Volvió a mostrar déficits en las dos áreas ante Gimnasia, en La Plata; los rendimientos individuales y colectivos no lo acompañan y los números tampoco.
A River le falta reacción. Anímica y futbolística. Para romper con la irregularidad. Para ganar confianza. Para potenciar las individualidades. Para encontrar alternativas que le den respuestas. Y fundamentalmente para hacer crecer un nivel colectivo que sigue mermando sin poder afianzarse. Este domingo, en La Plata, empató 1-1 con Gimnasia, volvió a mostrar sus déficits en las dos áreas y desaprovechó una oportunidad fundamental para acercarse al liderazgo de la Liga Profesional, el único objetivo que tiene por delante en lo que queda del año.
El equipo de Marcelo Gallardo necesitaba una victoria sanadora porque la eliminación en la Copa Libertadores por goleada contra Atlético Mineiro fue un golpe duro, un cachetazo que caló hondo. Pero River ni siquiera pudo aprovechar el gol tempranero de Matías Suárez a los tres minutos para hacerse firme. En tan solo cuatro minutos le empataron el partido con un cabezazo entre los centrales del Pulga Rodríguez y no tuvo la posibilidad de jugar con la ventaja del resultado, algo que hace tiempo no puede encontrar con continuidad.
La actuación de River en La Plata
Está claro que el presente del Millonario es de transición. Los rendimientos individuales y colectivos no lo acompañan y los números tampoco: solo pudo ganar un partido de los últimos siete y cuatro de los últimos 12 en todas las competencias. E internamente lo reconocen los protagonistas. “Tenemos que hacernos responsables para empezar a sacar esto adelante. No es nuestro mejor nivel y nosotros sabemos cuándo la cosa no está bien. No podemos perder esa mentalidad que siempre hemos tenido”, detalló Suárez en TNT Sports tras la igualdad.
Tal como a lo largo de todo el año, la noche en La Plata expuso una constante: al equipo de Gallardo le cuesta mucho convertir a pesar de que suele generar las situaciones para hacerlo y, al mismo tiempo, los rivales le marcan goles con más facilidad por su desorden o sus desatenciones defensivas. Esas ventajas que otorga, potenciadas negativamente con la falta de efectividad, las suele pagar muy caro: en la Libertadores las sufrió en la ida frente a Mineiro y en la Liga le vienen costando puntos que a largo plazo los puede llegar a sufrir. Pese al empate, en un torneo parejo y con rendimientos que equiparan hacia abajo, está a sólo cuatro de Independiente con 11 unidades en siete fechas jugadas con tres triunfos, dos empates y dos caídas. Restan 18 jornadas, pero el presente le exige respuestas rápidas.
River no juega bien y tampoco logra aprovechar sus chispazos de creatividad. Todavía no pudo encastrar sus jugadores dentro de un sistema -ayer retornó al 4-1-3-2 con el que mejores actuaciones había tenido- y ni siquiera lo rescatan las individualidades porque no hay continuidad en los rendimientos. Ayer, con la habitual posesión a favor y una presión en campo rival que no funcionó, fueron muy escasos los destellos de lucidez en el ataque, con De La Cruz como principal arma de peligro.
Monótono y poco preciso, le costó generar opciones de gol concretas más allá de aproximaciones aisladas. Además, no estuvo ordenado en su línea de fondo y esos desajustes lo expusieron por demás frente a un Gimnasia ordenado y dispuesto a combatir. Tan es así que Paulo Díaz quedó al límite de cometerle penal a Johan Carbonero en una polémica jugada que el árbitro Pablo Dóvalo no sancionó en la primera mitad.
En el segundo tiempo la tónica no parecía cambiar. Tras los primeros 15 minutos en los que el equipo de Gallardo solo se acercó con un tiro lejano de Bruno Zuculini, el DT dispuso dos cambios para jugar la última media hora: entró el volante ofensivo Tomás Galván por Zuculini y sumó a Julián Álvarez en ataque en lugar de Braian Romero, de deslucida tarea. La misión era clara: sumar pases y conexiones en la mitad de la cancha, zona del campo en la que nunca pudo imponer condiciones, y potenciar al equipo con la velocidad e intensidad de los jóvenes.
Y los ingresos lo potenciaron. Con una marcada notoriedad porque mejoró a la hora de construir sus ataques. En tan solo cinco minutos, generó dos situaciones claras de gol. La primera terminó con un remate desviado en el área de Galván, quien le cambió la cara al equipo. Y la segunda fue una gran jugada colectiva en la que el propio Galván dejó en soledad a Suárez frente al arco, quien remató alto desde una posición inmejorable.
Pero con el correr del cronómetro se fue diluyendo y los minutos finales buscó el arco rival con mucho empuje y sin profundidad. Fueron escasos los instantes en los que River pudo imponer su mejor repertorio y ahora Aldosivi -el jueves- y Sarmiento -el lunes- aparecen en el agitado calendario millonario para buscar triunfos aliviadores. Mientras tanto, el empate en La Plata termina dejándole las mismas sensaciones del último tiempo: su principal problema es futbolístico.