/Nace Ángel Labruna, vive River Plate

Nace Ángel Labruna, vive River Plate

Todos los 28 de septiembre se festeja el día internacional del hincha de River Plate, debido al nacimiento de Ángel Labruna. Recopilamos anécdotas y recuerdos de las históricas charlas con Juvenal. Historia viva, de un legado eterno.

“Siempre he dicho que no me gusta a, vivir de recuerdos. Pero en este momento, cuando he salido otra vez campeón con River, quiero recordar que desde hace 48 años he estado ligado a todos los triunfos riverplatenses. En 1932, cuando River consiguió su primer campeonato profesional, yo era jugador del club. Estaba en la sexta división, a la que ingresé con todos mis compañeros del equipo de Barrio Parque juntamente con el delegado, que era mi padre. Le pedí una foto autografiada al ídolo de aquel tiempo, Bernabé Ferreyra, y me la entregó con esta dedicatoria: «Al crack en ciernes, Angelito Labruna. Con afecto. Bernabé». Esa foto estuvo varios años en la vidriera de la relojería de mi padre, en Las Heras al 2800, muy cerca de la vieja cancha de River.

 

Ángel Labruna con sus padres en la relojería de la Avenida Las Heras.

Ángel Labruna con sus padres en la relojería de la Avenida Las Heras.

Cuando River volvió a salir campeón en 1936 y 37, yo estaba en la cuarta especial —como se le llamaba entonces a la tercera—, y algunos compañeros como Samaniego y Deambrosi, mis wines de las divisiones inferiores, ya habían jugado en primera. En esa época, muchas veces usé los zapatos de fútbol de Bernabé Ferreyra, con su autorización, y aunque nunca llegué a patear tan fuerte como La Fiera, algo de su instinto de goleador se me contagió a través de los botines. En los años que siguieron, desde mi debut en primera en 1939 hasta 1959, cuando dejé de jugar en River, marqué más goles que el mismo Bernabé y salí nueve veces campeón. Perdonen la jactancia, pero esa costumbre me acompañó también como técnico, porque gané un campeonato dirigiendo a Rosario Central y cuatro desde mi retorno a River, hace cuatro años y medio.

1939. Labruna en sus comienzos en la Primera de River. Jugó 20 años con la banda roja en el pecho.

1939. Labruna en sus comienzos en la Primera de River. Jugó 20 años con la banda roja en el pecho.

1941

Ese fue mi primer título en primera. Quedé como titular en 1940, en mi puesto de insider izquierdo, gracias a que ese fenómeno de jugador que fue José Manuel Moreno se corrió a la derecha para hacerme lugar. Y como siempre fue más fácil hacer goles entrando por la izquierda, José dejó de hacerlos y en la mayor parte de las campañas que jugué fui goleador del equipo y dos veces de la temporada. Anduvimos mal en la primera rueda del ’41 y recién se nos dio la buena en el último partido de la primera rueda, contra Estudiantes. Le ganamos en el Monumental por un gol en offside del uruguayo Rivero, y desde esa tarde no perdimos más hasta consagrarnos campeones contra Estudiantes, en La Plata, una rueda más tarde. Recuerdo que era una tarde de lluvia, que necesitábamos ganar para llegar al título porque San Lorenzo venía pisándonos los talones, que Moreno hizo un primer gol espectacular, poniéndola en un ángulo, y yo marqué uno de cabeza. Ganamos 3 a 1 y bajo la lluvia, lejos de Núñez, pero aplaudidos por la misma hinchada «pincharrata», di mi primera vuelta olímpica como titular de la primera de River.

1941. La primera versión de La Máquina de River Plate: Cedilla, Vaghi, Moreno, Ramos, Rodolfi, Labruna, Pedernera, Deambrossi, Yácono, Muñoz y Barrios posan para el fotógrafo de El Gráfico.

1941. La primera versión de La Máquina de River Plate: Cedilla, Vaghi, Moreno, Ramos, Rodolfi, Labruna, Pedernera, Deambrossi, Yácono, Muñoz y Barrios posan para el fotógrafo de El Gráfico.

