/Martín Sansot fue el mejor fullback de los Pumas, supera una leucemia y plantea lo que debe cambiar el rugby de hoy

Martín Sansot fue el mejor fullback de los Pumas, supera una leucemia y plantea lo que debe cambiar el rugby de hoy

El legendario back del seleccionado critica lo que entiende como un exceso de importancia que se asigna a los forwards y el scrum, lo que se enseña a los chicos y la improvisación de la directiva.

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Martín Sansot es una leyenda del rugbyPara quienes lo vieron jugar, el mejor fullback de todos. Incluso algunos, sin exagerar, lo comparan con el galés John Peter Williams, contemporáneo de él. Pocos han sido tan seguros en su puesto, tan confiables para embolsar arriba, tan certeros en el tackle, tan precisos para sacar la pelota al touch. Un jugador completo, formado en Pueyrredónconsagrado con apenas veinte años en los Pumas y que relativamente temprano colgó la camiseta. “Tenía 30 años, y los backs tienen una edad límite. Hoy, no tanto, porque hay mucha preparación física, pero los jóvenes vienen muy rápidos y vos te quedás sin gambas. En cambio, los forwards pueden aguantar más porque sus movimientos son cortitos, de fuerza y físico”, reflexiona el ex número 15 en una charla para LA NACION en el SIC, a pocos días de cumplir 69 años.

El 16 de mayo de 1955 se asomó al mundo. Y el 16 de mayo de 2024 pasó su cumpleaños en el sur, latiendo en ese mundo que lo rodea. Martín viene de superar una etapa compleja de su leucemiaLa pasó mal pero está saliendo. “Estoy luchando”, sintetiza. Y pasa a contar su vida. “Mis hermanos y yo fuimos a un colegio en Acassuso, el St. John’s, que tenía como deporte principal al rugby. Así que juego desde el primario. Vivía en La Horqueta, frente al Newman. Por eso fui a Pueyrredón, mi club de toda la vida, que entonces estaba por acá. Pueyrredón era el campo de deportes del colegio. Y entre el rugby, los entrenamientos y las fiestas o salidas, con 15, 16, 17 años, se armaban los grupos y crecían las amistades. Era muy lindo y ese sentido de pertenencia aumentaba cada vez”, recuerda.

Jugadas de Martín Sansot y testimonios sobre él

–En 1975, Pueyrredón tenía un muy buen equipo y a tus veinte años te convocaron para el seleccionado de Buenos Aires y los Pumas.

–Ahí, en Pueyrredón, pasó algo muy interesante: se juntó la camada de mi hermano Ernesto, que es la ‘51-’52, en la que jugaban Martín Giargia y Ricardo Landajo, y la mía, la de Eduardo Forteza, Ricardo Belver, Johnnie Mac Coll, y después llegó la de Lelo Schiavi, Juan Baeck, y se armó un plantel muy bueno que duró hasta el ‘85, ‘86. Jugábamos un lindo rugby. No teníamos forwards, éramos livianitos y corredores y jugábamos desde todos lados. Era muy divertido, porque no contábamos con tipos tan pesados. La segunda línea era corredora; la tercera, también, y los backs volábamos por todos lados. El rugby en general era lindo porque había varios clubes que tenían lo mismo, y otros equipos mataban con el scrum. Con esa camada, Pueyrredón siempre peleó, aunque nunca ganó el campeonato.

–Le pasó como a otros clubes: se acabó la camada y atrás no venía una igual…

–Es natural de los clubes que se manejan en el amateurismo. Las camadas alimentan un tiempo y después, si no llega otra… El asunto es mantener la regularidad en cuanto al juego, pero para eso se necesita regularidad en cuanto a la producción de jugadores. Y eso se da por camadas, que antes eran más cortitas; ahora son más largas porque el rugby se popularizó. Después, el club tuvo otras épocas en las que funcionó y estuvo en el Top 12, pero con un rugby que nosotros no jugábamos.

