No pudo Diego Schwartzman contra Reilly Opelka. El gigante estadounidense, de 2.11 metros, hizo valer su potencia, capitalizó una jornada sin los aciertos necesarios de parte del argentino, y se quedó con el pase a la tercera rueda del Masters 1000 de Cincinnati con un triunfo por 6-3 y 7-6 (7-4), en una hora y 42 minutos de acción en Flushing Meadows.
Tal como podía esperarse en lo previo, fue un duelo incómodo para Schwartzman frente al número 39 del mundo. El único argentino presente en los singles del torneo norteamericano ya sabía que iba a encontrarse con un rival que lo iba a bombardear con el saque y que le iba a jugar puntos cortos, a todo o nada, sin darle la chance de meterse en ritmo. Para el Peque, lo necesario era mostrarse consistente y esperar alguna flaqueza en el servicio de Opelka para capturar el quiebre.
Sin embargo, desde temprano Schwartzman se vio condicionado por un porcentaje muy bajo con su saque (apenas 35% de primeros servicios en el set inicial) que lo dejaron a merced de su adversario. Opelka quebró en las dos chances que tuvo y se llevó con holgura el primer parcial. En el segundo, el Peque se repuso de un quiebre y hasta tuvo sus oportunidades con tres set-points (todos con el saque de Opelka) que no pudo capitalizar. En el tie-break, el estadounidense fue más agresivo y certero, y selló la victoria en el segundo match-point.
Schwartzman no le escapó a la autocrítica tras la derrota: «Fue difícil el partido. Todo lo que tenía que hacer para ganar, lo hice muy mal. Jugué un partido horrible. Saqué muy mal, intenté meter más los primeros saque en el segundo set, pero el primer set se me fue rápido, hice muchos errores. Encima las estadísticas de saque de él tampoco fueron tan buenas. En el segundo set tuve la chance, pero cometí muchos errores de fondo, y ahí tendría que haber sido muy superior. Jugué horrible. No sé si culpar al ritmo. Tuve un muy mal día».
Luego, en la rueda de prensa a través de Zoom, el Peque se refirió a las vivencias de pasar estas semanas en la «burbuja» sanitaria que preparó la organización del US Open en Nueva York. «No hay otra opción. Pero hay peligro de cualquier cosa. El hotel en el que estábamos estaba casi colapsado, así que nos mudamos a otro, pero hay mucha gente de afuera, con azafatas y pilotos, y si bien estamos separados en sectores, por ahí el ascensor se comparte con gente que no viene al US Open».
«La verdad es que soy muy cuidadoso, muy conservador con el coronavirus, soy algo cagón con este tema. Yo tomo precauciones de todo tipo y me cuido todo lo que puedo, porque un positivo te deja al menos 15 días fuera del circuito. Ojalá la vacuna salga pronto y se pueda volver a la normalidad en el tenis, pero tengo claro que primero hay otras cosas. Después, ando con el alcohol en el bolsillo todo el tiempo, le pasamos el alcohol a todo, tengo una alarma para lavarme las manos cada dos o tres horas», explicó Schwartzman.
Y sobre lo que viene, contó: «Tenemos entendido que en Europa se va a jugar con algo de público. Ahora, sin gente, le falta chispa. Con aliento te motiva un poco más jugar, pero es una cuestión de costumbre. Igual, son decisiones que no pasan por nosotros. Creo que en 2021 va a volver un poco más lo cotidiano, con o sin público». El número 13 del mundo continuará en Nueva York entrenándose en los próximos días, de cara al US Open, el segundo Grand Slam del año, que empezará el lunes próximo en Nueva York, en el mismo predio Billie Jean King en el que esta semana se juega del torneo de Cincinnati.
Fuente: José Luis Domínguez – LA NACION DEPORTES – Fotos: : AP – Crédito: Frank Franklin II – LA NACION DEPORTES