/Caddies: una vida junto a los golfistas, entre picos de gloria, algún error “imperdonable” y situaciones insólitas

Caddies: una vida junto a los golfistas, entre picos de gloria, algún error “imperdonable” y situaciones insólitas

.Cinco prestigiosos argentinos encargados de llevar los palos compartieron con LA NACION sus vivencias deportivas y anécdotas al lado de jugadores que hicieron historia

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Son hombres y mujeres que viajan por el mundo cargando bolsas de palos de golf al hombro. De esos extensos peregrinajes sobre el césped, desde primera hora de la mañana o cuando se esconde el sol, surgen muchas historias que no salen en los canales de televisión ni en los sitios de internet. Es la particular vida de los caddies, los primeros consejeros de los golfistas, los que conviven con la gloria o el fracaso de quienes ejecutan los golpes en su lucha por bajar scores para alzar trofeos.

Desde la óptica de los jugadores, se disparan varias preguntas respecto de esta notable labor: ¿Alguna vez se sintieron desamparados en el medio del fairway, sin noción de las distancias, sin saber si atacar la bandera por la derecha o izquierda del hoyo, o dónde estaba el peligro? ¿En algún momento no vieron la línea en algún green con movimiento y necesitaron de una segunda opinión? ¿Nunca pensaron lo conveniente que sería –en situaciones de máximo estrés- tener un caddie que los ayude?

A veces, un caddie puede resultar esencial. Fuzzy Zoeller ganó el Masters de Augusta en 1979 en su primer intento y sin conocer la cancha. Tamaña proeza la consiguió gracias a Jerry Beard, el afroamericano que lo aconsejó golpe por golpe, incluso en el playoff ante Ed Sneed y Tom Watson. Las que suelen tener todas las respuestas a estos enigmas en el golf son esas personas que no solo llevan palos, sino que, además, resultan vitales a la hora de tomar decisiones en el campo.

Aquellos que acompañan a los golfistas por todo el trazado, cuales perros fieles, realizan una tarea estratégica y también actúan como psicólogos del profesional, tanto dentro como fuera de la alfombra verde. Y en muchos casos se involucran tanto con sus patrones que llegan a compartir varias vivencias post ronda. En ocasiones, su trabajo no solo dura la semana del torneo, sino que se instalan en la próxima ciudad donde toque jugar antes de que llegue su golfista. Allí empieza una tarea clave: el primer reconocimiento del recorrido.

La palabra caddie se retrotrae a los tiempos de María Estuardo, reina de Escocia entre diciembre de 1542 y julio de 1567 y reina consorte de Francia entre 1559 y 1560, hasta la muerte de su marido, el delfín Francisco. En esa época, a los pajes o servidores de la monarca se los conocía como cadets, que en la región de Edimburgo -la cuna del golf-, realizaban trabajos menores y mal remunerados. Este término se fue deformando hasta llegar a lo que se conoce hoy respecto de los que recorren las diferentes canchas alrededor del mundo. Cada historia trae anécdotas memorables.

Adrián “Coco” Monteros: de Tucumán al mundo

Adrián “Coco” Monteros empezó a llevar palos desde que iba a la escuela, a los 11 años, en el Jockey Club de Tucumán. Nacido y criado cerca del campo de golf, llegó a jugar el Abierto del Norte, una de las citas más importantes en la Argentina. Trabajó en una estación de servicio y hasta de jardinero, pero las vueltas de la vida lo condujeron a cargar palos y aprendió el oficio de la mano de César Monasterio, quien lo llevó a la Escuela del Tour Europeo. Para embarcarse en esa aventura renunció a su trabajo dejando a su familia y raíces en el país. La apuesta les salió bien, porque se ganaron el derecho de participar en uno de los tours de golf más importantes del mundo, donde trabajaron juntos por dos años. Ya en 2005, tras una charla con Monasterio, que venía con algunos problemas de salud, en su juego y personales, decidieron separarse laboralmente. Así, Adrián pasó a colaborar con otro golfista tucumano: Andrés “Pigu” Romero, a quien acompañó en muchos torneos del PGA Tour y el Tour Europeo y conocería a personalidades destacadas del deporte.

