Nació futbolísticamente en Newell’s pero alcanzó los mayores logros en River. Superó un cáncer de estómago y de colon, y una trombosis pulmonar. Enzo Francescoli le abrió las puertas para volver a trabajar en el club de Núñez.
A los 64 años -cumplirá 65 el 15 de agosto- sigue manteniendo ese espíritu de lucha que lo caracterizó en su época de jugador. Roque Raúl Alfaro está en Rosario junto a su familia, compuesta por su esposa Liliana, sus hijas Andrea (42), Virginia (40) y su hijo Roque (33), que le dieron siete hermosos nietos: «El mayor -Joaquín- cumplió 20 años, pero tengo de todas las edades…», se ríe pícaramente. Nació futbolísticamente en Newell’s, pero fue multicampeón en River: dio la vuelta olímpica en el Campeonato de Primera División 85/86, en las Libertadores e Intercontinental 86,y en la Interamericana 87 (como jugador) y en el Clausura 2000 (como ayudante del Tolo Gallego).
En su última etapa de futbolista, en O’Higgins de Chile (1992), le pusieron El Brujo y Roque explica por qué: «Me bautizaron en Chile porque reemplacé a (Sergio) Merlini, al que le decían Mago por la historieta. Fue el que salió campeón del mundo en la Intercontinental del 84 con Independiente, contra el Liverpool, con el gol de (José) Percudani. Por algunos goles que hice desde mitad de cancha me apodaron El Brujo, pero fue por las cosas que hacía con la pelota, no por otra cosa».
Dice con orgullo que es «el único entrerriano (nació en Nogoyá) campeón del mundo con River. Eso lo tengo autografiado en mi corazón».
«Me enfermé una sola vez en mi vida y casi no vuelvo». La cruda confesión de Roque Raúl Alfaro, quien ahora capta talentos para River. Foto: Juan José García.
Alfaro paso los últimos años con graves problemas de salud que casi le cuestan la vida. Hoy, ya recuperado «en un 75 por ciento», cuenta cómo empezó todo su vía crucis: «Nunca me había enfermado en toda mi vida. Me enfermé una sola vez y casi no vuelvo… El 5 de mayo de 2019 me operaron en el Hospital Centenario, de Rosario, de un cáncer en el estómago.Y el 9, cuando estaba haciendo la recuperación, me agarró una trombosis pulmonar que casi me tumba. Pero parece que ni yo, ni toda la gente que me rodea, querían que me fuera. Porque cuando iba camino al cielo, el Señor que está allá arriba no me abrió la puerta y me volví… Ahora estoy feliz, disfrutando que River sí me abrió las puertas, pero para trabajar».
Sigue el relato y eriza la piel: «A mi amigo, el doctor y gastroenterólogo Hugo Tanno, le preocupaban más las manchas que yo tenía en el estómago que el tumor en el colon, porque estaba envuelto en grasa y no se iba a mover de ahí. Cuando me hicieron la última limpieza -en febrero del año pasado- no necesitó intervención porque había desaparecido con los tratamientos de rayos y quimioterapia».
-¿Es verdad que cuando estabas en esa situación le pidieron a tu familia que rezaran porque ya no había nada más que hacer médicamente?
-Así fue… Cuando me operaron por la trombosis pulmonar, el doctor habló con mis hijos a las 10 de la noche y les dijo textualmente: «Recen para que al día siguiente pueda seguir estando con ustedes». Fue bravísimo. El doctor Tanno me dijo que me salvé porque había sido un deportista ejemplar, que me había cuidado y que nunca fumé, ni nada de eso… En mi carrera deportiva, jamás me lesioné. Estuve 10 años sin obra social porque no la necesitaba. Recién empecé a sentirme mal a fines del 2018… Estando en Crespo, trabajando en el club de los hermanos Heinze, sentí un cansancio que no era normal y me dejé estar esperando que pasara. Esa es la verdad…
El agradecimiento de Roque Alfaro al doctor Hugo Tanno, quien le salvó la vida y «es un fanático hincha de Newell’s». Foto Juan José García.
-¿Cómo fue la recuperación?
-¡Bajé 17 kilos! Pesaba 74 y llegué a pesar 57. Ahora estoy en 65, dos kilos menos de cuando jugaba. Y no creo que pueda aumentar más porque a mi estómago lo han reducido.
-¿Cuándo te llamó Enzo Francescoli para decirte que tenías trabajo en River?
