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Los Pumas saben que Ferro tiene olor a rugby

Caballito tenía el olor de la gloria deportiva en la década de 1980. Ferro Carril Oeste, uno de los grandes emblemas del barrio, ardía de victorias con aquel equipo dirigido por Carlos Griguol que consiguió en 1982 el primer título de su historia y lo repitió en 1984. También el básquetbol brillaba de la mano de León Najnudel, el cerebro, un tiempo después, de la creación de la Liga Nacional. El escenario de madera y cemento también les dio en esa época un lugar privilegiado a los Pumas. Ahí, 35 años atrás, vencieron por primera vez a Francia. Fue 1985 un año en el que el seleccionado argentino de rugby desbordó el estadio de Ferro en esos duelos con los franceses y, más tarde, con los All Blacks, en la única ocasión en que no se perdió contra los neozelandeses (21-21).

La expectativa para ver a los Pumas ante Francia el 22 de junio de 1985 fue extraordinaria por más de un motivo. Por un lado, el seleccionado no se enfrentaba como local con una potencia desde el 6 de junio de 1981, cuando también en Ferro había perdido por 12-6 con Inglaterra, tras empatar una semana antes en 19 tantos. En el medio, en 1983, hubo un encuentro con un rival inusual (Resto del Mundo), en un estadio que en el que se jugó por única vez (Atlanta) y por un motivo solidario (juntar dinero para las víctimas de las inundaciones en el Litoral). Pero además ese júbilo se justificaba porque los Pumas habían vencido (aunque disfrazados de Sudamérica XV) en 1982 a los Springboks y en 1983 a Australia, como visitantes, en tanto que otra gira por Sudáfrica (como Hispanoamérica XV), en 1984, había dado señales de que, con varios recambios, estaba formándose un equipazo. Fue así, nomás.

Los Pumas de 1985 tuvieron un sabor especial. Al equipo lo capitaneaba Hugo Porta en, quizá, su momento de mayor esplendor, considerado por muchos el mejor jugador del mundo ese año. Junto a él estaba la base de los que habían vencido a los Boks y los Wallabies, más un pack que metía miedo. También había llegado el recambio con jugadores que ponían la vara aun más alta: Fabián Turnes, Diego Cuesta Silva, Gustavo ‘Tati’ Milano, Javier y Bernardo Miguens. Y, por último, un staff que, a 20 años de aquella gira, ostentaba la mística de los Pumas del ’65, con próceres, como Héctor ‘Pochola’ Silva, Ángel Guastella y el ‘Pato’ Luis García Yañez.

Francia llegaba con un equipo que vestía el traje que mejor le quedaba: forwards bravísimos y backs que dibujaban la historia del rugby champagne. Allí estaban la rudeza extrema y fuera de límite de Eric Champ y la improvisación y la elegancia de Serge Blanco. Con Pierre Berbizier como estratego y con su antecesor, Jacques Fouroux, como entrenador. Dos años más tarde ese plantel iba a alcanzar la final de la primera Copa del Mundo. Por eso, el rival, contra el que más se había jugado y con el que apenas se había logrado empatar una vez, completaba el álbum que necesitaba ese partido.

La victoria, concretada por 24-16 merced a tries de Ernesto Ure y de Turnes más dos conversiones, tres penales y un drop de Porta, pero sobre todo gracias a una soberbia actuación, desató una euforia pocas veces vista. En el público había sed de ver a los Pumas en su casa y jugando de esa manera. «Ésta fue una batallita. Ahora viene la guerra», les dijo Silva a los jugadores durante la semana. No se equivocó. Un desperfecto en el micro los hizo llegar tarde a la revancha, siete días después. En Ferro, los franceses esperaban desde hacía rato. Cuando entraron en la cancha, el capitán, Philippe Dintrans, embistió al primer fotógrafo que se le puso adelante. Estaban furiosos. Y cuando Porta ensayó el kick-off, nadie fue a la pelota. Francia ganó, pero aquel junio quedó en la historia para siempre.

Los Pumas vs. Australia en Ferro, en 1979.
Los Pumas vs. Australia en Ferro, en 1979.

Ferro tiene olor a rugby. En sus terrenos, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, jugó Flores Rugby Club, uno de los fundadores de la hoy UAR. Y Caballito es el lugar que acogió al seleccionado cuando la sección Maldonado de Gimnasia y Esgrima quedó chica. Tantas almas llevaron los Pumas del ’85 que un año después hubo que mudarse unos kilómetros más hacia el Oeste. Y en el debut en Vélez, con gente fuera sin poder entrar, volvieron a ganarle a Francia.