaba los ojos.

En la apertura del segundo torneo, en Hurlingham, cuyas zonas eran lideradas por las dos formaciones de Chapaleufú, Ellerstina volvió a derrotar a La Dolfina: 19-17. Ambos ganaron los dos partidos restantes (con Chapaleufú y El Paraíso) y pasó a la final Ellerstina, que vencería a La Aguada (15-11). Cada vez más candidato. Cada vez más equipo. El estilo Gracida sumaba adeptos. A la gente le gustaba el polo que desplegaban y la frescura de los chicos. Del otro lado, en ese octubre, también había sonrisas, pero diferentes…

Sin concesiones entre cuñados: Mariano Aguerre trata de frenar el avance de Gonzalito Pieres, de Ellerstina
Sin concesiones entre cuñados: Mariano Aguerre trata de frenar el avance de Gonzalito Pieres, de EllerstinaGERARDO HOROVITZ

La Dolfina era algo así como “el equipo cigüeña 2005″: Benicio Castagnola (el hermano menor de Barto y de Jeta) y Lukín Monteverde ya habían nacido; faltaban llegar a esa altura Poroto Cambiaso y Lola Aguerre. Lolo Castagnola, sanguíneo como siempre, razonaba en los palenques, tras vencer a El Metejón (18-13): “Estamos apareciendo. Nos tocó empezar con un poco menos de fuerza que el resto porque Adolfito se recuperaba de una fractura de muñeca y yo también estuve lesionado. Pero más allá del rendimiento, me está pasando algo raro: tengo las mismas sensaciones que en el 2002, cuando terminamos ganando Palermo. No me preguntes por qué. Acordate: vamos a ser campeones en Palermo”.

Había un asterisco más en esa temporada. Un flor de asterisco, que llegada de lleno al corazón de La Dolfina: el golpazo que se pegó en una práctica Salvador Socas, el medio hermano de Cambiaso, el mismo que le había vendido a Aiken Cura, un padrillo extraordinario que luego marcaría la génesis de la clonación. Salvador, un laburante del polo, la pasó mal. Estuvo dormido un buen tiempo, en “coma farmacológico”, para evitar complicaciones. Cambiaso no decreció en entusiasmo, pero era obvio que el destino le venía poniendo algunas chicanas en su desafío de volver a ser campeón.

Tiempo de Palermo

Llegaba la cita máxima. El Abierto de Palermo con toda la expectativa puesta en Ellerstina. El martes 15 de noviembre, durante la presentación oficial del torneo, hablamos con Mariano Aguerre, cuñado de los Pieres. “Mariano, Ellerstina es el candidato de fierro de todo el mundo, les ganó ya dos veces este año, pero los chicos todavía no le ganaron a Cambiaso en Palermo”. Mariano sonrió, se dio media vuelta y se fue.

Palermo fue un cúmulo de sensaciones. Porque Ellerstina, que para muchos iba a levantar la copa y sacarse la foto de la Triple Corona, no jugó suelto los dos primeros partidos. Nervios puros. Venció con lo justo a Chapaleufú (14-13) y a El Metejón (15-14), y algo más aliviado en la definición de la Zona B a La Aguada (18-14). La Dolfina, en la Zona A, también tuvo dos partidos de score exiguo: con El Paraíso (17-15) y con Chapaleufú II (13-12). El del medio con Centauros (27-7), fue casi de película…

Sábado 26 de noviembre. Terminaba el cuarto chukker en la cancha 2 y sonó el celular de Cambiaso. “Doctor, ¿la puede mantener un ratito más así llego? Por favor”. Adolfito hablaba con el médico de su esposa, María Vázquez, que estaba ya con la dilatación a pleno para la llegada del hermanito de Mía. El tablero marcaba 12-3 para La Dolfina. “¡Pero andate ya…!”, le decían sus compañeros. “¿Está definido?”, preguntaba el N° 1. No convencido, anunció: “Juego un chukker más y me voy”. Con el 18-4 partió rumbo al Sanatorio Otamendi y llegó justo para ver nacer a Adolfo VII, a Poroto, con 3,100 kg. En un año que venía dándole duro, la sonrisa le volvía al alma y al cuerpo. Estaba listo para lo mejor…

Lunes 5 de diciembre. Por la tarde, La Dolfina y Chapaleufú II completaron la Zona A, un partido que muchos vieron polémico y del que casi habían anticipado el resultado. De hecho, hablamos con un ex campeón del Abierto en el bar de Alpi en los minutos previos y nos dijo, al pie de la letra, cómo iba a desarrollarse el encuentro. “No podés vivir pensando así”, le respondí, idealistamente seguro. ¿Qué pasó? El partido fue tal como me lo contó. Casual o causal: 13-12 para La Dolfina, que volvía a la final de Palermo. A enfrentar al favorito. ¿Un detalle más? El palco de autoridades, un lugar siempre codiciado para ocupar, estuvo vacío todo el partido. Lo consultamos a Frankie Dorignac, entonces presidente de la AAP, por el cotejo en cuestión. “Me pareció un partido tranquilo. Desde mi primera presidencia tomé la actitud de no juzgar las intenciones de nadie. Cada uno sabe lo que hizo”. Sobre la ausencia de autoridades hubo silenzio stampa.