-El 27 de febrero de 2020, un día después de mi última operación. Antes, cuando se enteró que estaba internado en el Hospital Centenario, me llamó para llevarme a Buenos Aires y le dije que no porque había elegido al doctor Tanno como mi médico de confianza. Francescoli habló con él y se quedó tranquilo porque le dijo que piense en positivo y que todo iba a salir bien. Por eso le agradezco infinitamente a Enzo y a River porque me dijo que cuando le trajera el alta me esperaba en el club para pasar a pertenecer -desde ese momento- en el grupo de empleados de River. Le pregunté qué iba a hacer y me respondió: «No sé… Pero vas a estar con nosotros». ¿Me permitís?
-Sí, claro…
-Quiero agradecerles a Enzo, a River, al Grupo del 86, a mi familia y a mis amistades porque siempre estuvieron a mi lado muy preocupados por lo mío. Y también a los que sin llamarme o sin conocerme, oraron por mi recuperación. Todo me llegó y me dio fuerzas para salir adelante.
Alfaro junto a su ahijado «postizo» Juan Pedro Moretti, de 2 años, quien «también es un ejemplo de luchar por la vida como yo». Foto: Juan José García.
-¿Cuándo empezaste a trabajar en River y haciendo qué?
-Desde principios de este año, como captador de talentos en Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos junto a Hugo Hernández, que está de la época de Gustavo Grossi y ahora a cargo de Daniel Brizuela. ¡No te das una idea del cariño que recibo a cada lugar que voy representando a River! Me esperan muchos chicos con ilusiones, aunque hay muchas cosas que han cambiado. Antes necesitaba que la pelota entrara para seguir comiendo porque dependía de un resultado. Hoy tengo entusiasmo, pero también más paciencia.
-Pero ya demostraste que tenés un buen ojo para detectar futbolistas de calidad en tu época de técnico o ayudante…
-Tuve muchas alegrías por las decisiones que tomé. Cuando Gabriel Heinze llegó a Rosario, yo estaba trabajando con la categoría 78 en las Inferiores de Newell’s, y Jorge Griffa era el coordinador. El Gringuito era chiquito; llegó con 14 años y yo decidí que se quedara con el consenso del Maestro Griffa. En River, como técnico de la Reserva, le hice entender a Martín Demichelis -que jugaba de volante central- que con su contextura física y su calidad futbolística lo mejor era que se tirara unos metros atrás, en la posición de defensor. Y terminó siendo vendido al Bayern Munich, de Alemania. Al año siguiente, llegó Radamel Falcao de Colombia con 16 años y yo le marqué al Tolo (Gallego) las condiciones que tenía. Y pegó un salto muy grande, ¿no?…
-¿Ahora es más difícil captar talentos en esta época de pandemia donde, encima, hay menos potreros y más Play Station?
-Y… Se ha frenado. River está probando jugadores en base a los videos que les mandamos. Estamos todos deseosos que se abran las puertas para que los chicos puedan salir a jugar. En este tiempo se han deteriorado físicamente y les cuesta más.
La relación con el Beto Alonso
-¿El 86 fue el mejor año de tu vida futbolística?
-En consagraciones, sí. Fue lo máximo. Aunque también el Newell’s del 87/88 fue fantástico porque salí campeón con el equipo que me dio la posibilidad de ser jugador de fútbol.
-Además empezaste jugando con la camiseta número 10 que le «robaste» a Alonso en River…
-Fue Luis Cubilla quien me la dio y yo fui un irrespetuoso en ponerme esa camiseta que siempre le perteneció al ídolo máximo del River de entonces, que estaba sentado en el banco. Mirá como es el destino: con el Beto compartíamos la habitación en las concentraciones y yo fui el primero en enterarme de que dejaba el fútbol, cuando se lo comunicó a su esposa, desde Tokio, después que le ganamos al Steaua Bucarest la final Intercontinental.
El Beto Alonso y Alfaro eran compañeros de habitación en la concentración de River. «En Japón ganamos por una viveza criolla del Beto», dijo Roque. Foto: Juan José García.
-¿El Beto «ganó» ese partido en Japón?
-Sí, con una viveza criolla. Los argentinos somos pícaros: el Beto estuvo brillante y Antonio (Alzamendi) lo definió y se consiguió la Copa más importante en la historia de River. El equipo rumano no tenía «apellido» pero había eliminado al Barcelona, de España, y nos tuvo a los revolcones. El Bambino Veira nos dijo que no hiciéramos penales porque ellos la tocaban bien hasta la puerta del área pero después no le acertaban al arco. Y así fue, no se equivocó en nada.
-En la Libertadores enfrentaron al América de Cali, cuyos dueños eran Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela. Vos estuviste en el 81 y ganaste dos Ligas con ese equipo, antes de venir a River. ¿Cómo fue jugar para los capos del Cartel de Cali?
