Los neoyorquinos no saben quién es Alejandro Burzaco , pero pueden encontrárselo en una plaza de Manhattan jugando al ajedrez con algún compañero de ocasión. También pueden ver al ex CEO de Torneos , que hace cinco años se transformó en el fugitivo más buscado del planeta , en una iglesia cercana a Washington Square . Sus amigos cuentan que allí, desde hace 4 años y por decisión propia, el arrepentido del FIFAgate arma las viandas de quienes van a pedir comida: un sándwich y una bebida para cada uno. Burzaco pasa el resto del tiempo en un departamento que alquila en Nueva York y que, según quienes lo visitaron, no tiene ningún rastro de los millones de dólares que supo amasar. Allí aprovecha para leer y tener contacto virtual con su familia, que pasa la cuarentena en Buenos Aires , pero que hasta 2020 solía viajar a visitarlo dos veces por año y permanecer unas semanas con él.
«Es una persona cualquiera, que en la calle pasa inadvertida», dice una fuente que lo conoce desde hace años. Y agrega: «Además del ajedrez, le gusta el póquer, aunque lo juega cada vez menos». Es cierto: su perfil de jugador está inactivo desde 2014. Tiene su foto con gorrita, del equipo del que es hincha de fútbol americano (Green Bay Packers), parecida a la que usó el día del gas pimienta en la cancha de Boca, cuando las cámaras lo inmortalizaron en su última foto pública antes de que explotara el escándalo de corrupción en el fútbol. Burzaco ganó US$15.520 dólares en su carrera como jugador de póquer, muchísimo menos que como ejecutivo de la TV. Ocupa el puesto 93.181 en el mundo y su mejor ubicación fue 44.807. «Calculador y exitoso. Ganador». Así lo definen quienes lo conocen en su faceta de jugador con los naipes.
Burzaco ya no tiene tobillera electrónica ni vigilancia permanente del FBI. A fines de 2015 sus abogados solicitaron liberarlo de ambas cuestiones. La corte que lo investigaba, encabezada hoy por la jueza Pamela Chen, aceptó. El ex CEO de Torneos espera la fecha de sentencia en una investigación que lo tiene como uno de los principales arrepentidos-colaboradores. El día del veredicto fue postergado varias veces, porque la investigación y la colaboración de Burzaco, respecto de otros investigados, aún continúa. Mientras tanto, cada vez que suena su teléfono celular y del otro lado habla algún funcionario judicial, Burzaco responde con la verdad. En perfecto inglés. Está obligado a hacerlo y, además, sabe que este tiempo puede llegar a ser contabilizado en una eventual condena.
En noviembre de 2017, y a pedido de los investigadores, el argentino confesó : «Participé en el pago de coimas desde que arranqué como accionista de Torneos, accionista directo en 2005, hasta que Grondona murió, en julio de 2014. El propósito de nuestro diálogo era arreglar, discutir los mecanismos bajo los cuales la coima iba a ser pagada; confirmar, en otros casos, que hubiera sido correctamente recibida. Pedir sus acciones o su influencia, incluso que la coima fuera pagada para ciertos contratos; firmar; extender; proteger; no rescindir, como en cada caso y en cada momento de mi vida en este negocio. Creo que esto es un buen resumen», dijo entonces ante el requerimiento de los jueces. Tiempo más tarde, el paraguayo Juan Angel Napout (ex presidente de la Conmebol) y el brasileño José María Marín, ex presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) se convertirían en los dos primeros condenados de la causa.
«La investigación va para largo», aseguran quienes leen a diario todas las fojas de la causa iniciada el 27 de mayo de 2015, y que se publican en un sitio web del departamento de Justicia de Estados Unidos. «El coronavirus, además, contribuyó para que todo se demore», agrega la fuente. En los últimos días, un planteo de nulidad presentado por los representantes legales de Hernán López, un ex directivo de Fox acusado en abril, también hizo lo suyo para demorar los tiempos y alargar una investigación que amenaza con tener todavía más derivaciones.
Burzaco, mientras tanto, espera. «Y se aburre, claro», como confiesa alguien que lo conoce. Lejos del glamour de los restaurantes de la guía Michelín o del hotel Baur Au Lac en el que la FIFA pagaba US$ 4000 por cada noche de sus ejecutivos, el empresario argentino (que hace un tiempo vendió sus acciones en Torneos) se cocina solo y no tiene servicio doméstico. La pandemia del coronavirus y la cuarentena impuesta en Nueva York hacen que tampoco pueda disfrutar de otro pasatiempo que le gustaba hace años: el golf. Un deporte que practicó por el mundo con las familias de Luis Nofal y Carlos Ávila, sus socios en Torneos.
De todas formas, quienes mantienen contacto con el ejecutivo aseguran que está «muy bien de ánimo» y que todos estos años fueron «un aprendizaje muy grande». No perdió su relación con los amigos de siempre, algunos de los cuales lo ayudaron a pagar la fianza que necesitó para quedar en reclusión domiciliaria en el amanecer del FIFAgate. A ellos les recuerda que lleva el temple en sus genes: su abuelo peleó en la Segunda Guerra Mundial. A sus mejores amigos, también, les admite que extraña (y mucho) un lugar en el que fue muy feliz: el estadio Monumental. Aunque el día más feliz de su vida lo haya vivido por televisión: el 9 de diciembre de 2018. Dicen que esa noche, luego del 3-1 de River a Boca en Madrid, se lo vio caminando con la camiseta de River por Nueva York.