Un viaje a la cabeza del coach del seleccionado argentino de seven: sus secretos, las formas de inspiración y lo que considera importante de su rol. Las ofertas que tuvo hasta para rugby XV.
Esta entrevista podría ser infinita. Cada respuesta está llena de sentido y dispara otra multiplicidad de interrogantes. “Al final no hablamos nada de rugby”, dice después de una hora de conversación, casi a modo de protesta. La justificación la había dado él mismo unos minutos antes: “Hoy hago más foco en eso que en el juego”. Después de 10 años al frente de los Pumas 7s, Santiago Gómez Cora se ha convertido en un entrenador total. Si llegó donde llegó, si logró lo que logró, si es reconocido como uno de los entrenadores más prestigiosos del país, incluso más allá del rugby, es porque en su persona se conjugan la pasión, la obsesión y la genialidad.
Aun en esta época en que el seleccionado no está en actividad, se levanta a las 3 de la mañana para analizar. “Soy lo que hago. Mis amigos me cargan porque todo lo relaciono con el seven. Soy lo que soy a través de mi trabajo”, se autodefine.
Después de la última temporada del seleccionado de seven se puede afirmar que su labor como entrenador superó a la de jugador, lo que ya es mucho decir. Es sin dudas el mejor argentino de la especialidad en la historia, y uno de los mejores del mundo, al punto que durante varios años ostentó el récord de tries en el Circuito Mundial, la Fórmula 1 del Seven. Pero desde que asumió la conducción técnica del equipo en 2013 lo llevó a conquistar una medalla olímpica y convertirlo en uno de los mejores del mundo, algo que no es producto de un fenómeno coyuntural, sino de un cambio estructural profundo. Un cambio que también lo atravesó a él.
“Entre mi hijo Milo y el seven ocupo todo el día. Soy lo que hago. Conversaciones, búsqueda, el fin de semana voy a ver jugadores, veo partidos, me preparo para estar bien físicamente para afrontar una temporada que es durísima. Hoy fui a ver una cámara hiperbárica para rehabilitación de los chicos y la quería probar yo primero. Estoy buscando cosas para innovar y ser mejor. Tengo reuniones, me junto con jugadores, necesito tener conversaciones, no sólo de rugby. Siempre con un buen café es una buena excusa para charlar con alguien”.
«Me levanto a las 3 y escribo. Creo que es mi mejor momento de lucidez. Armo reuniones, pienso ideas. El nombre de mi hijo salió de esa manera y mis mejores decisiones fueron dormido. Creo mucho en los momentos para inspirarte.»
Santiago Gómez Cora, entrenador de los Pumas 7s
El café es la nueva pasión de Santiago Gómez Cora. “Hago café y miro partidos de seven”, resume. Invita a LA NACION con un expresso doble que él mismo prepara en su máquina semiprofesional. “Me levanto a las 3 y escribo. Creo que es mi mejor momento de lucidez. Armo reuniones, pienso ideas. El nombre de mi hijo salió de esa manera y mis mejores decisiones fueron dormido. Creo mucho en los momentos para inspirarte. Soy bastante estructurado, pero no para las ideas”.
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Después de una temporada desgastante, que incluyó once certámenes alrededor del mundo en un lapso de siete meses, cualquiera pensaría que se tomó vacaciones. Máxime después de que llevó al seleccionado argentino al segundo puesto en el Circuito Mundial, su mejor ubicación histórica, luego de tres títulos y tres subcampeonatos. Eso le valió la clasificación directa a los Juegos Olímpicos de París 2024, con lo que sorteó la eliminatoria sudamericana. Más motivos para descansar.
