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El show en plena pandemia

 Los brasileños están jugando todos sus campeonatos», dice el periodista famoso en nuestra televisión. El sábado, es cierto, Palmeiras venció a Corinthians y conquistó el Campeonato Paulista. Ambos equipos se acusaron de no respetar los protocolos de coronavirus. El presidente Jair Bolsonaro tuiteó feliz por el título. Vestía una camiseta de Palmeiras. Un día después comenzó el Brasileirão. Veinte equipos viajando por todo el país. São Paulo fue a Goiás. Quince minutos antes del partido, con sus jugadores ya en la cancha y la TV lista, Goiás, que recibió con retraso el informe del laboratorio, avisó que no podía jugar porque tenía diez futbolistas contagiados. La Covid-19 obligó a suspender también partidos en segunda y tercera. Juegan todos. Y en todos lados. Lo reclama el presidente de la nación. Y lo exige el negocio de la TV. La pandemia, claro, sigue matando a mil personas por día en Brasil. Ya van más de cien mil. Y «el principal responsable de la tragedia», editorializó el domingo el diario Folha, «se llama Jair Bolsonaro».

El otro país vecino que tenía previsto iniciar su campeonato este fin de semana era Perú, pese a que no decrece su altísima tasa de muertes y contagios. Algunos jugadores del campeón Binacional viajaron en sus propios autos de Juliaca a Lima. Tuvieron que buscar ellos mismos casa donde pudieran dormir. Binacional sufrió ocho contagios y debió suspender su partido ante Alianza Lima. La primera fecha, de todos modos, se canceló entera. No por contagios de jugadores, sino por el «banderazo» descontrolado de los hinchas de Universitario en lo previo a su partido frente a Cantolao. «En estas condiciones», escribió Pedro Ortiz Bisso en El Comercio, «vuelve el fútbol peruano a las canchas». Con «escalofriante repunte de contagios, sin camas UCI disponibles y decenas de personas clamando por oxígeno en las calles».

El fútbol argentino paró en marzo asustado por la pandemia que mataba de a miles en Europa. Ahora, cuando mata a miles pero aquí, vuelve. El inicio de los entrenamientos, como era lógico, arroja decenas de positivos. La calidad de los controles desnuda la desigualdad entre clubes grandes y clubes chicos. Y arriesga la salud de todos. Tampoco será fácil cuando vuelvan los partidos. España creía tener todo solucionado hasta que un contagio masivo en un partido decisivo del ascenso complicó todo (y desnudó la protección que tiene Javier Tebas, el todopoderoso presidente de La Liga). ¿Y los jugadores? En Perú, España y la Argentina arriesgan llevar el virus especialmente a padres, tíos y abuelos. Pero los futbolistas, escribió en Perfil el ex jugador Juan Herbella, que es médico, están formateados para seguir pese a todo y se sienten «invulnerables». O «inmortales», como el «Flaco» Hugo Lamadrid. En su gran libro autobiográfico (Lamadrí, el Renacido), el ex volante cuenta con una crudeza inusual que, como Racing quería ganar la Libertadores, a él hasta le sacaron un yeso y le metieron infiltraciones de xilocaína. Una después de otra. «Era Superman», dice Lamadrid, «ahora soy nadie».

Otro gran experimento sobre la vuelta de los deportes sucede en Estados Unidos, el país que tiene más muertes y contagios, con un presidente que también aconseja hidroxicloroquina y cuyo médico antivirus (Anthony Fauci) tiene que andar con custodia porque él y su familia viven amenazados por fanáticos que reclaman «libertad», mientras las crónicas informan que la pandemia contagió ya a más de veinte millones de personas en el mundo. Cada liga vuelve a su modo en Estados Unidos. Si buena parte de la sociedad sigue, por presiones, hartazgo o subsistencia, por qué no el deporte, aun cuando corran rumores de que, sin vacuna segura, la industria podría tener que afrontar una segunda temporada sin público en los estadios. «No puedes detenernos», desafía el comercial de Nike a la Covid. «Las ligas deportivas están tratando de salvar un año. Deberían tratar de salvar un futuro», advierte Jerry Brewer, periodista de The Washington Post. Se critica al béisbol. Y se elogia en cambio a la NBA, porque funciona bien su «burbuja» de Florida. Es el show en plena pandemia.

Otra «burbuja», la Champions, inicia hoy en Lisboa su serie de siete grandes partidos en once días. Portugal cuidó bien la salud, pero la crisis no perdonó ni siquiera al Pestana CR7, el lujoso hotel que abrió Cristiano Ronaldo en el casco histórico de Lisboa y que sigue cerrado. También hay cierta indignación ciudadana porque, en medio de la devastación, la UEFA trasladó su circo a Lisboa tras asegurarse una exención de impuestos. Imposible, de todas maneras, no ver este miércoles al Atalanta de Papu Gómez contra el PSG de Neymar. Y el viernes otra vez a Leo Messi. Vean antes el capítulo que le dedica a Messi la serie de Amazon This is football (Esto es fútbol). Una escena muestra que Leo no corre, pero mueve la cabeza todo el tiempo. Ojos bien abiertos. «Está oliendo», avisa Pep Guardiola, «en cinco minutos ya tiene el mapa». El científico habla de «Messi-Einstein»: espacio-tiempo, pero mucho más que en cuatro dimensiones. «A Messi lo define el tiempo, no el espacio», ilustra un formador. Los pibes de La Masía siguen la jugada. Hasta que, con música de ballet, llega el golazo. Leo lleva más de una década así. «Si el fútbol es arte», relata el narrador inglés, «Messi es su Picasso».