/Del petit café a la fiesta del polo intercolegial: como nació uno de los torneos donde forjan sus sueños los cracks del mañana

Del petit café a la fiesta del polo intercolegial: como nació uno de los torneos donde forjan sus sueños los cracks del mañana

La Copa Santa Paula tuvo una etapa previa para muchos desconocida. La idea que tomó forma y que se transformó en un boom para los estudiantes. Las grandes figuras jugaron y ganaron este certamen.

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Ni bar ni confitería. En 1936, a ese tipo de establecimiento gastronómico lo llamaban petit café. Al menos de ese modo identificaban al ubicado en la esquina de Callao y Santa Fe, uno de los puntos emblemáticos de la ciudad. Allí, una bulliciosa clientela, de diversas edades, ocupaba sus mesas haciendo un alto en la vorágine diaria. Un café, una bebida, unas medialunas, unos sándwiches y la charla amena como tregua a las responsabilidades cotidianas originadas por el trabajo o el estudio.

Nuestro país era otro. El mundo también. Los genes de la maldad, fecundados por la intolerancia, la violencia y el fanatismo, pronto darían a luz una nueva tragedia internacional. Eso, allá, en la lejana Europa central. Mientras tanto, acá, en Buenos Aires, bajo la gestión presidencial del militar e ingeniero Agustín Pedro Justo, con el Obelisco recién inaugurado, un grupo de jóvenes y despreocupados estudiantes del secundario, amigos todos ellos, se distendía en el petit café. Reflexionaba, divagaba, soñaba. Pensaba y cavilaba sobre la pasión que los unía aún más: los caballos, los tacos y las bochas. Es decir, el polo.

El primer campeón del Intercolegial, en 1936: Champagnat A, con Jorge Cernadas, Luis Budd, Roberto y Horacio Castilla
El primer campeón del Intercolegial, en 1936: Champagnat A, con Jorge Cernadas, Luis Budd, Roberto y Horacio Castilla

Carlos Alfredo Zemborain era uno de aquellos jóvenes entusiastas y emprendedores, quien décadas más tarde rememoraría el encuentro en las páginas de la de la revista El Caballo (septiembre/octubre de 1983). “Nos juntábamos para discutir la organización de un torneo de polo para estudiantes. Casi ninguno tenía handicap, de manera que mi flamante 2 me otorgaba cierta jerarquía, por lo que fui encargado de presentarme ante la Asociación Argentina de Polo para realizar las gestiones correspondientes”. Exteriorizando la amabilidad que los caracterizaba, Amorín, Keny Frías, Tulio Gómez y Flores Roldán recibieron a Carlos y le dieron curso a su iniciativa.

Con la anuencia de la Asociación Argentina de Polo y el creciente fervor del grupo de jóvenes, el proyecto se concretó rápidamente. “Logramos integrar cinco teams que representaran a los colegios Nacional Central, De La Salle, Argentina Modelo y dos al Champagnat”, explicó Zemborain. “La Asociación consiguió que el Club Tortugas cediera gentilmente sus canchas y todo se fue organizando paulatinamente”, agregó.

Champagnat B, en 1936: Federico Woodgate, Carlos Zemborain, Alberto Vernet Basualdo y Arturo González Calderón
Champagnat B, en 1936: Federico Woodgate, Carlos Zemborain, Alberto Vernet Basualdo y Arturo González Calderón

Tras prolongados encuentros y luego de exitosas gestiones, las partes acordaron una fecha para la realización del torneo y esa fecha llegó. Carlos Zemborain, el impulsor de la idea y alumno del Champagnat, convino con los noveles polistas encontrarse de madrugada en la puerta de su casa. “Cada uno vino munido de sus pertrechos: tacos, cascos, algunos con bombachas a falta de los breeches de rigor”, narró. Y surgió el primer contratiempo: ninguno disponía de movilidad. “Pero a esa edad todo se soluciona y nos fuimos caminando hasta Retiro, que en esa época era una plaza de tranquilidad colonial y a cuyas veredas se arrimaban pintorescos taxis doble-faetón, es decir, de capota blanda. Por supuesto, ningún taxista quería ‘agarrar’ tan lejano viaje y menos con la probable dificultad del cobro de la abultada suma”. Finalmente, un italiano, semiengañado respecto al destino real, aceptó llevarlos. La expresión, mezcla de sorpresa y estupor, dibujada en el rostro del buen hombre al enterarse de a dónde debía conducirlos, permaneció durante años como una imagen nítida en las mentes de los chicos.

