El alemán cumplirá 52 años el domingo, aunque los últimos 7 los pasó postrado en una cama tras el accidente de esquí.
Apareció como el heredero natural de Ayrton Senna, Alain Prost o Nelson Piquet pero construyó su propio nombre. Sin rivales en la pista que se mostraran a su altura, empezó a competir contra mitos como el de Juan Manuel Fangio y fue, para muchos, el mejor piloto de la historia. Ganó siete títulos, batió marcas y se convirtió en el ídolo de aquellos que ahora corren en la Fórmula 1. Pero hace casi 30 años fue un gas lacrimógeno lo que le abrió las puertas de la F1 a Michael Schumacher, quien el domingo cumplirá 52 años y que pasó los últimos siete postrado en una cama por el accidente de esquí que sufrió el 29 de diciembre de 2013.
Hijo de un mecánico de karts, Michael era conocido en el paddock por su título en la Fórmula 3 alemana del año anterior. Sin embargo, cuando le llegó la imprevista oportunidad en 1991, el alemán ya no manejaba monopostos porque era piloto de la Deutsche Tourenwagen Masters (DTM) y del Campeonato Mundial de Sport Prototipos, bajo la órbita de Mercedes. Pero Willi Weber, su entonces mánager, no dudó en ofrecerlo cuando se enteró que uno de los pilotos de Jordan iría a la cárcel.
Se trataba de Bertrand Gachot, que había sumado cuatro puntos al cabo de siete carreras ese año y logrado la vuelta más rápida en el GP de Hungría, dos días antes, cuando debió presentarse ante la justicia británica por un incidente de tránsito de diciembre de 1990. El hecho había ocurrido cuando el nacido en Luxemburgo estaba de vacaciones con su novia y chocó con un taxista en una calle de Londres. Pese a que los autos solo se habían rozado, la discusión entre los conductores subió de tono y sumó a unos 50 taxistas que se acercaron en solidaridad «gremial» con su colega.
Gachot había tenido un buen inicio de temporada con el Jordan pero por un problema legal le dejó su auto a Schumacher.
«Te vamos a matar», escuchó Gachot cuando decidió sacar del bolso de su pareja un spray de gas CS y rociárselo en la cara al taxista, una decisión que cambió su vida y también la de Schumacher. «Realmente no pensé que llegaría a mayores. Estamos hablando de algo que era realmente insignificante y básicamente yo me estaba defendiendo con el gas lacrimógeno. Pensé que eso era lo que se suponía que hiciera y nunca lo consideré como un arma. Realmente pensé que estaba en mi derecho y que no había hecho nada malo», le dijo a la BBC en 2016, cuando se cumplieron 25 años del debut de Schumi en la Fórmula 1.
Pero ese tipo de gas estaba prohibido en Gran Bretaña, incluso como defensa personal, motivo por el cual Gachot fue detenido por ser considerado peligroso para la ciudadanía. Ocho meses más tarde, y tras un intento trunco por llegar a un acuerdo económico con el denunciante, el piloto que pensó que solo pasaría un fin de semana tras las rejas fue sentenciado a seis meses de cárcel en la prisión de Brixton, cuando solo faltaban diez días para el Gran Premio de Bélgica.
Entonces, Eddie Jordan, el dueño de la escudería Jordan, se desesperó por conseguir en menos de dos semanas un reemplazante que se adaptara rápidamente al coche. Quien se aprovechó de esa situación fue Willi Webber, representante de pilotos, quien ofreció a un joven alemán de 22 años sin experiencia en un Fórmula 1 y que nunca había corrido en Spa Francorchamps. Su insistencia y las 80 mil libras que pagó Mercedes le permitieron a Schumacher tener su test el 21 de agosto en Silverstone, donde sorprendió por su capacidad para expresar «exactamente lo que el coche estaba haciendo y cómo debían configurarlo».
Schumacher en su debut en la Fórmula 1 con el Jordan.
«Ninguno de nosotros sabía mucho sobre él, no teníamos Google entonces para tratar de averiguar algo. Nos quedamos completamente atónitos. Nunca habíamos visto a alguien sentarse en el auto por primera vez y ser capaz de decirnos exactamente lo que el coche estaba haciendo y cómo deberíamos configurarlo. Y eso fue después de unas cinco o seis vueltas. Sabía exactamente lo que el auto estaba haciendo», recordó Andy Green, actual jefe técnico de Racing Point y que entonces daba sus primeros pasos en Jordan, en Beyond the Grid, el podcast de la Fórmula 1.
Unas horas después, Michael Schumacher tenía a sus primeros patrocinadores (TicTac y Dekra) que aportaban las 150 mil libras para subirlo en Bélgica al auto de Gachot, que cumplía su segunda semana encerrado antes de -apelación mediante- reducir la condena a dos meses. «Alguien en prisión me dijo que el equipo había contratado a un alemán y que ya no me necesitaban más. Cada vez que pasaba por el frente de mi celda hacía un ruido imitando un auto de Fórmula 1, diciéndome que ese piloto era muy bueno y que ya no me necesitaban», declaró en aquella entrevista.