1942

En la segunda rueda del ’41 se armó el ataque más famoso de aquel tiempo, el de La Máquina, con Adolfo Pedernera como centroforward y director de orquesta. Jugábamos Muñoz, Moreno, Pedernera, yo y el Pollo Deambrosi. Más adelante apareció Félix Loustau. Había llegado al club como back izquierdo, que era su puesto en las inferiores de Racing, y ese gran maestro que fue Renato Cesarini lo mandó adelante, para convertirlo en el mejor puntero izquierdo del fútbol argentino. Félix debutó contra Platense, una tarde que no le podíamos hacer gol al arquero López, y finalmente lo consiguió Moreno llevándosela con la mano… Ese año nos consagramos en la Bombonera. A Boca le habíamos ganado en la primera rueda por 4 a O, y uno de los goles lo marqué yo a la salida del segundo tiempo. La sacamos del centro de la cancha, la fuimos tocando con Adolfo y Moreno, llegué solo delante de Estrada y se la toqué a un rincón. En la Boca empezamos mal. Ellos, jugando en gran forma, se pusieron 2 a 0 con dos goles de cabeza del Nano Gandulla. Al iniciarse el segundo tiempo descontó Pedernera. Y cuando empezábamos a apretar, desde la tribuna le acertaron un bulonazo en la cabeza a Pacha Yácono. Nos quedamos con diez porque en aquellos tiempos no había reemplazo de jugadores y yo pasé a jugar de half derecho. Desde esa posición me vine gambeteando contrarios, la crucé a la izquierda, pateó Félix Loustau, atajó Estrada y Adolfo la metió de rebote. Con ese 2 a 2 éramos campeones. Lo levantamos en andas al viejo Machín y lo paseamos frente a todas las tribunas de la Bombonera. Boca tuvo que esperar 27 años para darse ese mismo gustazo en cancha nuestra. Fue en 1969, cuando empatamos 2 a 2, y yo era técnico de River. El técnico de Boca de esa tarde también había jugado conmigo: era Alfredo Di Stéfano…

 Ángel Labruna y Félix Loustau. Jugaron juntos 16 años. Se entendían de memoria y mareaban a sus rivales con sus combinaciones. Entre 1942 y 1957 ganaron ocho campeonatos para River Plate.

Ángel Labruna y Félix Loustau. Jugaron juntos 16 años. Se entendían de memoria y mareaban a sus rivales con sus combinaciones. Entre 1942 y 1957 ganaron ocho campeonatos para River Plate.

1945

Salimos segundos de Boca en 1943 y 44. Pero no podíamos estar mucho tiempo sin pegar la vuelta olímpica. Y la del ’45 fue la primera que di en el Monumental, porque nos consagramos al ganarle a Chacarita, aunque todavía nos quedaba por jugar el último partido contra Platense, cuando tenía su cancha en Manuela Pedraza y Crámer. Moreno se había ido a México junto con Rodolfi, en 1944, y al entrar Gallo como insider derecho, aunque el resto de la línea se mantenía igual, tuvimos que cambiar de juego. Adolfo se tiró a media cancha, a trabajar cerca del centre half como lo hacía Moreno, y yo quedé más de punta. Gracias a los pases matemáticos que me ponía Pedernera en el claro, sin mirar, como si jugáramos de memoria, salí goleador del año. Nuestro entendimiento era perfecto. Nos ubicábamos con un grito que sonaba algo así como «Ajajá». En ese momento yo picaba y Adolfo la colocaba al centímetro delante de mi entrada. Para entonces con Félix Loustau hacíamos una jugada, cruzándonos y tocando la pelota a la carrera, que nos salía siempre. Se las hacíamos a los mismos rivales varias veces en el partido, dos veces por año y durante varios campeonatos, sin que pudieran encontrarle la vuelta.

Team de River Plate que se clasificó campeón en 1945. Parados: Iácono, Vaghi, Soriano, Rossi, Ramos y Rodríguez. Agachados: Deambrosi, Gallo, Pedernera, Labruna y Loustau. También jugaron Giúdice, Muñoz, Martínez y otros en diferentes matches.

Team de River Plate que se clasificó campeón en 1945. Parados: Iácono, Vaghi, Soriano, Rossi, Ramos y Rodríguez. Agachados: Deambrosi, Gallo, Pedernera, Labruna y Loustau. También jugaron Giúdice, Muñoz, Martínez y otros en diferentes matches.