–¿Por qué varía el estilo de juego?

–Por los entrenadores. Esto es una opinión mía. Fijate en quiénes son los entrenadores de los clubes, o el más importante: en general son forwards. Y esto no es una crítica, pero digo que la visión del forward es muy diferente a la visión del back. El forward trabaja en el cortito, mirando abajo; en cambio, el back está en el abierto y siempre erguido, por lo tanto, tiene mejor visión. Lo que no quiere decir que haya forwards que no tengan buena visión. El juego argentino se basa en algo muy cerrado, en los gordos –dicho cariñosamente–, que sí funcionan. Entonces veo que es un rugby un poco mezquino. Creo que hay que desarrollar los dos: hay que tener forwards sólidos y también contar con backs hábiles. La unión entre los backs y los forwards está en los medios y la tercera línea, y entonces también se necesita esa habilidad. Hay que desarrollar la parte inteligente. En aquella época de Pueyrredón, los gordos escondían la pelota y no podían sacársela. Desde mi punto de vista, era el anti-rugby, jaja… Efectivo, sí, porque marcaban tries, pero el rugby que me gusta es el de jugar, mover la pelota y correr por todos lados.

–¿Hoy pasa más o menos lo mismo?

–Te diría que en un 90% los entrenadores son forwards, y tal vez me quedo corto. No hablo del Top 12, ¿eh?. Hablo del rugby en general. Creo que hoy los entrenadores saben mucho de poco. Me refiero a que el rugby tiene un montón de facetas: están el entrenador de scrum, el de line-out, el de backs, el de defensa, el de ataque, el de juego con el píe, el analista de video, el kinesiólogo, el médico… Hay tantas áreas por cubrir que es imposible abarcar todas en el amateurismo. La base es el scrum. Algo muy importante, un trabajo mental que se hace sobre el adversario. Ahora bien: no pasa todo por el scrum; pasa por el equilibrio.

Sansot era muy hábil en el juego con el pie, y objeta que ese recurso, muy útil en los partidos, esté vedado en la enseñanza a los infantiles.
Sansot era muy hábil en el juego con el pie, y objeta que ese recurso, muy útilen los partidos, esté vedado en la enseñanza a los infantiles.Archivo

–¿Entonces los equipos ponen a propósito entrenadores forwards?

–Los ponen porque manejan bien eso. Saben de eso porque fueron forwards. ¿Y cuándo la pelota está afuera? “No se la des a los backs porque son unos muertos, escondela”, dicen. Es un pensamiento muy egoísta. El asunto es cómo hacemos que la pelota no se caiga. Entrenalos, si se les cae. Pero tampoco les dan tiempo para practicar eso; sin embargo, al scrum le dedican cuarenta minutos de una hora y media que dura el entrenamiento. Una exageración.

Yo analizo el juego: ¿cuántos scrums hay por partido? Internacionalmente, unos diez, y a mí me tocan cinco. No sé cómo vas a hacer vos, entrenador de forwards, pero yo quiero mis cinco scrums, no quiero matar al contrario. Ojalá pueda matarlo, pero el objetivo es sacar la pelota. A las que tira el contrario se las tenemos que complicar, lograr que no la obtenga limpia, pero mis pelotas tienen que ser positivas, que salir limpias para poder lanzar el juego. Ésa, la de la pelota limpia, es la otra parte importante, porque si la gano pero retrocediendo, es pelota sucia. Así no puedo lanzar el juego. Entonces, ¿cuánto dura el scrum? Ocho segundos. Si hay diez scrums, son ochenta segundos, minuto y medio. ¿Cuánto dura un partido? Ochenta minutos. ¿Cuánto es el tiempo efectivo de juego? En el nivel nuestro, no llega a los cuarenta ni ahí; serán treinta. Tenés treinta minutos de juego y en ese lapso, uno y medio de scrum. ¿Y usás media hora de scrum en el entrenamiento para un minuto y medio en el partido? Las estadísticas te dicen dónde se debe poner el foco para mejorar. Pero para hacer todo eso no hay tiempo. Además, hay que ver si interesa a los entrenadores. Yo veo poca creatividad, poca efectividad en el uso de la pelota, y por ahí pasa todo.

