Un ex campeón argentino de motociclismo estuvo atrapado en la adicción y cuenta su historia tras tres años de recuperación.
“La droga es matarse en vida”. Con esta frase directa, cruel y descarnada, Jeremías Yáñez describe la adicción que lo tuvo atrapado durante siete años. Sin embargo, ya hace tres que está recuperado y aunque hoy transita una vida normal, libra una batalla silenciosa para que los errores del pasado no florezcan nuevamente en el presente.
A los 19 años, la vida deportiva le sonreía, porque en la temporada 2014 había logrado el título en la categoría 250cc 4 Tiempos del Campeonato Argentino de Velocidad (CAV), recibiendo el cetro de manos de su hermano Sergio, quien lo había ganador un año antes, y también se convertía en el monarca de la divisional Moto 3 Pro de la Federación Bonaerense de Motociclismo (FEBOM).
“El 2014, tanto para mí como para mi hermano Sergio, fue uno de los mejores años, ya que por lo menos dos veces por mes entrenábamos arriba de la moto, también lo hacíamos abajo. Realmente estábamos muy finos y habíamos encontrado la puesta a punto ideal, lo que nos hacía ir muy bien”, expresó el rosarino al detallar el momento cumbre en su carrera.
Sin embargo, la droga ya formaba parte de su vida, aunque el deporte motor lo alejaba de aquel flagelo. “Mi adicción viene de varios años antes, así que corría y convivía con mi enfermedad y mis problemas. Pero bueno era llegar al viernes, despejarme, olvidarme de todo y dedicarme de lleno en el autódromo a hacer lo que más me gustaba que era estar arriba de la moto. El único pasatiempo que me sacaba los pensamientos de querer drogarme o robar era la moto”.
“Sinceramente, todo el tiempo era difícil convivir con las dos cosas. Se me hacía complejo la parte monetaria porque en una adicción lo primero que perdes es lo material y luego viene la familia, los amigos, todo lo que puedas tener. Era una pelea dura, pero siempre resistía el tema de las carreras por el apoyo de mi hermano y de mi padre Pablo”, agregó.
A pesar del éxito en las pistas, la tentación pudo más y el deportista le dio paso al adicto. “Venía de ganar el Campeonato Argentino de 250cc 4 Tiempos y el Bonaerense de Moto 3 y en los primeros meses de 2015 me encontré varado, sin entrenar, sin presupuesto y me dije ‘¿Qué hago ahora? No tenía nada. Fue un desastre, me dedique de lleno a la drogadicción y la mala vida”, sentenció.
Un pasaje de siete años de consumo y la pérdida de absolutamente todo hicieron que el santafesino recapacite y decida salir adelante. “No tengo muy en claro como llegue a meterme en las drogas, pero si tengo muy presente a la etapa que pasé para no olvidarme todo lo que sufrí, a todos lo que hice sufrir y todo lo que perdí. Si me olvidó de esos momentos oscuros, quizás pueda volver a caer en lo mismo. Cuando me sienta mal o quiera hacer algo malo, la tengo que tener presente para no volver a ser ese Jeremías que no hacía nada, se drogaba y perdió muchísimas cosas”, relató.
El resurgimiento de Yánez comenzó el 11 de julio de 2017 cuando decidió comenzar su rehabilitación en la Casa Nazareth de Cañada de Gómez. Sin embargo, el propio protagonista reconoce que poco tiempo antes de esa fecha vivió una situación que lo terminó de empujar a pedir ayuda para tratar su enfermedad.
“Lo que más me marcó fue que mi viejo me haya disparado en una pierna. Ahí dije ¿Qué estoy haciendo? Uno realmente no se da cuenta de lo mal que está haciendo las cosas y del mal que te estás haciendo a vos mismo, porque es algo cotidiano, levantarse, buscar plata, trabajar e ir a drogarse, automáticamente no sabes que eso está mal porque para vos internamente está bien. Cuando pasó eso con mi papá, entré en consciencia que estaba haciendo las cosas mal y que tenía que cambiar”, narró.
