La historia de los Pumas está escrita de epopeyas. Tanto que a veces, en pos de ensalzar esta épica, la realidad queda postergada. El triunfo ante Inglaterra de 1990 entra en esta categoría. El seleccionado argentino de rugby llegó vapuleado al segundo Test Match de esa serie en Vélez, y en la revancha dos meses más tarde perdería 51-0. Es imposible entonces despegar aquel primer triunfo ante la Rosa, del que hoy se cumplen 30 años, de esa mística. Y aun así, hay un dato que emerge de este aura de heroicidad y permite explicar el fenómeno: en la década de 1980, los Pumas estaban entre los mejores equipos del mundo.
El 4 de agosto de 1990, los Pumas consiguieron la primera victoria en la historia ante Inglaterra al imponerse por 15-13 en la cancha de Vélez. Un éxito que, para tomar una dimensión de lo que significó, sólo se repetiría en otras tres oportunidades a lo largo de los siguientes 30 años.
«Les ganamos porque éramos buenísimos. Teníamos tipos que fueron los mejores del mundo: Loffreda, Madero, Cuesta Silva», resume Eliseo Branca, el Chapa. «Yo salí mejor jugador del mundo en 1986. No era sólo Porta. Éramos un equipo. Íbamos para adelante. Éramos 15 amigos que nos comprometimos a dejar la vida. Nos iban a tener que sacar con las patas para adelante para ganarnos».
Para conmemorar el encuentro, LA NACION reunió en una teleconferencia al histórico segunda línea, que se retiró luego de aquel encuentro, y Hernán Vidou, que anotó de todos los puntos de los Pumas. «Fue épico por haber sido la primera vez que se le ganó a Inglaterra. Siempre hay una primera vez. Pero si ganamos fue porque jugamos mejor, porque tuvimos la capacidad y la astucia para hacerlo. Merecimos ganarles», agrega el jugador de Buenos Aires Cricket & Rugby Club, devenido wing para esa serie.
Los Pumas venían de perder ante Canadá en la clasificación para el Mundial de 1991, lo que los condenó a una zona mucho más exigente, y estaban bajo presión luego de haber caído en el primer Test Match por 25-12 una semana antes. Inglaterra había llegado a la Argentina con varios jugadores sin experiencia internacional para acompañar a los veteranos Will Carling, Richard Hill, Wade Dooley o Peter Winterbottom. Así, había caído en los tres encuentros de preparación, ante Banco Nación y los seleccionados de Buenos Aires y Cuyo (además de vencer a Tucumán).
También es cierto que aparecieron algunos jugadores que serían parte de la campaña que los llevó a ser subcampeones del mundo un año después, como el pilar Jason Leonard (que se convertiría en el inglés con más partidos internacionales), el moreno wing Chris Oti o el pilar David Pears.
En esa época el rugby todavía era oficialmente amateur (lo sería hasta 1995), pero en los países centrales los jugadores recibían incentivos, algo que en la Argentina estaba terminantemente prohibido. «Los ingleses eran todos marrones, se entrenaban todas las mañanas. Nosotros teníamos que trabajar, entrenar con el club, con el seleccionado. Todo costaba el doble», recuerda Vidou.
Branca va todavía más allá: «Estábamos cinco años atrasados a nivel mundial. Los tipos habían empezado a vivir del rugby, tenían otros físicos. Pero había que ganar».
La diferencia no era sólo física: «En el tercer tiempo me quedé hablando con Mickey Skinner, un ala de pelito lacio, durísimo y muy buen tipo. Me dijo que su función era marcar a Cuesta Silva. Para nosotros, el ala marcaba al apertura, el centro era problema de otro, ni llegaba. Ellos ya habían estudiado que yo no era wing. Mi plan es no tener ningún plan, nos decía Michingo.»