–Los entrenadores están voluntariamente, y si no tienen tiempo, ¿qué pueden hacer? ¿Hasta qué punto se puede exigirles?

–Es un poco lo que me pasó con la carrera que hice, en 2015, de coaching ontológico, en la Escuela de Formación de Líderes de Alberto Fernández Sanjurjo, que hace foco en el desarrollo del individuo. Al rugby argentino le falta desarrollar al individuo. Él es el protagonista, el que entra a la cancha y tiene que tomar las decisiones. Acá, al jugador le gritan todo el tiempo los entrenadores, los padres y los amigos. Déjenlo tomar sus decisiones tranquilo, que se equivoque… Al equivocarse aprenderá, pero no lo manejamos con un joystick desde afuera. ¿Cómo desarrollamos esa parte intelectual o de la inteligencia emocional, el manejo de las emociones, la toma de decisiones, el pensamiento crítico? Tengo que ver qué me decís vos, qué me dice Fulano y discernir cuál es la verdad, para sacar un punto medio. Es un proceso. Y ese proceso es muy complicado de meter en el rugby: en un grupo de profesionales llegamos a la conclusión de que el voluntariado, el tesoro del rugby argentino, no tiene tiempo para esto. Además es costoso. El voluntariado tiene sus cinco tiempos ocupados: los de la familia, los amigos, el trabajo, los hobbies y el rugby. ¿A quién va a sacarle tiempo para hacer el desarrollo que te digo?

–Estamos listos.

–Hay que mejorar la calidad de la enseñanza. Pueyrredón está donde está –y gracias, que está donde está– por los entrenadores que trabajan en el club. Buenos o no, no importa. Entonces la pregunta es: ¿queremos mejorar? Si dicen que no, está todo bien; si dicen que sí, hay que ver qué se hace para mejorar, cómo capacitamos a los entrenadores, de dónde sacamos la plata y el tiempo para capacitarlos. No es un problema del coach, sino del club. El coach plantea las preguntas, y a las respuestas tiene que darlas el individuo, porque es el único que sabe dónde quiere estar. Nuestro tipo de educación es obsoleto. Se hace esto y los chicos preguntan “¿por qué?”. “Porque lo digo yo” o “porque es así”. Y ésos no son fundamentos.

–Vos postulás que a los chicos les cortan la creatividad o no se la desarrollan.

–Es mi opinión. En general, desde que me acuerdo, en el rugby infantil no se puede usar el pie. ¿Por qué? Es una de las destrezas individuales del juego. Las básicas son pasar y recibir, correr, entrar en contacto, y patear. Después están las demás: levantar pelotas, saltar… Patear es una de las principales y la prohíben; así el chico se desarrolla sin usar el pie. Dejalo patear, y cuando lo haga, preguntale por qué pateó. Si te da una respuesta lógica, se la aceptás y no lo bloqueás. Los chicos están empezando y la pelota ovalada es complicada de manejar.

Patada al touch contra Inglaterra en 1978

–Vos pateabas bien por naturaleza, pero además practicabas eso.

–Sí. En esa época llegábamos antes a entrenarnos y nos poníamos a patear. Hoy no lo vemos. No hay tiempo. Y los chicos no tienen maestros. Hay un montón de cosas del juego con el pie por aprender. Desde el hooking hasta el rastrón, pasando por el sombrerito, el kick across, el kick en diagonal, el up & under, el drop, la salida desde el piso, la conversión, el dribbling… No es una pavada el juego con el pie. ¿Y vos creés que lo enseñan? No creo. No hay tiempo. Para el juego con el pie no hay tiempo: es scrum y line.

