Tanto en la Copa de la Liga como en la Copa Libertadores concede ventajas contra rivales que lo esperan y lo respetan, convierte poco para todo lo que genera y no encuentra el nivel deseado.
Si durante mucho tiempo a este River había que golpearlo varias veces para dejarlo tendido, en este 2021 esa sentencia parece diluirse. Un cachetazo lo puede dejar knock-out. Tendido y sin reacción. Banfield, con el triunfo por 1-0 de este domingo, profundizó esa mandíbula de cristal y aprovechó una distracción para lastimarlo y dejarlo groggy. El equipo de Marcelo Gallardo no guardó titulares, pero jugó el peor partido del semestre en un momento crucial y complicó sus chances de clasificarse a los cuartos de final de la Copa de la Liga Profesional. Concede demasiadas ventajas contra rivales que lo esperan y lo respetan, convierte poco para todo lo que genera y no encuentra el nivel deseado.
River extraña a Matías Suárez, quien por séptimo partido en fila no pudo estar entre la sinovitis de la rodilla derecha y el contacto estrecho de Covid-19 que lo tiene aislado. Extraña a Exequiel Palacios e Ignacio Fernández, dos pilares del medio campo que dejaron huecos difíciles de cubrir. Extraña a Lucas Martínez Quarta, ese mariscal que le daba esa seguridad defensiva perdida. Y también extraña a Lucas Pratto, Ignacio Scocco y Juanfer Quintero, piezas de recambio que imponían respeto y le daban garantías desde el banco. Detrás de todas las ausencias se esconde una realidad: desde el inicio del semestre, en febrero pasado, que atraviesa un lógico proceso de transición e irregularidad.
River, muy flojo ante Banfield
Lograr únicamente 18 puntos de 36 posibles frente a 11 de sus 12 rivales de la Zona 1 es demasiado poco para este equipo. Ganar cinco, empatar tres y perder cuatro encuentros está por debajo de las aspiraciones de un plantel y un cuerpo técnico con un presupuesto incomparable con respecto a sus rivales. Gallardo ya definió este momento con un período de “readaptación” general tras las llegada de seis refuerzos en el último mercado de pases. Pero la caída frente a Banfield parece un déjà vu de momentos ya vividos en el corto plazo.
A pesar de tener que partir el martes a Armenia para jugar el miércoles con Independiente Santa Fe, de Colombia, por la Copa Libertadores y de que el plantel ya había dado signos de agotamiento en la victoria del miércoles pasado contra Junior, el entrenador apostó fuerte: únicamente dispuso el ingreso de Benjamín Rollheiser -terminó siendo uno de los más frescos y lúcidos- por Agustín Palavecino. Así, diseñó un 3-4-3 y utilizó sus mejores apellidos para intentar ganar, acomodarse y enfilar la clasificación antes del viaje a Colombia.
Seis ocasiones de peligro tuvo en el primer tiempo para lograrlo. Un tiro libre de De La Cruz que dio en el palo; un remate de Rollheiser desde afuera del área; un centro de Montiel que Borré no pudo conectar con el arco libre; un córner olímpico de Álvarez que sacó el arquero Arboleda; otro remate de media distancia de De La Cruz que se fue muy cerca; y una gran jugada de Álvarez que derivó en un despeje de Franco Quinteros que se estrelló en el travesaño. Llegó por adentro y por afuera. No pudo lastimar. Un calco de los partidos pasados. La falta de eficacia sigue siendo un dolor de cabeza.
Después de un correcto primer tiempo y tras un clásico desarrollo con dominio de pelota y espacios con muy baja efectividad, el segundo tiempo fue tan pobre como preocupante. Agobiado y sin claridad, sintió el esfuerzo, evidenció una notoria merma física por la doble competencia y la poca rotación, dejó de ser profundo, no tuvo más situaciones de gol y falló en dos oportunidades que lo dejaron sin reacción.
En la primera, al minuto del segundo tiempo, un mal pase de Díaz en la salida dejó en soledad a Álvarez, quien remató alto. Una desatención que fue una clara alarma. En la segunda, Banfield no perdonó: con solo cuatro toques convirtió el 1-0. Arboleda sacó del arco, Pons bajó la pelota con un cabezazo, Rojas salió tarde y Álvarez le ganó a Díaz para eludir a Armani y empujar la pelota hacia la red. El gol fue el punto final de un partido al que todavía le quedaban 30 minutos por jugar.
Los cambios de Gallardo para recuperarse llegaron tarde. El ingreso de Jorge Carrascal, minutos antes del tanto de Banfield, no le aportó nada. Al contrario, lo perjudicó: salió Rollheiser, quien era uno de los puntos más altos. En poco más de media hora, el habilidoso colombiano demostró por qué el DT no lo considera prioridad para ser titular. Aunque su gambeta es un bien preciado, no demuestra el compromiso necesario ni el ritmo ni la inteligencia para jugar y acoplarse al equipo. Luego, tampoco pudieron torcer la historia las apariciones de Federico Girotti, Agustín Palavecino, Leonardo Ponzio y José Paradela.
El tramo final del encuentro fue un baño de realidad. Con más actitud que ideas, buscó un empate que nunca pareció estar cerca. River sintió demasiado el golpe y terminó vencido: según los números de Opta, a pesar de tener el 68,6% de la posesión de la pelota, en el segundo tiempo no pudo patear al arco en seis intentos y en los 90 minutos solo lo logró en dos de 14 remates. En cambio, el Taladro tuvo cuatro disparos al arco de los 10 que intentó. Un reflejo del momento de irregularidad del equipo de Gallardo, que sostiene una idea de juego, pero todavía no encuentra las mejores herramientas para transformarla en resultados que le den tranquilidad.
Fuente:Juan Patricio Balbi Vignolo PARA LA NACION – Fotos: POOL ARGRA – MANUEL CORTINA – LA NACION – Video: ESPN.com – LA NACION