Y añadió: “Prácticamente había perdido a mi familia, no tenía papá, no tenía mamá y tampoco tenía a mi hermano. Estaba solo, salía y no volvía dormía afuera o en lo de un amigo. Después de lo del disparó, estuve un mes o un mes y medio yendo y viniendo, hasta que decidí internarme y gracias a Dios me cambió la vida”.
Con el tiempo transcurrido, Jeremías llegó a reconocer los motivos que lo hicieron salir del infierno en el que vivió entre los 14 y los 21 años. “Lo que me sacó de las drogas fue un pilar muy importante que fueron mis padres, junto a un enorme cansancio y me di cuenta que había perdido todo. Estaba prácticamente solo, toqué fondo y dije ‘es ahora o nunca’. Gracias a Dios me pude internar y hoy ya llevó tres años limpió de absolutamente todo”, afirmó.
A la hora de hablar de su recuperación, este hincha de Rosario Central detalla como afrontó todo ese proceso. “Trasmitiéndolo al deporte, me ayudó mucho el pensar con la cabeza fría y esperar a mis tiempos. Es como cuando largas quinto y en la primera vuelta queres pasar a todos, pero no es así, hay que ir de a poco, son muchas vueltas y tenes toda una final por delante. Me interné, faltan seis meses, voy progresivamente trabajando mis problemas, así me fui planteando todo el tratamiento”, describió.
Y recordó una frase que le marcó el norte durante la desintoxicación: “Mi papá me decía cuando me iba a visitar, ‘dale tranquilo que esta es la carrera de tu vida y la vas ganando, es larga pero la vas ganando’”.
La familia lo sacó del pozo y su mejoría fue la que unió nuevamente los lazos que se había perdido en el pasado. “A pesar de lo que se veía en las carreras de que con mi hermano Sergio éramos muy unidos, puertas para adentro era muy diferente, éramos perro y gato. Él tenía sus pensamientos y yo los míos, que eran un desastre, y nos llevábamos muy mal. Pero hoy estamos trabajando juntos y tenemos una relación excelente. Además yo vivo al lado de las casas de mis padres, así que con ellos también me veo prácticamente todos los días. Al recuperarme yo, se unió muchísimo la familia”, aseguró.
Al pasar una parte importante de su adolescencia alejado de la realidad, Yáñez perdió la noción de la sociedad. Sin embargo, se esfuerza diariamente para poder reinsertarse. “Hoy llevó la vida de un chico normal de 25 años, me levantó, trabajó, estoy juntado, tengo mi casa y puede ser que me cueste un poco más porque tuve siete años de consumo y en ese tiempo hace de cuenta de que se me apagó la tele (sic) y no viví absolutamente nada. Se me hizo muy difícil en este tiempo volver a adaptarme a lo que es la sociedad, pero bueno hoy en día tengo los problemas habituales de la gente normal”, apuntó.
Pero el camino no es solo de rosas, sino que también tiene sus espinas, aunque Jeremías se siente preparado para poder aguantarlas. “Lamentablemente han aparecido las ganas de consumir nuevamente, pero gracias a Dios en el lugar donde estuve me dieron muchísimas herramientas, me hice muy fuerte y aprendí a desviar esos pensamientos malos y ocuparlos con cosas buenas. Cuando aparecen las ganas de drogarme, pienso cómo voy a tirar por la borda todo el trabajo, a mis familiares atrás, mi vida propia, porque la droga es matarse en vida, por un momento de placer. Recuperé muchísimo, logré muchas cosas y las quiero perder”, indicó.
El motociclismo, ese recuerdo lindo pero lejano
El piloto de 25 años mantiene la esperanza de poder volver a subirse a una moto, pero sabe que en la actualidad no es posible. “Dentro de mí siempre hay una esperanza de poder volver a ser lo que era arriba de la moto, pero que se esa luz al final del pasillo está muy lejos y sinceramente al día de hoy, me siento más cómodo con los recuerdos que con pensar en volver a correr”, señaló.
