No todos tendrán la actitud versallesca de Ricardo Gareca, que declinó hablar del chileno Julio Bascuñán, árbitro en la derrota de Perú ante Brasil por 4-2. El «Tigre» focalizó la autocrítica en lo futbolístico, en su responsabilidad, la misma que tendrá que asumir la Conmebol por los serios desajustes que provocó la aplicación del VAR por primera vez en la historia de las eliminatorias. El trayecto a Qatar 2022 empezó en medio de una nebulosa arbitral.
El camino al infierno está lleno de buenas intenciones, reza el dicho. En este caso, con la aplicación de la tecnología se procura eliminar el margen de error humano, detectar lo que escapa a la percepción visual, aportar transparencia en las zonas grises del juego. Ninguna de estas premisas se pudo cumplir a rajatabla en varios partidos de las dos primeras fechas de la clasificación.
En esta parte del continente no solo no se aprovechó algunas de las ventajas del VAR para establecer justicia, sino que se agravó un defecto que está en la naturaleza del dispositivo: las interrupciones a que obligan las revisiones en las pantallas. Se demoró una eternidad para llegar a alguna conclusión, se resolvió a la velocidad de una carreta. En Ecuador-Uruguay se debieron adicionar 11 minutos para compensar las tertulias deliberativas; en Venezuela-Paraguay, otros 10. Los ocupantes de la sala en Bolivia-Argentina se tomaron tres minutos y medio para comprobar que Lautaro Martínez no estaba en off-side en el segundo gol, algo que era evidente.
Si el fútbol sudamericano de por sí es moroso, entrecortado, estas dilaciones se roban el poco ritmo que quedaba. El suspenso del juego fue sustituido por la intriga que arrojará la pesquisa tecnológica, que se tomó más tiempo que una investigación judicial de una causa intrincada. Cualquier televidente podía hacer una vuelta completa de zapping y al volver al canal del partido se iba a encontrar con que todo seguía pendiente de resolución.
El VAR no es nuevo en la Conmebol, ya se aplicó en las etapas decisivas de la Copa Libertadores y en la Copa América. Se presumía que para las eliminatorias ya había una cierta gimnasia en el manejo de la herramienta. Y en realidad, entre la disparidad de interpretaciones para juzgar foules y agresiones, y el estado asambleario entre los integrantes de la sala y el juez de campo, quedó una fuerte sensación de improvisación y falta de capacitación. Como si fueran aprendices arrojados a lo desconocido.
Las eliminatorias son un reflejo más de la manera caliente en que se vive el fútbol en América del Sur. Si normalmente hay poca tolerancia al error del árbitro cuando sanciona por su leal saber y entender, la incorrecta utilización de la tecnología desata furias que llegan al nivel gubernamental de algunos países, como ocurrió en Perú y Chile.
A nivel global, el VAR trajo algunos beneficios, pero no es la solución definitiva que muchos le auguraron. A veces es demasiado invasivo y en otras se queda de brazos cruzados. Sea con un simple silbato o con paredes tapizadas de monitores, en el fondo subyace lo mismo: es cuestión de criterio, honestidad y conciencia.
Fuente:Claudio Mauri – LA NACION DEPORTES – Fotos: VAR – AFP – Crédito: Juan Karita – AFP – Crédito: José Jacome – LA NACION DEPORTES