–¿Y en los Pumas, que tienen más tiempo y más recursos?

–A ellos les pagan para eso, pero aprenden de grandes. Andá a ver cuántos de los Pumas dedican tiempo a patear. Deben de ser pocos. Además, estás hablando del uno por ciento del rugby. Las selecciones nacionales son el uno por ciento de la cantidad de jugadores que hay en el país.

–¿Pensás que estas cosas que decís pueden empezar a ser hechas en un corto plazo?

–No creo. Todo parte de la UAR, del profesionalismo. Veo que se trabaja mucho sobre los profesores de educación física, y los profesores de educación física progresan en su área, pero no sé cuánto lo hacen en el juego. No lo sé, no conozco bien, pero me parece que por el resultado que tenemos en el rugby argentino, y por cómo están los Pumas, seguimos haciendo lo de siempre. Habrá áreas en que la cosa funciona, pero son chiquitas.

–Hablando de los Pumas: alguien podría decirte que tan mal no están, que en el último mundial terminaron entre los cuatro primeros.

–Eso fue una casualidad. Cualquiera que sea realista dice que no somos cuartos en el mundo, ni ahí. Antes que nosotros se quedaron fuera dos equipos que nos habrían hecho 40 puntos: Francia e Irlanda. Y de los eliminados previamente, dos o tres más pueden ganarnos. Estamos hablando de tres arriba nosotros. Más tres, son seis. Más un par más que pueden ganarnos, ya son siete u ocho. Es decir que seguimos en el mismo lugar, entre el octavo y el décimo puestos. Ésa es la realidad, el lugar que ocupamos entre mundiales. Está bien: jugamos en el Championship contra tres de los mejores seis del mundo, lo cual es un problema.

Un tackle de un australiano le hace perder la pelota; el ex back cree que se debería trabajar más en que a los forwards no se les cayera el balón al recibir un pase.
Un tackle de un australiano le hace perder la pelota; el ex back cree que se debería trabajar más en que a los forwards no se les cayera el balón al recibir un pase.

–¿Es un problema o la mejor manera de aprender y evolucionar?

–Es un lindo problema. Un desafío. Acá hay que mejorar. De vez en cuando le ganamos a alguno, pero es ocasional, porque cuando se juega por los tantos, no le ganamos. Los sudafricanos vienen acá y no digo que estén de j…, pero vienen a jugar con Argentina, el más flojo de los cuatro, y entonces sí, puede que se lo tomen un poco más light. Ahora bien: cuando vinieron a jugar en serio, como cuando les habían ganado los All Blacks allá y el de Salta era un partido por el primer lugar, nos mataron. Yo digo que no tenemos como para pelear contra ellos; podemos ganarles alguna vez, cuando se distraen. Pero cuando juegan en serio…

Martín saltó rápidamente de Pueyrredón al seleccionado de Buenos Aires y unas semanas después vistió la camiseta celeste y blanca en un tour por Francia. Todo sucedió vertiginosamente en 1975. “A ese Argentino lo ganamos, y no fui al Sudamericano de Asunción porque me designaron para los Pumas. Jugué mi primer partido en Biarritz ante un seleccionado provincial. Después nos agarró Francia [en Lyon] y nos llenó la canasta. La revancha, en París, fue palo y palo, gratis no se la llevaron. Los franceses siempre fueron unos roñosos y toda la vida hubo rosca”, afirma. Su despedida de los Pumas fue en 1983 en Australia. “Yo estaba volviendo de una operación de hombro y allá me noquearon. Me mandaron a boxes diez días, y perderse diez días en una gira es mucho. Pude jugar recién el segundo test. Y el último partido internacional fue en 1984, en la gira de Hispanoamérica por Sudáfrica. En el ‘85 jugué en Pueyrredón y me retiré. Me recibí de veterinario y me fui a vivir al interior”.

