Con Enzo Pérez como arquero, dos debutantes y sin suplentes, le ganó 2-1 un partido insólito a Independiente Santa Fe y quedó cerca de clasificarse a octavos de fiinal.
Marcelo Gallardo construyó un River que hace de la adversidad un alimento. Logra transformar las barreras en oportunidades. Juega los momentos límites con el alma. Se desvive por la camiseta. Si parece que se va a derrumbar, se levanta y sigue luchando. Los resultados van y vienen, claro. Gana, empata y pierde como todos. Pero este ciclo de más de siete años tiene impregnado un gen competitivo intachable y poco común. Por eso, no sorprendía que en el mundo River circulara una confianza única antes de un partido que parecía imposible. Y pasó. La noche épica pasó. Con 20 bajas de Covid-19, más Enzo Pérez lesionado de arquero improvisado, dos juveniles debutantes y sin suplentes, le ganó 2-1 a Independiente Santa Fe y quedó como líder del Grupo D de la Copa Libertadores para soñar con la clasificación. Otra noche única. Otra noche para la historia. Otra noche que lo invita a creer. Tiene con qué.
Si alguna vez Gallardo dijo que no había “más nada” después de la gloriosa final ante Boca en Madrid en 2018, se equivocó. Su etapa en River, más allá de los títulos, sigue acumulando momentos inolvidables. La jornada de ayer en el Monumental entró a los libros. Desde 1909 que el Millonario no debía afrontar un partido sin un arquero natural. Y ganó. Porque sabe cómo afrontar desafíos. Porque entendió desde el primer minuto la forma en la que debía pararse. Porque se dejó el corazón en cada pelota. Porque tiene referentes de peso y jóvenes con coraje. Y porque en el arco tuvo a Enzo Pérez, quien suma pergaminos para convertirse en un ídolo de la historia moderna del club.
River fue un tsunami al salir a la cancha. Si en los papeles parecía no haber paridad en el armado de los dos equipos, en la cancha no hubo paridad en la actitud. Con un 5-3-2 muy marcado, el equipo del Muñeco salió decidido a buscar el partido. A puro coraje, voluntad y energía. Tuvo todo lo que tenía que tener para llevarse los tres puntos. Y en tan solo cinco minutos sentenció la historia.
Primero, con el oportunismo de Fabrizio Angileri para capturar un rebote a los tres minutos de juego y estampar el 1-0. Luego, con el talento de dos jóvenes de la cantera millonaria: David Martínez jugó un balón largo con mucha precisión para habilitar al atrevido Julián Álvarez, quien controló, se acomodó y se despachó con un fortísimo remate a pura precisión para el 2-0. Un golazo inesperado que rápidamente le permitió a River jugar con una tranquilidad más que diferente en una fría noche de mayo.
Lo mejor del triunfo de River
Lo curioso es que, antes del primer gol, Agustín Fontana ya había quedado dos veces mano a mano con el arquero Leandro Castellanos. Una realidad de las diferencias entre los dos equipos. Santa Fe, por su parte, no entendió nunca cómo disputar el encuentro. Sin intensidad ni inteligencia, no estuvo a la altura. Mostró muchas dudas y falencias. Eso, más la gran tarea defensiva de la línea de fondo millonaria con Jonatan Maidana como figura, le permitió a Enzo Pérez, con una distensión en el isquiotibial derecho, cumplir un gran papel como arquero. Aunque parezca increíble, el arquero improvisado solo debió actuar en pelotas paradas, remates alejados y acciones aisladas. La línea de cinco en el fondo fueron sus soldados. Lo protegieron a cada minuto. Y él respondió con cuatro atajadas cuando lo probaron.
Después de un primer tiempo en el que River estuvo más cerca de convertir el tercero que de recibir un gol en contra, en la segunda parte defendió en su campo y se dedicó a esperar. Lógico. Sin cambios, llegó agotado a los minutos finales por la falta de cambios. Tras el 2-1, debió sufrir hasta último minuto para festejar. Y allí aparecieron también las figuras de los debutantes Tomás Lecanda (19) y Felipe Peña (20). El defensor central y el marcador central de la Reserva demostraron por qué hay tanta expectativa proyectada en sus crecimientos: tuvieron inteligencia, intensidad y agresividad. Nunca les pesó un partido crucial. Y entregaron todo para ser de los mejores.
Marcelo Gallardo, Matías Biscay y cinco de los integrantes del cuerpo técnico estuvieron los 90 minutos parados para indicar, alentar, gritar y aplaudir. Y César Zinelli, preparador físico y exarquero de inferiores y del ascenso, estuvo siempre detrás del arco de Enzo Pérez para hablar y darle indicaciones. Al finalizar, ambo se fundieron en un abrazo, se encontraron con el resto de los jugadores y festejaron un triunfo emotivo. Desde la platea, los dirigentes aplaudieron y celebraron la victoria con mucha alegría. Fue un desahogo absoluto en un contexto más que difícil. River vivió otra noche histórica, ganó y se acomodó en el Grupo D. Mientras aguarda por la recuperación de sus jugadores, puede sonreír.
Fuente:Juan Patricio Balbi Vignolo PARA LA NACION – Foto: Pool Argra – LA NACION – Video: ESPN.com – LA NACION