Su rol en la Segunda Guerra Mundial como Primer Ministro del Reino Unido marcó la historia, pero detrás había un deportista apasionado por los deportes ecuestres.
Fascinante personalidad la de Winston Churchill. Multifacético. Principalmente, la historia lo recuerda por su liderazgo al frente del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial. Su carácter positivo y la real convicción de que la guerra contra el nazismo se ganaría influyeron como envión anímico para las tropas aliadas, a tal punto que logró encauzarla, superar los momentos de mayor pesadumbre y cambiar el destino. A partir de los esperanzadores mensajes, sumados a su formidable oratoria, este ejército logró contrarrestar las adversidades, mantuvo el espíritu de combate y acabó con el poderoso enemigo.
Pero este hombre no sólo se destacó por su rol en la Segunda Guerra. Winston Leonard Spencer-Churchill nació en una familia aristocrática el 30 de noviembre de 1874, en el Palacio de Blenheim, Oxfordshire, Inglaterra, y murió el 24 de enero de 1965, en Londres. Fue militar (actuó en la India británica, en la batalla anglo-sudanesa y en la segunda guerra de los bóeres), político (gran estadista y el Primer Ministro más famoso de su país), escritor (ganador del Premio Nobel de Literatura en 1953), periodista (corresponsal de guerra y autor de libros sobre sus campañas), prolífico pintor… ¡Y fervoroso jugador de polo! Además de fumador de habanos. Alcohólico. Contrario al feminismo, como la mayoría de los hombres de su época. Una postura que modificó desde el final de la Primera Guerra, al ver las destacadas labores realizadas por las mujeres británicas, sustituyendo a los hombres en sus puestos de trabajo. Disfrutaba comiendo (algunas biografías cuentan que no tenía limites y que detestaba la fruta) y se divertía contando chistes verdes. A lo largo de su vida sostuvo posiciones imperialistas y enunció algunos comentarios racistas.
Ojo agudo, batallador número 1
Diversas crónicas narran que los lineamientos elementales del polo surgieron en el siglo IV antes de Cristo, en la antigua Persia. Luego se jugó al polo en el Tíbet y más tarde en la India, donde los británicos tomaron nota de su existencia y no tardaron en comenzar a practicarlo también. Los pioneros fueron los oficiales ingleses del ejército de ocupación en Bengala, allá por el año 1855. En esa ciudad, Churchill tomó por primera vez contacto con el polo, y quedó maravillado. Desde ese instante, quien décadas posteriores sería condecorado con el título de “Sir”, lo adoptó como su pasatiempo favorito.
En septiembre de 1893, al poco tiempo de arribar a la India, Winston le escribe una carta a su padre y le habla del polo. Le solicita autorización para montar. Y más adelante, por la misma vía, le comenta a su madre: “Me parece que ya no es necesario obtener permiso para montar a caballo, sino para jugar al polo”. Logrado el consentimiento, Winston se larga a jugar. “Aquí todo el mundo está empezando a desempeñarse en el polo, ya que la temporada está comenzado. He practicado en caballos de otras personas durante diez días y estoy mejorando rápido”, aseguró en otra carta dirigida a su madre, en la cual además, le pedía prestadas 100 libras para comprar algunas yeguas.
El escritor Patrick Thompson lo vio dentro de una cancha y lo describió: “Trota, muy atento, esperando el momento oportuno; es una cuestión de táctica y estrategia. De repente ve su oportunidad, sujeta su caballo y arremete, sin habilidad ni elegancia, pero lleno de energía. La fuerza y la velocidad de la acción derriban al oponente y logra golpear la bocha. ¿Dije golpea? La rompe”, graficó. Un batallador número 1… O tal vez un aguerrido número 2.
El polo ya había atrapado por completo al joven militar que prefería pertenecer a la caballería, por los caballos, en vez de formar parte de la infantería, como deseaba originalmente de su padre. En mayo de 1895, el audaz jinete le comentó a su madre que el polo, deporte que él llamaba “el emperador de los juegos”, era “el mejor del mundo y que podría renunciar a cualquier ambición con tal de practicarlo bien y con frecuencia”.
Churchill, gustador de otros deportes ecuestres también, jugó regularmente los siguientes 18 meses y en 1896 esperaba formar parte del equipo del regimiento. “Estoy haciendo extraordinarios progresos -le confió a su madre-. Pero necesito comprar otro pony para hacer diferencias y asegurarme el ingreso en el equipo. Por tal motivo, me gustaría que me prestaras 200 libras para agregar un caballo más de primera clase a mi lote. Al concluir la temporada, a fines de agosto, lo venderé y con la venta del resto de los caballos, recuperaría todo el dinero prestado”.
