El duelo, que no se disputaba desde noviembre de 2019, volvió a jugarse en casa del “Pincha” después de casi 16 años. Igualaron sin goles y el Lobo terminó con 10.
Estudiantes y Gimnasia y Esgrima La Plata igualaron sin goles en una nueva edición del clásico platense que tuvo un condimento particular: el Pincha volvió a jugar después de 15 años y ocho meses en su estadio ante su eterno adversario.
Tras aquella última vez el 28 de agosto del 2005, cuando Estudiantes ganó por 1 a 0 con un gol de José Luis Calderón a Carlos Fernando Navarro Montoya, este clásico será recordado por ser el primero en pandemia y sin público de ningún club.
Después de ese partido Estudiantes inició un periplo de itinerante localía en el estadio Ciudad de Plata (10 veces) y en Quilmes (dos). No le fue mal. Terminó invicto con tres igualdades (todas en el domo de las avenidas 25 y 32) y nueve victorias (siete en el Único y dos en Quilmes), comenzando esa serie en el histórico clásico del 15 de octubre del 2006 cuando Estudiantes se impuso 7 a 0. El invicto, al menos para el Pincha, sigue en pie.
A pesar de ello, este anémico 0-0 que protagonizaron los vecinos de la capital bonaerense, solo será recordado por ese dato histórico. De fútbol, poquito y nada.
Faltaban diez minutos cuando a Leandro Díaz, delantero de Estudiantes le quedó servido el clásico en sus pies. Pero se pasó de rosca. Le pegó tan fuerte a la pelota que el remate que sacó de su botín izquierdo reventó el travesaño. Fue la chance más clara que hubo en el partido. No fue la única porque el Pincha tuvo otra sobre el final y Gimnasia también contó con una en el primer tiempo, pero el partido en La Plata no dio para mucho más y, seguramente, será uno de los que menos se recuerden.
Si se toma en cuenta el historial, el 0-0 encaja perfecto. En proporción, el clásico platense es el de más empates después del rosarino. Estudiantes y Gimnasia terminaron empatados en 65 de los 181 partidos que jugaron, es decir un 36 por ciento. A penas un 7% por debajo de Newell’s y Central, que registrar el mayor porcentaje (43) de paridad en el fútbol argentino.
Si se toman en cuenta los antecedentes de ambos equipos, el 0-0 es lógico. A ambos le faltaron energías para encarar el partido, que tuvo un trámite cansino, en general. Y hay una explicación que excede a lo futbolístico: los dos equipos recuperaron hace pocos días a jugadores que estuvieron aislados por haber dado positivo de COVID-19.
En Gimnasia, Matías Melluso y Víctor Ayala tuvieron el alta la semana pasada y Leonardo Morales y Harrinson Mancilla, si bien habían jugado contra Patronato la fecha anterior, también habían estado afectados por el coronavirus. Eso, de los que jugaron ante Estudiantes. Pero el Lobo venía de tener un brote de 16 contagios. En Estudiantes, en tanto, Mauro Díaz y Deian Verón se perdieron el clásico por haber dado positivo en la semana y el “Corcho” Jorge Rodríguez la dejó atrás hace unos días, por eso pudo jugar.
Al clásico le faltaron emociones. Y eso que había tenido un arranque prometedor. Tras una aproximación de Estudiantes, fue Gimnasia el que tuvo la primera situación clara. Luego de un pelotazo largo sobre la izquierda, Johan Carbonero entró en juego y picó al vacío. El colombiano se metió en el área grande y tocó atrás para el ingreso de Eric Ramírez, quien la tocó a la carrera, pero Fabián Noguera la despejó sobre la línea. Pura concentración la del zaguero Pincha.
Después de ese inicio promisorio, el partido se desinfló. Y mucho tuvo que ver la falta de audacia de ambos equipos, más apegados a conservar la estructura por sobre todas las cosas y a cuidarse de no cometer ningún tipo de error, de esos que pueden pagarse caro, sobre todo cuando hay tanta paridad en el juego.
Y si de audacia se habla, el que más quedó en deuda fue Estudiantes. No solo por ser local, sino porque jugó el último tramo del partido con un hombre más. Faltando 15 minutos, Darío Herrera expulsó a Mancilla por doble amarilla.
Entonces, recién sobre el final llegaron las chances claras para el Pincha. Una, producto de una carambola de rebotes, en la que Díaz quedó solo y reventó el travesaño. La otra, tras un centro pasado de Sánchez Miño desde la izquierda, Manuel Castro entró por el otro palo y Rey apareció, con la misma seguridad que exhibió toda la tarde, para evitar la caída de su valla y que su equipo no se fuera de rodeo ajeno con las manos vacías.