El Gran Capitán de la Selección Argentina analizó su etapa en el combinado nacional tras la derrota en los cuartos de final frente a Australia y el emotivo homenaje que recibió.
El mundo se puso en pausa durante casi un minuto. Australia vencía a la Argentina por un abultado resultado y se metía en las semifinales de los Juegos Olímpicos de Tokio cuando Luis Scola salió de la cancha y todo se frenó durante un instante. Mientras el banco nacional saludaba a su Gran Capitán, el equipo australiano, los periodistas y los pocos presentes en el estadio de Saitama construyeron una ovación atronadora que retumbó en un estadio casi vacío. Siempre humilde y ajeno a los focos, Scola intentaba reprimir el llanto y lograr que el homenaje durara lo menos posible pero los aplausos no cesaban. El partido, el básquet, se puso de pie para homenajear a una leyenda viviente.
«Me voy en paz. Intenté apartarme de todo, este último año, pero se me vino todo de golpe. Intenté mantener la compostura todo lo que pude. Estamos todos viviendo una situación muy especial, haber visto a los rivales, a los periodistas, a los árbitros, me golpeó un poco. Intento apartarme de estas situaciones pero fue un poco un golpe bajo, estaba esperando terminar el partido. No se muy bien qué decir, terminó y ya está. Estoy un poco golpeado emocionalmente, me agarró con la guardia baja. Le agradezco mucho a la gente de Australia, fue un reconocimiento que tiene el valor increíble. Tener el respeto de tus contrincantes es, quizás, el elogio final, el elogio más grande que hay. Me voy muy contento, me voy en paz», confesó un Scola todavía conmovido después del partido y tras recibir el abrazo de compañeros y rivales.
Luifa debutó en el Sudamericano de 1999 en Bahía Blanca y los Juegos Olímpicos de Tokio fueron su 22° torneo, ausentándose apenas del Premundial de 2005 en 22 años como representante de un país que lo adoptó como bandera por su compromiso, su ética de trabajo y su talento. En Japón siguió haciendo historia, convirtiéndose en uno de los ocho jugadores en participar en cinco citas olímpicas subiéndose a lo más alto del olimpo junto a Teófilo Cruz (Puerto Rico), Oscar Schmidt (Brasil), Andrew Gaze (Australia), Juan Carlos Navarro (España), Rudy Fernández (España), Pau Gasol (España) y Diana Taurasi (Estados Unidos). También agigantó su sello indeleble en la historia olímpica al convertirse en el cuarto máximo anotador al superar al brasileño Vlamir Marques, un hito que se suma a su presencia como segundo goleador histórico en la historia de los mundiales.
Referente permanente, es el líder histórico en presencias con 173 partidos y el máximo anotador con 2857 puntos. En su extenso palmarés se destacan las dos medallas olímpicas, el oro en Atenas 2004 y el bronce en Beijing 2008, además de dos subcampeonatos mundiales y otros cuatro títulos. «Nunca nadie me va a decir que no trabajé. Con eso ya estoy bien, estoy tranquilo, estoy en paz. Quería llegar a hoy de esa manera, dormir ayer pensando en que nadie nunca va a poder decir que yo no estaba preparado. No se que le di a la Selección, siento que le di mi máximo compromiso, mi máximo esfuerzo, los mejores años de mi vida».
La despedida de Tokio no fue la ideal para un animal competitivo como Scola pero el mimo que significó el aplauso generalizado del mundo del básquet, de los que estuvieron en Saitama y de los millones que se rindieron a sus pies desde lejos debido a la pandemia, fue una caricia al alma. También el reconocimiento de sus compañeros en las entrevistas posteriores. Facundo Campazzo, quien será uno de los líderes en el futuro inmediato, fue contundente: «Scola es una leyenda, marco un antes y un después. Nos contagió los valores y la manera de trabajar. Hay que mantener eso».
Sergio Hernández, visiblemente emocionado durante el homenaje y ante las cámaras, se deshizo en elogios: «Fue el mejor jugador que nació en este territorio. Nos llevó a terrenos insospechados. Solo queda decirle gracias. Estoy feliz por el homenaje que le hicieron, pero todo homenaje que le hagan a Luis es poco. Nuestra relación empezó yo como maestro y él como alumno, y terminó al revés. Le agradezco de corazón». Marcos Delía, quien fue uno de los que más se alimentó de la presencia y generosidad de Scola, fue contundente: «Se terminó una leyenda viviente para el básquet».
El jugador más importante en la historia de la Selección también le agradeció a sus compañeros por los últimos años de convivencia en un grupo que volvió a poner a la bandera argentina en lo más alto como subcampeón del mundo y uno de los ocho mejores de los Juegos Olímpicos: «Este grupo me dio muchísimo, me dio juventud, me dio años de carrera. Queda mucho todavía, la Selección es mucho más que nombres».
El Capitán, que siempre tuvo en claro el norte durante su época en la Selección, aún no sabe cómo seguirá su vida: «Hay que replantearse todo, es una época de cambios, para mí son muchos cambios que se vendrán. A bajar un poco el ritmo, bajar la pelota, empezar a planear el futuro. No se, no tengo un plan, vamos a ver, tengo un par de cosas para hacer en el futuro pero veremos. Ahora me voy de vacaciones y veremos». Por lo pronto, el mundo del básquet le regaló un homenaje a la altura de su leyenda.
Fuente: CABàsquet – Fotos: CABásquet