La madre accedió, cumplió con el encargo de su hijo y Churchill agregó un nuevo ejemplar de primera clase a su caballada. “Tenía cinco petisos bastante buenos”, recordó años después. Finalmente, el oficial de caballería, quedó seleccionado en el equipo de los Húsares y participó activamente de varios torneos. A lo largo de seis meses, Winston vivió en su casa de Londres y jugó al polo en Hurlingham, en Essex y en Ranelagh. Más tarde regresó a la India y siguió con el taco y la bocha. Primero en Bombay y más tarde en Bangalore, siempre con los Húsares. “El polo aquí es muy malo. Sólo he jugado tres veces, pero he marcado muchos goles”, expresó, consciente de sus limitaciones, físicas y técnicas.
“Aquí me levanto a las 5 en punto. Cabalgo para desfilar a las 6. A las 8 desayuno, me baño y atiendo algunos asuntos. Luego voy a la caballeriza y no tengo más compromisos hasta las cuatro de la tarde, que hay polo”, escribió por carta. Churchill se esforzaba mucho en cada partido, jugaba todos los chukkers que podía. Y semejante contracción al juego hizo que pronto llamara la atención del Aga Khan, quien en sus memorias dejó asentado: “Fue en Poona (ciudad de la India del estado occidental de Maharashtra), a fines del verano de 1896, donde nuestros caminos se cruzaron por primera vez. Un grupo de oficiales del 4° de Húsares, entonces estacionado en Bangalore, vino a visitarme. En ese momento yo estaba enfermo, pero mi prima les mostró mis caballos y más tarde me dijo que entre ellos ninguno tenía un ojo más agudo y discriminatorio, que ninguno juzgaba mejor a un caballo que un joven subalterno llamado Winston Spencer Churchill. Tenía poco más de 20 años y era un entusiasta, valiente y prometedor polista”.
El récord en la India
En noviembre de 1896, a punto de cumplir 22 años, el futuro Premio Nobel de Literatura, que ya había escrito un proyecto de ocho páginas para desarrollar el Húsares Polo Club, participó de un certamen en Hyderabad, al sur de la India. Junto a su equipo, viajó 24 horas en tren con el objetivo de jugar y ganar el atractivo premio: una copa de plata valuada en 1000 rupias, unas 60 libras esterlinas. Winston le contó a su madre que la población entera de la ciudad se había acercado a verlo. “Nuestro último partido, contra el team local, fue presenciado por 8000 o 9000 nativos que aplaudieron frenéticamente cada gol o tiro de sus compatriotas y al cabo del partido, quedaron terriblemente decepcionados”.
Churchill también le relató a su madre la hazaña lograda. “Esta actuación es récord. Ningún regimiento inglés ha ganado jamás un torneo de primer nivel en el plazo de un mes desde su llegada a la India. Los diarios locales expresan sorpresa y admiración”. Pero el momento cúlmine llegaría meses después. En marzo de 1897, se disputó el Torneo Inter Regimientos, en Meerut, unos 1600 al norte de Bengalore. La notable performance de los Húsares y el poderío del campeón reinante, el veterano de Infantería Liviana de Durham, generaron enorme expectativa. El equipo de los Húsares no pensaba en otra cosa que en esta competencia. Churchill llenaba las misivas a su madre con referencias sobre los partidos, dejando explícita la ansiedad que le generaba participar del acontecimiento. Sin embargo, no hubo tal contienda y una gran desilusión envolvió a los ingleses. El gobernador general de Madrás, Sir Mansfield Clarke, rechazó el permiso de los Húsares de asistir al torneo. “Quizás, el gobernador pensó que el 4° de Húsares no tenía ninguna posibilidad de ganar”, señaló el hijo de Winston en la biografía oficial.
El accidente doméstico que lo cambió
Churchill comenzó a involucrarse en el mundo de la política. En 1897 viajó por Europa y a su regreso a Inglaterra, en julio, pronunció su primer discurso público ante la Primose League, una organización cofundada por su padre, vinculada al Partido Conservador. En septiembre Winston estaba nuevamente en la India (Nowshera, a 4300 kilómetros de Bangalore) en busca de notoriedad como corresponsal de guerra. Y en octubre volvió “al polo y a mis amigos”.
Pero algo había cambiado en su interior. El éxito de sus escritos y la certeza de que podían ser una fuente importante de ingresos hizo que disminuyera el tiempo dedicado al esparcimiento que lo apasionaba tanto. “Ahora todos estamos pensando en un gran torneo de polo en Meerut, pero en mi opinión, ocupa una posición diferente a la que ocupó el año pasado”, le confió a su madre a principios de 1897. Y concluyó esas líneas expresando un deseo: “Definitivamente descubriremos a qué lugar en el polo de la India puede aspirar el regimiento. El equipo es el siguiente: 1, yo; 2, Savory; 3, Hoare; y 4 Barnes. Estamos equipados con veinticuatro caballos y tengo esperanzas de que nos vaya bien”.
No se cumplió el anhelo de Winston. Los Húsares dieron pelea, pero el torneo concluyó con la victoria de la Infantería Liviana de Durham. “De todas maneras, nos aprovechamos de la 5° Guardia de los Dragones y nos retiramos sin deshonra de la competencia”, resumió.
