El capitán de la Selección de básquetbol cuenta cómo vivió la crisis en Italia y reflexiona sobre su futuro, la NBA y el racismo, la política deportiva argentina y la mentalidad y el liderazgo de Jordan, Messi, Maradona y Federer.
“¿Vos pensás que voy a recibir alguna puteada por lo que dije? Porque de tanto en tanto recibo, eh”. La pregunta, la confesión y la risa con las que le pone el moño a la charla de una hora y 50 minutos desde su casa en Milán no hacen más que definir al personaje. Luis Scola no se calla, dice lo que piensa, elige las palabras que utiliza y, sobre todo, argumenta. No grita. Analiza. No quiere hablar mucho de lo que siente que no sabe. Juega el pick and roll con el periodista si le interesa el hueco que se le abrió con un tópico a tratar. Y encara a fondo. Se juega como se vive. Se escribe como se vive. No hay vueltas.
La incertidumbre sobre retirarse o jugar con la mente puesta en ser olímpico por quinta vez en Tokio 2020 será un tema anexo del diálogo, aunque también rico porque quedan expuestas las dudas de un atleta de alto rendimiento. Pero Luifa es mucho más que el capitán, máximo goleador y líder en presencias con la Selección. Hace años que se interesa por el modelo de negocios del deporte, la transferencia de conocimiento, la psicología aplicada, la formación del liderazgo, el marketing y la política deportiva, la nutrición y la construcción de un legado. Y sus reflexiones sin cassette suman el contexto de pandemia y qué mundo quedará pos coronavirus.
Su relación con China data de los años con Yao Ming en Houston Rockets. Cada visita suya por compromisos comerciales o deportivos era y es furor. Jugó dos temporadas allá y con la Selección compitió en Wuhan, la “cuna” del COVID-19. Por eso sus palabras tienen valor agregado al hablar de ese territorio. “China es muy diferente a lo que conocemos en Occidente. Tiene una combinación de potencial económico y de mercado con la potestad de hacer muchas más cosas que social y legalmente no estarían permitidas en otras partes del mundo. Así fue que vimos a los militares en la puerta de los primeros aislados, mientras pedían desde adentro un vaso de agua -relata vía Zoom, con los portaretratos con sus hijos de fondo-. Cuando aparecieron los primeros casos, me llamaron desde China para mandarme las máscaras 3M. Y yo les decía: “No te hagas problemas. No hace falta”. Quince días después, acá no se conseguían máscaras. No tuve y no podíamos salir a comprar. No entender la dimensión del problema fue mundial”.
-No veía esta peligrosidad y viví las mismas fases mentales que todo el mundo: pensé que era una tontería, una exageración, pero luego sentí miedo, angustia, bronca… Esto es una película repetida. Yo había jugado en Wuhan, compartía equipo con jugadores que venían de China y nos hacíamos chistes sobre el tema. Dos meses después, llegó a Bérgamo, a 40 minutos de Milán. Italia fue tomada y los españoles y los franceses hacían chistes. ¿Te pensás que el virus conoce de fronteras? Si acá en Europa las fronteras son un cartel en la ruta… El virus sigue de largo. Dos semanas después, teníamos a los españoles en la misma situación, luego los franceses, el Reino Unido, Sudamérica y Estados Unidos. La única parte pseudopositiva -no positiva, porque hubo miles de muertos- es que como en Italia empezó primero, terminaría primero. Y fue lo que sucedió.
-¿Subestimar lo que venía se dio porque el ser humano se siente inmortal como Highlander?
-Escapa a mi análisis. Mi opinión fue mutando durante estos meses y sigue cambiando con la información. Yo siempre hice lo que me ordenaron las autoridades. Tomando mate con mi mujer, puedo decir o pensar otra cosa, pero no soy quién para decir públicamente si hay que seguir con la cuarentena o abrir la economía. Si los especialistas no piensan todos lo mismo en cuanto al camino a seguir… El debate va mucho más allá de la grieta de los kirchneristas o antikirchneristas. Estas discusiones existen en Singapur y Hong Kong y allá no tienen idea de que existen Kicillof o Cristina. No me puedo meter en cosas que no me corresponden. Además, esto no terminó y cualquier análisis es apresurado. No sabemos cuánto se van a golpear las economías, cuánta gente se va a morir…
-En esta crisis inédita e histórica, ha habido actitudes humanas destacadas. ¿Se comprueba una vez más que se sale en equipo, con empatía y solidaridad, y no con el sálvese quien pueda?
-Churchill dijo que nunca se puede desaprovechar una buena crisis. De estas grandes catástrofes mundiales, siempre han salido muchas cosas a nivel individual y grupal. Lo ideal, claro, es que no tengas que ir detrás de las crisis o de los problemas. Ahora bien, ¿te vas a pasar estos meses haciendo asado y tomando cerveza o los vas a aprovechar para pensar y reevaluar? Hay gente o países que van a salir bien parados. Hay negocios que no van a volver a ser como antes y otros nacieron en estos meses de crisis. Ya se sabía que trabajar en conjunto es una solución. Las uniones son necesarias. Cuando no están, te das cuenta lo importante que eran.
