gnacio Scocco definió a principios de septiembre a Marcelo Gallardo como «un ideólogo que siempre quiere Ireinventarse». Bastaron un par de días para confirmar sus palabras con nuevos hechos. Después de seis meses de parate por la pandemia de coronavirus, el DT decidió patear el tablero en la Copa Libertadores, dejar atrás el sistema táctico 3-3-2-2 que venía utilizando, diseñar un inesperado 4-3-3 y darle rodaje a una carta que viene moldeando hace tiempo: Julián Álvarez. Su apuesta volvió a hacer un pleno certero porque el joven de 20 años respondió con goles y asistencias, pero por sobre todas las cosas con un juego funcional al equipo para potenciar su nivel y el de sus compañeros.
Con Matías Suárez y Rafael Borré como intocables en la delantera, la partida de Scocco y la poca continuidad de Lucas Pratto (relegado en el inicio por una distensión en el isquiotibial derecho), el ataque de River parecía quedar diezmado. Pero el entrenador siempre busca una respuesta nueva. Esta vez, apareció Álvarez para brindarle soluciones colectivas: lo situó como extremo derecho en la línea de tres delanteros y logró exprimir al máximo la potencia del delantero en los dos primeros partidos.
La goleada de River en Perú
Autor de un gol y una asistencia en el 2-2 con San Pablo y de otro gol en el 6-0 frente a Binacional, Álvarez inicia su juego por afuera, pero se cierra constantemente para buscar el pase filtrado de los mediocampistas y permitir el despliegue de los laterales. Así, el esquema parece mutar a un 2-5-3 para atacar, pero luego, para defender, el inagotable atacante de las inferiores del club retrocede, abandona la línea ofensiva y se suma a la banda del mediocampo para formar un 4-4-2.
«Creo en este plantel y en los jugadores que se van formando en el club. Julián Álvarez viene trabajando hace tiempo con nosotros, tiene un gran potencial y esperamos que vaya ganando confianza, y siga creciendo», afirmó el entrenador en conferencia de prensa tras la victoria en Perú.
Con un fuerte desgaste físico, presión constante para incomodar la salida rival, mucha técnica con la pelota, clara visión de juego y capacidad goleadora, la «Araña» pudo desplegar gran parte del fútbol que Gallardo comenzó a ver en él desde que llegó a las inferiores millonarias en 2016. El juvenil tiene mucho talento a exprimir, pero también una fuerte mentalidad que le permite ser un delantero libre y complementario para generar asociaciones constantes. Uno de esos «jugadores de equipo» que el Muñeco siempre quiere tener entre sus dirigidos.
«Me siento muy bien como delantero libre, moviéndome por cualquier zona del ataque», le había comentado a LA NACION en una entrevista en julio de 2019. Y agregó: «Me gusta mucho el Kun Agüero e intento seguir sus movimientos y los de Luis Suárez. Aunque también aprendo de mis compañeros. Son todos muy buenos, tienen mucha calidad y experiencia. Se aprende de estar con ellos cada día».
Con 1377 minutos en 28 partidos (13 de titular) y un promedio de 49′ por juego, ya suma cinco goles, cuatro asistencias y tres títulos en River. Paradójicamente, aunque el reinicio del fútbol en el 2020 parece ser el momento de su explosión, en los primeros meses del año solo había participado de dos de los 10 partidos (ingresó en el 1-1 con Defensa y Justicia y fue titular en la caída 3-0 con Liga de Quito en el debut copero).
Ahora, a pura potencia, calidad y solidaridad, Álvarez se luce y parece empezar a conquistar su terreno en la estructura de Gallardo, pero no pierde la memoria: en los últimos días, el cordobés sorprendió a Hugo Rafael Varas, quien fue su director técnico en Calchín durante su infancia, y le regaló una camioneta para que pueda realizar su trabajo como vendedor de mercadería. Un gesto único en un momento único.
De Cachín a Madrid sin escalas
Nacido en Calchín, una pequeña localidad de Córdoba de tres mil habitantes a 110 kilómetros de la capital, Álvarez tuvo una chance única a los 11 años: se probó en Real Madrid durante un mes, pero, como recién podían ficharlo a los 13, prefirió no alejarse de su familia. Siguió con el fútbol, tuvo pruebas en Boca, Talleres y Belgrano, lo pretendió Newell’s y hasta vivió en la pensión de Argentinos Juniors, pero siempre le costó dejar a sus seres queridos.
Hasta que a fines de 2015 apareció River en el camino de la «Araña», que en 2016 comenzó en séptima, al año jugó en sexta y en la Reserva, y en 2018 cumplió varios sueños: fue sparring de la selección en el Mundial de Rusia, firmó contrato hasta junio de 2021 (con una cláusula de 15 millones de euros), debutó como profesional e hizo su presentación internacional en la gran final ante Boca de la Copa Libertadores en el Bernabéu.
Además de participar del Sudamericano (9 partidos, un gol y una asistencia) y el Mundial Sub-20 (4 partidos, un gol y dos asistencias) con la Selección, en 2019 comenzó a ganarse un lugar de mayor preponderancia en la estructura de Gallardo, quien lo supo elegir como alternativa de recambio desde el banco por encima de nombres de peso como Lucas Pratto o Ignacio Scoco. Y anotó sus primeros goles: marcó tres veces en 18 partidos en el año en el que también logró la Recopa Sudamericana y la Copa Argentina y volvió a jugar la final de la Libertadores al ingresar en la caída 2-1 frente a Flamengo en Lima.
Y aunque en el primer corto semestre de 2020 no tenía continuidad, en junio renovó su contrato hasta diciembre del 2022 con una cláusula de salida de 25 millones de euros y el reinicio del fútbol tras el parate por la pandemia le dio el lugar esperado: se lució y marcó dos goles y aportó una asistencia entre el 2-2 con San Pablo y el 6-0 a Binacional. Un atacante joven con mucho futuro que empezó a explotar de la mano del Muñeco.