/La segunda juventud El secreto de Manu Ginóbili, Gabriela Sabatini y Santiago Lange para mantenerse siempre activos

La segunda juventud El secreto de Manu Ginóbili, Gabriela Sabatini y Santiago Lange para mantenerse siempre activos

Para entender por qué lograron tocar la cima del deporte, es necesario detenerse en los detalles. Es muy sencillo hacer foco en el brillo de las conquistas, sus vitrinas encandilan. Sin embargo, cuando se hurga en el camino que eligieron para construir sus carreras, la fórmula es casi perfecta. Porque no se trata de una conducta a la que se abocaron para alcanzar el éxito. Es un estilo de vida que eligieron. Son el ejemplo más acabado de que lo que representa ser, o haber sido, un deportista de elite, aun cuando los días de gloria para algunos de ellos ya son parte de los archivos. Con sólo verlos alcanza para comprender todo: Gabriela Sabatini, Santiago Lange y Manu Ginóbili se mantienen activos, con vidas saludables, se entrenan a diario, recorren kilómetros y kilómetros en sus bicicletas, estudian cómo sentirse mejor… Son dueños de una juventud eterna. Ginóbili (45 años) y Sabatini (52 años) abandonaron la alta competencia, pero siguen activos y en forma. Con 60 años, Lange sigue en carrera y sueña con competir en los Juegos Olímpicos de Paris 2024. Meticulosos, inquietos, curiosos, pero sobre todo determinados en tener una vida sana. Con algunas licencias, claro, pero sin que eso represente un desajuste en sus rutinas. La bicicleta parece el elemento perfecto para sostener un estado atlético cercano al que tenían en los días en los que dejaban su marca dentro del universo del deporte de elite. El gimnasio una cita ineludible para sostener los hábitos que adquirieron en las épocas de entrenamientos intensos. Mantener lo más alejado posible las harinas y los azúcares, es casi una regla de vida, ya que saben bien que para mantener estados físicos y mentales óptimos es necesario hacer algunos esfuerzos. Aunque para ellos, ya se volvió una costumbre tener este tipo de cuidados y no representa complicaciones sostenerse por esa ruta de cuidados y sin excesos.

foto AML

Manu

Ginóbili

Estudio y razonamiento, elección de vida

El poder mostrarse sólido físicamente siempre fue un tema central para él, debía competir contra súper atletas, por eso entendió que debía hacer todo tipo de sacrificios para estar en la elite. Y todas las herramientas que adquirió después de más de 20 años de carrera, las atesora porque entiende que parte de esa información es vital para conservar una mejor calidad de vida. Razona, procesa y estudia cada paso. Siempre lo hizo, cuando estaba en plena actividad chocando contra torres de más de dos metros de altura y más de 110 kilos de peso y ahora que su vida pasa por disfrutar de todo lo sembrado durante su fantástica excursión por el universo NBA. Manu Ginóbili ya no se obsesiona, pero es tan cuidadoso de su descanso, alimentación y actividad física, que parece luce como si nunca hubiera dejado de usar la 20 de los Spurs. “A nivel general mantengo todo lo que hacía. Soy mucho menos detallista, tengo más permitidos. En líneas generales trato de comer bien. Aunque sé que ya no tengo la rigurosidad de antes, incluso, el hecho de ir más a la Argentina hace que mi disciplina, en cuanto a la alimentación, no sean tan estricta. Diría que incorporé algunas cosas que antes no hacía: ayunos intermitentes, tratar de comer dos horas antes de ir a dormir, caminar un poco después de comer, cosas sobre las que leo ahora y antes no tenía esa data. Trato de comer menos azúcares, menos harinas, pero lo hago”, dice Ginóbili a LA NACION. Ya no tiene entrenamientos en el Facility de San Antonio Spurs pero sostiene algunas rutinas. Cuando no realiza los ayunos intermitentes, come proteínas y consume grasas, que es lo que necesita el cuerpo para estar más flexible. Las grasas que consume son las del huevo o las de la palta. Son las grasas buenas. Y las proteínas, por ejemplo, del jamón crudo, por lo general, de animales alimentados con bellota, no el de un animal alimentado a cereal, ya que esa grasa es mala. También consume dátiles, algunas nueces, algunas almendras, avellanas. Muchas frutas. Eliminó la comida procesada y la reemplazó por alimentos ricos en vitaminas, cereales, verduras, pescado y aceite de oliva.