–Hablabas del estilo de juego que te gusta. Banco Nación, con Hugo Porta, Fabio “Aguja” Gómez y Fabián Turnes, tenía ese estilo. ¿Fue el mejor equipo?

–Banco fue uno de los mejores equipos de esa década. Me acuerdo de haber jugado varios Pueyrredón vs. Banco Nación y eran los mejores partidos del año, por el tipo de juego que teníamos. Yo me fui en el ‘85 y Banco tuvo todo ese período, desde el ‘80 hasta el ‘89 o el ‘90, cuando salió dos veces campeón. Hacía el mismo juego que nosotros: unos gordos que más o menos conseguían la pelota y después, en la línea, unos galgos. Turnes, [Pablo] Soto, Porta, [Adolfo] Capelletti, el Negro Astibia, Hacha Dinisio… La tercera línea corría y corría.

–El SIC también era efectivo, pero con otra filosofía.

–El SIC tenía otra filosofía, otro estilo. Es organización, disciplina. Y hoy sigue con eso, pero desde mi punto de vista ha sacrificado mucha creatividad en jugadores por meterlos en un sistema bastante estricto, que funcionaba y funciona. Eso lleva a que otros equipos, cuando controlan el fuerte del SIC, que es el scrum y la disciplina, consigan el éxito. Así aparecieron Hindú, CUBA, CASI, Alumni, Belgrano, Newman, que siempre pelearon pero que de golpe empezaron a sacarle los campeonatos o a discutírselos seriamente.

Sansot se divertía en los partidos en un Pueyrredón que se apoyaba en sus backs; el equipo no salió campeón, pero era uno de los más entretenidos en los años ochentas.
Sansot se divertía en los partidos en un Pueyrredón que se apoyaba en sus backs; el equipo no salió campeón, pero era uno de los más entretenidos en los años ochentas.

–¿Seguís el Top 12?

–No. Veo muy poco rugby, y a mi club recién ahora estoy volviendo.

–¿Te gustan el campeonato, la organización en general?

–No me meto en eso. Yo veo el juego, ¿viste? No me importa el campeonato y tampoco veo los colores. Sigo el juego. Para mí, todo pasa por el juego. Yo veo a Newman y no me gusta. Me parece que está encerrado en una forma de jugar que creo tiene que cambiar. Eso quiere decir que por ahí está muy cómodo en una idea y no prueba otra cosa. No sé, no estoy metido en Newman. No me interesa si la jugada fue del SIC, del CASI, de Newman o de Champagnat. Me interesa la acción de los jugadores, la toma de decisiones; lo mismo me pasa cuando veo a Pueyrredón. Los éxitos y los fracasos pasan por el juego. A mí me gusta el juego, no me interesan la UAR ni la URBA. Me interesa lo que hacen los chicos en la cancha y ellos tienen que tener confianza para expresarse. ¿Cómo conseguís esa confianza? En mi carrera aprendí una fórmula muy interesante. La confianza es el conocimiento más la experiencia, multiplicado por la actitud en la cancha. La actitud multiplica. Nadie trasciende en la vida por el conocimiento ni por la experiencia, sino por qué actitud tiene para llevar adelante su vida. Mi desafío es lograr que los chicos tengan confianza y puedan expresarse en la cancha.

–¿Hablaste de eso en Pueyrredón? ¿Te consultan?

–No. Nunca llegué a tener una charla así, individual, pero ahora estoy en un proceso de observación. Voy a mi club y observo cómo trabaja el equipo de entrenadores, cómo trabajan los jugadores. Me interesa eso porque estoy trabajando en la construcción de equipos. Hago un curso de facilitador de actividades de dinámica de equipos. Hace como un mes hablé con Gabriel Travaglini, presidente de la UAR, para ver si me permiten ir a Casa Pumas y ver cómo trabajan. Aplicar esa experiencia dependerá de cómo yo lo presente, si convenzo o no. Ellos siguen haciendo lo que hacían. Para ellos, lo que están haciendo está bien. Y no me parece que esté bien. Pero el entrenador es el entrenador y Martín Sansot, Martín Sansot.