-Nos trataron muy bien y no hubo ningún problema porque todavía no había aparecido Pablo Escobar, que en el 85 los enfrentó y se armó la guerra. Don Miguel me llevó a su casa, abrió la puerta de la cochera y me dijo: «Don Roque Raúl, elija el que quiera» . ¡Había cada auto! Mercedes Benz, camionetas, chatitas, rancheras… Y yo elegí un Renault 12 porque era lo que necesitaba para conocer más la ciudad de Cali. «Pero, ¿eso se va a llevar?», me dijo sin poder creerlo. Le dije: «Sí, a mí me resulta más cómodo vivir fácil».
Alfaro y Alonso en un festejo junto al «Grupo del 86». El Beto dijo que «él daba la vuelta olímpica en la cancha de Boca solo; pero lo hicimos todos porque éramos un equipo», contó Alfaro. Foto: Juan José García.
-Además, en el campeonato que ganaron en el 86, fuiste el que le puso el centro de tiro libre al Beto Alonso en la Bombonera, la tarde de la pelota naranja…
-En 20 segundos fuimos artífices de eso y estuvimos en boca de todos. Yo por haber tirado el centro, la pelota naranja por ser distinta a la normal, Gatti pasando de largo y el Beto, con los ojos bien abiertos, cabeceando al gol. Fue el primero de los dos que convirtió ese día.
-¿Es cierto que el presidente Hugo Santilli no quería que dieran la vuelta olímpica en la cancha de Boca y la decisión fue de ustedes, los jugadores?
-Sí… No es que no quería; nos planteó la idea de que evitáramos problemas. Pero el Beto, en la reunión que tuvimos entre nosotros, fue el primero que dijo: «A mí nadie me va a quitar esta alegría. Yo la vuelta olímpica, aunque sea solo, la doy». Y ese equipo nunca estuvo solo. Siempre estuvimos unidos, en equipo, y por eso fuimos ganadores de todo. Sin lugar a dudas fue el mejor grupo humano que integré en mi carrera deportiva.
Roque Alfaro con la Copa Libertadores de América en el estadio Monumental. «Mientras no haya otra Copa Intercontinental en River, los del 86 vamos a ser los mejores», dijo en comparación con el ciclo de Gallardo. Foto: Juan José García.
El River del 86 vs. el River de Gallardo
-¿Cuál fue el mejor River de la historia: el del 86 o el de (Marcelo) Gallardo?
-Te respondo corto y simple: mientras no haya otra Copa Intercontinental en River, los del 86 vamos a ser los mejores.
-¿Quién es el Alfaro de hoy en River?
-El uruguayo (Nicolás) De la Cruz porque tiene muchas cosas parecidas a las que yo viví. Le costó mucho al principio hasta que con esfuerzo y ganas encontró su lugar en el equipo. Hasta en el número de camiseta coincidimos… La 11 era la mía y ahora es de él.
Alfaro junto a Nery Pumpido y el fallecido Juan Gilberto Funes con la Copa Intercontinental que River ganó en Japón. Foto: Archivo Clarín.
-Jugaste con Francescoli y con Alonso, dos de los más grandes ídolos de River. ¿Con quién te quedás?
-¡Con Maradona! Porque también jugué con Diego en la Selección. Pero lo de River fue muy grande y yo tuve la suerte de estar al lado de muchas estrellas. a veces pienso solito: «¿Qué grande que fui de haber jugado al lado de todos ellos, no?».
Alfaro junto a Maradona en la Copa América que se jugó en Argentina en 1987. «Fue el mejor de todos; aún por encima de Messi», manifestó el actual captador de talentos de River. Foto: Juan José García.
-¿A Maradona lo ponés por encima de Messi también?
-Sí, Maradona está por arriba de todos. A Leo lo conozco desde que tenía 9 años porque mi hijo más chico (Roque, categoría 88) compartió la escuelita de fútbol de Newell’s con él.
-En la Copa América del 87 eran favoritos, se jugó en Argentina, con la base del campeón del mundo en México. ¿Por qué fracasaron?
-Era la culminación de un ciclo. Los que ganaron en México llegaron bastante saturados y era lógico. A mí me pasó en Newell’s, que después de salir campeón no fui el mismo. Había hecho 14 goles en una temporada y en los dos años restantes hice uno solo…
Otro abrazo del alma. Maradona le dijo al oído, cuando fue con Gimnasia a la cancha de Newell’s: «Qué bien te veo, Alfarito». Foto: Juan José García.
-Te reencontraste con Maradona en la cancha de Newell’s en el 2019. ¿Qué te dijo en el abrazo que se dieron?