-Esta pandemia no sólo ha permitido no subestimar tener salud sino que revalorizó el tiempo. Muchos se dieron cuenta de que no sabían por qué hacían ciertas cosas y otros se reencontraron con su familia, entendieron cómo se educan sus hijos y/o mutaron a un teletrabajo que los forzó a compartir su vida laboral con la privada. ¿Qué cambios llegaron para quedarse?
-Cientos de cosas. Yo he descubierto que hay miles de cosas que no necesitaba hacer. ¿Por qué cogorno tenía que agarrar el auto y manejar 55 minutos hasta Como para firmar algo? ¿Por qué tomarme un avión? Si hay formas muchísimo más efectivas. Nos hemos conectado con que la educación de nuestros hijos se da de otra manera. Hoy te das cuenta de qué están haciendo, los problemas que tienen, qué les pasa. Esto aceleró la revolución comunicativa. No hay vuelta atrás. Es un replanteo brutal. Es un ahorro gigante de tiempo, energía, agresión al medio ambiente y espacio físico para hacer otras cosas sin daño a tu industria o a tu negocio. Eso pasa en muchos rubros. Otros lo sufrirán. Es una megarrevolución. ¿Por qué los jubilados tuvieron que hacer cola para cobrar si no hay necesidad ni es ventaja? Nadie hace cola en un banco en Nueva York, en Madrid ni en Milán.
-Pero en Argentina hay amor por el cash y la economía no está tan bancarizada porque la informalidad es grande en comparación con las potencias. Otro tema: ¿sufriste síndrome de abstinencia con algo que no podías tolerar no poder hacer durante la cuarentena?
-No poder entrenarme me ponía de mal humor. Cuando la gente pudo salir a correr, tuvimos el mismo debate que en Argentina. Yo fui y parecía un maratón. Tanto que el presidente Conte salió a decir por qué no tenía Italia cien medallas de oro en maratón. Si fue gente hasta a correr en jean… Lo cierto es que cuando no podía entrenarme, la pasé un poco peor.
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-En Argentina recién esta semana se permitió la vuelta a los entrenamientos de los atletas olímpicos. ¿Tiene el deportista necesidades distintas a otro trabajador?
-No creo que sea diferente a lo que le pasa a otra gente en otros rubros. Yo también decía: “Voy de mi casa al gimnasio, entro, tiro al aro y vuelvo. No veo a nadie. ¿Por qué no lo puedo hacer?”. Tenía esos momentos de desafiar, pero no se podía hacer. Lo entendí. Cuando en Italia permitieron los entrenamientos individuales, Conte dijo: “¿Me pueden dejar tranquilo ahora para hablar de lo que realmente importa, como los grupos de riesgo y las camas en los hospitales?”. Esa fue una buena cachetada para todos nosotros. No somos prioridad. A pesar de que en algunos casos el argumento es válido, hay otras prioridades. Tuve momentos de angustia, pero había que aguantársela. Yo luché para que se suspendiera la Euroliga, porque no era el momento para jugar en una pésima situación. ¿Qué peor para mí que retirarme jugando a puertas cerradas en Valencia, en un partido que no sirvió para nada?
-¿Se siente el vacío de jugar sin público? ¿Tiene sentido? Es cierto que el negocio del espectáculo deportivo necesita de la televisión, ¿pero sirve televisar un partido sin gente en las tribunas?
-Jugar a puertas cerradas es una solución transitoria para poder terminar las temporadas y volver a la normalidad. Pero hay muchísimos eventos sin público que visualmente son geniales, como los eSports, el UFC o el boxeo, cuya esencia es el pay per view. La razón por la cual esto es incómodo es porque todo el sistema está basado en el espectáculo con la gente incluida. Si esto tuviera que continuar, veríamos estadios con cero personas. Dejaríamos de jugar en el Santiago Bernabéu o en el Madison Square Garden para jugar en una cancha decorada para que visualmente no te genere la sensación de vacío.
Un hincha del Rayo Vallecano mira desde un balcón a su equipo en España, con el estadio a puertas cerradas. Foto: AP
-Por algo se ven partidos con fotos de los hinchas en sus butacas…
-Si esta crisis continúa, los partidos tendrán otro sonido ambiente y se reestudiará la forma de transmitirlos. La NBA no va a continuar en estadios por el coste. El deporte no necesita de la gente cantando en los estadios. Es mucho más bonito, sí. Pero el deporte necesita de la televisión, de los sponsors y de la atención. ¿Cómo te llega la atención? Es irrelevante. Fijate que los eSports los vemos por Twitch o por YouTube con partidos con 2, 3 o 4 millones de espectadores en vivo. Esa gente te hace facturar y la industria crece como la NBA o como la Euroliga. O más. Las banderas y los cánticos están buenísimos y los incluimos. Hacen todo más bonito, pero no son necesarios.