“En 2018, después de estar varios años fuera de las carreras, René (Zanatta) me dio una R3 y disputé una fecha en Córdoba, pero no me sentí como en 2013 o 2014. No sentía felicidad, no me divertía, que eso era muy importante porque yo la pasaba muy bien arriba de la moto. No sé si fue por la falta de costumbre o por el miedo, pero desde esa oportunidad, dije si se puede seguir corriendo, veremos cómo mejorar y si no, ya está, es una etapa de mi vida que ya pasé”, explicó en una descripción de lo que fue su regreso fugaz en la quinta fecha de la temporada, desarrollada el 29 de julio en el autódromo Oscar Cabalén de Alta Gracia.
Más allá de ese frustrado reentré, Yáñez sabe que en su trayectoria deportiva siempre le va a quedar una deuda pendiente. Con los dos títulos de 2014 bajo el brazo, tenía todo encaminado para incorporarse, de la mano de José Manuel “Chicho” Lorenzo, a la Pulsan American Cup en México y si los resultados eran satisfactorio estaba la posibilidad de saltar a Moto 3, el tercer escalón en la escalera hacía el Moto GP.
Sin embargo, los malos hábitos le ganaron al entrenamiento. “Fue una cuestión de dos partes. La primera fue por un desinterés en la cuestión física y la otra por el aspecto económico. Mi hermano fue a la escuela de Chicho Lorenzo en Cancún y yo también estaba invitado. Me acuerdo que había que enviarle videos con estiramientos y ‘ochos’ sobre la moto. Tuve la oportunidad de hablar con Lorenzo, él me vio trabajar arriba de la moto, me dijo que era un chico especial, que tenía un don, pero que era vago. Por eso me bajó la carga de entrenamiento para ver si me motivaba más. Tenía todo arreglado para ir a México, donde iba a estar diez meses y si se presentaba la oportunidad saltaba al Mundial de Moto 3. Pero preferí seguir de joda, no me puse las pilas y el tren pasa una sola vez en la vida y lo desaproveché”, expresó.
A pesar de la oportunidad perdida, hoy aquello queda como un recuerdo. “Obviamente me hubiese gustado ir y probar como rendía, pero en ese momento no podía hacer otra cosa que no sea drogarme. Sinceramente era algo muy fuerte, que no me dejaba pensar. Lo único que me queda hacer es pensar y decir que yo puede haber estado ahí, pero otra cosa no puedo hacer porque si no me tiro a la cama a llorar y no logró nada”.
En el motociclismo hay revancha y Jeremías no le cierra la puerta, aunque sí sabe muy bien que no lo practicaría como en sus mejores años. “Lo intentaría nuevamente, pero no cómo antes. No me lo propondría con la idea de ganar un Campeonato Argentino, pero sí para correr entre los Amateur para divertirme y esperar que llegué el sábado para comerme un asado con mis amigos”, dejó en claro.
El mensaje de alguien que pudo salir
Para Yáñez rearmar su vida no fue una tarea fácil, pero en ese camino de renacimiento cambió su óptica frente a las cosas cotidianas. “Encontré cosas sencillas de la vida, como sentarse una tarde a ver como tu viejo arregla una moto y cebarle mates o llevarla a tu mamá a comprar la comida, pasar la tarde con tu hermano jugando a la Play Station, esas cosas simples que en un pasado no las tenía, que no las vivía porque prefería estar con los pibes en la esquina tirado. Son cosas que antes dejabas de lados y hoy disfrutas como el hecho de tener dos perros y jugar con ellos”, reflexionó.
Por último, el ex campeón nacional y provincial transmitió una palabra de apoyo para aquellos que viven la tormenta que él ya logró superar. “A aquel que está metido en esto le digo que se dé a conocer, que busquen ayuda porque a cualquiera le puede pasar una cosa así, cualquiera puede tener un hermano, un padre o un hijo en esa situación y es horrible. Lo primero que se hace para poder recuperarse es hacerse cargo de la enfermedad que uno tiene y de que hay que tratarse. Hay que buscar ayuda, porque salir es muy difícil, pero se puede. Después de la droga hay una vida que es hermosa”, concluyó.