El Lobo hizo terapia de grupo en Liniers. El miércoles perdió a su entrenador, Diego Maradona. Al día siguiente lo despidió en la Casa Rosada. Horas después renunciaron sus ayudantes. Así, huérfanos, los futbolistas triperos se presentaron en el José Amalfitani. En el banco de suplentes, la dupla interina: Mariano Messera y Leandro Martini. Lo más importante: desde arriba, el Diez.

Su presencia espiritual se notó desde que el equipo pisó el césped: el brazalete de capitán albiceleste de Paolo Goltz con el número 10. El mechón rubio de Jorge «Fatura» Broun, el arquero que había regresado de Europa a pedido de Diego. En los pies de Lucas Licht, los botines Puma negro que el mismísimo Pelusa le había regalado. En los ojos del Bochi, el referente, se almacenaban las lágrimas. Como si fueran dos represas. Lucas Barrios desentonó y portó una camiseta albiceleste distinta al resto. La suya tenía un garabato que, esta altura, ya es una marca registrada. La firma de Diego.

Víctor Hugo Ayala, el paraguayo del abrazo infinito en Mendoza, luego de uno de sus goles de tiro libre ante Godoy Cruz, también debió secarse el agua de sus ojos. La ronda de los futbolistas fue emocionante, como la suelta de globos o el barrilete con la 10 que remontó vuelo con el relato del gol a los ingleses. Gimnasia, que no quería jugar con el ánimo por el piso, terminó haciendo catarsis. Y en sus ganas de ganar estuvo la diferencia con Vélez.

Lo mejor del partido

Fue una tarde a puro Maradona, que estuvo en todas partes. Como en el gol de Maximiliano Coronel, formado en River, madurado en All Boys, hoy un estandarte tripero. Luego de su frentazo a la red (debería compartir los derechos de autor con Ayala, porque su córner fue a la cabeza), Coronel convocó a sus compañeros al festejo. Goltz no esperó al resto y se le trepó. Gritos desaforados. Emociones contenidas. Un dolor palpable. Coronel se besó el escudo, su escudo, y con el dedo índice apuntó al cielo. Le faltó decir «para vos, Diego». No hizo falta.

Gimnasia no bajó ni la intensidad ni, sobre todo, la solidaridad. Tenía muy en claro que había que ganar para honrar al ídolo, al referente. «A nuestro padre», como lo definió Ayala luego del partido. «Jugar era alocado, pero sacamos el plus que Diego nos enseñó», agregó el paraguayo en TNT Sports. «Era garra y corazón», añadió Ayala sobre el partido. El equipo lo tuvo de sobra.

Cuando Vélez lo acorraló buscando el gol del empate, Maradona se corporizó en dos milagros defensivos. El primero, de Matías Melluso. El segundo, de Goltz. Ambos se jugaron la piel para evitar el gol del empate velezano. Y el Lobo también tuvo sus jugadas para aumentar, porque jugó bien al contragolpe. Fue veloz cuando debió serlo, como en esa habilitación de Eric «La Perla» Ramírez, otro futbolista rescatado por Maradona, a Johan Carbonero. El colombiano puso el turbo y remató cruzado, pero se encontró con las manos de Matías Borgogno, el arquero de Vélez. También pudo haber aumentado con el zurdazo de Alemán.

El intenso festejo tripero en el Amalfitani

«¡Esto era por Diego, eh!», les recordó Broun a sus compañeros, que ya habían hecho una ronda. Abrazados Ayala, Goltz, Coronel y Licht, comenzaban a celebrar un triunfo que vale mucho más que tres puntos o que el liderazgo transitorio de la zona 6. Es un éxito humano, emocional. Un tributo futbolístico. «¡Se siente, se siente, el Diego está presente!», se descargó el grupito de dirigentes triperos que había en el estadio. En algún lugar, Diego habrá celebrado con ellos.

MATCHDAY LIVE