La contratación a Gonzalo Quesada fue un salto de calidad para la organización rentada de la Unión Argentina de Rugby (UAR). Su retorno a Francia, específicamente a Stade Français, no sólo implica una certeza del futuro incierto de la franquicia Jaguares, sino también la pérdida de un profesional que podía seguir aportando beneficios al sistema de alta competencia en cualquier otra área de resolución. Si bien nadie es indispensable en este mundo, el ex apertura de los Pumas tiene ese plus de formación integral del que, sin dudas, se sentirá su ausencia.
Obsesivo de la perfección y del detalle, Quesada logró en poco tiempo -una temporada y un puñado de partidos- lo que parecía difícil de encontrar en un equipo nuevo y en un país en el cual la cultura rugbística pasa por los clubes: la identidad. Más que el registro estadístico (16 triunfos, 9 derrotas, una final en el Súper Rugby), el legado de Quesada es cómo construyó una filosofía de juego que terminó contagiando al público del rugby, que venía mirando con frialdad y de reojo el andar de la primera experiencia profesional en tierra propia.
Esa comunión entre la gente y el equipo, generada especialmente en la última parte del Súper Rugby 2019, tiene el sello de Quesada, que tuvo la habilidad de conseguir el blend exacto entre las raíces históricas del gen argentino (defensa, pasión, locura) y las destrezas que empezaron a destacarse en la era de Daniel Hourcade; entre lo amateur y lo profesional, dicho simplificadamente. Se puede afirmar que salvo los Pumas en la Copa del Mundo de 2015, desde 2007 ningún otro equipo argentino generó tanta euforia y tanto contagio como Jaguares en 2019.
El mérito de Quesada radicó además en que consiguió transformar a Jaguares con el staff más reducido de todo el Súper Rugby. Un grupo chico pero comprometido al máximo y para el cual recurrió a la misma fórmula que en el juego: alguien de la raíz de su club (amigo de la infancia, además), Juan Fernández Miranda, y alguien con la experiencia del rugby profesional como jugador y entrenador, Andrés Bordoy. Sin dudas, Jaguares tuvo mucho del Hindú que viene dominando el rugby argentino desde hace dos décadas.
Ese profesionalismo -que también tuvo Mario Ledesma cuando estuvo en Jaguares- contagió a los jugadores, que creyeron en la propuesta de Quesada y la llevaron adelante. Fue un grupo sólido que desplegó momentos de gran rugby. La pandemia clausuró la posibilidad de una segunda vuelta, la que siempre necesita un equipo para consolidarse en el álbum de la historia. Quesada lo sabe: después de ganar el título en Francia por el club al que vuelve ahora, a la siguiente temporada peleó en los últimos puestos. Sostenerse y progresar era el gran desafío para este 2020 al que nadie esperaba de esta manera.
Cuando la UAR contrató a Quesada en la última parte de 2018, también lo hizo para que integrara el staff de los Pumas, algo que sucedió antes de que asumiera en Jaguares. La decisión de Ledesma de no convocarlo para el Mundial de Japón generó un quiebre en su relación con el ex hooker, que es quien lo había pedido, lo cual había abierto el visto bueno de Agustín Pichot. Nunca se hizo público ese disgusto y Quesada supo disimularlo. Siempre quedará la duda: ¿»Queso» habría tomado esta misma decisión si hubiera tenido un cargo relevante en el seleccionado?
Lo cierto es que Ledesma se enteró de la renuncia de su compañero en los mundiales de 1999 y 2003 al mismo tiempo que los periodistas que participaron en la conferencia de prensa que la UAR organizó este viernes vía Zoom. Después de que Quesada lo anunciara a los jugadores. Fue muy rara la situación, acorde con el momento que se vive.
Fuente: Jorge Búsico LA NACION DEPORTES / JR – www.actualidaddèportiva.com.ar – Fotos: Crédito: A Pleno Rugby – LA NACION – Crédito: Daniel Jayo – LA NACION DEPORTES