Después del partido del sábado, le mandé un mensaje a Nico Sánchez, en el que le decía que la derrota con los All Blacks no invalidaba para nada lo que habían hecho hasta ahí. Me refería al triunfo anterior frente a los neozelandeses, tras el cual también mantuve un emocionado intercambio con Nico, para agradecerle y manifestarle dos cosas: que me sentía parte de ese triunfo y que así se construía la historia de los Pumas. Pero volviendo al post partido con los australianos, me sorprendió la respuesta que Nico me dio: estaba preocupado porque no había sido suficiente el homenaje a Diego Maradona. Entonces le dije lo que todavía siento y que ahora quiero dejar en claro: nada de eso fue culpa de los jugadores. La responsabilidad era de los dirigentes y fueron ellos los que decidieron que sólo se saliera a la cancha con un brazalete negro.
También estoy al lado de los jugadores en esta equivocada -otra más- decisión de la UAR de sancionarlos, aunque luego hayan decidido dar marca atrás. Desde aquí les quiero hacer llegar la solidaridad que sentimos hacia ellos muchos de los que nos hemos puesto esa camiseta a lo largo de la historia. Estos mensajes que fueron escritos hace 9 años son improcedentes e indefendibles, pero los que los escribieron pidieron disculpas, y la respuesta que recibieron a cambio fue suspenderlos y dejarlos solos al escarnio público. La dirigencia no sólo no se tomó un tiempo para analizar, pensar y consultar, sino que actuó de un modo que no se condice con lo que mamamos en nuestros clubes. Se hubiese evitado, también, las contramarchas desprolijas que alimentaron la tensión.
Conozco a estos chicos. Me han invitado a compartir una cena con ellos cuando estuvieron en Inglaterra, tengo intercambios y sé de la calidad de personas que son. Pablo Matera ha evolucionado como persona (no me detengo a analizarlo como jugador, porque está a la vista lo que es) y lo ratifica el apoyo y la confianza que tiene de sus compañeros. He sido capitán de los Pumas durante casi 20 años y sé que a los capitanes los elige la dirigencia, pero son los jugadores los que lo ratifican. En este tiempo, sobre todo en este Tres Naciones, Pablo ha demostrado que es un muy buen capitán, también fuera de la cancha.
Todo esto que ha pasado, este sube y baja emocional de los últimos días, pero también en el camino que se ha tomado en los últimos años, nos tiene que servir de ahora en más para plantearnos, de un modo profundo y amplio, qué queremos de nuestro rugby. Adónde queremos ir y cómo. No creo en la autocrítica como única solución, sino en un camino que vaya mucho más allá.
Me vuelvo a detener en la UAR y su proceso profesional. Porque se quiere ser profesional para unas cosas y no se lo es para otras esenciales, como acompañar a un capitán, que es la imagen del equipo, en el asesoramiento para un mundo en el que hoy se está permanentemente expuesto. Conozco bien a los neozelandeses y sé perfectamente que su homenaje no se debe a una improvisación, sino a una construcción de años.
Me alarma que en medio de todo lo que está atravesando el rugby, se escuchen algunas voces preocupadas porque se pierdan los anunciantes. ¿Adónde hemos llegado? Por eso creo que debemos repensar el camino a tomar. No tengo dudas de que la sangre del rugby argentino corre por las venas de los clubes. Ahí es donde nuestro tiempo es cuatro veces más que los 80 minutos de un partido. Donde, como dice ‘Pochola’ Silva, tenemos que confraternizar con los que jugaron con nosotros y los que juegan ahora.
Es por eso que también propongo que pensemos nuevas formas de elegir a nuestra dirigencia. Lo más amplio y democrático es que cada uno de los más de 500 clubes que hay en el país tenga un voto y pueda ejercerlo, y no que lo decidan entre las Uniones. Debemos ser transparentes, discutir cómo se reparte el dinero y, claro, continuar y mejorar lo que se hizo bien. Es nuestra gran oportunidad. Siempre nos hicimos más fuertes en la adversidad.