En Vicente López, venció por 3-1 a Platense con goles de Briasco, Diego González y Pavón (Bertolo anotó el empate parcial). El domingo, recibe a los de Avellaneda.

¿Cómo era eso de ganar y jugar bien? Hacía un largo tiempo que Boca se había olvidado de esa hermosa sensación de sentirse completo. Pero en la segunda presentación de Sebastián Battaglia, que se la jugó con varios cambios y nombres de la cantera, volvió a dominar a un rival con buen juego como hacía rato no pasaba. Después de 24 años pisó de nuevo Vicente López y le ganó 3-1 a Platense. Supremacía y efectividad, la ecuación de Boca para seguir en recuperación.

La paridad duró hasta que un envío largo de Carlos Izquierdoz decantó en un grave error de cálculo del arquero de Platense. Así, Boca pudo romper el cerrojo que hasta ese momento, 23 minutos, le impedía entrar al área local. El Cali anticipó y en una fracción de segundos levantó la cabeza y vio a los centrales adelantados. Allí puso la pelota. Norberto Briasco se vio superado en la posición por Lucas Acevedo, que al ver que Jorge De Olivera abandonó su arco para salir a despejar lejos intentó cortinar al platinado delantero xeneize. Pero De Olivera falló, Acevedo no rechazó y Briasco tuvo la lucidez para no cometer falta desde atrás y meter la pierna para definir por arriba.

Esa secuencia fatídica para el dueño de casa destrabó el encuentro. Hasta allí, Boca intentaba imponer condiciones con este nuevo esquema 4-3-1-2, con el pibe Aaron Molinas suelto, secundado mayormente por Juan Ramírez, que se tiraba al medio al bajar Briasco para arrancar por la banda zurda. Sin embargo, Platense presentó batalla con la idea de atorar la salida de Alan Varela, uno de los nombres que Battaglia eligió para volver a la titularidad. Justamente Nicolás Bertolo le robó el balón a Varela en una salida y eso decantó en un remate peligroso de Florián Monzón.

El gol desbloqueó el mediocampo del Calamar. Varela empezó a crecer demostrando que aporta mayor claridad que Esteban Rolón en el círculo central. Molinas y Ramírez tomaron los hilos de la conducción y las andanzas de Briasco eran difíciles de domar por su sector. La balanza se terminó de inclinar totalmente para el lado azul y amarillo y el dominio de la visita pasó a ser absoluto, como hacía mucho no le pasaba a los de La Ribera. De todos modos, le seguía resultando incómodo pisar el área marrón. Un disparo desde afuera de Molinas fue la otra de riesgo de una primera parte en la que la superioridad en el juego no se terminaba de reflejar en ocasiones de peligro.

Por caso, antes del descanso llegaría la sorpresa de Platense, que aprovechó un tiro de esquina para alimentar su esperanza con la igualdad gracias a la pesca en el área de Bertolo, que recogió una pelota sin dueño y la mandó adentro. Pero, en este caso, la esperanza fue lo primero que perdió el conjunto de Saavedra. Poco le duró el entusiasmo. El 1-1 fue apenas una ilusión óptica.

La realidad se impuso en el complemento, porque Boca, lejos de acusar el impacto, se mantuvo en el plan de monopolizar el juego. Y quien se encargó de darle justicia nuevamente al resultado fue el Pulpo González al soltar el pie derecho como un tentáculo para acomodar su definición de primera de manera sutil contra un palo, bien lejos de De Olivera.