Una postal de la Fiesta de los Jugadores, anticipando la final de Palermo: Facundo Pieres y Pablo Mac Donough, de Ellerstina, contra Mariano Aguerre y Adolfo Cambiaso, de La Dolfina
Una postal de la Fiesta de los Jugadores, anticipando la final de Palermo: Facundo Pieres y Pablo Mac Donough, de Ellerstina, contra Mariano Aguerre y Adolfo Cambiaso, de La Dolfina

Por la noche, la misma fiesta que un año atrás, donde Gonzalo Pieres convocó a Memo Gracida para hacer de coach. Gonzalito y Facundo Pieres, con Pablito y Matías Mac Donough, eran la sensación. Llegaban invictos a la final del Abierto (10 victorias al hilo), tenían la Triple Corona al alcance de la mano, el ambiente polero estaba extasiado con la reencarnación del estilo de las viejas glorias, el del juego clásico, aquel en el que la pelota corre más que los caballos. Esa noche, en la subasta para ver con qué equipo jugaban después del Argentino en una exhibición (dos patrones elegían a sus tres compañeros), los hombres de Ellerstina cotizaban en alza, lo mismo que sus camisetas.

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Sábado 10 de diciembre. Se consumen las horas previas. Van arribando los camiones con los caballos, los petiseros, más tarde los jugadores. Lolo Castagnola llega dos horas antes y se sienta debajo de un árbol en los palenques que da a la Avenida del Libertador. Casi en soledad: lo acompaña su segundo hijo, Camilo (Jeta). Del otro lado, Ellerstina cumplía con su rutina: media hora de calentamiento a cargo del ex futbolista Pablo Carlos Erbín, para entrar en ritmo y liberar tensiones. Se instala el mangrullo desde donde Memo Gracida ve los partidos con sus binoculares e inconfundible sombrero texano. Los fans del polo, los invitados VIP, las personalidades, entre ellas, la por entonces princesa Máxima con el príncipe Guillermo. Cerca de ambos, también en el palco oficial, Alan Faena con Sarah Ferguson, ex duquesa de York. Palermo vive una fiesta por anticipado. Con la final soñada. Y flotan las últimas palabras en la previa…

El príncipe Guillermo y la princesa Máxima, presentes en la final 2005
El príncipe Guillermo y la princesa Máxima, presentes en la final 2005EMILIANO LASALVIA

“Ellos son los favoritos, pero cuidado porque la experiencia pesa, y en cantidad. En 1992, en mi primera final, no sabía ni donde estaba”, apuntaba Cambiaso. Ellerstina tenía cuatro debutantes en una final de Palermo, algo que no sucedía desde 1983, con Los Indios (Juan Martín Zavaleta, Agustín Llorente, Ernesto Trotz y Héctor Crotto). Pablo Mac Donough respondía: “Jugando bien, como lo hicimos en Tortugas y en Hurlingham, y en el partido semifinal contra La Aguada, tenemos muy buenas posibilidades”.

Repasan los detalles. “Acordate, Lucas: uno-dos-tres, uno-dos-tres”. La frase de Castagnola repiqueteaba en la cabeza de Monteverde. Ese uno-dos-tres era el sistema al que iba a apostar La Dolfina en la final. Fiel a los códigos del dueño del equipo, que no dudaba en su interior: “Si salimos a jugarles a correr, nos matan. Les cerramos el partido y lo defino yo”. El uno-dos-tres era la sigla de cómo debían, sus tres compañeros, limpiar el camino para “Patoruzú”. Le generaban un callejón de unos 30-40 metros para que avanzara. Y después, todo dependía de su talento para eludir, rematar o buscar la infracción que le asignara la chance de un penal. Con eso, se aseguraban la posesión y jugaban el partido en el terreno que más le convenía; Ellerstina, en tanto, se quedaría sin poder aplicar su receta: la del polo abierto y rápido.

