El seleccionado de Marcelo Méndez venció en sets corridos a EE.UU. y el martes juega el primer cruce decisivo ante Italia.
TOKIO.- “¡Ey!, no vamos a cerrar nada, ahora. ¡Tenemos que tener paciencia! Es largo. Pero juguemos convencidos, no vayamos a mitad, ¡Somos Argentina!, vayamos convencidos!”. Luciano De Cecco arengaba con una toalla colgada al cuello y su voz retumbaba en el gimnasio de Ariake. Durante ese minuto pedido por Estados Unidos, gesticulaba con la seguridad de capitán ante sus compañeros del voleibol. Estaba convencido de que el triunfo se veía venir, solo faltaba un rato para madurar. Solo pedía paciencia. El domingo ya era lunes en Japón, y la chapa del estadio mostraba el 2-0 a favor y un último parcial de 15-13. La zanahoria del triunfo estaba ahí. Y a esas alturas, el equipo de Marcelo Méndez era como un volcán en erupción.
Entre remates y bloqueos, finalmente llegó el estallido: un triunfazo por 3-0 (25-21, 25-23 y 25-23) para meterse directo en los cuartos de final. Se abrazaron entre todos, se alzaron a upa y se gritaron cara a cara en una correntada de pasión. Ahora, la Argentina se medirá el martes ante Italia, a las 5 de nuestro país. Mientras tanto, quedaron guardadas imágenes de un partido para el recuerdo, de esos que pueden marcar un punto de quiebre. Una de las escenas fue el golpazo que se dio Facundo Conte promediando el tercer set: el número 7 argentino corrió a buscar una pelota complicada, chocó contra los carteles de publicidad y quedó lastimado. En algún momento hubo susto entre sus compañeros, pero el hijo de Hugo se recuperó. Parte de la épica que vivieron estos muchachos.
“Dimos un paso importantísimo. Logramos otra vez, como pasó en Río 2016, tener una chance de soñar con el oro. Estoy muy orgulloso de este equipo, porque en las buenas y en las malas estuvimos juntos. Pasamos momentos difíciles, de los que hubo que recuperarse, y esta vez cambiamos el curso de la historia”, decía luego Facundo, con los magullones de esa caída aparatosa fuera de la cancha, pero con la alegría incontenible de haber dado un paso clave. “Viejo, me pone muy feliz estar compartiendo esto con vos”, le soltó después a su papá periodista, un hombre que supo lo que es subirse a un podio en una cita olímpica con aquel bronce arrebatado a Brasil en Seúl ‘88.
Viene siendo un certamen de emociones fuertes para este grupo, que trabaja para ganar desde hace doce temporadas y en el que se fueron anexando varias piezas a lo largo de los años. Renovación y cambio con la idea de avanzar cada día un poco más, más allá de las contramarchas, los resultados adversos y un ámbito hiperexigente como siempre propone el voleibol internacional. Hace dos fechas, el revés en el tie break ante los brasileños fue durísimo para el conjunto nacional, sobre todo porque Argentina había ganado los dos primeros sets. Aquella noche todo se dio vuelta, en un mar de lamentos y frustración. “Pero esa derrota con Brasil nos sirvió de experiencia, la tomamos y ésa fue la diferencia. Sirvió, nos dejó algo. Por ahí, si le ganábamos, después nos relajábamos. Demostramos que estamos bien plantados”, apuntó Sebastián Solé.
La Argentina trazó su camino en el Grupo B de menor a mayor: arrancó con derrotas ante el Comité Olímpico de Rusia (3-1) y Brasil (3-2), para luego vencer sucesivamente a Francia (3-2), Túnez (3-2) y Estados Unidos (3-0), una campaña que la colocó en el tercer lugar de la tabla. El último éxito ante los norteamericanos fue particularmente importante por tres motivos: la selección dejó afuera a la potencia histórica, mostró una agresividad y efectividad nunca antes vista en este certamen –por algo se impuso en sets corridos- y se posiciona con el ánimo por las nubes para los cuartos de final, en donde habrá que perfilar la estrategia ante italianos, segundos del Grupo A detrás de Polonia. Con el clic mental que activó el inefable Brasil, la selección ya alumbra la chance de otro impacto.
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Fuentre:Gastón Saiz LA NACION -Fotos: Toru Hanai – Getty Images AsiaPac – Manu Fernandez – AP – LA NACION Deportes