“El fútbol une lo que la locura humana quiere separar”, explicaba el mediocampista de Atalanta, Matteo Pessina, en su cuenta de Instagram. Palabras acertadas para los tiempos que corren. Y es justamente su equipo el que muestra que el factor humano puede romper todo tipo de diferencias producto de la barbarie que está atravesando hoy el este de Europa.
En el equipo de Bérgamo conviven un ruso y un ucraniano: Aleksej Mirancuk y Ruslan Malinovskyi. Son amigos, al nivel que el ucraniano ofició de traductor durante los primeros días del moscovita en el club, para ayudarlo con su adaptación. Además, tienen una sana disputa: la del puesto de volante ofensivo dentro del campo de juego.