1947

A fines del ’46 volvió Moreno de México. A principios del ’47, Pedernera se fue de River. Y yo tuve un derrame biliar que me dejó de cama y amarillo durante varios meses. Cuando los médicos me dejaron levantar, ya iban varias fechas del campeonato y solamente me autorizaron a entrenarme andando en bicicleta. El nuevo centroforward de River era Alfredo Di Stéfano, y andaba que era una bala, por la velocidad y los goles espectáculos que hacía. De a poco fui volviendo al entrenamiento y reaparecí frente a Tigre, cuando terminaba la primera rueda. Anduve mal. Me faltaba distancia, no tenía fútbol. Un diario dijo que estaba terminado y me aconsejaba retirarme a tiempo, colgando los botines. Al domingo siguiente fuimos a la cancha de Rosario Central. Y quiero recordar que las canchas de Rosario siempre me fueron propicias, como jugador o como técnico, y que el público rosarino me trató invariablemente bien. Esa tarde me reencontré con el gol. Me la cortó el tuerto Ramos, entré hinchando el lomo como hacía siempre para no levantar el tiro y se la metí en un ángulo a Quatrocchi. Además, me encontré fácil con Di Stéfano. A Moreno y Loustau ya los conocía. Y Hugo Reyes era un wing derecho sin la clase de Muñoz pero que tenía la virtud de devolverla siempre de primera. Nos empataron sobre la hora, después de ir ganando 3 a 1, pero creo que esa tarde quedó armado un equipo que hasta el título no paraba. Nos consagramos campeones una rueda más tarde, jugando contra Central en nuestro estadio. Ganamos 4 a 0 y yo marqué el primer gol, otra vez a Quatrocchi. Ese año el goleador fue Di Stéfano, pero yo anduve prendido.

Con Moreno, Di Stéfano y Labruna, la hinchada millonaria podía cantar con argumentos "Es un afano, suspendalo"

Con Moreno, Di Stéfano y Labruna, la hinchada millonaria podía cantar con argumentos «Es un afano, suspendalo»

Y ya se había hecho costumbre la cábala del gol sin arquero apenas entrábamos a la cancha. Eso nació en 1946, cuando venía de una racha negra para el arco. Renato Cesarini me dijo: «Vos estás enojado con el gol y tenés que volver a hacerte amigo del arco. Antes de cada partido pateá la pelota adentro, sin arquero. Vas a ver que eso té va a devolver la confianza. . .». Le hice caso en un partido contra Huracán y esa tarde marqué dos goles. Desde ese momento fue mi cábala de siempre. La hinchada la esperaba como una ceremonia de cada salida de River al campo y lo gritaba como si fuera un gol en serio. . . Cuando fuimos campeones, vino a verme a casa un periodista de aquel diario que me había desahuciado una rueda antes y lo recibió Anita, mi mujer, diciéndole: «¿Angel? No creo que esté. . . Se fue al estadio de River a colgar los botines. . .».

La cábala de Angel Labruna. En todos los matches, y luego de posar el team para los fotógrafos, se posesiona de la pelota y emprende veloz corrida para tirar hacia la valla. En la foto aquí sorprendido en una de sus "conversiones".

La cábala de Angel Labruna. En todos los matches, y luego de posar el team para los fotógrafos, se posesiona de la pelota y emprende veloz corrida para tirar hacia la valla. En la foto aquí sorprendido en una de sus «conversiones».

1952

Nunca había pasado tanto tiempo sin salir campeón: ¡cuatro años! Llegó el gran momento de Racing, campeón tres años seguidos, con nosotros ahí pero siempre place. En 1951 terminamos a un punto de Racing y Banfield, que jugaron la final, ganada por la Academia con un gol de Mario Boyé. Pero ya teníamos la base de un gran ataque que iba a durar varias temporadas: Vernazza, Cacho Prado, Walter Gómez, yo y Loustau. A principios del ’52 River hizo una gira por Europa, llegamos a jugar en Inglaterra y dimos exhibición en el barro frente al Manchester City; ganando 4 a 3. Iniciamos el campeonato en Avellaneda, contra Independiente, y llegamos a estar en ventaja de 3 a 0. Al final, nos empataron sobre la hora. Ese año quebramos a Racing en Avellaneda. No pude jugar, porque estaba lesionado, y Guito Vernazza marcó el gol del triunfo con un cañonazo desde afuera del área. Después del partido le pregunté en el vestuario: «Decime, Guito, ¿qué comés? ¿Fierro?». Desde esa tarde le quedó Comefierro. . . El último partido fue en Rosario, contra Newell’s, pero no hubo vuelta olímpica. Íbamos ganando 1 a 0, con gol de Prado, y se armó un escándalo brutal,- con intentos de invasión de cancha y gases lacrimógenos. Se suspendió el juego y la AFA se lo dio por ganado a River. Con esos dos puntos le ganamos a Racing por una cabeza…

La delantera del '52 y el '53 reunida por El Gráfico en el ’67: Vernazza, Prado, Gómez, Labruna y Loustau.