-Obdulio Varela dejó para la historia aquello de que “los de afuera son de palo”. Al cabo, los deportistas dependen de ellos mismos. Pero el espectador que va a la cancha está convencido de que puede influir en su equipo, en su Selección. ¿Creés que toma un rol demasiado protagónico que en realidad no tiene? ¿El hincha está sobrevalorado?
-Se sobrevalora constantemente. Ojo que a mí me encanta ir a la cancha con ambientes espectaculares. No digo que es mejor el deporte a puertas cerradas que con público. Digo que no es necesario. Pasa que hoy sí es necesario porque hay ligas enteras que se basan en la venta de entradas, porque de ella dependen los carteles de publicidad. La Lega de Italia fue la primera en cancelar la temporada porque está basada en el ticket. La TV paga, pero como los carteles de publicidad son locales, si no tenés gente en las canchas, ese modelo no puede funcionar. Entonces la cancelaron. Este modelo de negocios está pensado para la gente, pero hay ligas que no necesitan de la gente. Y si perdiste gente por la crisis, deberías mutar a un espectáculo con una cancha y una transmisión totalmente diferentes para recuperar el terreno.
-Pero cuesta imaginar unos Juegos Olímpicos sin público…
-También costaba imaginarse la suspensión de los Juegos o de la Champions League.
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-Sí, pero fueron entendibles en el peor contexto posible de la pandemia. ¿Pensás que la gente se puede acostumbrar al deporte sin público presente?
-Si mañana juegan River–Boca y escuchás el golpe de la pelota y no a los hinchas, te va a parecer horrible. A mí también. La discusión no es si vamos a volver o no a ese mundo, sino cuándo. Vos no podés adaptar toda la industria del deporte porque es transitorio. Pero si esto fuera para quedarse, la industria del deporte se reinventará y tendremos eventos espectaculares, pero diferentes. El romántico al que le gustaba ir a la cancha lo va a sufrir y a extrañar. Pero esta discusión la tuvimos con todo. Recuerdo a mi abuelo calentando el mate con la pava en el brasero en Mar del Tuyú. “Mirá que hay gas”, le decías. “No es lo mismo”, te contestaba. Hoy no hay brasero ni gas ni pava. Está la pava eléctrica. No encontrás a nadie que te diga: “El mate real es a brasas”. Hay resistencia durante un tiempo, pero el mundo avanza. Hoy nadie te dice que te manda una carta; te manda un email. Hay quienes se resistirán al cambio, pero hay otros que nacieron con este cambio.
-Se entiende el cambio generacional, pero una cancha es una cancha y también ir a ver un partido con amigos o familia es una experiencia de vida. ¿No será más frío?
-Es más bonito un buen ambiente. Pero a los más jóvenes les dirás que antes los partidos tenían 100.000 espectadores y te preguntarán: “¿Quién limpiaba todo eso? ¿Cómo llegabas a la cancha? ¿No podías verlo en tu casa?”. Pasa lo mismo cuando les cuento a mis hijos que para hablar con mi mujer tenía que llamar a la casa del vecino para que la fuera a buscar. “¿Por qué no por celular o por Twitter?”, te preguntan. Es lógico. La comunicación voló a un ritmo muchísimo más rápido que este cambio que se viene. No sé si va a pasar con el deporte de alto rendimiento como espectáculo, pero si sucede, no tengo dudas de que se reinventará. Quizás no veamos más básquetbol y sí Call of Duty. Quizás no veamos más fútbol y sí Fortnite. Tener un equipo sobrevivirá como estructura, mutará. Es un tema apasionante.
¿Retirarse o seguir hasta los Juegos Olímpicos… si se hacen?
Luis Scola, según pasaron los años en la Selección argentina de básquetbol.
Agosto de 2017. Con un cafecito en la mano, Luis Scola charlaba con este periodista en una sala del CeNARD, vestido de celeste y blanco luego del entrenamiento y del almuerzo. Tenía barba tupida pero prolija y el pelo rapado a los costados pero atado con una colita. Hacía tiempo que se lo había podado. Hoy la barba quedó atrás y ya no hay colita sino un jopo pronunciado. La esencia está intacta, aunque sembró la incertidumbre sobre su retiro. Su gran nivel en el Mundial de China 2019 lo hizo volver a la Euroliga con Olimpia Milano para seguir en forma camino a Tokio 2020. Pero llegó el coronavirus, se suspendieron los Juegos Olímpicos y hoy no sabe qué decisión tomará, sobre todo porque no hay certezas de Tokio 2021.
-Aquella entrevista de hace tres años tenía como título: “En la Selección me tienen que empezar a correr del medio” y cerraba con: “Voy a dar la vuelta al mundo en avión”. ¿Qué se va a cumplir primero?
