El centro-delantero es el goleador histórico del ciclo del Muñeco; la indefinición sobre su futuro se reflejó en la cancha; semana clave ante Atlético de Tucumán por la Copa Argentina y frente a Colón, puntero de la Copa de la Liga.
as últimas campañas de River en el fútbol local están salpicadas de baches en los que se queda atascado, le cuesta salir, no encuentra rápidamente la salida. Se desorienta a pesar de que tiene clara su hoja de ruta futbolística. Va perdiendo terreno, hasta que en un momento se le hace inalcanzable el destino final del título.
Este tramo de la Copa de la Liga retrotrae a River a momentos de estancamiento, sobre todo por su dificultad para reflejar en el resultado la superioridad que impone sobre el rival. La situación no es apremiante, pero de su capacidad para romper cuanto antes esta inercia en las cinco fechas que restan dependerá que la clasificación sea más desahogada, tortuosa o, en el peor de los casos, imposible.
Lo que dejó el 0-0 en el Viaducto
El equipo que por propuesta y vocación es el más ofensivo del torneo acumuló el segundo 0-0 consecutivo. El de este sábado fue ante Arsenal, el conjunto que más goles recibió (17) contabilizando las dos zonas, el que había perdido seis de los siete partidos anteriores, el que le exige al diestro “Huevo” Rondina armar una formación con jugadores del cuarto cordón del mapa futbolístico. Solo Jesús Soraire le queda de la alineación del ascenso obtenido hace dos años.
Aunque esté habituado a arreglarse con menos de lo justo, Rondina no es inmune al desaliento. Por eso los dirigentes en la semana debieron sacarle de la mano la lapicera con que iba a firmar la renuncia. Su continuidad también implica un mérito: sus tres años y dos meses de gestión lo muestran en el segundo lugar entre los entrenadores que llevan más tiempo en el cargo, luego de los seis años y ocho meses de Marcelo Gallardo. Ambos tienen muy en claro lo que quieren a partir de administrarse con lo que cuentan: Rondina rearmó su tropa maltrecha y repelió a un River de pólvora mojada y sin puntería.
“No vi a ningún equipo que domine a River”, había dicho Rondina unos días antes. Su Arsenal no se propuso ir en contra de esa corriente. River se encontró con el partido que disputó infinidad de veces y que, como en muchas otras ocasiones, no supo descifrar ni resolver.
Gallardo no suele bajar ni en un centímetro la vara de la exigencia con que mide a su conjunto. De su ductilidad para reinventar periódicamente a River y de su motivación para no ceder jamás al conformismo está hecho su mandato, que sobrevive a las recurrentes histerias que socavan la estabilidad de los técnicos.
Gallardo se fue de Sarandí sin un ceño fruncido y con conceptos contemporizadores sobre el momento de River: “Lo vi bien al equipo, no me voy preocupado por el funcionamiento. Me volvería loco si no jugáramos a nada, si no tuviéramos una identidad o idea claras, si no viera respuestas a mis mensajes. Pero no pasa nada de eso. Nos está faltando ser efectivos, concretar. Me gustó como jugó River, lo hicimos mejor que contra Racing. Me voy conforme con la búsqueda, esperemos que se nos abra el arco para el próximo partido”.
El entrenador no relacionó la postura conservadora de casi todos los rivales con un supuesto temor al poderío de River: “No nos tienen miedo, nos tienen respeto. No porque lo digamos nosotros, sino porque así lo expresan los demás. No hay temor porque el futbolista argentino es muy valiente, aunque sepa que el rival pueda ser superior”.
La palabra de Gallardo
Además del 0-0, otros datos fueron bastantes similares de un encuentro al siguiente: 70 por ciento de posesión y 15 remates (tres al arco) frente a Racing, y 73 por ciento y 20 remates (cuatro) contra Arsenal. También los dos adversarios se quedaron con uno menos por expulsión: la Academia, desde los 12 minutos del segundo tiempo; Arsenal, en el último cuarto de hora. Ni así pudo River, que con las reapariciones de Gonzalo Montiel y Fabrizio Angileri aumentó exponencialmente la cantidad de centros al área: de los 13 ante Racing –jugaron Vigo y Casco- a los 34 en el Viaducto.
Para preocupación de River hubo otra estadística calcada en los dos cotejos: Rafael Borré los completó sin intentar un remate al arco. Llamativo en un delantero que no se borra del juego, que ataca los espacios, que no le rehúye a la fricción con el defensor para quedar mejor colocado. Su aporte siempre excedió al de un finalizador porque es un incordio para cualquier zaguero. Dos semanas antes, con un póker a Godoy Cruz, había llegado a los 45 goles, cosecha que lo convertía en el máximo goleador de la era Gallardo, por delante de los 41 de Alario.
Siempre costará calibrar si su extravío se debe más a que sus compañeros no lo supieron encontrar o a que él no se ofreció como sabe hacerlo. Esta repentina desaparición ocurre al mismo tiempo que su renovación del contrato con River o transferencia al exterior se transformaron en una novela muy intrincada y agotadora. Hasta tomó parte de ella Gallardo, con el consejo de que su futuro debería estar en Europa y no en Brasil.
Solo Borré sabe hasta qué punto su cabeza está en el partido de cada semana o en el más allá de su carrera. El duro fútbol argentino retrata a los distraídos o melancólicos. Gallardo parece intuir algo: “Mientras Rafa no esté confundido, va a tener oportunidades. Se habla mucho de su situación, él va a tener que resolverla. Va a seguir jugando, salvo que lo vea perdido, que no es el caso”.
En previsión de la salida al exterior del colombiano, Gallardo pidió la contratación en el último mercado de pases de Agustín Fontana. Un proyecto, todavía a pulir y en fase de adaptación, como quedó demostrado en los minutos que jugó ante Racing y Arsenal: en ambos partidos dispuso de una clara ocasión que no aprovechó. Gallardo también deberá mostrar muñeca para que Girotti, un centro-delantero resuelto para buscar el arco, no caiga en el desaliento del juvenil de las inferiores que ve tapada su progresión.
Ante Arsenal, hubo pinceladas de Suárez, De la Cruz y Palavecino, pero ninguno dio el do de pecho para ponerle la firma a un triunfo. Desde unos metros más atrás, Enzo Pérez monitoreó todo con su habitual ubicuidad y sapiencia para dar lo que pide cada intervención. Carrascal entró sin enterarse de que el bosque de piernas rivales demandaba un eslalon de gambetas imposible, aun para alguien habilidoso como él.
Así, River consumó otro partido mudo de gol. Le espera una semana tan o más exigente: el miércoles, ante Atlético Tucumán por la Copa Argentina, con Boca esperando en octavos de final como futuro rival; el domingo recibirá a Colón, el afianzado puntero de la zona. Son desafíos con aroma a finales, las que habitualmente más despiertan el olfato de gol de River.
Fuente: Claudio Mauri LA NACION – Fotos: MAURO ALFIERI – LA NACION – Videos: ESPN.com – ESPN Fans -You Tube – LA NACION