La delantera del ’52 y el ’53 reunida por El Gráfico en el ’67: Vernazza, Prado, Gómez, Labruna y Loustau.

1953

Otra vez campeones al año siguiente. Me acuerdo que el gran enemigo fue nuevamente Racing, con el que teníamos una rivalidad a muerte en esa época. Le ganamos los dos partidos, en Avellaneda y en Núñez. En Racing dimos un concierto. El gol que le hizo Walter Gómez a Rogelio Domínguez fue sensacional. ¡Qué cintura tenía Walter! ¡Qué habilidad! ¡Qué guapeza! En el partido de la segunda rueda, con Racing, marqué un gol de los míos: cuando me metí, perseguido por Cacho Giménez, lo calcé con el hombro como había aprendido viendo jugar a Moreno, y me lo llevé así hasta el área penal. Me salió Rogelio y se la cacheteé a un rincón. Vernazza los tenía de hijos a los arqueros de Racing desde que jugaba en Platense, y metió el gol del triunfo.

Contra Boca Labruna fue símbolo permanente de gol.

Contra Boca Labruna fue símbolo permanente de gol.

1955

Fuimos terceros en 1954 pero un año  después éramos de nuevo campeones. La vuelta de Pipo Rossi, después de cinco años en Colombia, fue muy importante para nosotros, nos dio solidez defensiva. Tacho Venini pasó atrás, a jugar de back, y cuando empezaba a tirarla para arriba, Néstor le gritaba: «¡Bien, Tacho! Ahora tírame la escalera…». La segunda rueda del campeonato estuvo llena de incidentes pero finalmente llegamos al título sin necesidad de esperar el último partido. Jugamos de mañana, en la Bombonera. Boca nos ganaba 1 a 0 y nos estaba dando un toque bárbaro, cuando apareció Walter Gómez. Eso es lo que yo llamo un gran jugador: alguien capaz de dar vuelta un partido perdido. Y eso era Walter. Pisó dos pelotas, metió dos pases al claro, una vez entré yo, otra vez el Mono Zárate, y en dos minutos nos pusimos 2 a 1 arriba. Cuando terminó el juego éramos campeones. Otra vez en la Bombonera. Pero no hubo vuelta olímpica. Con los líos que habíamos tenido en ese campeonato no queríamos más problemas. Saludamos a la popular, en la tribuna alta de la calle Brandsen, y nos fuimos para el vestuario. Cuando iba llegando me acercaron un micrófono y dije: «Lo nuestro fue un plan perfectamente estudiado. Lo dejamos cansar a Boca en el primer tiempo y después, primero nosotros. . .» ¡Para qué lo habré dicho! Los hinchas de Boca que escuchaban la transmisión, a la salida me querían matar…

Diciembre del'55 en la Bombonera, entrando junto a Sívori.

Diciembre del’55 en la Bombonera, entrando junto a Sívori.

Con Vairo y Walter Gómez, vuelta olímpica en la Boca. 1955.

Con Vairo y Walter Gómez, vuelta olímpica en la Boca. 1955.

1956

A principios del ’52 me habían hablado de Nacional de Montevideo para ofrecerme el mejor contrato de mi vida, por dos años. La única condición era que yo tenía que conseguirme el pase en blanco. Yo teníá 33 años, tenía que renovar contrato con River, ese año cumplía 34 y pensé que me iban a dar la libertad sin problemas. Pero en cambio me renovaron el contrato hasta 1955. «No sé cómo vas a poder cumplirlo», me dijo un dirigente. «Para el ’55 tendrás 36 años. A menos que lo termines como entrenador…». Me salió el tano de adentro y le contesté: «No se preocupe. Van a tener que aguantarme como jugador hasta 1957. . .». Y me equivoqué por dos años, porque jugué hasta el ’59. . . En 1959, aunque ya no jugaba Walter Gómez porque se había ido a Italia, y lo reemplazaba Beto Menéndez, fuimos campeones otra vez. Nos clasificamos en el Monumental, contra Rosario Central, como en 1947, y por el mismo score: 4 a 0. Dimos la vuelta una fecha antes del final. El último partido era con Estudiantes en La Plata. Ellos estaban peleando para salvarse del descenso y cuando llegamos a la cancha salió a recibirnos una abuela, la hincha más antigua de Estudiantes, para pedirnos con lágrimas en los ojos que no mandáramos a su equipo al descenso. Reconozco que nos impacto. Además, nosotros ya estábamos dulces, dueños de otro campeonato, y jugamos liviano, sin matarnos. Nos ganó Estudiantes 2 a 1 y se quedó en primera…

La gente se preguntaba si algún día dejaría de jugar. Parecía inoxidable.