-Aparentemente, lo primero, porque tiene toda la lógica del mundo: tengo 40 años y no sé si hay alguno jugando con 41. Indefectiblemente, mi carrera como basquetbolista se va a terminar. Además, me agarró la pandemia y tengo al avión “encuarentenado” en Argentina, je. Es un poco gracioso lo que generó mi comunicado sobre el futuro. Dije que no iba a jugar en la Euroliga y que evaluaría si seguiría y se replicó: “Bomba de Scola, que considera el retiro” (hace un gesto de sorpresa). La bomba sería que no dijera que estoy cerca del retiro o que pienso jugar cinco años más.
-Es entendible la sorpresa, porque en el Mundial jugaste a tope con 39 años y el rendimiento colectivo fue extraordinario. De hecho, fue lo que te motivó a seguir pensando en llegar a Tokio 2020.
-Lo que pasó en China cambió el panorama a la hora de analizar. Alguno pensó que yo iba a estar retirado y ahora cambió porque estoy bien y activo. O como clasificamos a Tokio, piensan que voy a jugar. Eso se entiende. Pero es muy obvio que un jugador de 40 años piensa en el retiro en cada partido que juega. Si se estirara la emoción del Mundial y siguiera dos años más, ya estamos hablando de una cosa épica e impensada.
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-La suspensión de los Juegos Olímpicos te habrá hecho pensar más, porque no es lo mismo esperar un año a tu edad que a otra…
-Lo que vivimos en China fue una inyección de energía, que me dio ganas de jugar. El Mundial llevó a una bola de nieve. Sin embargo, el coronavirus barrió de un plumazo gran parte de esa energía. Las cosas buenas te empujan y las malas te hacen bajar. Pero no estoy pendiente de mi futuro. Ni ayer ni hoy me levanté pensando en si me llamaron de un equipo. No tengo los pasajes de mi familia en stand by hacia Japón. No estoy en una encrucijada. Me gustaría ir a los Juegos Olímpicos, pero las carreras se terminan. No debería sorprender a nadie.
-Tampoco habías dicho que ibas a jugar, aunque firmaste contrato y diste señales.
-Al jugar en Milano, es evidente que mi intención es estar en Tokio, pero pueden pasar cientos de miles de cosas… como una pandemia mundial. Hoy es secundario hablar de si estaré en Tokio. ¿Habrá Tokio? Los Juegos Olímpicos incluyen atletas de todo el mundo, con cientos de clasificatorios aún por realizarse. Entonces, si yo voy a jugar en Tokio es un debate minúsculo.
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-Hay muchas voces en contra, científicos que piden esperar una vacuna y hasta un excéntrico candidato a gobernador de Tokio que dijo que si gana, los cancelará.
-Es lo más lógico del mundo, porque justamente no están pasando lógicas. Las mismas razones que llevaron a la suspensión no sólo no pararon sino que se incrementaron. Es lógico pensar que no se va a poder hacer un evento del nivel de unos Juegos Olímpicos. Está dentro de las posibilidades.
-El COI ata la decisión a la OMS, pero el Comité Organizador abrió el paraguas hace meses al decir que “no hay plan B” y que en todo caso no tendrían “el gran esplendor” que de costumbre. ¿Cómo saber hoy si se harán?
-Mi comentario es de café, porque no soy especialista, pero no sería para nada descabellado pensar que hoy los Juegos Olímpicos no están asegurados ni mucho menos. Eso también lo tengo en la balanza, porque no quiero jugar en algún lugar si después no hay Juegos Olímpicos. Voy a tener que interpretar lo que pueda pasar para tomar una decisión, porque cuando yo deba definir si juego o no y dónde juego, probablemente no esté definido si habrá Tokio 2020. Eso lo decidirán entre noviembre y enero y para esa fecha yo estaré retirado o en la mitad de una temporada en alguna parte del mundo. Habrá cierta adivinanza en la toma de decisiones y esperemos que salga bien. Pero hay más cosas que tendré en cuenta y no simplemente cómo me sienta.
Luis Scola y su familia, en el Mundial de China 2019. Foto: Reuters
-Seguramente, una charla con tu familia, con la que se te vio disfrutando mucho en el Mundial.
-Haber vivido esa experiencia con ellos allá tuvo un valor especial. Hay preguntas que van más allá de estar en los Juegos. ¿Tenemos ganas de que juegue un año más? ¿Tenemos ganas de mudarnos una vez más? Estas preguntas están hoy más arriba en mi escala de valores. Hace 10 o 15 años, yo tenía que jugar porque es mi profesión. No era cuestión de si jugaba o no sino de dónde jugaba. Hoy no necesito un contrato para vivir ni un trabajo para irme de vacaciones ni jugar en un lugar para conseguir el sueño de mi vida. Hoy hay otras cosas que ganaron lugar. ¿Quieren vivir acá o allá? ¿Quieren mudarse? ¿Quieren que esté en los Juegos Olímpicos? Tienen ellos más peso que antes. No estoy con una necesidad imperiosa de jugar. No estoy esperando que alguien me llame. No pierdo el sueño por saber si jugaré en Tokio. Me encantaría y estaría buenísimo, pero ya jugué. ¿Es lo que viene algo que podamos disfrutar en familia? ¿Lo queremos hacer? Eso me importa más.