El primer encuentro con Tiger Woods

Gracias al gran momento deportivo que atravesaba el Pigu Romero con la ayuda de Coco, participaron en el Bridgestone Invitational 2007 en Akron, Ohio, torneo al que los acompañó Marcos Virasoro, asistente de Andrés. Al llegar al hotel, se abrió la puerta del ascensor y allí estaba “un morocho alto, grandote, con unas vitaminas en la mano”, cuenta Monteros. Era el mismísimo Tiger Woods, que se dirigía para su habitación. La emoción de los tres argentinos fue tal que se quedaron atónitos y tocaron mal el número del piso al que iban, con lo que terminaron subiendo hasta el nivel donde se hospedaba uno de los mejores golfistas de todos los tiempos. Tras ese encuentro con el Tigre, al Pigu le tocó jugar en la misma línea con el californiano. “Le temblaban las manos, no podía poner la pelota en el tee”, recuerda Coco. En los días previos al torneo, en la conferencia de prensa, el campeón de 15 majors declaró: “Sé que juego con Andrés Romero, no lo conozco mucho pero sí sé que hizo diez birdies en el Open Británico en Carnoustie, debe jugar bien. Yo, apenas hice diez pares”.

Andrés Romero y Adrián Monteros durante el Open Británico 2008 en Royal Birkdale
Andrés Romero y Adrián Monteros durante el Open Británico 2008 en Royal BirkdaleStuart Franklin – Getty Images Europe

En el nombre del padre

La relación laboral entre Coco y el Pigu finalizó en 2013 y Adrián pasó a trabajar con el chaqueño Fabián Gómez, con quien también trazó una carrera de grandes resultados. Casi dos años después de empezar a trabajar juntos, en junio de 2015, ganarían su primer torneo en el PGA Tour, el St Jude Classic, un éxito movilizador para el caddie porque un tiempo antes, en noviembre de 2014, había sufrido la pérdida de su padre. El abrazo en el final, cuando “El Negro” embocó en el green del hoyo 18, simbolizó esta historia de tristeza reciente, nostalgia y súbita alegría.

El elogio de “Bones”

Transcurría la temporada 2016 del PGA Tour y Fabián Gómez disfrutaba de un pico muy alto a nivel golfístico. El chaqueño compartió la salida durante los dos primeros días con Phil Mickelson en un certamen en New Jersey. Luego de 36 hoyos de un excelente rendimiento de parte de ambos, tanto arriba del green como en el resto del campo, el argentino y el norteamericano totalizaron el mismo score, con lo que volvieron a encontrarse en la tercera vuelta o “Moving Day”, que también los mantuvo muy parejos en el juego. En el último hoyo del sábado, el actual jugador del LIV tenía oportunidad de birdie, en tanto que Gómez había quedado atrapado en el búnker, circunstancia que no le generó muchos problemas porque sacó un gran tiro, para dejarla cerca donde había caído el nacido en San Diego.

Coco se debía desdoblar entre la tarea de rastrillar el búnker y ayudar a Gómez a ver la caída del siguiente putt. Apurado, le aconsejó por dónde creía él que entraría esa pelota según los declives del green. Así, Fabián ejecutó el golpe desde unos tres metros y embocó. Hubo ovación general del público y Monteros continuó a las corridas para seguir alisando la arena del búnker, que había dejado a medio arreglar.

Enseguida, Mickelson ensayó un certero golpe y así se desvaneció la chance de compartir también la cuarta vuelta, pero al finalizar los 54 hoyos, jugadores y caddies se saludaron de manera muy cordial. Y allí fue cuando el caddie del norteamericano, el famoso Jim “Bones” Mackay, le entregó a Monteros un papel escrito, arrancado de la última hoja de su libro. Después de unos minutos, el tucumano descubrió el gesto y leyó Lo que decía el mensaje: “Best caddie in the world at reading putts – Coco” (El mejor caddie del mundo leyendo putts – Coco).