–En el fútbol pasa que Marcelo Gallardo, con todo lo que ganó, fue a ver a Josep Guardiola, y que Guardiola va y habla con otro entrenador.

–Bueno, eso es una decisión de Gallardo. Y los entrenadores de acá no son Gallardo. Y los entrenadores a los que ellos ven no son Guardiola. Eso es una cosa, y otra cosa era Felipe Contepomi con el entrenador irlandés [Leo Cullen] como cabeza; otra, lo que era con [Michael] Cheika, y ahora, una muy distinta. Él es la cabeza en los Pumas. Así que su situación no es fácil, porque lo miran todos y él tiene que hacer funcionar al equipo de entrenadores. A mí me parece que Felipe todavía está verde. Es como si le faltasen unos años más entrenando allá, en un equipo de elite, como Leicester, al que noventa por ciento del rugby mundial sigue de cerca. Ahora Felipe tiene que demostrar que puede aplicar acá lo aprendido allá.

–¿Cuándo tiene que demostrar lo que aprendió?

–A fin de este año tendrá que presentar un informe, y así hasta el próximo mundial; ése es el período. Yo no lo saco de su cargo, por más que perdamos todos los partidos. Hay que respetar al entrenador, y que se la banque si lo maldice todo el mundo. Y también la UAR tiene que bancarlo.

Sansot, referente de Pueyrredón, en la cancha de SIC; "desde mi punto de vista ha sacrificado mucha creatividad en jugadores por meterlos en un sistema bastante estricto", analiza sobre el club zanjero, aunque reconoce que el sistema le funciona.
Sansot, referente de Pueyrredón, en la cancha de SIC; «desde mi punto de vista ha sacrificado mucha creatividad en jugadores por meterlos en un sistema bastante estricto», analiza sobre el club zanjero, aunque reconoce que el sistema le funciona.Lucas Pérez Alonso – LA NACION

–¿Cómo ves a Travaglini al frente de la UAR?

–Creo que Gabriel tiene una oportunidad única. Por lo que lo conozco, entiendo que es una persona componedora, que busca consensos. No es un tirano que toma las decisiones, sino que escucha a todos para después sacar una conclusión. Moviliza y puede hacer las cosas bien. No es [Agustín] Pichot. Y viste que Pichot es la mala palabra del rugby argentino.

Agustín es un personaje con el cual yo no estoy muy de acuerdo, pero ¿sabés qué? Nos metió en este lindo q… Me gusta este q… Si no fuese por él, no estaríamos en el Rugby Championship. Y así, un montón de cosas. Está bien, el país no está preparado para estar, pero sin embargo nos metió a palos, y hagámonos cargo. Lo podés p…, si querés, pero el tipo va para adelante. Ahora, los dirigentes de la UAR son de cuarta. No pueden atender un kiosco, y algunos son kiosqueros. Pero así es la política de nuestro rugby. Lo vemos en los clubes. ¿Quién va a la URBA? Y, un Carlitos, en general; el que tiene tiempo. Y ese Carlitos termina siendo dirigente y en la UAR.

–¿Por qué?

–Porque la gente capaz no tiene tiempo. Ella es efectiva. Entonces, ¿va a perder el tiempo con estos kiosqueros? No, no va. Falta calidad de dirigentes, porque dirigentes hay.

Los avatares de la vida, impredecibles, a veces crueles, apretaron a Sansot contra el in-goal. Un contragolpe fulero, repentino, lo zamarreó duramente. Esa pelota inesperada, envenenada, lo dejó perplejo. Pero bien ubicado en la cancha, como siempre, fue a su encuentro, con la actitud habitual, seguro, decidido, bien plantado y con el respaldo de todos sus afectos. La guinda venía complicada. Él afrontó la situación y hoy puede contarla.