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Ginóbili empezó a andar en bicicleta como una actividad recreativa, pero luego la incorporó como parte de su rutina de entrenamiento

Todos estos hábitos los incorporó en 2009 cuando comenzó a trabajar con su primo Paulo Maccari, que le acercó la propuesta de modificar algunas cuestiones de su preparación y de su alimentación. Y en ese punto, resultó fundamental la guía de la bióloga española, Yolanda Satiuste, que durante años mantuvo contacto con Many, Marianela Oroño, la mujer de Manu, para ordenar el plan alimenticio al que se sumó toda su familia. Pero como es inquieto, él fue incorporando nuevos detalles. Por eso pone especial atención a su descanso. Desde hace varios años tiene un anillo, el Oura Ring, con el que monitorea sus horas de sueño. Es uno de los dispositivos que revolucionó el mercado durante 2018. Este dispositivo, que tiene diferentes diseños y cuesta entre 346 y 1157 dólares, funciona con una aplicación que cada mañana ofrece las métricas de las fases de sueño nocturnas, el ritmo cardíaco, el modo de respirar y se complementa con los datos que cada usuario registra a lo largo del día. Incluso, luego de un período de juntar datos de la persona permite identificar los niveles y momentos de baja productividad que puede ser consecuencia de un mal dormir. Descanso El libro Why We Sleep de Mathew Walker, un neurocientífico y psicólogo de la Universidad de Berkeley, en California, especializado en estudiar las consecuencias del mal dormir en el ser humano, se convirtió en una publicación determinante para que Ginóbili tomase la decisión de controlar su forma de descansar. “Para mí dormir bien es prioridad, porque estás más sano, más fuerte, de mejor humor al día siguiente, generás más y mejore anticuerpos. Funciona para todo el sueño”, dice Manu Ginóbili. El deporte es determinante para él. La bicicleta se convirtió en su principal aliada. Primero comenzó como una actividad para mantenerse en forma, lo compartía con Many, pero después se transformó en un espacio en el que podía poner su espíritu competitivo, porque recorre kilómetros y kilómetros sobre una Specialized Diverge Expert cuando está en San Antonio. Si está en la Argentina utiliza una Venzo XBlaze EX. La idea de mantenerse activo es convencimiento, pero también comprendió lo importante de tener un cuerpo saludable y flexible, a partir de haber aplicado, desde que era jugador, el Método Busquet. Es una técnica de terapia manual que busca encontrar la fuente del problema para tratar el cuerpo. Se concentra en liberar zonas de tensión, les devuelve una buena movilidad a los tejidos orgánicos en las diferentes cadenas musculares. Como el conjunto de funciones del cuerpo está naturalmente programado, el fin de este método se resume de la siguiente manera: intenta quitar del cuerpo un máximo de tensiones estructurales parásitas que son la base de las disfunciones, deformaciones y dolores. De todas formas, no se obsesiona tanto con estas cuestiones, pero sí tiene claro que no quiere alejarse de la actividad física y que la necesita como siempre: “Trato de hacer ejercicio tres o cuatro veces por semana. Incluso, hasta puedo hacer actividad física cinco o seis veces, pero no es algo que pueda sostener, por diferentes obligaciones. No estoy haciendo tanto gimnasio, ni stretching, como hacía antes y lo extraño. Me mantengo activo con la bicicleta y el tenis, que son mis principales actividades. Meto algo de remo indoor cuando está feo el clima o cuando no tengo tiempo para la bici o no consigo a alguien para jugar al tenis. Pero sé que tengo que agregar definitivamente el gimnasio”, relata Manu. No busca cargar su agenda con actividades laborales porque como dijo cuando se retiró, en 2019, quiere saber qué implica tener tiempo libre y cómo se siente estar “aburrido”. Viaja por turismo más que antes, se toma más tiempo en la Argentina, se concentra en realizar inversiones para alentar a nuevos emprendedores y a poner especial atención a desarrollos en tecnología. Pero en medio de esa agenda, siempre hay espacio para cuidarse, porque de esa forma se construyó Manu Ginóbili y nada es casual cuando se trata de él: “Mis rutinas saludables se deben a que quiero estar sano, bien mentalmente, contento y creo que son cosas que vienen además con las buenas conductas. Men sana in corpore sano. Las buenas costumbres físicas, alimenticias y de descanso son prioridades para el bienestar”, explica.