«Yo fui el tipo que estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado, el que le entregó a Schumacher la oportunidad de brillar. Pero Schumacher mereció la carrera que tuvo. Yo no fui quien lo hizo, él se hizo a sí mismo, tomó la oportunidad y la aprovechó. Seguro que me lamento y pude haber hecho las cosas diferente pero me siento en paz», agregó.
En aquella prueba de fuego, tras pasar la noche en un albergue frío y sin calefacción, el alemán sorprendió con un séptimo puesto en la clasificación. «Sí, claro, estoy muy contento. Pero, de todos modos, con este auto debo decir que puedas hacer esta clasificación. El auto se siente realmente muy bien y es muy divertido andarlo», decía un tímido Schumacher, que -pese a una buena largada- no podía revalidarlo en la carrera por la rotura del embrague en la primera vuelta, un problema que él mismo había notificado en las reuniones informativas pero que Eddie Jordan no cambió porque costaba demasiado.
Fue su primera y única experiencia en Jordan, porque Benetton empezó a gestar su incorporación. Jochen Neerpasch, máximo responsable del Mercedes-Benz Junior Team, Tom Walkinshaw, Director de Ingeniería de Benetton, y el representante Willi Weber fueron las piezas clave para que Schumacher disputara la siguiente carrera, en Monza, con su nuevo equipo y terminara incluso delante de su compañero Nelson Piquet. Era, apenas, el preludio de un bicampeonato inolvidable.
Schumacher durante las prácticas en Monza, el 9 de septiembre de 1991, ya como piloto de Benetton. Foto AP
El accidente que Schumacher comparó con la muerte
Después de sus títulos en Benetton, Ferrari salió a buscar a Michael Schumacher para cortar con la sequía que había comenzado tras el campeonato ganado por Jody Scheckter en 1979. Sin embargo, antes de encadenar sus cinco trofeos con la Scuderia, el alemán sufrió un accidente escalofriante que comparó con la muerte: fue en el GP de Gran Bretaña de 1999.
Un error en la instalación de los frenos provocó que Schumacher no pudiera frenar correctamente antes de una curva, las ruedas delanteras se bloquearan y la Ferrari se estrellara contra el muro de neumáticos a 160 km/h. Aunque el alemán no perdió la consciencia, necesitó que lo retiraran del auto y lo trasladaran al Hospital General de Northampton con una fractura de tibia y peroné en la pierna derecha.
«De repente, sentí que mi frecuencia cardíaca disminuía de golpe, mi corazón dejó de latir. Todo se volvió negro. En ese momento, pensé que era lo que se debía sentir cuando se está en camino del más allá«, reconoció tiempo después, cuando admitió que su «mayor preocupación era no poder salir del auto».
Siete años en silencio
Michael Schumacher nunca imaginó que su vida iba a cambiar cuando el 29 de diciembre de 2013 salió a esquiar con su hijo Mick -de entonces 14 años y hoy confirmado como piloto de la F1 desde 2021- en Meribel, en los Alpes franceses, como solía hacerlo. Ese día, el Kaiser se cayó y se golpeó la cabeza contra una roca. Aunque el casco le salvó la vida, el accidente le provocó serias lesiones cerebrales.
Su hobby. Michael Schumacher esquiando en Madonna di Campiglio (Italia). Foto EFE/Ercole Colombo
Después de dos internaciones -en la Clínica Universitaria de Grenoble (Francia), donde estuvo en coma inducido seis meses, y en el Hospital Universitario de Vaud en Lausana-, el ex piloto de Fórmula 1 pasa sus días desde septiembre de 2014 en su casa de Suiza, la que fue reacondicionada especialmente para darle las atenciones médicas que requiere. Incluso, el año pasado, el diario británico Daily Mirror aseguró que el costo de los equipos y el personal que se encarga del alemán es de 65.500 dólares por semana, lo que estaría agotando rápidamente la fortuna familiar.
Sin embargo, es poco lo que se sabe. El hermetismo es tal que la última comunicación de la familia se dio durante el cumpleaños número 50 de Schumi, el 3 de enero de 2019. «Pueden estar seguros de que está en las mejores manos y hacemos todo lo posible para ayudarlo. Por favor, entiendan que seguimos los deseos de Michael y que mantenemos un tema tan delicado como la salud, como siempre lo ha sido, en privado. Al mismo tiempo, les damos las gracias por su amistad y les deseamos un año 2019 feliz y con salud», escribió entonces Corinna, su esposa, la máxima guardiana del heptacampeón y quien evita año a año que se filtren sus imágenes postrado.
Fuente:Sabrina Faija Clarín.com Deportes – Fotos: AP – EFE/Ercole Colombo – Clarín.com Deportes