En la semana, el entrenador Rodolfo O’Reilly les había comunicado a los jugadores que ese sería su último partido al frente de los Pumas. Michingo era un motivador que sacaba lo mejor de cada jugador y era muy querido por sus dirigidos. «Te hacía sentir Dios», dice Branca.
«Eso le agregó un condimento extra», acepta Vidou. «Los jugadores de la vieja guardia habían vivido muchas cosas con él. Era un partido particular».
En los Pumas ya no estaba hacía un par de años Hugo Porta, aunque regresaría para despedirse definitivamente en la gira por Europa de fin de año, pero persistían algunos jugadores emblemáticos de esa década. Además de los mencionados por Branca estaban Alejandro Iachetti, Diego Cash, Juan José Angelillo, Fabio Gómez, Sebastián «Bebe» Salvat y Alejandro Scolni. Jugadores que habían sido protagonistas de otros partidos memorables como los éxitos ante Sudáfrica en 1982 (disfrazados de Sudamérica XV), Australia de 1983 y Francia en 1985 y 86, y el empate ante All Blacks en Ferro en 1985.
La última batalla del Chapa
A los 32 años el Chapa Branca también había decidido que ésa sería su última batalla, dejando atrás una carrera de 15 temporadas y 39 Tests con los Pumas. «Toda mi vida tuve pánico a ser suplente y ya no me sentía seguro. Había perdido esa fuerza interna», justifica el segunda línea del CASI. «La noche anterior, después de cenar me fui a dormir a mi casa, no podía aguantar la presión. Además había mucho tufo político y yo no me sentía cómodo. Al rugby hay que afrontarlo con lo mejor que uno tiene, dando todo fuera y dentro de la cancha, y yo sentía que no podía dar eso».
Además de Branca, también fue el último partido en el seleccionado de Rafa Madero, Sandro Iachetti y el Aguja Gómez. A Chirola Scolni le quedaba uno más, ante Escocia en la gira subsiguiente.
En este contexto los Pumas salieron a defender su honor frente a 35.000 espectadores que pusieron el estadio José Amalfitani en estado de ebullición. El partido fue una verdadera guerra. El fullback Simon Hodgkinson y el wing Nigel Heslop apoyaron en el in-goal argentino, pero la movida de O’Reilly rindió créditos. Ante la ausencia de un pateador natural, ubicó como wing a Vidou, que toda su vida se había desempeñado como medio-scrum o apertura. «La gran Camberabero en Francia», describe el Ruso Raúl Sanz, segundo entrenador.
Vidou anotó todos los puntos de los Pumas con el pie, incluido un penal en los minutos finales para pasar al frente. «Yo metí cinco penales, pero a mí no me hicieron ninguno. Fue gracias a que el Chapa las ganaba todas en el line, a que el scrum iba para adelante, al resultado de un trabajo en equipo en el que cada uno cumplía su función. Mi trabajo era meter la pelota entre los palos y había 14 tipos que confiaban en mí».
Vidou se vistió de héroe, los Pumas se fueron ovacionados y el Chapa dio la vuelta olímpica caminando. Luego soplaron aires de cambio. Luis Gradin reemplazó a O’Reilly e impulsó una renovación de la que surgieron grandes nombres como Federico Méndez, Pedro Sporleder, Lisandro Arbizu y Gonzalo Camardón, entre otros.
Ante la avenencia del profesionalismo, las diferencias con las potencias se agigantaron. Las victorias comenzaron a espaciarse y adquirir, cada vez más, carácter épico. Recién cuando los argentinos empezaron a triunfar en el exterior pudieron volver a acercarse. Lo que hace más valioso lo hecho por los Pumas de los 80. La victoria ante Inglaterra, la primera en la historia, fue una inmejorable despedida.
Fuente: Alejo Miranda – LA NACION DEPORTES – Fotos: Crédito: Facebook Eliseo Branca – Atchivo – LA NACION – Crédito: Marcelo Gómez – Video: LeyendasdelRugby – You tube