A fines de 1898, Churchill tenía decidido dejar el ejército. Estaba a punto de publicar una novela y estudiaba ofertas para escribir biografías sobre su padre y el primer duque de Marlborough. El Príncipe de Gales (Eduardo VIII) lo alentaba a comprometerse aún más en la política y ocupar una banca en el parlamento. Evidentemente, nuevos desafíos y motivaciones le fueron restando tiempo al polo y aplacando su fervor. Pasaban los torneos y Churchill se sentía conforme con su nivel de juego. Hasta que una noche, un accidente doméstico en la casa de Sir Pertab Singh en Jodhpore, le quitó momentáneamente la sonrisa. “Me caí por las escaleras, me torcí el tobillo y me disloqué el hombro derecho”, le comunicó por carta a su hermano Jack. “Temo no poder jugar esta tarde, mi brazo está débil y rígido, y podría salirse de cualquier momento. Es una de las cosas más desafortunadas que me ha pasado”, se lamentó. A partir de entonces, tuvo que jugar al polo con el brazo atado al cuerpo.
El brazo inmovilizado no le impidió jugar lo suficientemente bien como para que su equipo derrotara al 5° de Guardia de los Dragones, primero, y al 9° de Lanceros, después. En su último partido, superaron al 4° de Guardia de los Dragones y se consagraron campeones Inter-Regimientos. “Nuestro equipo nunca más volvería a jugar junto”, contó posteriormente. “Un año después, Albert Savory fue asesinado en Transvaal, Barnes padeció una grave herida en Natal y yo me convertí en un político sedentario, cada vez más lisiado por mi miserable hombro”, detalló.
Por aquellos días, el futuro Primer Ministro reflexionó: “Creo que si puedo conseguir dos días a la semana en Hurlingham o Ranelagh para jugar al polo, obtendré el ejercicio físico que la política no me da”. Él comprendía con claridad que realizar otras actividades le redituaba más que permanecer en el ejército. Entonces comenzó a dedicarles mayor cantidad de horas, pero no tenía pensado dejar el polo. Jugar menos, sí, pero abandonarlo, no.
El último partido
En Chartwell, una propiedad que compró en 1922, Churchill tenía su propia caballeriza. Era una costosa casa de campo, ubicada en el condado de Kent, que a menudo fue objeto de discusiones financieras entre Winston y su mujer Clementine Hozier. Estas controversias siempre concluían en planes de Winston para poder solventar los gastos. Todo era posible, menos vender la caballada, que aun en 1926 era sagrada.
Existen varias fotos de Churchill, ya maduro, practicando su deporte predilecto, siempre con el brazo derecho atado. Y su último match fue largamente gestado. Los arreglos para concretarlo comenzaron en el otoño de 1926, cuando el almirante Sir Roger Keyes, invitó a Winston a inspeccionar la flota a su cargo. Ellos se habían conocido jugando al polo y eran viejos amigos. “Por supuesto que me encantaría jugar un partido”, respondió Winston a la propuesta de su colega. “Es muy amable de su parte ofrecerse a montarme. Y me encargaré de galopar uno o dos caballos de antemano para ‘calibrar’ mis músculos… No he jugado en toda la temporada. De todos modos, llevaré unos tacos y haré lo mejor que pueda. Si muero en el suelo, será un final digno. Y será una buena manera de morir”, sostuvo con una pizca de humor.
Sir Roger le respondió de inmediato: “No se moleste en traer tacos, aquí los encontrará de todos los tipos y largos. ¿Cuál es su handicap?”, quiso saber. Arreglaron jugar cuatro chukkers y Churchill cerró el diálogo epistolar afirmando: “Se dará cuenta usted de que soy muy malo. Creo que mi último handicap fue 2 goles”. El match se llevó a cabo sin contratiempos. Y el 10 de enero de 1927, desde Malta, Winston le escribió resignado a Clemetine: “Jugué al polo sin vergüenza ni distinción y lo disfruté muchísimo. Pero ya debo dejarlo”. A los 52 años, Winston Churchill había completado su último partido de polo. Lo hizo con 2 goles y había llegado a jugar 3. La India, Francia, España, Egipto y Malta fueron testigos de sus corridas intrépidas y de sus duros impactos.
No ha sido un polista virtuoso. Se empeñaba, se esforzaba y trataba de aprender y mejorar. Sabía que el gran secreto está en los caballos y por eso siempre trataba de sumar más y mejores ejemplares a su caballada. Era un líder dentro de la cancha. Tenía personalidad. Un liderazgo y una personalidad que años después le sirvieron para hacer historia… Para cambiar el curso de la Segunda Guerra Mundial. Nada más y nada menos.
Fuente: Juan de Dios Vera Ocampo – LA NACION Deportes – Fotos: Hulton Archive – Hulton Archive – Keystone-France – Gamma-Keystone – Keystone – Hulton Archive – Archivo – LA NACION – LA NACION Deportes