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Gabriela

Sabatini

Un cable a tierra, una necesidad mental

La carrera tenística de Gabriela Sabatini fue una obra de arte. Con picos de inspiración, alto impacto y, también, obstáculos sobre el final. Medida y tímida, Gaby siempre se refugió en su privacidad. Su carisma, talento tenístico y elegancia la convirtieron en una de las favoritas del público en una época dorada del circuito femenino. El 24 de octubre de 1996, en el Madison Square Garden de Nueva York (eléctrico escenario en el que había conquistado dos veces el torneo de Maestras), Sabatini anunció su retiro del tenis profesional. Tenía, tan sólo, 26 años y le obsequiaron una mecedora para disfrutar de su temprana “jubilación”. Desde entonces, desde otra posición, siendo una referencia constante en un deporte que tan bien había practicado desde chica pero que tantas presiones le había provocado, no dejó de colaborar (económica o espiritualmente) con tenistas jóvenes, siempre desde el perfil bajo. Se comprometió como embajadora de una fundación que lucha contra el cáncer de mama, se dedicó a viajar y a conocer nuevas culturas. Y combinó sus tareas como empresaria (encabeza una línea de perfumes) con una marcada vida sana: práctica diaria de deportes y alimentación saludable. Tras aquella despedida anunciada en Estados Unidos, hace 26 años, las apariciones tenísticas de Gaby fueron en cuentagotas y no porque le faltaran ofrecimientos, sino porque prefirió guardar sus raquetas y dedicarse a otras actividades (ciclismo, natación, running, pádel). Sin embargo, en junio pasado, a los 52 años, volvió a pisar un court: participó del certamen de Leyendas de Roland Garros (en pareja con Gisela Dulko) y otra vez encandiló. Por sus pinceladas con la raqueta y, también, por su sonrisa e impecable estado atlético. ”El deporte me hace sentir bien” “Todo lo que tiene que ver con deportes me encanta, me hace sentir bien. Lo siento también como un cable a tierra, lo necesito, no sólo por lo físico sino también en lo mental. Ya con empezar el día de esa manera me da otra energía. Me hace sentir bien. Ya es parte de mi vida”, le cuenta Sabatini a LA NACION. La campeona del Abierto de los Estados Unidos 1990 suele armonizar sus días entre Zurich, Key Biscayne y Buenos Aires, dependiendo de la época del año. Sigue deleitándose con cuanto recital puede; Madonna, Roger Waters, U2, Coldplay. Ama cantar y hacer karaoke entre amigos. Tiene sus gustos gastronómicos y no se priva de ellos, aunque acarreen más calorías de las “permitidas”. Cuando visita Nueva York, por ejemplo, toma helado y chocolate caliente en los lugares a los que iba estando en actividad. En París se regocija con los cappuccinos y macarrones de una pastelería de Champs-Elysée. Pero como el ejercicio es una de sus prioridades…, no tiene ningún complejo ni limitación.

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Sabatini llegó a participar de una etapa amateur del Tour de France

De hecho, Gabriela intenta prevenir cualquier problema de salud haciendo actividad física y alimentándose bien. Ese es su secreto. “Me gusta sentirme bien”, reconoce. Ya no convive con la adrenalina de la competencia profesional, pero necesita sentir su cuerpo en funcionamiento y bajo control. Se obliga a sudar, a estar activa y a ponerse en marcha cada día. Le purifica la mente; la armoniza. Y el ciclismo ocupa una porción muy valiosa entre los gustos deportivos de Sabatini luego de su retiro. Tiene su bicicleta preparada; cuando reside en Zurich acostumbra a realizar extensos circuitos por bellas zonas montañosas. Incluso llegó a participar en una etapa amateur del Tour de France. Número 3 del ranking mundial en febrero de 1989, actualmente se describe como “prolija” en sus chequeos médicos. Se cuida la piel y bebe mucha agua durante el día. También adquirió una suerte de fanatismo por el café: hasta hizo talleres para aprender más sobre el origen y su preparación. Las frutas y las verduras nunca faltan en sus comidas. Sentirse -y mostrarse- en plenitud es una construcción diaria para Sabatini. Entiende que el deporte energiza y despoja a los jóvenes de las adicciones. Ama la vida de club (sus queridos y recordados padres, Betty y Osvaldo, así la acostumbraron); y no sólo por un tema físico, sino mental. Con o sin raqueta, Gaby sigue enamorando, aún hoy, 37 años después de su primer título profesional (en Tokio).