-Fue un momento inolvidable. Cara a cara, los dos con una sonrisa enorme. Diego se acercó a mi oído y me dijo: «¡Qué bien te veo, Alfarito!». Esa frase la llevo adentro para siempre. Yo creo que Maradona se murió porque se sentía más triste que solo por todas las cosas que le venían pasando. Fue un dolor inesperado que se apagara su luz después de todas las alegrías que nos dio a todos: a los argentinos y a nosotros, sus compañeros.
-Integraste el Newell’s que ganó el campeonato 87/88 conformado por todos futbolistas surgidos del club. ¿Fue algo histórico?
-Lo preparó el Indio (Jorge) Solari, lo formó Griffa y lo sacó campeón (José) Yudica. Fue al año siguiente que volví de River. Con Almirón y Ramos éramos los más grandes de un equipo formidable integrado por Dezotti, Balbo, Scoponi, Martino, Llop, Basualdo, Theiler, Pautasso, Sensini… Pero la gran figura era el Yaya Rossi, un pibe callado que jugaba como los dioses.
-Te dirigieron Griffa, el Gitano Juárez, Veira, Griguol, Bilardo y don Adolfo Pedernera. ¿Quién fue el que más te marcó?
-Griffa me enseñó a ser profesional. Respeto muchísimo a Solari y a Yudica, pero me quedo con don Manuel Pellegrini, a quien tuve en el O’Higgins de Rancagua.
¿Eurocopa o Copa América?
-¿Te gusta la Selección Argentina? ¿Le puede ganar a Brasil la Copa América?
-Y… Tiene más aplomo la selección brasileña porque hace tiempo que juegan juntos. En Argentina se están empezando a descubrir ahora jugadores que ni conocíamos. Si no es ahora, ojalá que pronto se vuelva a ganar un título que hace tiempo no se consigue.
Roque Alfaro con la camiseta de la Selección, en la Copa América de 1987. Foto: Juan José García.
-¿Ves una diferencia enorme entre las selecciones que juegan la Eurocopa y las que juegan la Copa América?
-No. Los seleccionados son tan parecidos a los nuestros. Los equipos europeos son más fuertes porque, por ejemplo, la Juventus tiene solo dos jugadores italianos y después son todos de afuera. Esa es una ventaja muy grande. Argentina le puede ganar a cualquiera de las selecciones europeas.
-Pero, ¿no creés que en la Argentina se está jugando cada vez peor al fútbol?
-Eso es distinto. Hace tiempo que vengo diciendo que la emoción en el fútbol argentino se la daban las hinchadas. Porque el fútbol es muy pobre. Y hoy ni eso tenemos; la gente no puede ir a la cancha y más pobre se nota el espectáculo. Hoy, el River de Gallardo tiene una enorme diferencia con los demás equipos.
-¿Lo ves con más chances que Boca de volver a salir campeón de América?
-Yo a River hoy lo veo como el mejor equipo de la Argentina, por encima de todos. Pero, en este momento, es muy complicado afirmarlo para cualquiera. Porque te vuelve a aparecer esta enfermedad maldita (por el Covid-19) y te deja medio equipo afuera. Mano a mano, con todas «las armas» disponibles, yo te aseguro que River tiene superioridad sobre Boca y también sobre Argentinos Juniors.
-El último club que dirigiste fue Deportivo Gustatoya. ¿Qué fuiste a hacer a Guatemala?
-Es un equipo importante y salió campeón tres o cuatro veces en los últimos años. Yo lamenté haberme vuelto por las elecciones que hubo en Newell’s en ese momento (2016) porque me quedé sin trabajo en Rosario y en Guatemala. Ahí me abrió las puertas Cultural de Crespo, que es el gran equipo de la familia Heinze, muy cerquita de Nogoyá, donde yo nací.
El Grupo del 86″, como tiene en su WhatsApp. El plantel del River campeón de todo. Alfaro contó una graciosa anécdota con el Bambino Veira en la final de Japón contra el Steaua Bucarest. Foto: Juan José García.
-En tus 64 años, ¿cuál es la mejor anécdota que te pasó en el fútbol?
-Por la alegría, por la bronca y por la alegría de nuevo, la que viví en River con el Bambino Veira en Japón. Faltaba un minuto contra el Steaua y me sacó. ¡Yo no quería salir ni en pedo (sic)! Jamás lo había llamado Bambino; siempre Héctor o Veira. Pero en ese momento -con mi cara roja que era una explosión de bronca- lo encaré y le grité: «¡Pero, Bambino, ¿cómo me vas a sacar?!». Él me abrazó y me dijo: «Tranquilo, Roquito… ¡Es la cábala!». ¡Siempre me sacaba! Y no me quedó otra cosa que reírme…
Fuente:Julio Chiappetta Clarín.com. Deportes – Fotos: Juan José García. – Archivo Clarín. – Clarón.com Deportes