Sin carta no hay torneo

Arribada la expedición a Tortugas, surgieron nuevos escollos que ponían en riesgo el objetivo de jugar al polo. Así lo detalló Zemborain en la revista El Caballo: “Estábamos los cinco teams a caballo, listos para dirimir supremacías, cuando inesperadamente se apersonó un directivo del club con la deprimente noticia de que debíamos presentar, cada uno de los jugadores, una carta firmada por nuestros respectivos padres, y en la cual se desligara la responsabilidad al club por cualquier accidente que nos ocurriera. De lo contrario, no podíamos jugar”.

Formación de Champagnat campeona de la Santa Paula, con Mito Goti, Mariano González, Bautista Heguy e Ignacio Heguy
Formación de Champagnat campeona de la Santa Paula, con Mito Goti, Mariano González, Bautista Heguy e Ignacio Heguy

El impacto no amedrentó a los jóvenes ni disminuyó un ápice el deseo ferviente de cumplir con el anhelo de “dirimir supremacías” sobre el césped. Al contrario, el percance les estimuló el cerebro y con ingenio resolvieron el inconveniente. Cada jugador confeccionó las requeridas autorizaciones sobre unas improvisadas hojas. Al resguardo de unos árboles, que ocultaron la triquiñuela de las miradas vigilantes, lograron completar el permiso salvador. “Poseíamos larga experiencia en ese tipo de cosas, por ejemplo, con las tarjetas paternas para faltar al colegio por enfermedad”, reconoció Zemborain con palabras impregnadas de picardía.

Había jugadores que sólo disponían de dos petisos y creo que alguno jugó todo el torneo en uno solo. Un conjunto montaba sólidos percherones que a su paso hacían temblar el terreno, facilitados por algún oficial de artillería que desenganchó, para el caso, el tiro de varios cañones

No hubo más impedimentos y el certamen se jugó con normalidad. Jorge Cernadas, Luis Budd, Roberto y Horacio Castilla integraron el equipo A de Champagnat; Federico Walter Woodgate, Carlos Zemborain, Alberto Vernet Basualdo y Arturo González Calderón el B de Champagnat; Luis Mignaquy, Walter Beveraggi Allende, Delfor Del Valle y Enrique Ruiz Guiñazú, se alistaron por el Nacional Central; Luis Spagnol, Luis López Basabilbaso y Francisco Álvarez y Nicolás Ruiz Guiñazú representaron al De La Salle, mientras que Eduardo Bullrich, Roberto Bonomí, Raúl Sánchez Elía y Roberto Dormalk Bosch lo hicieron para la Escuela Argentina Modelo. “Había jugadores que sólo disponían de dos petisos y creo que alguno jugó todo el torneo en uno solo. Un team montaba sólidos percherones que a su paso hacían temblar el terreno, facilitados si mal no recuerdo por algún oficial de artillería que desenganchó, para el caso, el tiro de varios cañones”.

Al cabo de intensos partidos, uno de los teams de Champagnat se alzó con la victoria final, el A. El paso del tiempo no consiguió borronearle las imágines de la histórica jornada a Carlos Alfredo. “Recuerdo a los hermanos Castilla de fuerte pegada –señalaba en 1983–. A Carlitos de la Serna, cuyo áspero accionar lo llevaría más adelante a un primer plano. A Federico Woodgate, que pegaba en aquella época el backhander del lado de montar como si tirara el lazo por sobre el codo. A Tito Vernet Basualdo, que era capaz de salir parado en alguna traicionera costalada. A Ricardito Green, de fino estilo. A Moncholo González Calderón, Eduardito Bullrich, Walter Beveraggi, Raulito Sánchez Elía, Jorge Cernadas. Nicolás Ruiz Guiñazú, que llegó al alto handicap… He querido recordar a este grupo de despreocupados colegiales pues ellos, a través de una intrascendente diversión y sin proponérselo, abrieron el camino en el tiempo para que el polo argentino, único sin competencia en el mundo, se fuera nutriendo de altos handicaps cada vez más jóvenes”. Carlos Alfredo Zemborain formó parte del Argentino Abierto de 1939 y ese año ganó el Handicap, por la Copa Provincia de Buenos Aires, que se disputaba al mismo tiempo que Palermo.

La Copa Santa Paula, una fiesta

En la actualidad, el Intercolegial está identificado con la Copa Santa Paula, un trofeo donado en 1951 por los hermanos Reynal (Juan, José y Martín), integrantes del famoso equipo del mismo nombre, así llamado en homenaje a su madre. Sin embargo, el origen del torneo para estudiantes secundarios es anterior, como describió su inventor, Carlos Alfredo Zemborain. En su momento, Luis Zemborain, hijo de Carlos, le envió el artículo de su padre aparecido en la revista El Caballo a la Asociación Argentina de Polo para que tuviera en cuenta los inicios del Intercolegial. La nota debió de extraviarse en algún traslado o perderse en uno de los tantos cajones de los escritorios, porque al día de hoy, para la Asociación, el historial comienza en 1951.