Pamela, su compañera de toda la vida, y sus hijos Tiago, Tomás, Matías y Lucas son sus pilares y los escuchará. Mientras tanto, su avión sigue en Argentina. “Tranquilo que ese avión va a cruzar el Atlántico -avisa-. Con un ferry tanque tenés más autonomía y llegás por la ruta indicada. Y si no la otra chance es hacer Boston-Canadá-Groenlandia-Islandia-Reino Unido por el Ártico”.
-¿Sigue en pie la idea de dar la vuelta al mundo?
-Sólo es cuestión de tiempo.
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Con el mate. Luis Scola, en Como, tras el subcampeonato mundial de China 2019. Instagram: @luisscola
Era de prever. Luis Scola se devoró “The Last Dance», el documental de ESPN y Netflix sobre Michael Jordan, mucho más que el mejor basquetbolista de la historia. Cada detalle fue escrutado, cada anécdota fue revisada y a veces descontextualizada, cada gesto o palabra fue exagerada, pero a nadie le pasó inadvertido. “No vi The Last Dance esperando otra cosa. No dije: ‘¿Qué desilusión?’. Los números uno son así”, explica otro de los que seguía por VHS las andanzas del “23” de Chicago Bulls. Y así se dispara la charla hacia la mentalidad de los elegidos, la construcción de liderazgo, saberse en la mira y apostar siempre a más.
“Si la gente piensa que Jordan, Maradona, Messi o Federer son normales y van a funcionar de manera normal como cualquier hijo de vecino, no tiene mucha lógica. Hacen cosas que nadie puede hacer ni hizo jamás en la historia. Entonces, para conseguir lo que nunca nadie hizo, tenés que ser y actuar de una manera en la que nadie actúa. El deporte es el uno por ciento de lo que uno hace en la vida. No podés esperar que en el 99 por ciento de las cosas seas agradable, simpático, buen compañero, compinche, divertido y positivo, y que en el 1 por ciento seas un asesino en serie. No funciona de esa manera”, monologa Luifa. Y se posesiona.
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“Esta gente tiene una forma de ser que la lleva a lugares donde solamente ellos pueden llegar. El camino sólo lo sabe uno por rubro: el mejor de la historia. Lo saben sólo ellos. Para conseguirlo, debés tener una cabeza que no tenga nadie, una forma de ser que no tiene nadie y ser capaz de hacer cosas que nadie es capaz de hacer. O que algunos capaces no tienen la voluntad de hacerlas ni son capaces de tolerar el dolor, la angustia y el cansancio que te genera esa lista de cosas que debés hacer para llegar a ese lugar”, amplía.
-Hay quienes salieron a afirmar que no jugarían para aquel Jordan dominante de los Bulls.
-Esperá primero que te llamen para rechazar esa oportunidad. Alguno seguro que la pasó mal, pero cualquiera quisiera jugar con Michael Jordan o con el mejor de su deporte. Que Jordan, Maradona, Messi o Federer sean normales sería totalmente anormal. No son tu primo o tu amigo, porque tienen otra cabeza. En el arte, la música, la política, el deporte o la actuación, por tomar algunos casos, los que hicieron cosas grandes no son iguales al resto. Piensan diferente y viven constantemente con gente que no tiene la capacidad que tienen ellos. Eso genera una frustración constante y se refleja en su forma de actuar.
Michael Jordan volvió a estar en la mira por «The Last Dance».
-Ahora bien, Jordan lideraba como macho alfa y la Generación Dorada, por caso, tenía repartido ese liderazgo…
-Entiendo. Pero es una comparación de dos mundos totalmente diferentes. Michael Jordan es el mejor de la historia del básquetbol. Nuestro mejor jugador, que era Manu Ginóbili, nunca estuvo cerca de ser el mejor de un solo año. No somos comparables, a pesar de que conseguimos algo comparable. Vas a encontrar niveles de liderazgo mucho más soft si bajás de nivel, porque son entornos en los que no es tan díficil ganar. De hecho, ninguno de los que estuvimos en China estamos remotamente cerca de ser el mejor del mundo y en cada Mundial hay una medalla de plata. No es exclusivo, como sí lo son los números uno.
-¿Sirve más liderar desde el ejemplo, desde la acción a imitar, que con las palabras que quedan en el olvido?
-Son formas diferentes de liderazgo. Yo pienso que hablar está bien, porque es importante mandar un mensaje. Pero el motor de tu liderazgo, lo que empuja, arrastra o volantea a un grupo es lo que podés hacer. Lo que decís valida lo que hacés. Si pedís correr, tenés que correr, porque perdés respeto. El líder de un equipo debe sí o sí liderar con el ejemplo. Si no lo mostrás, no importa cuántas veces lo digas: no lo vas a conseguir.
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-¿Cómo puede ser entonces que perdure el modelo de construir o liderar desde la coerción o el temor? ¿Cómo seguís sólo a alguien en un equipo o en una empresa sólo porque si no te pueden echar? Es prehistórico.