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Santiago

Lange

El quijote inoxidable

A diferencia de Manu y de Gaby, Santiago Lange es un quijote. No anda de a caballo, sino sobre el agua. Creció, se forjó y se hizo campeón sobre embarcaciones. Ciudadano del mundo. Obsesivo. Meticuloso. Apasionado. Coqueteó con la despedida algunas veces y hoy todos entienden (él sobre todo) que lo mejor que pudo hacer es haber postergado ese adiós. Le permitió, entre otras cosas, coronar su sueño máximo: ganar el oro olímpico. Fue en Río 2016, junto con Cecilia Carranza Saroli. Lange no es cualquier atleta: es el símbolo del amor por el deporte. Padre de cuatro hijos, dos de ellos (Yago y Klauss) siguieron sus pasos en el yachting y otros dos, los mellizos Theo y Borja, eligieron otras actividades para sus vidas. Pero nunca dejaron de estar conectados. Como Santiago y la náutica. Ese amor por la actividad física que hasta lo llevó a escalar su propio Everest: no dejarse vencer por un cáncer de pulmón que amagó con tumbarlo allá por agosto de 2015, un año antes de los Juegos Olímpicos en los que haría historia. ¿Quién iba a frenar su impulso? Ingeniero naval de profesión, Lange admira profundamente a Ginóbili y a Sabatini. Y a muchos otros deportistas. Pero en especial a ellos dos. Fue formado en una familia donde los valores eran esenciales. Una cultura rigurosa de la que no reniega: sabe que le marcó una ruta y está orgulloso de haberla seguido. De los tres, es el único que sigue en competencia. Y ya tiene 60 años, bordeando los 61. Quizá porque nunca se imaginó del todo como “atleta retirado”. Ama competir, lo desvive. Aunque íntimamente sepa que en la vida hay tiempos para todo. No quiere ni pensar en ello. Mira para adelante. Se propone nuevos desafíos. Quizá a otra escala de lo que le gustaría… “Amo lo que hago. Lo disfruto, lo desarrollo con una enorme pasión. Competir, prepararme, entrenarme para unos Juegos Olímpicos me sigue fascinando, aún hoy, a los 60″, afirma. Consciente de que el cuerpo no es el mismo a los 20, a los 30 y muchos menos a los 60, se readapta. Hoy, con nueva compañera en el barco de la clase Nacra 17: Victoria Travascio. “En la vida me fui reacomodando. La alimentación, la preparación física casi científicamente. Y los descansos. Estoy en el límite, no me sobra nada. La energía va cambiando. No soy el de Río, obvio, pero pasaron 7 años. Es un montón. Siento que hay días que estoy dando una ventaja”, confiesa.

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La bicicleta fue parte esencial de la recuperación de Lange luego de la operación para sacarle un tumor de uno de sus pulmones

El problema mayor radica en el trabajo que necesita para mejorar técnicamente con su nueva compañera. Ambos. No es fácil. “Necesitamos horas de agua para conocernos cada vez más y entendernos, para buscar coordinación. Pero eso le resta margen a la preparación física porque el cuerpo ya no es el de los 20. Cuando se trabaja la parte técnica son bloques de 15 días. Es difícil el tema. La parte física la abordo cuando hay poco viento o cuando estoy más descansado. Es estratégico. Y psicológicamente, muy demandante. Es fundamental la combinación. Hacemos de 3 a 4 horas de agua, a lo que hay que sumarle el tiempo para armar y desarmar el barco. Vicky es una hélice: le pone mucha energía a todo”. Lange puede proyectarse para cuando le toque dejar el alto rendimiento. “El cuerpo me pide actividad. Me cuesta tener una vida sin cuidar mi cuerpo y sin entrenarme. No tengo días de fiaca. Hablo de esa fiaca de no hacer nada, de tirarme a ver una película. Me gusta hacer cosas”, afirma. Los hijos, su sostén Cuando fue operado del cáncer, los hijos fueron su sostén en la rehabilitación. Y la bicicleta, el motor para ponerse a punto para subir al Everest que implicaba Río 2016. Lugar donde estuvo Lange compitiendo o trabajando, allí siempre hubo una bicicleta. Siempre la habrá. “En todos los lugares donde voy tengo una”. Aunque algo lo perturba hoy en día. “Yo era de levantarme y hacer 40, 50 kilómetros en bici. Y después me iba a entrenar. Hoy eso no lo puedo hacer. Son los cambios de los que me doy cuenta. Es cuando al cuerpo no le podés sacar más”. ¿Dejó Lange la bicicleta entonces? Jamás. Le encontró la vuelta por otro lado. “Ahora alquilamos casas que están a 20, 30 minutos del club. En vez de usar autos, vamos y venimos en bici. Hacemos eso en el equipo como parte de la preparación. Es una manera de activarme. Me gusta. Lo disfruto”. Recientemente estuvo compitiendo en Aarhus, Dinamarca. Ama los países nórdicos desde hace tiempo. Lo sorprende cuando de pronto se le acercan dos argentinos para sacarse una foto y les cuentan su historia. “Uno era contador y el otro abogado. Se fueron de la Argentina. ¿Sabés qué hacen acá? Colocan baldosas. Trabajan, son felices y hasta ahorran. Es una sociedad de la que estamos lejos. Se vive de otra manera”. Le duele la Argentina, aunque Lange no piensa vivir en otro país que no sea el suyo, ni mucho menos lejos de San Isidro. “¿Cómo me veo en diez años? Muy tranquilo, disfrutando de la vida con mi familia, con mi nieto. Siempre teniendo una vida saludable y activa. Eso, una vida con actividad”. Pero advierte: “Me siento un privilegiado de poder seguir compitiendo. Hoy quizá no sea tan competitivo. Pero lo voy a seguir buscando”. Un quijote inoxidable.

Fuente: A Fondo – Diego Morini, Sebastián Torok y Claudio Cerviño – Fotos:LA NACION Deportes