Hugo Porta recibe la pelota de Adolfo Etchegaray y lanza a su línea de tres cuartos con un salteo que llegará a las manos de Sansot; Martín disfrutó al excelso 10 como compañero en los Pumas y lo admiró como rival en los atractivos Pueyrredón vs. Banco Nación de los ochentas.

Hugo Porta recibe la pelota de Adolfo Etchegaray y lanza a su línea de tres cuartos con un salteo que llegará a las manos de Sansot; Martín disfrutó al excelso 10 como compañero en los Pumas y lo admiró como rival en los atractivos Pueyrredón vs. Banco Nación de los ochentas.

–¿Cómo estás de salud?

–Ahora estoy mucho mejor. No te digo que estoy al ciento por ciento porque en los papeles estoy flojo. Todavía sigo anémico. Es como que si tuviera poca nafta: empieza el día y voy cansándome. Me faltan glóbulos rojos: el valor mínimo y máximo es 4 o 5, y yo tengo 3, 100, así que me falta como un millón. En cambio, los blancos ya están bien, y las plaquetas, lo mismo. Mi cuerpo casi ha vuelto a la normalidad. Aparecieron cositas, como granitos, pero ya se han ido, y el aparato digestivo está empezando a normalizarse, también. Es de a poco. La médula ósea es el gobierno del cuerpo; cuando a uno le hacen un trasplante, la médula empieza a pelearse con el resto, y uno tiene que alinearlos. Pelea contra su aparato digestivo, contra los pulmones, la piel, los riñones, y dice «acá mando yo”. Y de a poquito, todo va alineándose. Pero si algo no se alinea, hay un lío. Esto me pasó y he tenido problemas, ¿viste?

Las sensaciones más desagradables, los dolores internos y la angustia de la incertidumbre permanecen latentes en Martín. Por un lado, el relato de su drama lo alivia, y por el otro, le trae al presente la desgarradora lucha que libró para superar semejante escollo. Se le nota en la mirada vidriosa, en la voz pausada, casi entrecortada.

–Me he brotado, sufrí diarreas… Son momentos de un proceso. Dicen que hasta los sesenta días del injerto se producen las reacciones más fuertes. Yo las tuve, pero no tan fuertes, aunque debí internarme por diarreas, por ejemplo. Podían pasarme dos cosas: que volviera la leucemia, y terminar con una enfermedad crónica, porque la médula mía rechaza la piel. Tengo problemas de piel, pero con esto puedo vivir. En cambio, con la leucemia llega un momento en que no se puede vivir. Así como estoy, con medicación, puedo seguir. Y por ahora no me apareció nada complicado.

Años atrás, en su programa televisivo

–¿Hacés una vida relativamente normal?

–Sí. Recién ahora empecé. Estoy comiendo bien, ando bien de peso. Cuando salí de la internación estuve cuarenta días metido en un cuarto aislado, sin ver a mi familia, y en el camino nació un nieto. Tenía una turbina prendida todo el tiempo, sin visitas. También una tele chiquitita, lejos, pero con la turbina no escuchaba nada. Y estaba atado a un palito con dosificadores, inmunodepresores, antibióticos, antivirales… Un inodoro portátil, y nada más. Venía mi mujer a visitarme, y sólo podía arrimarme a una ventanita de una puerta, sentarme un rato y hablar por teléfono. Así estuve cuarenta días. Encima, a la semana de internarme, me caí, me abrí la cabeza y perdí el conocimiento. Sé que estuve tres veces en momentos de riesgo, pero salí.

–¿Qué sentiste el día en que terminó todo eso y saliste a la calle?