El papel de Jim "Bones"Mackay elogiando a Coco Monteros
El papel de Jim «Bones»Mackay elogiando a Coco Monteros

Rubén Yorio: la gloria junto al Pato Cabrera

Caddie de vasta experiencia, Rubén Yorio empezó a llevar palos a los 12 años. Es oriundo de Ranelagh, Provincia de Buenos Aires, donde vio jugar muchas veces al Maestro Roberto De Vicenzo, del que admira no solo sus logros obtenidos, sino también la forma ordenada y disciplinada con la que trabajó siempre, bajo un lema insobornable: “Cuanto más practico, más suerte tengo”. Además, recuerda charlas en el putting green, donde De Vicenzo les advertía a los aficionados presentes: “Los sueños se cumplen, pero pibe: para eso tenés que romperte las manos”. Además, Yorio tuvo el privilegio de llevarle los palos al Maestro en Villa Gesell, en uno de los últimos torneos que jugó el campeón del Open Británico de 1967.

El suéter de Cabrera en Bethpage 2009

Ángel Cabrera experimentó un punto de quiebre en su carrera al ganar el US Open 2007, en Oakmont, que le garantizó su presencia en todos los torneos grandes del calendario del PGA Tour por cinco años. Y ni hablar después de llevarse el saco verde en el Masters 2009, que potenció su protagonismo en la elite de este deporte. El major subsiguiente a aquel torneo de Augusta fue el US Open, que aquel año se disputó en la cancha Bethpage Black de Farmingdale, cerca de Nueva York. El hostil clima de aquel verano, con lluvias intermitentes y de distintas intensidades, provocó numerosos retrasos en los horarios de salida del torneo. Un tal Tiger Woods fue compañero del Pato en las dos primeras vueltas y fueron seguidos por un mundo de gente, con cámaras y flashes desde los dos lados de las sogas.

Al llegar al tee del hoyo 10, el cordobés le pidió un suéter a Yorio debido a un frío que se hacía sentir cada vez más, inusual para esa época del año. Mientras esperaban su turno para jugar, Rubén empezó a buscar la prenda, sacando varias cosas de la bolsa. Lo primero que salió, muy bien doblada, fue la ropa de Yorio. Y al fondo se encontraba el abrigo del cordobés, completamente arrugado. Cabrera miró a su caddie con ganas de comérselo crudo y largó insultos a mansalva. De todas formas, accedió a cubrirse contra las bajas temperaturas. En ese momento Tiger, que observaba la situación, dijo: “No quisiera estar en los zapatos de Rubén”, lo que generó comentarios y carcajadas de todos los fanáticos presentes. Minutos después, Cabrera sacó una bomba al medio del fairway, a lo que el californiano acotó: “Eso pasa cuando tenés el suéter arrugado”.

Rubén Yorio, una fórmula exitosa con Angel Cabrera en el Masters 2009
Rubén Yorio, una fórmula exitosa con Angel Cabrera en el
Masters 2009
Andrew Redington – Getty Images North America

Súplicas en el estacionamiento

A lo largo de su carrera como caddie, Rubén trabajó con varios golfistas de renombre internacional, uno de ellos, el venezolano Jhonattan Vegas. Yorio recuerda una de las veces que disputó el Memorial, el torneo de Jack Nicklaus, cuando se retrasó en su trayecto del hotel al club y estaba llegando tarde para su cita en el putting green con Vegas. El estacionamiento para caddies estaba bastante lejos del lugar adonde tenía que ir, alrededor de dos kilómetros de distancia. Al estar con poco tiempo, quiso ingresar por la puerta principal, donde había efectivos de seguridad que no le permitían avanzar. En la desesperación para no fallarle a su jugador, explicó quién era y que estaba llegando tarde. Al principio no le creyeron que estaba trabajando para uno de los mejores golfistas sudamericanos. Tras diez minutos de súplicas, le permitieron el acceso, sin antes recibir un comentario: “Mirá, te voy a dejar pasar si me hacés un favor”. Rubén respondió: “Sí, lo que quieras”. El personal de seguridad le contestó: “¿Le podés decir a Jhonattan que no mueva la cabeza del putter? Porque le vengo apostando todas las semanas y siempre pierdo por uno o dos puestos”. Ahora, cada vez que Yorio va a Memorial ve al guardia y se ríen juntos recordando la situación.