-Prehistórico no, porque lo seguimos viendo. Viene de un mundo antiguo empujado por la Unión Soviética, que tenía una forma de trabajar con los atletas que pasó por Yugoslavia y por Lituania. Lo vemos en el básquetbol y tiene éxito, pero pertenece a un mundo antiguo, obsoleto y que está en extinción. Ese liderazgo tiene fecha de caducidad y es muy difícil que te permita sostener los niveles de éxito en el tiempo. Hay una manera mejor. Se puede liderar desde la alegría y el trabajo. Se puede y se debe pasarla bien. Ahora bien, buscar tu mejor rendimiento te lleva a muchísima incomodidad. Si fuera fácil, lo haría todo el mundo. Si pretendés conseguir cosas desde una zona de confort constante, vas a tener logros mediocres o promedio. Cuando rompés esa barrera, te ponés en lugares más exclusivos, conseguís más y sube tu nivel de incomodidad.
-Con lo cual los número uno deben lidiar con la presión extrema, tolerarla y saber manejarla…
-Cuando llegás a los puntos más altos de rendimiento, como Jordan, Federer o Phelps, el nivel de incomodidad es el más alto posible, porque esa gente hace cosas que otros no pueden hacer, porque no son capaces de aguantar el dolor, la angustia y el cansancio. Al final del día, la gente que es exitosa es la que logra sentirse feliz y contenta en ese contexto de incomodidad. Después de pasarla mal, quiere volver a ese lugar. Cuando ves una gran gesta deportiva, cuando se abrazan no ves alegría sino alivio. “Se terminó esto y no perdí”, dicen en sus caras. Es más el miedo a perder que la alegría por ganar. Es pensar que terminó y no perdí. Es el alivio que sintió Kevin Love al ganar la NBA con LeBron James. Dos meses después, no entendía cómo pudo vivir sin haber estado ahí y no soportaría no estar ahí durante el resto de su carrera. Sabe que es angustioso. De hecho, lo sacaron de un partido por crisis de ansiedad. El tipo está sufriendo al punto de estar internado por la presión que tenía. Pero quiere estar en ese lugar.
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-Love fue uno de los tantos atletas de alto rendimiento que expusieron en plataformas digitales sus problemas de salud mental, como Phelps con la depresión.
-Ser deportista de alto rendimiento es una bendición total. Es una genialidad. Volvería a ser jugador cien veces. Estoy agarrándome con 40 años hasta donde pueda (pone las manos como en el último peldaño de una escalera). Jugaría hasta los 50 si pudiera. El balance es lo más positivo posible, pero no significa que no tenga cosas malas. No estamos sufriendo, pero para muchos deportistas no es fácil. Hay una movida muy grande en el deporte en relación a la salud mental: Phelps, Ian Thorpe, Love… La NBA creó un programa de salud mental porque esta profesión tiene cosas que otras no tienen. Si a la gente le proponés los beneficios que tenemos, ¿quién va a decirle que no a contratos de siete dígitos en dólares, fama, calidad de vida, formas exclusivas de viajar, hoteles 5 estrellas, 200 dólares por día para comer donde quieras? Nadie. Por ende, son lugares de elite a los que muchos quieren llegar y donde la competencia es brutal. Nadie te quiere dejar su lugar. Entonces es normal el alto nivel de exigencia y que atraiga problemáticas mentales y físicas, con jugadores que hasta no pueden caminar.
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LeBron James posteó esta foto en su Instagram, con la frase «No puedo respirar», que pronunció el afroamericano muerto luego de que un policía le clavara la rodilla en su cuello.
Con LeBron James a la cabeza, los jugadores de la NBA se sumaron al clima de protesta -varios fueron a marchas- luego del crimen de George Floyd a manos de policías de Minneapolis. Luis Scola sólo tiene palabras de reconocimiento al compromiso de la liga que cuenta con mayoría de basquetbolistas afroamericanos. “Fui parte de la NBA durante 10 años y siento orgullo por cómo los jugadores y la cúpula manejaron la ola de violencia racial y la pandemia. Son el ejemplo a seguir de toda organización deportiva que quiera ser perfecta”, resume el ex Houston, Phoenix, Indiana, Toronto y Brooklyn.
“Es imposible que seas parte de la NBA con un pensamiento racista. Cuando hubo signos de racismo, les cayeron con todo, como al dueño de los Clippers (Donald Sterling, suspendido de por vida). Es muy estricta y no hay lugar para eso. La problemática general fue mejorando con los años, pero cada tanto vuelve porque no está todo bien. La gente dijo basta”, asegura Luifa.
El periodista Guillermo Gorroño contó en la revista “El Gráfico”, en 1998, que cuando Juan Ignacio Sánchez se integró al equipo de la Universidad de Temple, dos años antes, sus compañeros le coparon el cuarto y el pivote Lamont Barnes le preguntó: “¿Tenés algún problema con los negros?”. Su respuesta fue: “Yo espero que ustedes no estén mal conmigo, que soy blanco”. La sorpresa le duró un tiempo. ¿Vivió algún escrutinio similar Scola? “Nada. En Estados Unidos la pasé fantástico -aclara-. La problemática está y la gente ahora dijo basta y no permite que esto pase. La NBA se involucra, se moja. Tiene el potencial económico y el nombre para hacerlo. Y lo celebro”.
-Y si LeBron es el primero que se compromete, manda una señal.
-Hace poco, una persona le dijo que tenía que callarse y sólo picar la pelotita (fue Laura Ingraham, presentadora de la hiperconservadora cadena Fox News). El tipo le contestó que lo que incomoda es que un joven afroamericano hable. Se te ponía la piel de gallina. LeBron está preparado y no dice tonterías. Vos podés estar o no de acuerdo, pero lo dice. Y muchos se involucraron y fueron a las marchas.
Kobe Bryant intenta sacarle la pelota a Luis Scola en un amistoso entre Argentina y Estados Unidos en Barcelona, antes de Londres 2012. Foto: Reuters
La muerte de Kobe Bryant fue dura porque tenía casi mi edad (41), porque es uno de mi rubro y por la cercanía de haber jugado tantos partidos en contra. Me dio muchísima tristeza por él, que no era mi amigo. Mucha angustia. Es una eminencia del básquetbol. Todo en la vida de Kobe fue cinematográfico. Hasta este final que nadie quería”.
Luis Scola
“Hay que cambiar la estructura entera del deporte argentino”
Para el documental «Reset», Fabricio Oberto y Luis Scola, el capitán interminable, charlaron en el CeNARD. Foto: Ponchosauer
Haberse desarrollado como deportista dentro de organizaciones profesionales ha moldeado la mirada de Luis Scola sobre la gestión deportiva. Por eso le cuesta tanto entender lo que ve a la distancia o cuando se sube a cada proceso con la Selección. “Hay que cambiar la estructura entera del deporte argentino”, sintetiza. Y se coloca en la vereda de enfrente de la más ancha avenida que exista con respecto a las nuevas autoridades de la Confederación Argentina de Básquetbol.
-¿Hubo diálogo o es una relación aún áspera?
-No hubo reunión ni diálogo. No hay competencia y no hay nada para hablar. Es muy difícil para mí estar involucrado en esta CABB, porque muchos pertenecen al grupo de gente que nos creó el mayor daño posible que tuvimos en la historia. Vuelven para reforzar un sistema que está roto y se votan para perpetuarse. Ya vimos el resultado que tuvieron y probablemente tengan el mismo. Mi forma de entender cómo funcionaría una organización deportiva está tan en las antípodas que es imposible llegar a ningún punto medio. Está bien que se piense distinto, no tiene nada de malo. Les deseo lo mejor. Lo que yo creo que debe ser la CABB es muy diferente a lo que piensan ellos. No tengo lugar para ayudar. Si preguntás del otro lado, tendrán la misma opinión.
-En 2014 lideraste el reclamo de la Selección por profesionalización y transparencia, para aggiornarse a los tiempos del deporte profesional. ¿Seguís pidiendo lo mismo?
-No pido más nada. Sólo juego. En aquel momento había una situación delictiva que requería una intervención mucho más drástica. Hoy estamos en otro lugar, a pesar de que muchos son los mismos de aquel momento. Yo cuestiono el sistema, no a ellos. Yo haré mi trabajo, que es jugar. Quizá mañana las cosas cambien y haya otras posibilidades. A mí me gusta la Selección porque tengo muchos años invertidos y pienso que puedo ayudar, pero no en un lugar donde piensan tan diferente y opuesto a mí. Ellos están deseando que no me involucre en nada, porque entienden el básquetbol de una manera totalmente opuesta a lo que siento yo.
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Es el pie para hablar de la política deportiva argentina en general. Lejos del resultadismo y más focalizada en los procesos. Es evidente que en los últimos 21 años, desde que Scola debutó en la Selección Mayor en el Sudamericano de Bahía Blanca de 1999, el deporte cambió radicalmente. Como espectáculo, como negocio y como vidriera. Los atletas son marcas propias. Los entrenadores y los cuerpos médicos han incorporado los avances en tecnología, medicina, fisioterapia, alimentación y nutrición. La psicología deportiva ha ocupado otro rol. Pues bien, Scola analiza que la organización dirigencial deportiva nacional “responde a un sistema obsoleto, arcaico y que se dejó de usar en el mundo”. Y argumenta largo y tendido.
“Nuestro sistema pertenece a un mundo antiguo que no funciona sino que fue cambiando. Pero así manejamos el deporte olímpico, que es profesional pero muchas veces es amateur, no porque no se entrene sino porque no se cobra un sueldo para vivir full time o los atletas no son tan reconocidos -explica-. Incluso donde se mantiene este sistema directivo por tradición, debajo del ala política ves un ala profesional que tiene bastante más poder que la pata política. Nosotros no reconocemos como obsoleta a esta problemática y la tratamos de reafirmar, asentar y sellar para que sea cada vez más eso. Hay que cambiar la estructura entera del deporte argentino, pero nadie dio el primer paso. La gente que maneja piensa que es un sistema moderno y que somos un modelo”.