Pero no. Se quedó en su casa de Nordelta. “Hotel y avión no quiero porque es mi vida, es mi rutina. Salir de mi rutina es quedarme en casa y no ir a ningún lado”, cuenta. “En este momento veo más de otros equipos. Me vi toda la qualy sudamericana y la qualy europea. Al ver el juego relajado, se me van ocurriendo ideas. Por ahí me levanto a las 3 de la mañana a ver partidos. Me aparecen cosas. Cada uno tiene inspiración física o mental en sus momentos. También aprovecho a buscar jugadores. Siempre preguntan cómo es que entra alguien y no desentona, y es esto. Vamos a recorrer el país. A nosotros nos toca disfrutar la parte que es seleccionado, elegir los mejores y ponerte la de los Pumas. Pero nos gusta devolver y contarle a los clubes lo que hacemos, porque somos lo que somos gracias a los clubes. Ellos formaron a nuestros jugadores”.
La parábola de rana hervida
Cuando Santiago Gómez Cora asumió la conducción de Pumas 7s en 2013, no existía una estructura de seven a nivel selecciones en el país. No era raro que los jugadores se conocieran en Ezeiza antes de partir a jugar algún torneo por el mundo. La Argentina ostentaba sólo dos títulos del Circuito Mundial, en Los Angeles 2004 y San Diego 2009. En ambos había participado como jugador, así como del subcampeonato en el Mundial de Dubai 2009. El camino a ganar la medalla de bronce en los Juegos de Tokio, el primer título en el Circuito 13 años en Vancouver 2022 y las tres conquistas y el segundo puesto en la general de la última temporada no fue sencillo. Antes bien, es el resultado de un proceso progresivo, consciente y que requirió modificar estructuras. Hoy hay un plantel profesional con dedicación exclusiva, un staff que trabaja full-time, pretemporada y concentraciones semanales.
«Si en 2013 planteaba vamos a tener 24 jugadores, 12 van a tener contrato, no van a jugar en sus clubes, vamos a entrenar de lunes a viernes en un centro de entrenamiento y todo el staff es full-time, me iban a decir ‘no maestro, empecemos de vuelta’.»
Santiago Gómez Cora
“Son las ganas de empujar y soñar. Mi variable principal era tener una estructura. Yo lo sufrí mucho. Yo jugué 10 años entrenándome en la plaza de la esquina de mi casa. Un poco lo empecé a cambiar cuando fui capitán de 2007 a 2009″, recuerda. “Y después como entrenador quise darle todo el contexto que no tenía. Yo armé esa parábola de rana hervida. Pequeños cambios paulatinos para ir sosteniendo algo. Si en 2013 planteaba vamos a tener 24 jugadores, 12 van a tener contrato, no van a jugar en sus clubes, vamos a entrenar de lunes a viernes en un centro de entrenamiento y todo el staff es full-time, me iban a decir ‘no maestro, empecemos de vuelta”.
Momento. ¿Parábola de rana hervida? ¿Cómo es eso? “Es un concepto que se utiliza en economía. Si yo meto una rana en agua hirviendo salta y se va. Si la voy calentando de a poco, se va adaptando a esos cambios y termina cocinada. Ahí entra otro elemento de la economía que es la resistencia al cambio. Si hay resistencia es que el cambio es real. Yo el primer año ni tenía contrato, percibía beca. Hacíamos tres concentraciones por año. Hoy es lunes a viernes todo el año. ¿Cuál es el cambio? Nada, laburo. Horas. Cuanto más horas trabajás, más va al equipo”.
Trabajo, sí, aunque no sólo cantidad, sino calidad. Gómez Cora es un maestro en el arte de la estrategia, pero el verdadero secreto del éxito de Pumas 7s no pasa por cuestiones técnico/tácticas, que las hay, sino por la capacidad del entrenador de conformar grupos.
“Yo pensaba que entrenar era tener un buen grupo de jugadores y un buen plan de juego, y hay muchas más variables alrededor de un equipo”, explica. “Eso cambió mucho después de 2016. La derrota de Toronto en la final [de los Juegos Panamericanos ante Canadá] y el cuarto de final en Río me hicieron dar cuenta que hay mucho más allá de buenos nombres o buenos sistemas que hacen a un buen funcionamiento”.
Rugby y neurociencia
En los Juegos Olímpicos de Río 2016, los primeros donde la disciplina del seven fue partícipe, la Argentina cayó en cuartos de final ante Gran Bretaña por 5-0 en tiempo suplementario. Los Pumas 7s habían tenido sus chances: un par de tries que se escaparon y un penal sobre la hora del tiempo regular fallado por Gastón Revol. Gómez Cora marca esa derrota como un momento bisagra. En Tokio 2020, otra vez en cuartos de final, Revol fue protagonista: expulsado al inicio del partido con Sudáfrica, candidato al título. Con uno menos, los argentinos ganaron uno de los partidos más trascendentes de su historia camino a la conquista de la medalla de bronce.
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“Cuando Gastón erra la patada me frustro. Las emociones salen más rápido que la razón y me bloqueé”, recuerda. “En Tokio, cuando lo expulsan a Gastón [contra Sudáfrica], tuve mis 20 segundos de enojarme, de frustrarme, de pensar que se iban 4 años de preparación en una jugada. Hasta que escucho que uno de los chicos dice ‘vamos que se puede’. Rodri [Isgró] era. Entiendo que estábamos en dificultades, pero dije busquemos soluciones”.
–Enojándote no ganabas nada…
–Fue lo que pasó en el extra-time contra Gran Bretaña. No dije nada, no hablé, no comuniqué. En Tokio sí, en el entretiempo de ese partido, primero me traje a Lauti [Bazán Vélez] que iba a entrar porque tenía más patas para moverse y le dije cómo pivotear en el medio de la cancha, y a los chicos, qué hacer con cada pelota. Emoción versus razón. Lo terminamos dando vuelta. Sirvió la experiencia.
Allí Gómez Cora incorporó otro elemento a su caja de herramientas: la neurociencia. El funcionamiento del cerebro humano: “Es algo que me ayudó muchísimo a tener llegada. Yo no soy educador, yo estudié Economía. La forma de llegar es lo más importante. Saber cómo se conectan las neuronas, la repetición, la automatización, liberar el disco rígido y tener el almacenamiento más liberado. Leer un intervalo [espacio entre dos defensores] y no estar pensando si es con redoble. Eso ya lo tengo que tener automatizado. Eso es trabajo, repetición, automatización. Se hace con un GPS, poniéndolos a tono físicamente, y mi GPS mental, cómo van leyendo e interpretando el juego”.
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Cuenta que para sumergirse en la neurociencia hizo cursos y leyó varios libros. Uno es ‘Crear o morir’, de Andrés Oppenheimer. No es neurocientífico, pero escribió sobre 10 innovaciones que cambiaron el mundo y cómo cada uno de estos innovadores hizo algo para cambiar lo cotidiano. Me hizo un click”. También leyó ‘El poder de las palabras’, de Mariano Sigman. “Es uno de mis asesores. Le planteo problemas que pasan y me da la solución. Me ayuda muchísimo a llevarlo a la práctica”. El otro es Estanislao Bachrach.
“El cerebro es vago, tiende a sobrevivir. Si me caigo de un barco lo primero que hago es nadar perrito porque es lo primero que aprendí y donde más cómodo me siento”, ejemplifica. “Así empecé a ver cómo funcionaba el cerebro y aplicarlo a soluciones. Éste chico por qué baja la pelota de una forma en el partido de la zona con Japón, y después misma pelota, mismo lugar, pero en un cuarto de final, la baja de otra forma. Tendemos ante la adversidad y el temor a dudar de nuestras capacidades. Así es como funciona el cerebro. La idea es ser competitivos en el recorrido camino a París 2024 para que no nos pese la pelota como nos pesó en esa final en Toronto siendo mejores que el rival y como nos pasó ante Gran Bretaña en ese cuarto de final”.
El futuro ya llegó
Todavía en actividad a los 36 años, Gastón Revol es una leyenda de Pumas 7s y candidato natural a suceder a Gómez Cora cuando se retire. Claro, que ese momento podría no llegar nunca. “Si fuera por ganas, lo haría hasta que me muera. Me apasiona“.
–¿Hasta cuándo pensás seguir?
–Estoy sufriendo esa crisis en este momento, que no la había tenido nunca en estos 10 años, ni la había pensado. Voy a tener un punto y coma o punto final post París [2024]. Si sigo, sí o sí es hasta Los Ángeles 2028. Por el ciclo, no por ganas. Tengo opciones. Me gusta mucho lo que es la búsqueda y desarrollo de jugadores. O acompañar a un grupo de entrenadores cuatro años. Darle todo el marco de armar la estructura de tener entrenadores, fisio, desarrollo, dónde hacemos la pretemporada, qué prespuesto hay, dónde buscamos entrenadores… Ocuparme del contexto y no tanto del contenido en el próximo ciclo.
–¿Dirigir otro equipo?
–También.
–¿Otro que no sea seven?
-También. Tuve ofertas, pero no sé. Amo mucho a mi país y no sé si esa pasión la podría trasladar a otro equipo y verlo como un laburo. Tuve dos ofertas para dirigir 15, que me sorprendieron. Está bueno, porque el seven siempre lo veían como algo paralelo, como una tocata en la playa. Que te valoren como para ir al 15 o como pasó con Clark Lailaw [entrenador del seleccionado de seven de Nueva Zelanda que fue contratado por los Hurricanes del Super Rugby] es buenísimo. Que me pase lo mismo a mí lo recibo como un gran mimo, pero no es algo que me anime a hacer.
–¿Se puede saber quiénes te llamaron?
–No. Una local y otra internacional.
–¿Cuál es el próximo paso en el desarrollo del seven?
–Lo que me gustaría hacer es en Sudamérica una SLAR de seven y en Argentina hacer interacademias en un primer paso, hacer franquicias temporales este segundo semestre para ver jugadores, desarrollarlos, sacarlos, ponerlos en el laboratorio y después ponerlos a competir. Para dar una maratón tenés que empezar por un primer paso. Yo en URBA haría que cada un mes se juegue un torneo de seven con sumatoria de puntos para el Top 12. Le das descanso a la primera línea, obligás a todos a desarrollar destrezas. Todos queremos estar primeros, entonces habría que buscar la forma de que ganar no sea la única manera de estar arriba de esa tabla. ¿Qué cambio político hubo con la inclusión del seven en los Juegos Olímpicos? Ninguno. Sería espectacular frenar tres veces por año y hacer un torneo de seven. Algún día va a haber una liga de seven, ya vas a ver.
–Cada vez hay menos seven…
–Cada vez hay menos seven. Se tendió a profesionalizar mucho [el rugby de 15]. Video, análisis, staffs, cada vez más táctico, más estructuras, menos poesía en el juego. Es todo estructura. Hay chicos que tienen un intervalo [un espacio] y no lo atacan, están esperando que se desarrolle la jugada. La estructura hace que se desequilibre la defensa, pero después es todo toma de decisiones. Que en primera lo veas, vaya y pase, pero lo ves en juveniles. Habría que buscar otras formas para desarrollar a los jugadores y al rugby y no poner el resultado como único valor que resalte. Cuando salga de entrenador me meteré en ese mundo.
–¿Qué buscás en un jugador de seven?
–Yo cambié un poco la forma de buscar. Pasé de cualitativo a cuantitativo. Al principio incomodó, porque cualitativo es manos en los bolsillos y decir ‘éste juega bien’. Eso lo hace mi mamá. El cuantitativo es por métrica. Tenés que laburar, tenés que medirlo, tenés que tener datos. El dato confirma si hay trabajo o no. Antes nos mandaban el enanito, el de quiebre, el talentoso o el rapidito. A esos no los queremos. Necesitamos algunos para conectar velocidad con obtención, pero buscamos tamaño, saltabilidad, velocidad y pie. En nuestra cadena de valor buscamos esos eslabones.