José Luis Campra: el cordobés de las estrellas sudamericanas

José Luis “Pepa” Campra es cordobés de nacimiento, golfista amateur de alto rendimiento, actual coach y caddie desde hace varios años. Su carrera en las bolsas data de 2009, cuando le cargaba al misionero Daniel Vancsik en el Tour Europeo, además de Ángel Cabrera, Emiliano Grillo, Estanislao “Tano Goya” y actualmente el colombiano Juan Sebastián Muñoz, entre otros. Su trabajo coincidió con muchos de los mejores momentos de cada uno de los golfistas a los que ayudó.

La pelota equivocada del Tano

Al lado de Goya, Campra recorrió varios países europeos y asiáticos. Viajaron juntos a Bahrein, territorio ubicado en el Golfo Pérsico, para un torneo de la temporada 2010. Esa semana estaban probando unas pelotas nuevas para usar durante el certamen. Al final, al jugador nacido en Alta Gracia no le convencieron y prefirió descartarlas, pero se quedó con una de ellas en la bolsa. Decidió jugar con las viejas. Llegaron al tee del 12 y el Tano le pidió una bola, con tanta mala suerte para el caddie que le entregó una de las nuevas, provocando que al jugador le recayeran cuatro golpes de multa por infringir la regla “One ball rule”, que obliga a jugar con una pelota de la misma marca y modelo durante el mismo trayecto. Jugó dos hoyos con la bola equivocada; en el segundo se dio cuenta, llamó a un oficial y aceptó la sanción de los golpes.

La tristeza, bronca y desazón del momento se sintieron en el aire bahreiní y culminaron la vuelta con 75 golpes. Al día siguiente, el cordobés debía hacer un score muy bajo para pasar el corte. Casi terminando la ronda, se fueron con un bogey en el par 3 del hoyo 17. Al tee del 18 debía suceder un milagro para pasar y ocurrió, después de que su pelota quedara con un pésimo lie, en el talud de un cross búnker. Goya pegó un hierro ocho y embocó desde 160 yardas, para pasar a jugar el fin de semana justo en la línea de corte, en un final de película, con la noche cayendo en el golfo. Ya el fin de semana, con dos vueltas bajo par, concluyeron entre los 20 primeros del torneo. Sobre aquel episodio, Campra confesó: “La pasé muy mal, se me vinieron muchos pensamientos negativos a la cabeza, imaginé que iba a perder el trabajo”. Más allá del error, pudieron sobreponerse y la historia terminó bien.

Emiliano Grillo y José Luis Campra vivieron momentos importantes juntos en el PGA Tour
Emiliano Grillo y José Luis Campra vivieron momentos importantes juntos en el PGA TourAndrew Redington – Getty Images North America

Su inconveniente en Asia

Siguiendo con su aventura asiática, Pepa llegó a Malasia para acompañar en ese entonces a Emiliano Grillo y a Alejandro “El Corto” Molina como compañero de viajes, una persona útil a quien acudir, más si se viaja a lugares no conocidos. Campra tuvo una deshidratación muy grande, que le provocó fiebre y mucha pérdida de líquido. El cordobés fue atendido por médicos locales que lo trataron de la mejor manera, pero el reposo lo obligó a mantenerse en cama del lunes al miércoles, con lo que perdió toda posibilidad de evaluar el campo con el chaqueño en los días de práctica. Por suerte para él y para Grillo, el jueves ya estuvo en condiciones de llevarle los palos al chaqueño en el torneo. Este año, ya en la bolsa de Juan Sebastián Muñoz, lo padecido en Kuala Lumpur le volvió a ocurrir antes del US Open: un malestar que lo mandó derecho al hospital por unos días. Pero se pudo reponer a tiempo y trabajó con Muñoz en una de las citas más importantes del año. Un momento estresante pero con final feliz.