La gente se preguntaba si algún día dejaría de jugar. Parecía inoxidable.

1957

Mi última vuelta olímpica como jugador. El último ataque de categoría que integré: De Bouroing, Prado, Menéndez, yo y Zárate. Ya no estaba para picar tan seguido adentro del área y era más preparador que ejecutor. Mi wing izquierdo, el Mono Zárate, fue el goleador del campeonato, primera vez que sucedía en el fútbol argentino, y creo que mis pases tuvieron mucho que ver en varios goles del Mono. Cuando estábamos dando la vuelta olímpica en el Monumental, ninguno de nosotros podía imaginarse que iban a pasar 18 años y 26 campeonatos sin River campeón. . . Ese año viví una alegría extra: el club me hizo un maravilloso homenaje al cumplir 25 años como jugador de River y se volvió a formar, en un partido de festejo frente a Peñarol, la delantera de La Máquina: Muñoz, Moreno, Pedernera, yo y Loustau. Hacía 11 años que no jugábamos juntos. Y fue como si nunca nos hubiéramos separado…

1957. La última vuelta olímpica como jugador. Tenía 38 años.

1957. La última vuelta olímpica como jugador. Tenía 38 años.

1975

Cuando llegó la hora de volver a gritar campeones, ahí estaba otra vez yo, pero ahora como director técnico. Dos veces se me había escapado el título cuando dirigí a River anteriormente, a pesar de haber igualado el primer puesto. En 1968 nos ganó Vélez por diferencia de goles, después de aquel penal de Gallo que el referí no quiso ver. En 1970, a igual puntaje, nos ganó Independiente por un gol de diferencia. Por eso, cuando me volvieron a llamar de River, en 1975, anuncié que llegaba para sacarlo campeón o largar el fútbol. Y lo saqué Campeón en el Metropolitano y el Nacional. Ese gol de la Pepona Reinaldi en Rosario, en el último minuto del año, no me lo olvidaré nunca. Ya había ganado un título como técnico, dirigiendo a Rosario Central en el Nacional de 1971, pero mi sueño era salir campeón con River y lo conseguí.

En andas de sus jugadores. Campeonato Metropolitano de 1975.

En andas de sus jugadores. Campeonato Metropolitano de 1975.

1977 Y 1979

Lo repetimos en el Metropolitano del ’77 y ahora, dando la vuelta olímpica en el campo de Huracán. En 1977, por un puntito no pude darme el gustazo de repetir el festejo en la Bombonera. Derrotamos a Boca por 2 a 1, con el gol de Pedro González sobre la hora, y estábamos ahí, con el disco a la vista. Pero nos faltaba el último partido contra Ferro y recién entonces pudimos dar la vuelta en cancha de Huracán. A propósito: ¿conocen muchos equipos que hayan salido Campeones sin jugar en su estadio un solo partido? Si hasta fuimos locales contra Huracán, en cancha de Huracán. . .

Como DT de River Labruna conquistó los siguientes torneos locales: Metropolitano y Nacional '75, Metropolitano '77, Metropolitano y Nacional '79 y Metropolitano '80.

Como DT de River Labruna conquistó los siguientes torneos locales: Metropolitano y Nacional ’75, Metropolitano ’77, Metropolitano y Nacional ’79 y Metropolitano ’80.

Cuando estábamos empatados con Boca me echaron de la cancha. Es más fuerte que yo: no puedo quedarme callado sin alentar a mis jugadores. Salí disparando del vestuario por abajo de la tribuna de socios, para espiar lo que faltaba del partido por un hueco que da a la cancha, cerca de la intendencia. Cuando cayó lesionado un jugador de River alcancé a gritar un par de instrucciones: «Que Luque se tire bien a la izquierda, para aprovechar la subida de Pernía. Y que Pedro González busque por el centro. . .». Me hicieron caso. Y por ese hueco lo vi entrar a Pedro para ganarle a Gatti una pelota que había cruzado Luque desde la izquierda, y mandarla adentro. Cuando empecé a gritar me descubrieron los hinchas de Boca y me fui para el vestuario. Ya no había nada más que ver. No podíamos perder ese campeonato. No es jactancia, repito, pero aunque a muchos no les guste, cada vez que hubo un River campeón en los últimos 40 años estuvo Angel Labruna.  Y eso no es verso. Es historia. Y nadie podrá quitarme esa satisfacción.»

Fuente: JUVENAL (1979) – Redcción El Gráfico – Fotos: El Gráfico