En tiempos más modernos, los chicos de Moorlands recibieron el apoyo de todo el colegio y fueron campeones en Palermo
En tiempos más modernos, los chicos de Moorlands recibieron el apoyo de todo el colegio y fueron campeones en PalermoDaniel Jayo – LA NACION

Esta fecha como punto de partida del torneo tiene dos explicaciones que van de la mano. Primero, la donación del trofeo para ser adjudicado año tras año al equipo vencedor. Y segundo, que desde esa temporada la organización del certamen corre por cuenta de la Asociación Argentina de Polo. Indudablemente, un criterio diferente al adoptado en el recuento del Campeonato Argentino Abierto, ya que en este caso contabilizan también los realizados antes de la conformación de la actual Asociación rectora del polo en la Argentina (1922).

En 1951, el título quedó en poder del Colegio De La Salle, un cuarteto completado por Bertil Andino Grahn, José Esteve, Roberto Debuchy Poggio y Martín Garciarena. Tanto el De La Salle como el Champagnat, dos tradicionales colegios del centro de Buenos Aires, dominaron los primeros tiempos del Intercolegial. Luego, con el desarrollo de los barrios cerrados y countries, producto del paulatino éxodo de familias del centro porteño hacia las afueras de la ciudad, cambió la tendencia. Los nuevos establecimientos fundados preferentemente en el norte del conurbano, con el Moorlands a la cabeza, comenzaron a dominar las estadísticas.

Todos campeones de la Copa Santa Paula: Alberto Pedro Heguy con sus nietos Antonio Heguy, Cruz Heguy y Silvestre Heguy, que jugaron por el equipo de Los Robles
Todos campeones de la Copa Santa Paula: Alberto Pedro Heguy con sus nietos Antonio Heguy, Cruz Heguy y Silvestre Heguy, que jugaron por el equipo de Los RoblesAAP / Matías Callejo»

La Copa Santa Paula aglutinó grandes nombres que luego fueron figuras del alto handicap, campeones del Abierto de Palermo, y que llenaron de gloria las canchas del Campo Argentino. Incluso permitió que futuros acérrimos rivales compartieran formaciones, como se dio en el caso de Alberto Pedro y Horacio Antonio Heguy con Francisco y Gastón Dorignac, todos los cuales jugaron por Champagnat mucho tiempo antes de que fueran adversarios en uno de los clásicos más imponentes de la historia del polo: Coronel Suárez vs. Santa Ana.

Del mismo modo, el torneo Intercolegial entregó jornadas memorables, festivas, de mucho clima en las tribunas de la cancha 2 de Palermo, donde se congregaban los compañeros de los cracks del futuro que protagonizaban las finales, tanto la principal como la de la rueda de perdedores por la Copa Zeus. Los grandes jugadores, que tiempo más tarde llegaron a los 10 goles, han disfrutado de tres competencias en sus tiempos de formación: la Copa Los Potrillos, el Intercolegial y el Argentino Abierto juvenil. Los tres certámenes forman parte de recuerdos imborrables.

Gonzalo García del Río marcó un gol casi de mitad de cancha para Newman contra Moorlands que definió el título de campeón de 2001: explosión de los compañeros del goleador en las tribunas
Gonzalo García del Río marcó un gol casi de mitad de cancha para Newman contra Moorlands que definió el título de campeón de 2001: explosión de los compañeros del goleador en las tribunas

La copa donada por los Reynal y la voluntad de la Asociación Argentina de Polo de asumir la organización del certamen le dieron un marco de formalidad a la idea de aquel grupo de jóvenes despreocupados, con Zemborain a la cabeza, de armar un campeonato para estudiantes secundarios. Y el paso del tiempo, casi ochenta años, no les ha quitado nada de veracidad y realismo a las palabras escritas por Carlos Alfredo Zemborain en 1936: “Este grupo de despreocupados colegiales, a través de una intrascendente diversión y sin proponérselo, abrieron el camino para que el polo argentino, único deporte sin competencia en el mundo, se fuera nutriendo de altos handicaps cada vez más jóvenes”.

Con o sin recuento, dentro o fuera del historial, el polo argentino agradece a aquellos jóvenes la iniciativa, el ímpetu, la pasión y la graciosa triquiñuela.

Fuente: Juan de Dios Vera Ocampo  LA Nación Deportes – Fotos: Daniel Jayo – LA NACION – AAP / Matías Callejo» – LA NACION Deportes