Hace un año se nos iba el genio del arco: innovador en su estilo, talentoso en el área, rompió también paradigmas fuera de la cancha. Reseña de un hombre que hizo época y marcó su puesto.
George Martin ha sido, para muchos, el quinto Beatle. El inglés, ingeniero en sonido y arreglista de la banda, supo explicar que el éxito de The Beatles se debió a que estuvieron “preparados para cambiar, hacer cosas diferentes”.
El arco de River tuvo a su Beatle. Amadeo Carrizo fue un revolucionario que incorporó costumbres que han trascendido a la mera indumentaria: que haya sido el primer arquero en lucir guantes en el país, o un pionero en trabajar como modelo, son apenas algunas de sus innovaciones. Acaso las más superficiales. Aunque su legado fue más profundo.
Foto inédita, con espejo en mano, posada para la cámara (Gentileza Museo River).
Sí, es cierto que incorporó la protección en las manos, tradición que importó de Italia en 1957: Giovanni Viola le obsequió un primer par y él compró otro, que utilizó por primera vez a escondidas. Amadeo guardó los guantes en las medias y se los colocó recién al llegar al arco. Le daba algo de vergüenza: nadie imaginaba a un arquero con guantes, como tampoco a uno sin rodilleras… hasta que llegó Carrizo.
Él fue su propio modelo a seguir. Confió en sí mismo a los 16, cuando Carlos Peucelle le confirmó que había sido aceptado en River como arquero y se resignó a que no sería centroforward. Y a los 18, contra la lógica, rechazó un puesto de empleado ferroviario en el FC Pacífico. Sabía que triunfaría. Si hasta se animó a las pasarelas cuando Ante Garmaz lo fichó para su staff porque “tenía pinta”. Y Amadeo posó hasta con tapados de piel; fue de los primeros futbolistas en romper el paradigma y animarse a ser referencia de moda.
Carrizo, el arquero moderno de los 60, llegó a aceptar que podía atajar “con un solo ojo” en una entrevista con la antigua revista River. “Y… ¿no atajo a veces con una sola mano?”, decía hace cincuenta años, destacando cómo le desvió un cabezazo venenoso de pique al piso a Micheli, de Independiente. “Me pude arquear en el aire y elevarla sobre el travesaño con la punta de los dedos”, describía. Aunque también cortaba centros con la palma en alto, o incluso con el pecho, como en la final de la Libertadores 66.
Look Beatle en el año 1966, capturado por la revista del club (Gentileza Museo River)
Esas cosas destacaban a Carrizo por encima del resto: sacaba pelotas que otros no. Tan bueno fue que incluso sus logros llegaron a emocionarlo: lagrimeó cuando alcanzó su récord de imbatibilidad, 769 minutos, el 14 de julio de 1968. “Hasta los hinchas de Vélez me felicitaron ese día”. Los delanteros no tenían mucha oportunidad con él: casi nunca daba rebote.
Pero también era pícaro, Amadeo. Fue el primer arquero en salir jugando del área, gambeteando como lo hizo en un superclásico de octubre del 54: capturó un centro a Borrello, lo esperó y lo eludió dos veces. Sus salidas largas también eran épicas: con el empeine podía ubicar la pelota en el esternón del escurridizo Walter Gómez.
Imagen icónica: boina, medias en alto, mirada escrutando la jugada. Un Amadeo auténtico (Gentileza Museo River).
Por algo, la IFFHS lo declaró el Mejor Arquero Sudamericano del Siglo XX y el 12 de junio fue declarado por el Congreso como el Día del Arquero en la Argentina. Él, un innovador, lo merecía. Fue el más grande arquero. El arquero Beatle.
YO DIGO – RODOLFO D’ONOFRIO (Presidente de River)
Una estrella humilde
Amadeo fue el arquero que inventó el puesto. El que empezó a salir de los tres palos, el que podía ser de esta época porque jugaba con el pie. Se adelantó en el tiempo. Tenía una habilidad impresionante, cosas que se valoran en los arqueros de hoy. Un ídolo con el que tenía relación incluso antes de ser presidente. El atributo más grande fue su personalidad: peleó por la vida hasta el final. Era un tipo súper pintón con una personalidad muy grande.
Pero, además de lo deportivo, Carrizo fue un caballero en todo sentido, nunca se excedía en nada. Por eso la admiración y el respeto. Lo primero que hice en River fue nombrarlo presidente honorario: fue algo que merecía. Y él venía a las reuniones y hablábamos mucho de fútbol. Hasta último momento fue un verdadero atleta, queriendo mucho al club. Y es que Amadeo representa la grandeza de River, no del más grande sino de valores de espíritu: para ser humilde hay que ser grande como él, que era una estrella.
Fuente:NICO BERARDO Olé – Fotos: Gentileza Museo River – Olé