Cristian Rasquela: “El acampador”

A sus 31 años, el oriundo de Mar del Plata cargó bolsas en todos los continentes. Empezó por América del Sur, después viajó a los Estados Unidos, donde trabajó de bachero y cocinando en Nueva York, en demoliciones, y pintando yates que, cuenta, fue “lo más divertido”. Ahora vive en Europa y también participó de torneos del Ladies European Tour con varias golfistas en Asia. Además, pasó por el Korn Ferry Tour, en los torneos con sede en Panamá y Colombia. Tuvo un emprendimiento de sushi que vendió, para poder cumplir su sueño de llevar palos en todas partes del mundo. Amigo de los Simmermacher, Santiago y Magdalena, comparte con ellos muchos mates, risas y paseos.

Al Viejo Continente llegó “sin un centavo”, cuenta, tras tomar la decisión de emigrar después de llevar palos en dos torneos del PGA Latinoamérica en Ecuador y Perú. En su filosofía de trotamundos, detalla que durmió en campings y en montes para poder ahorrar durante la estadía europea. Todos esos esfuerzos dieron su fruto, ya que pudo conseguir trabajo rápido y le llevó la bolsa a la francesa Celine Herbin, con quien cosechó algunos buenos resultados, participando del Evian Championship, uno de los Majors.

Con la carpa a todos lados

“Con una mano atrás y otra adelante”. Así define Rasquela su recorrido europeo, buscando formas de poder ahorrar lo máximo posible y subsistir. Ese concepto del recorte de gastos lo llevó a dormir en Helsinborg, Suecia, en un cementerio con su fiel compañera de mil noches: la carpa. Le gustó el lugar para acampar porque “tenía bastante cortito el pasto” y le hacía recordar a los fairways y decidió pasar la noche ahí. “Escuché ruidos extraños”, aseguró Rasquela, si bien no cree lo que se dice que ocurre en los cementerios.

Debido al clima destemplado, En Escocia se le cayó una rama de árbol pesada arriba de la carpa y casi le rompe una pierna. La última vez que durmió en una tienda de campaña fue en una de las primeras etapas del DP World Tour, en Bogogno, Italia, torneo que tuvo una suspensión por lluvia, Cristian estaba acampando en un monte, como de costumbre y el clima no lo acompañaba. Una noche, ya durmiendo, sintió cómo se le movía el piso de la tienda, “se estaba convirtiendo en un colchón de agua”, grafica. Dada esa situación desesperante tomó la decisión de salir y el arroyo que estaba al lado había crecido; se estaba inundando todo a su alrededor. Tuvo que salir con la carpa a las 4 de la madrugada, congelado por las bajas temperaturas y mojado. “La pasé muy mal”, declara conmovido. Ese fue el punto final de las aventuras en lugares poco convencionales para pasar las noches. Desde ese entonces, comparte gastos de hospedaje con otros caddies europeos.

Actualmente, le lleva los palos al español Sebastián García Rodríguez y juntos consiguieron el status completo del DP World Tour, que comenzarán a disputar sus torneos esta semana, objetivo que el marplatense lo ve como una victoria. “La meta era llegar ahí”.

Hernán “Nany” Pereyra:

Cordobés de nacimiento, caddie desde los 13 años, Hernán “Nany” Pereyra arrancó su carrera en este deporte en La Orquídea, en Los Cardales, al norte del conurbano bonaerense. Empezó como todos, juntando “bochas” y después llevando palos. “Me daban 15 pesos por los 18 hoyos ¡Qué lindos recuerdos!”, rememora. A lo largo de su carrera contó con la chance de asistir a varios golfistas en los diferentes tours (PGA Latinoamérica, Korn Ferry Tour y PGA Tour).

En Palermo con Roberto Cóceres y el recuerdo de Molina

“Creo que tuve la suerte de llevarles a muchos y aprender de todos un poco. Alguien que fue muy importante para mí y me enseñó muchísimo fue Roberto Cóceres, ‘El Rubio’, como le digo yo”, relata Pereyra con gracias. Sucedió que Cóceres estaba dejando de fumar y los dos andaban justos de dinero. Sin decir nada, el jueves del torneo de Ciudad de Buenos Aires en Palermo, el caddie compró un atado de cigarrillos. Iban cuatro hoyos y los errores en el green se repetían, no metía una. Roberto se mordía los dedos. Entonces, el caddie le preguntó si quería fumar, y con su cara de pocos amigos, el golfista chaqueño le respondió: “¿De dónde querés que saque cigarrillos?”. “Ahí”, contestó. Abrió un bolsillo de la bolsa y le dio el atado. “Ese día no sé cuántos fumó, solo sé que hicimos siete menos y esa semana perdimos el torneo por uno”, recuerda Pereyra. Aquel torneo lo ganó el recordado Mauricio Molina y le regaló el trofeo a los caddies. Una muestra más de lo que era como persona el “Doctor”, fallecido hace pocos meses.

“Cucho: tirale al medio”

Otro de los grandes golfistas surgidos en este último tiempo es el tucumano Augusto “Cucho” Nuñez. En el torneo de 2016 en Aguas Calientes, México, certamen del PGA Tour Latinoamérica que perdió en el playoff con el local Sebastián Vázquez, se pararon en el tee del hoyo 8, con agua a la derecha y un fuera de límites a la izquierda. El riesgo existía por partida doble. Núñez estaba en la línea con un zurdo y con un derecho. Pegó el zurdo primero y sacó un gancho hacia la derecha… afuera. Le toca el turno al otro golfista y su pelota termina también del lado externo del campo, pero por la izquierda. Llega la oportunidad de Augusto, que se paró detrás de la pelota para divisar la línea, pero no se lo notaba convencido del golpe que debía efectuar. Entonces, Pereyra se le arrima para preguntarle qué le pasaba, en voz baja. El golfista tucumano le reconoció: “Es que no sé para dónde va a salir”. Nany le respondió con un tip efectivo: “Cucho, es muy fácil, la primera fue a la derecha, la segunda a la izquierda… la tuya tiene que ir al medio, no hay otro lugar”. Augusto le pega un bombazo al centro del fairway. Lo que hizo el caddie en ese momento fue generarle confianza, un disparador psicológico que fue muy importante a la hora de realizar el golpe.

“¡Primo, nos vamos al PGA!”

Pereyra no solo tuvo la oportunidad de trabajar con golfistas argentinos, sino también con extranjeros como Mito Pereira, golfista chileno con quien empezó su relación laboral en el PGA Tour Latino y continuó en el Korn Ferry Tour. Si bien sus apellidos se escriben diferente pero se pronuncian igual, bromeaban con que eran primos. En el torneo que le dio el acceso al trasandino al máximo tour de golf mundial, -el BMW Championship tercer torneo consecutivo ganado por el chileno-, llegaron al hoyo18 de la última ronda. Cuando la pelota iba en el aire, le comenta con entusiasmo “¡Primo, nos vamos al PGA!”. Mito se empieza a reír y salen caminando, para terminar el hoyo y alzarse con la victoria. Concluido el torneo, durante los festejos de la noche, Pereyra le pidió a Mito que le firmara la bandera, habitual trofeo que se llevan los caddies. En el estandarte les escribió: “¡Nos vamos al PGA!”.

Fuente:Ir a notas de Agustín MayoralAgustín Mayoral  PARA LA NACION – Fotos: Andrew Redington – Getty Images North America – Stuart Franklin – Getty Images Europe – LA NACION Deportes – Instagram: rasquelachristian__ – pereyranany – LA NACION Deportes