–Era una piltrafa. Pasaron quince días hasta que subí a mi cuarto. Caminaba diez, quince metros, como mucho, y ahí me quedaba. Mi mujer me bañaba. Me sentaba abajo de la ducha y no podía ni moverme. No podía agarrar el teléfono, no tenía fuerza, se me caía al piso y no lograba levantarlo, y cuando lo tenía en la mano no podía marcar el código de seguridad. Mi mujer me p… porque no la llamaba, y no podía. Llegue a perder la conciencia y después la recuperé, en algún momento de esos cuarenta días. Hasta ese instante todo era igual. Me vino la imagen de la ruta del desierto, camino a Bariloche, 200 kilómetros sin nada. En mi cabeza no había nada. Ni familia, ni nietos, ni hijos. Nada. Creo que me bañé tres o cuatro veces. Llegó un momento en que la roña me importaba un pito, no me interesaba cambiarme la ropa… Era tal la dejadez que no me importaba nada, hasta que me fui.

Su círculo más íntimo sufrió a la par de Martín. Su mujer, Sandra, y sus hijas, Martina y Stefi. “Tengo cuatro nietos: Simón, el mayor, que cumple ahora 9 años; Sarita, que tiene 5; Beltrán, de cuatro y pico, y Tobías, que nació en julio, cuando yo estaba internado”, agrega orgulloso, con la mirada aún vidriosa, pero con un brillo distinto.

–¿Cómo imaginás tu vida dentro de un par de años?

–En esta lucha. Con el curso de la construcción de equipos espero encontrar un camino para entrar al rugby. Y ver qué interés tienen de escuchar otra cosa. Algo distinto a lo que vienen haciendo desde hace años. Pero hay que convencerlos.

–Bueno, tenés una ventaja: sos Martín Sansot, alguien que tiene historia en el rugby.

–Pero hay que convencerlos. Hay que tener una oratoria importante, porque no es fácil. El rugby es muy soberbio. Y se hace muy difícil cambiar algo. En coaching se dice “cambiarse los anteojos”. Mirar de otra manera. ¿Lo que estás haciendo está bien? Sí, está bien, pero cambiate los anteojos, a ver si ves otra cosa. Es el método del observador. Cuando vos buscás algo, tomás una acción y obtenés un resultado; si siempre mirás desde un mismo lugar, vas a hacer la misma acción y vas a conseguir el mismo resultado. Si querés cambiar el resultado, tenés que cambiar la mirada. Por eso, cambiar los anteojos, porque cambiando la mirada, vas a cambiar la acción y a conseguir otro resultado. Pero si no cambiás tu posición, vas a tener el mismo resultado. Mi desafío personal es hacer que a estos tipos les sirva lo mío. Como me dice Alberto Fernández Sanjurjo: “Tenés que evangelizar, Martín”.

Martín afronta un problema de piel causado por su propia médula ósea; pasó 40 días de internación por la leucemia, que lo tuvo excesivamente débil, pero hoy está mucho mejor.
Martín afronta un problema de piel causado por su propia médula ósea; pasó 40 días de internación por la leucemia, que lo tuvo excesivamente débil, pero hoy está mucho mejor.Lucas Pérez Alonso – LA NACION

Apenas tomó el control de esa pelota envenenada, respiró aliviado. Miró hacia atrás y entendió lo cerquita que había estado del abismo. Entonces levantó la cabeza y clavó la vista al frente: tenía la vida por delante. Y en pocos momentos sus 69 años pasaron por su mente como una película: el colegio, las salidas, los amigos, los años en Puey, la convocatoria a Buenos Aires, el llamado a los Pumas para ir a Francia, el empate con Gales en el ‘76, los duelos con Australia en el ‘83, la despedida en Hispanoamérica en el ‘84, la enfermedad, la internación, el calvario, su mujer, sus hijas, sus nietos… Clavó la vista en la pelota, buscó las costuras y le dio fuerte, bien fuerte. Con la calidad y la precisión de siempre. Para que esa pelota no vuelva nunca.

Fuente: Por Juan de Dios Vera Ocampo -. Fotos: Lucas Pérez Alonso – LA NACION – Archivo – LA NACION Deportes – Videos: LeyendasdelRugby@LeyendasdelRugby1999 – LA NACION Deportes