Rigurosos, comprensivos, metódicos, ofensivos, defensivos, adaptables. Hay de todo en el mundo de los técnicos. ¿Existe algún modo mejor que otro? ¿Alguno tiene la fórmula perfecta?
En el fútbol hay entrenadores de todos los estilos. Los audaces, los defensivos, los que cambian, los que buscan administrar recursos escasos, los que tratan de lidiar con vestuarios complejos desde la llegada al jugador. Hay variantes para todos los gustos. Todos ganan y pierden. Y queda una impresión: no hay verdades absolutas. Nadie tiene el librito mágico. Rigurosos, comprensivos, metódicos, adaptables… Hay de todo en el mundo de los técnicos. ¿Existe algún modo mejor que otro? ¿Alguno tiene la fórmula perfecta? Vaya un repaso por nombres y sistemas de trabajo.
Alfio Basile es el último entrenador argentino en ganar una Copa América (obtuvo la de Chile 1991 y la de Ecuador 1993, ambas de modo invicto) y también la última competición FIFA (la Copa de las Confederaciones de Arabia Saudita 1992, entonces llamada King Fahd). La historia del Mundial de 1994 la conoce el mundo: el sospechoso doping de Diego Maradona alteró los planes de un equipo que parecía capaz de arrasar.
Incluso en aquellos días de triunfos y consagraciones, muchos se quejaban con una frase hiriente: «El Coco no labura». Por su sencillez, por su modo simple de plantarse frente a las discusiones futboleras, pagaba ese precio. Pero aquellas victorias estuvieron decoradas por varias jugadas preparadas (como las apariciones de Darío Franco casi como delantero) o de pelota parada, nacidas en las prácticas de Ezeiza.
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Cuando dirigió a Boca, en 2005 y en 2006, en la cancha de Arsenal le tiraban con cubitos de hielo. «Para que los uses con el whisky», le gritaban. Disputó cinco torneos. Los ganó todos. Pero el estigma de que no era un entrenador metódico y moderno seguía en pie. Claro que también tuvo tropiezos, pero su palmarés debe ser la envidia de casi todos los que actualmente dirigen en la máxima categoría de la Argentina.
Gustavo Alfaro, entrenador de decorosas campañas, con buena prensa, asociado al fútbol defensivo, de ir a buscar los rebotes, de tirar centros, fue multicampeón con el Arsenal de los tiempos de Don Julio Grondona. Sin embargo, resulta escasamente discutido, más allá de su estilo que suele lucir despojado de cierta búsqueda estética.
Marcelo Gallardo, el entrenador más exitoso de la historia de River, es una amalgama de estilos. Es un técnico que se adapta. Nadie podrá decir que es bilardista, menottista, bielsista. Se construyó a sí mismo hasta convertirse en una estatua para todos los tiempos. Su gran virtud: saber adaptarse a las diversas circunstancias y a los recursos con los que cuenta. Una suerte de Carlos Bianchi, pero de la otra orilla y con la banda roja en el pecho.
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«Soy un especialista en fracasos», dijo varias veces Marcelo Bielsa, el entrenador que sacó campeón al Leeds y conmovió a toda una ciudad. El que ganó tres de las cinco Ligas que dirigió en la Argentina (dos con Newell’s y una con Vélez), el que perdió por penales las finales de la Libertadores y de la Copa América, el que llevó al Athletic Bilbao a dos finales, el que enamoró a Marsella y le devolvió protagonismo ante el imperio del PSG. Con una virtud añadida: transformó jugadores aceptables en cracks de élite. Pero todavía le pasan la factura del Mundial 2002, aquel llanto en el vestuario de Miyagi, tras la eliminación en la primera ronda. Venía de ser elegido el mejor entrenador del año anterior.
De cada lugar del que partió dejó un legado. Se lo recuerda por sus condiciones humanas y también por un trabajo que deja huellas para seguir. Es un formador. Es un modo de conducir.
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Pep Guardiola, uno de los entrenadores más exitosos de todos los tiempos, con el sextete con el Barcelona como principal exponente inigualable, dice que Bielsa es «el mejor de todos nosotros». Lo repitió ahora, cuando le dio la bienvenida a la Premier League. Y lo dice incluso a pesar de que sus equipos no juegan de modo idéntico.
El catalán, ahora entrenador del Manchester City y también admirador de César Menotti, es el paradigma del fútbol de posesión. La pelota es una religión a la que hay que rendirle culto. Está convencido. Y así juegan sus equipos. Lo logró incluso en el Bayern Munich, históricamente asociado a un fútbol más físico, más vertical. Allí, en Alemania, también fue campeón.
José Mourinho, hoy en Tottenham Hotspur, fue el último en asombrar en la Champions League que no admite sorpresas (se consagró con el Porto, en 2004) y el último en darle una Orejona al Inter (en 2010). En varios de esos partidos de un modo del que no reniega: il catenaccio. No le importa que lo critiquen. Ni ahora ni nunca. «¿Ganamos? Sí. Listo. Eso es lo único que importa», dice. Bilardismo en estado puro.
Jose Mourinho y Pep Guardiola, mano a mano en la Premier League. Foto:, Reuters
Polémico, locuaz, irascible, se convirtió durante una década en la contracara de Pep. Sobre todo en los tiempos en los que estaba a cargo del Real Madrid. Y como todos los anteriores, con su fórmula, le tocó ganar y perder.
Ya lo aprendió desde que llegó a la Premier League: no hay invencibles. Ni siquiera Jürgen Klopp, el hacedor de este Liverpool que ganó la pasada Champions y arrasó en la reciente Premier League. Pero en esta edición 19/20 se cruzó con el Atlético de Madrid y se quedó afuera en Anfield, tras perder 3-2.
Justamente Diego Pablo Simeone le imprime a su Aleti un estilo aguerrido, de dinámica constante y perfección a la hora de castigar a tiempo y defender el cero en el arco contrario. Lleva ocho temporadas consecutivas en el podio de los tres mejores de España, con participaciones destacadas en la Champions. Toda una era del Cholo.
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Como lo que ha construido Zinedine Zidane en el Real Madrid y los títulos que le ha permitido ganar como domador de egos que es. Talentoso era en la cancha como jugador y demuestra un manejo de grupo que piensa en el futbolista y que se gana el respeto de ellos por decir lo que piensa de manera sencilla y defender la estirpe del Madrid.
La sensación que acontece en la Argentina se reitera en Europa: no hay fórmulas mágicas ni métodos que contengan particularidades para garantizar la victoria. Es fútbol. Territorio de asombros y de sorpresas.
Fuente: Waldemar Iglesias – Clarín.com – Deportes – Fotos: