«Mancha. Eso es el doping para el deporte: una mancha».
Eso es el doping para el deporte: una mancha».
Diego Grippo (en el centro), presidente de la Comisión Nacional Antidopaje, durante el último Mundial de básquetbol, en China. Fuente: Archivo – Crédito: Prensa CABB
Después de dos décadas como médico del seleccionado masculino de básquetbol, en las que convivió con la Generación Dorada, Diego Grippo asumió un nuevo compromiso, como presidente de la Comisión Nacional Antidopaje (CNAD), el ente creado en 2018, tras la sanción de la ley, que se encarga de los controles en las competencias amateurs y profesionales del país. Un organismo que nació en el macrismo, después de que la Argentina fuera advertida a fines de 2015 por la Agencia Mundial Antidopaje (WADA, por sus siglas en inglés) por utilizar el laboratorio del Cenard que no estaba habilitado para realizar los análisis antidopaje, y que saludablemente el cambio de gobierno nacional no desarticuló, como tantas veces ocurrió tras modificaciones en la conducción.
«Preservar el juego limpio, el espíritu deportivo y la salud de quienes compiten. Ese es nuestro objetivo y estamos cada día mejor», apunta el bahiense Grippo, cara visible del CNAD, que tiene un presupuesto anual de 80 millones de pesos y trabaja con 114 deportes y disciplinas. La estructura cuenta con 20 personas que cubren la administración y las áreas centrales del organismo, más 26 oficiales de control de dopaje, «entrenados» y con los estándares de la WADA. El programa antidopaje alcanza a todos los deportistas que estén federados.
Hay deportes «más riesgosos que otros» en materia de dopaje. La CNAD realiza una clasificación de mayor a menor y «un plan de distribución de controles», dentro y fuera de competencia, con pruebas de sangre y orina. Grippo se disculpa, pero no puede revelar cuáles son esos deportes que generan mayor desconfianza ni la cantidad de controles que se hacen, porque «sería dar datos para que se saquen cálculos y mientras más sorpresivos sean, mejor». Pero cuenta: «La comisión hace la cantidad suficiente de controles como para que ahora el deporte argentino esté controlado. Dentro del programa antidopaje hay atletas que entran en el llamado Grupo Registrado de Control, que deben dar su paradero, disponer de una hora en cada día del año. También tenés los deportistas que decís: ‘Estos no quiero que se me escapen, por tales motivos’, por antecedentes o porque viene con un éxito interrumpido, batiendo marcas. Capaz que es todo mérito y probablemente así lo sea, pero por las dudas los tenés que controlar. Se hace un análisis enorme, que incluye antecedentes locales e internacionales, la inversión de dinero en ese deporte, denuncias».
Grippo reconoce que al principio de la gestión debieron cruzar una barrera. «Muchos deportistas no tenían la costumbre de hacer controles; hoy no se sorprenden. Se avanzó muchísimo. Hoy un oficial puede ir a una competencia, pero antes costaba mucho entender y por falta de comunicación y educación. ‘¿No me tienen que avisar antes?’, te decían. Y justamente la idea es que no. Fueron barreras que hubo que romper», aporta el Grippo, jefe del departamento médico de la Confederación Argentina de Básquetbol. ¿Qué ocurre si un deportista se niega a hacer la prueba? «Es una infracción a las normas antidopaje. Se hace un informe, se eleva al área de Gestión de Resultados, que luego lo eleva al tribunal disciplinario independiente que funciona en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires», aporta.
No hay una sustancia que alarme más que otra a la CNAD. «Cada sustancia tiene una asociación con algún deporte. Me preocupa el anabólico que genera fuerza y potencia en algunos pesistas. La EPO, vinculada a la resistencia en la natación, las maratones, el ciclismo de ruta. En el tenis puede haber desde estimulantes, mal uso de corticoides o anabólicos para desarrollar fuerza y potencia, a algún suplemento contaminado», comenta Grippo. Y explica cómo es el procedimiento una vez que se toman las pruebas y llegan al laboratorio: «Por un tema costo-beneficio estamos trabajando con uno de España. Con algunas sustancias tenés un tiempo determinado para que siga sirviendo, como la sangre, por ejemplo, cuya muestra sirve unas 35 horas. Entonces necesitás una coordinación muy exquisita con el traslado para que no se deseche. La sangre va refrigerada, con un reloj adentro del recipiente que va cambiando de color. Hay mucha logística. El envío también tiene sistema de ubicación y custodia, para saber todo el tiempo dónde está, desde que sale de la estación de dopaje hasta el laboratorio».
El ex tenista Mariano Puerta le reconoció en LA NACION haber mentido ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo para tratar de que le redujeran el castigo luego del doping en la final de Roland Garros 2005 y que la forma en la que ingresó la sustancia prohibida (etilefrina) en su organismo había sido por tomar pastillas contaminadas, teoría que generó desconfianza y otras teorías de gente de su equipo de aquel momento. Grippo, que leyó el artículo, manifiesta: «En ese momento estábamos en los albores de los controles de dopaje. Si bien en el futbol se hacían antes, en el polideportivo empezó en 2000 o 2001, había cierto desconocimiento, al menos en la Argentina. Hoy es más raro que un tenista profesional no sepa que hay una lista de sustancias prohibidas. Aquel era otro mundo, pero había negligencia. Hubo muchos casos de contaminación cruzada: me refiero a comprar un producto genuino y encontrarte con que tiene otra cosa adentro, porque las normas de seguridad e higiene de laboratorio o la farmacia no eran buenas. Es algo en que la WADA hace hincapié: ‘Ojo con los suplementos alimenticios’. El atleta es el primer responsable de lo que toma».
Los integrantes de la Generación Dorada estaban pendientes de los cuidados y la medicación que tomaban, según Grippo: «Con semejante selección no podías dejar afuera el tema de dopaje. No podíamos cometer errores por confiarnos o por dar un tratamiento errado sin chequear la lista de permitidos. Había un tema de confianza mutua. Pero con esa generación era salir absolutamente tranquilos a competir, nada más lejos del dopaje en ese equipo. Se los educó de chicos, se los advirtió desde la Liga Nacional. Y el hecho de que jugaran en Europa y Estados Unidos hizo que aprendieran más». El único representante de aquella camada que tuvo problemas de doping fue Hugo Sconochini, a quien se encontró culpable de haber consumido esteroides anabolizantes, pero por su participación en la Liga de Italia y no en el seleccionado.
Grippo dice que en el país quieren evitar el «dopaje por desconocimiento» y que desde el 1 de enero de 2021 entrará en funcionamiento el nuevo Código Mundial Antidopaje,con algunas enmiendas vinculadas, por ejemplo, a las sanciones por drogas sociales («Castigos más nobles, que no matan al deportista», aventura). En la CNAD analizaron cerca de 17 mil medicamentos y, en su web, los deportistas (en casos de urgencia, sin médicos disponibles) tienen la posibilidad de colocar el nombre del remedio y comprobar si el mismo generaría doping en un control. «Hay gente en el deporte argentino que desconoce que se puede hacer una autorización de medicación por uso terapéutico, por ejemplo, por asma, diabetes, algún tratamiento con corticoide por emergencia. Se le pide la documentación que acredite y listo. Hubo casos de jugadores separados de competencias, cuando podrían haber estado con autorización».
Diego Grippo, ex médico del seleccionado de básquetbol y actual presidente de la CNAD, junto con Pepe Sánchez y Manu Ginóbili. Fuente: Archivo – Crédito: Prensa CABB
La CNAD puede tener muy buenas intenciones, pero el éxito del programa depende, en gran medida, del «compromiso» de las federaciones, de los clubes, de los deportistas y de sus entornos. Grippo concluye: «El dopaje es parte del deporte, entonces tenemos que hacer engranar esa pieza. Y la mejor manera es con educación. Hoy encontramos buena voluntad y lo estamos logrando».
Fuente: Sebastián Torok – LA NACION DEPORTES – Fotos: : Archivo – Crédito: Prensa CABB – Archivo – Crédito: shutterstock – Archivo – Crédito: Prensa CABB –