Un pasaje de la final, en pleno ataque de La Dolfina: Pablo y Matías Mac Donough defienden para Ellerstina
Un pasaje de la final, en pleno ataque de La Dolfina: Pablo y Matías Mac Donough defienden para EllerstinaGERARDO HOROVITZ

La final en sí, aun con estilos diferentes, fue extraordinaria. Con récord de goles (39, igual que la semifinal de 1995 entre La Mariana y Chapa II), con actuaciones relevantes. Porque aun jugando todos para Cambiaso, Aguerre, Castagnola y sobre todo el debutante en esta clase de partidos, Monteverde, tuvieron un alto rendimiento. Visto el video del encuentro un par de veces, Adolfito parece haber jugado aun más de lo que de por sí impresionó en la cancha misma. Iluminado, con buenos caballos, sobre todo Aiken Cura, una suerte de nuevo Colibrí, aquel ejemplar también macho sobre el cual el delantero se hacía imparable a partir de la comodidad de movimientos y velocidad. Todavía no existía la Cuartetera.

La cancha 1 explotaba, de gente y de pasión. De nervios y de emoción. Los ocho chukkers terminaron 19-19. Suplementario. Matías Mac Donough, que jugó un gran partido, tuvo un 60 yardas para ganar, pero no la pudo levantar como quería. Sigue el juego y a los 2m09s, nueva infracción: de Monteverde. Penal de media cancha. Para todo Palermo, incluido el back de Ellerstina, era palo de primera, el clásico “ollazo” dentro de las 40-30 yardas. Hablan los jugadores unos segundos y resuelven “jugarla” a dos toques. Con el diario del lunes, la peor decisión.

Cambiaso gira y lleva la bocha y Aguerre lo sigue; a Matías Mac Donough se le hará difícil quitarle la bocha
Cambiaso gira y lleva la bocha y Aguerre lo sigue; a Matías Mac Donough se le hará difícil quitarle la bocha

El segundo golpe de Mac Donough (2m13s) pega en la pata derecha de Jazmín, la yegua que el recordado Rubén Sola le había prestado a Cambiaso. Es ese instante de las frases y los pensamientos de las 15.000 personas que llenan Palermo. “Noooo”, “Aaaaay”, “No te puedo creeeeer”, “Puta madreeee”, “Sí, carajoooo”, “Daleeeee, corréeeee”. Adolfito reacciona mejor y le saca una luz en la vuelta al N° 4 de Ellerstina. Un golpe abierto, otro para cerrarse un poco y el tercer toque por el centro del arco: 2m29s. Gol de oro. La Dolfina es campeón. En apenas 20 segundos entre la gloria o la nada, Ellerstina se queda en las puertas de la Triple Corona. Parece una definición más, de esas en las que se da vuelta la página y se empieza un nuevo capítulo. Fue el comienzo de la más rica historia para una organización (La Dolfina) y el arranque de un karma para otra (Ellerstina). El instante que los marcó a fuego a ambos. A Cambiaso, a los Pieres, a sus seguidores. Nadie lo sabía entonces. Todos lo fuimos sabiendo con el correr del tiempo.

La definición que marcó una era

El gol del campeonato 2005

El gol del campeonato 2005

“Ya está, ¿qué voy a hacer? Era fierrazo de primera, pero todos tomamos la decisión de jugarla así. Me duele porque no sé si otra vez vamos a estar tan cerca de ganar la Triple Corona. Palermo sí estoy seguro, pero los tres es muy difícil”, decía Matías, días después de la fatídica jugada que percutiría en sus pensamientos una y mil veces, aun cuando pueda entender que hubo mucho de mala suerte en la dirección del rebote.

Un rebote que imaginaba Cambiaso… “Sabía que podía pasar eso y me concentré en sacar provecho de todo si se daba. Y pasó. Cuando arranqué, no tenía dudas de que era gol”. Años más tarde, amplió el concepto: “Presentí la jugada, lo que podía pasar, pero también es real que quizá Matías haya tenido algo de mala suerte con ese rebote”. Fue el gol más importante de los 15 que hizo ese día. Sí, 15 de los 20. La noche interminable (de muchas) que terminaría en La Parrilla, sobre la ruta 205, en la entrada de Cañuelas, para comer un buen asado con vino, cerveza y gaseosas, y celebrar hasta la madrugaba, pasando por Always, el bar de siempre en la calle Libertad, para concluir en Sabbat, el boliche que, atestado, le hizo un lugar a los nuevos campeones del polo.

Con mayor frialdad, Cambiaso analizaba: “Me imaginaba un partido entretenido y de buena fe. Ellos son un equipazo, son los mejores de la temporada, los únicos que nos había ganado, y tarde o temprano van a ganar Palermo. Pero algunas cosas bien hicimos. Yo veía la onda que se dio desde el principio y pensaba seriamente que podíamos ganar Palermo. Hubo algo especial entre todos. Y detrás de los jugadores hay un grupo de gente que se mata para que todo esté bien. Sin un grupo así te aseguro que no podés ganar Palermo ni aunque tengas los mejores caballos del mundo”.