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-¿Por ejemplo?
-Escuchás hablar de la Liga Nacional como modelo y yo te digo que nadie usa a nuestra Liga como ejemplo o modelo en el mundo. Es una venda en los ojos que nos tapa y nos da una falsa sensación de éxito que realmente no tenemos y alimenta un sistema obsoleto, antiguo y arcaico. Es muy difícil salir, porque la gente alimenta el sistema. Si yo te junto 20 anárquicos y te los hago votar, van a votar la anarquía y vos podés decir que sos democrático pero no lo sos. La democracia es otra cosa. Tener 20 tipos que piensen lo mismo no necesariamente significa que es el único sistema y que es democrático. La problemática va más allá del básquetbol.
Es el momento en el que Luifa saca a relucir por qué las plataformas que él usó le sirvieron, por qué hay resultados en el deporte argentino y por qué él piensa que no hay evolución sino estancamiento. “Hay algo muy común en Argentina: en los deportes de equipo somos buenos y en los individuales no somos tan buenos. Eso nos da una sensación de falso éxito. ¿Por qué los deportes de equipo funcionan mejor, con niveles de rendimiento tan altos? Porque los deportistas de equipo tienen la chance de irse y usar la plataforma de otros países para desarrollarse”, se responde.
Las lecciones de los Juegos Panamericanos, más allá de lo que dice el medallero
Y entonces se pone de ejemplo y nuevamente critica lo que sucede en la Argentina. “Cuando era chico, me fui a España a los 18 y usé esa plataforma durante 10 años. Luego usé la de Estados Unidos y después la de China. Todos esos modelos fueron replicados por la Selección, que creció y tuvo éxito. Pero eso no tuvo que ver con la estructura del país. Podemos hablar de ‘los hijos de la Liga Nacional’, pero la verdad es que mientras no emigramos, no se consiguió absolutamente nada -asegura-. Después conseguimos todo, desde medallas olímpicas y torneos hasta jugadores en la NBA. Eso pasó cuando se formaron en otros países, porque sus estructuras son las mismas que desarrollan a los nadadores y a los velocistas de 100 metros. Cuando perdés esa estructura, vas a la Argentina. Así es que cuando los deportistas individuales tienen estructuras peores, consiguen resultados peores».
Sólo habrá éxito garantizado si se aprovecha el envión para el desarrollo deportivo
-Es políticamente incorrecto, desde ya, pero teniendo en cuenta el contexto del desarrollo de los atletas, la política deportiva, la infraestructura, la crisis económica y la carencia de profesionalización, ¿se puede decir que es un milagro que el deporte argentino aún coseche medallas importantes o te parece exagerado?
-No estamos en una situación milagrosa y hay deportistas que hemos roto esa frontera: Lange, Pareto, Espínola… Hay que compararse con países que tengan una estructura similar en habitantes, región y PBI. Y en esa comparación, perdemos. Pero si vamos a pensar que no ganaremos medallas, tampoco es realista. Vamos a tener cierto nivel de éxito porque somos 45 millones y tenemos una cultura del deporte, pero si a esos pequeños éxitos los etiquetamos como un milagro nos volvemos a poner en el lugar del heroísmo. En Río de Janeiro 2016 promovimos que era la delegación olímpica más grande cuando era así porque empujaban los deportes de equipo, ya que Brasil no tenía que clasificarse. A la hora de ir al hueso, no tenemos una estructura. No significa que seamos un desastre, porque el ENARD es un gran lugar. ¿Hace todo bien? No. Está para sumar. Buenísimo. Genial. No significa que no haya que cambiar. Los países invierten, profesionalizan y generan un entorno del alto rendimiento. Y acá vamos a la polémica por el CeNARD.
-¿Hablás de su funcionalidad como centro de alto rendimiento?
-Al margen de lo poco ético o ilegal de saber quién gana plata si esas tierras se venden o no, no vas a ver en ninguna parte del mundo un centro de alto rendimiento que tenga un profesorado y donde se vea a veteranos jugando al fútbol y a gente caminando. Y todo en el metro cuadrado más caro de la Ciudad. Los lugares pensados para el alto rendimiento, como Colorado, Sierra Nevada, Pensacola o Australia, están alejados y allí se se respira alto rendimiento todo el tiempo. El CeNARD no es así. Que sea un centro para la educación física o un centro cultural… Debe haber un centro de alto rendimiento donde los deportistas trabajen. Ese lugar no está en Núñez porque no está en Manhattan. Eso tienen los países con éxito deportivo. Nosotros no lo tenemos.
Fuente: Hernán Sartori – Clerín.com – Deportes – Fotos: @luisscola – AP – Reuters – Ponchosauer -Clarín.com – Deportes