Las relaciones y charlas de los Russo, Gallardo, Soñora, Mac Allister, Verón, Belloso, Galoppo y Cruz; hablan de sus sueños en el comienzo de sus carreras y cuentan si es complejo quitarse el mote del apellido.
¿Herencia? ¿Legado? ¿Cuestión de sangre? Posiblemente sea una conjunción de cada una de ellas. De tal palo, tal astilla, sostiene un viejo refrán. Resulta difícil saber si el destino está escrito o es uno mismo quien lo va forjando. Lo cierto es que en el cien por ciento de estos casos, el gusto por el deporte se aprendió en el hogar desde que los niños dijeron sus primeras palabras. En esta historia, con el fútbol como enlace. Con la imagen del papá como un espejo, la vida los unió inmediatamente con una pelota. Con un sueño. Con la mirada en el horizonte. Se trata de aquellos jugadores que portan un apellido con historia en nuestro fútbol y que, en algunos casos, empiezan a dar sus primeros pasos en la primera división; en otros, más allá de la juventud, surge un recorrido más amplio. De padres a hijos, una sucesión más allá de los genes…
Banfield, un club que trabaja al detalle en sus inferiores, cuenta con varios exponentes que se criaron viendo a sus padres adentro del terreno de juego: Giuliano Galoppo (21 años, hijo de Marcelino), Juan Manuel Cruz (Julio), Ramiro Enrique (Héctor) y Juan Ignacio Rodríguez (Clemente). Giuliano es una de las nuevas joyas del Taladro. Nació en Buenos Aires, pero vivió algunos años de su infancia en Europa y en otros lugares de la Argentina por el trabajo de su papá, que se formó como zaguero en Racing, de Córdoba y, ya como mediocampista, llegó a ser parte de los planteles Sub 20 y Sub 23 de la Argentina.