 La alegría de los campeones: Castagnola, Aguerre, Monteverde y Cambiaso, en el podio y con la copa del Abierto de Palermo 2005
La alegría de los campeones: Castagnola, Aguerre, Monteverde y Cambiaso, en el podio y con la copa del Abierto de Palermo 2005GERARDO HOROVITZ

Desde entonces, La Dolfina volvió a ganar otras 13 veces en Palermo. Tres más con esa formación, nueve con Cambiaso, Stirling, Mac Donough y Nero (incluidas tres Triple Corona seguidas: 2013-14-15), y la restante ya con su hijo Poroto (2022), el último de los sueños de uno de los dos mejores polistas de todos los tiempos. Pero esa de 2005 fue la semilla del campeón. De Cambiaso y de La Dolfina. Con mayor peso que el título original de 2002. Los fue haciendo cada vez mejor, apostando a nuevas aventuras (la clonación) y cambiando de equipo y de estilo para no golpearse menos y estirar su vida útil como deportista. Con jugada de jaque mate incluido (Pepe Heguy dixit): llevarse a Juanma Nero, el que amenazaba con ser su propia “Bestia negra” después de vencerlo en dos finales del Abierto (2008 y 2010, con Ellerstina) y de aflojarle los dientes y la cintura con las tres finales consecutivas de 2008 a 2010.

Meses después de aquella final, Facundo Pieres nos reconoció: “Nos creímos invencibles. Fue como que nunca pensamos en que podíamos perder. Llegar invictos, de la forma como estábamos jugando, y con todo lo que decía la gente, nos pegó mal. Fue un golpazo”.

El festejo de Cambiaso tras el gol de oro, la desilusión de Matías Mac Donough
El festejo de Cambiaso tras el gol de oro, la desilusión de Matías Mac Donough

Hace dos meses, en una entrevista con LA NACIONMemo Gracida fue tajante y esclarecedor. “En 2005 debieron haber ganado Palermo y la Triple Corona. Fue algo que cambió mucho a Ellerstina. Era un equipo muy nuevo, pero que funcionaba impecablemente. Llegamos a la final y recuerdo el último encuentro que tuvimos. Les dije: ‘Chicos, si pegan los backhanders bien, le ganan a La Dolfina. Porque Adolfo no puede estar en toda la cancha’. En ese tiempo, Cambiaso era muy personalista y tenía un equipo que funcionaba para su juego. Pero si pegábamos los backhanders y abríamos el partido, moviendo la pelota y teniendo a Adolfo lejos, les ganábamos. Si ves los videos ahora, los backhanders fueron atroces. No le podían pegar, pero eran muy jóvenes y Adolfo les ganó una final que la tuvieron a favor, hasta el rebote en la pata de la yegua y la corrida de Cambiaso. Si hubieran ganado esa Triple Corona en 2005 habrían ganado en 2006 y 2007. Tres años seguidos”.

Contrastando con los números de La Dolfina, para Ellerstina quedan esas tres finales ganadas (2008, 2010 y 2012) y 10 perdidas, precisamente contra Cambiaso. Y cinco veces, La Zeta no accedió a la definición frente al conjunto de Cañuelas: 2006 (La Aguada), 2013 (Alegria), 2018 (Las Monjitas) y 2021 y 2022 (La Natividad).

Ellerstina y su vuelta a los palenques: la Triple Corona se les había escapado en el suplementario
Ellerstina y su vuelta a los palenques: la Triple Corona se les había escapado en el suplementarioALFIERI MAURO

Quedó claro que la versión con Facundo y Gonzalito Pieres, Pablo Mac Donough y Juan Martín Nero fue la mejor, con la Triple Corona de 2010 incluida. Después, experimentó cambios probando distintas variantes: tácticas (con Nachi Heguy e Hilario Ulloa) y familiares (Mariano Aguerre y Polito Pieres). Cambió de colores de camiseta. Tuvo asistencia de psicólogos y hasta contó con el asesoramiento de un crack como Santiago Lange, campeón olímpico de vela. Hasta desembocar en la decisión de fines de 2022: la salida de Facundo Pieres luego de casi 20 años, desde aquel 2003 germinal.

“Noooo”, “Aaaaay”, “No te puedo creeeeer”, “Puta madreeee”, “Sí, carajooooo”, “Daleeeee, corréeeee”. Nadie, pero nadie, lo vio venir aquel diciembre de 2005. La semilla histórica para un campeón. El origen de un karma deportivo que se hizo personal.

Fuente:Ir a notas de Claudio Cerviño Claudio Cerviño  LA NACION – Fotos: MAXIE AMENA – EMILIANO LASALVIA – DANIEL GARCIA – AFP – ALFIERI MAURO – GERARDO HOROVITZ – EMILIANO LASALVIA – ALFIERI MAURO – LA NACION Deportes – Video: Colección ESPN – LA NACION Deportes