David Nalbandian habla pausado y con intensidad al mismo tiempo. Si bien pasaron ya 18 años desde que llegó a la definición de Wimbledon en su primera participación en el torneo como tenista profesional, el cordobés sabe y reconoce que fue un evento y una actuación que le cambió las perspectivas. De hecho, cuando el cordobés pisó el All England, nunca había jugado sobre césped en el ATP Tour. Si bien el argentino ya estaba dentro de los 40 mejores tenistas del Ranking, apenas estaba dando sus primeros pasos en el máximo circuito y ostentaba el trofeo de Estoril como principal conquista.
“Me acuerdo que llegamos sin ninguna expectativa grande. Mi primer torneo ATP Tour en pasto. Habíamos entrenando una semana en Argentina en Hurlingham y no la veíamos”, contó el ex No. 3 del mundo a ATPTour.com. Poco más de dos semanas después de esas fallidas sensaciones iniciales, Nalbandian logró algo que ningún otro jugador argentino había podido lograr antes: llegó disputar la final de singles, donde caería ante el australiano Lleyton Hewitt por 6-1, 6-3 y 6-2, en una hora y 56 minutos. “Cuando llegué tampoco me sentía bien, no le encontraba la vuelta todavía… pero a medida que fueron pasando los partidos, de a poquito fui sintiéndome más cómodo”, describió el unquillense, quien había ganado el título junior de dobles en Wimbledon, junto con Guillermo Coria, tres años antes, y fue semifinalista en singles, luego de perder por no presentación en semifinales tras una insólita confusión en el horario del partido.
¿Llegaba con expectativas el argentino de hacer ruido o fue una sorpresa total, también para el? “La verdad que yo me fui sorprendiendo de la facilidad con la que me fui sintiendo cada vez mejor”, afirmó. En ese momento, el por entonces No. 32 del Ranking se había instalado una semana antes del comienzo de Wimbledon en el hotel Chelsea Village, a metros del Stamford Bridge, y solían llegar caminando al club.
Las primeras dos rondas fueron ante el español David Sánchez — lo superó 6-4, 6-3, 4-6 y 7-5 — y ante e francés Paul-Henri Mathieu (75°), a quien dejó atrás por 7-6 (7-3), 7-6 (9-7) y 6-3. “Tuve un poco de suerte de jugar contra rivales que jugaban desde el fondo de la cancha y se podía pelotear y agarrar ritmo”, describió.
El siguiente partido para Nalbandian hubiese sido contra la leyenda Pete Sampras, pero el estadounidense cayó ante el suizo George Bastl. Y a llí Nalbandian aceleró y se envalentonó, ya con un panorama distinto: venció a Bastl por un triple 6-2 y luego se sacaría a un rival molesto como el australiano Wayne Arthurs, para igualar la marca que tenía Guillermo Vilas (en 1975 y 1976). “A partir de ahí ya me sentía que podía ganar todos los partidos, lo más duros, y me puse ahí en las instancias finales… Fue un salto de cabeza, ya no importaba el ranking. Sentía que podía ser candidato el resto del torneo”.
“Mi camino hasta la final fue raro…”, reconoce Nalbandian a la distancia. “No me tocó nunca jugar en la Cancha Central. La segunda semana hubo lluvias, partidos reprogramados. Siempre me tocaba en las auxiliares y solo la semifinal la jugué en el otro Estadio, que también nos llovió y lo terminamos al otro día”, contó. Finalmente, tras dejar atrás al ecuatoriano Nicolás Lapentti y al belga Xavier Malisse, Nalbandian alcanzaba la definición.
Después de jugar seis partidos en SW19 Nalbandian nunca lo había hecho en la cancha central. “Era todo un tema llegar a la final sin haber pisado el Centre Court. Creo que fui el único que le permitieron entrar en calor ahí antes del partido, para ver cómo era”, explicó y aseguró: “La Central de Wimbledon es historia pura, es increíble para cualquier tenista. No haberla podido pisar antes o haber jugado un partido creo que no me ayudó en cuantito a los nervios y a enfrentar las situaciones con tan corta edad y ante Hewit que estaba No. 1 del mundo y el sí era un jugador de pasto o estaba mucho más acostumbrado”.
Pese a la derrota, Nalbandian se dio a conocer en la elite del tenis y daba un mensaje al Tour de que su camino recién estaba arrancando. Luego llegaría hasta el No. 3 del mundo en 2006: “Fue un salto de calidad en mi juego, en mi ranking, en mi responsabilidad como jugador y sobre todo para mi confianza: fue saber que estaba para pelearle a los grandes jugadores, por más que era chico”, relató el campeón de 11 trofeos en el Tour y quien hoy guarda el plato del subcampeonato con mucho orgullo.
“Está en una sala donde tengo todos los otros trofeos, lo tengo ahí y tenía la ropa y la raqueta guardada. Hace tiempo que no la veo, la debería rastrear dónde quedaron”, dijo entre risas. “A partir de ahí empecé a estar entre los mejores y arrancó otra carrera”. Ese impacto que con 20 años viró su carrera hacia un nuevo rumbo sigue intacto y los resultados posteriores dieron fe de tamaño rendimiento.
Fuente: ATP Staff – Foto: © Getty Images – ATP TOUR