El factor humano
La revolución que llevó adelante Santiago Gómez Cora con el seleccionado de seven responde a un cambio profundo. La transformación también se produjo en el plano personal. Ya no se lo va a ver enojado con sus jugadores por patear un penal mal concebido o peleándose con los árbitros. O sí, pero en todo caso desde un lugar consciente de intentar sacar algún rédito para el equipo.
“Antes era enojo de nene caprichoso sin conseguir nada”, acepta. “Hoy es un enojo mostrando incomodidad al jefe de árbitros. Es una forma de meter presión. Soy uno de los que más lo presiona, tengo reuniones permanentemente. Nos empezamos a ganar ese respeto viendo videos, haciendo charlas con todos los referis, llevándoles alfajores a todos los referis, apostando coca-colas por tal error, tratando de ser más simpático y no tan enojón. Trato de romper un poco los formalismos. Compartir un poco nuestra cultura, eso hace que nos acerquemos más”.
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Otra de las cosas que cambió Gómez Cora es lograr que el equipo tuviera una identidad propia. Históricamente, el seleccionado de seven era una plataforma para desarrollar jugadores jóvenes y que estuvieran aptos para jugar en el seleccionado de 15 cuando hiciera falta. Así y todo, sigue habiendo jugadores que dan el salto. Los casos más recientes son los de Rodrigo Isgró y Luciano González, que integran el plantel de los Pumas que se prepara para el Mundial de Francia 2023.
“Siempre trato de buscar la parte positiva”, contraataca. “Después de Tokio muchos se fueron a Europa para ver si llegaban a los Pumas. Mi teoría con esto es que si de Pumas 7s pueden ir a Pumas, muchos se van a quedar acá como un camino para ir a Pumas. Me jerarquiza un poco el equipo. Es rugby de alto rendimiento, es Pumas también, y te puede llevar al seleccionado de 15. Hoy es un paso atrás pero para dar dos adelante. Después, lo que está arreglado es que aunque vayan al Mundial, vuelven al equipo y van a los Juegos Olímpicos. Les daremos descanso y después los incorporaremos”.
«La parte humana es preponderante porque estamos 150 días conviviendo. Por eso le llamamos familia. Después del Seven de Londres se fueron de vacaciones todos juntos. ¡Me pasé! Están todo el año juntos, viajamos 150 días al año juntos, ¡y se van de vacaciones juntos!»
Santiago Gómez Cora
Lo que no volvió a ocurrir después de Río 2016 es que jugadores del 15 pasen al seven. En aquella oportunidad fueron Juan Imhoff y Matías Moroni. “Son dos cosas. Una es poder adaptarte al ritmo del seven, otro es el factor humano, estar comprometido con esta familia”, responde Gómez Cora. “Vas a estar siempre cansado, sufriendo adentro de la cancha siempre, pero si vos tenés ese sentido de pertenencia y ya has estado en ese lugar, hace que saques lo mejor de vos. Eso también fue aprendizaje: no es caer contra el jugador sino contra el tratar de amalgamar algo que es muy difícil de hacer en dos meses. Con Tute y Juan pasó que hubo dos lesionados en el primer partido. La idea que entren de impact players. Nosotros no supimos desarrollar nuestros jugadores, tuvimos que recurrir al 15, pero pasaron de jugar unos pocos minutos a ser titulares y eso los dejó más expuestos cuando el equipo requería no que acompañen, sino que empujen. El aprendizaje fue ampliar la base. La idea es no quedarnos en un plantel de 12 o 14, sino tener 24”.
El lado humano es otro de los factores que incorporó Gómez Cora: “Hoy hago más foco en eso que en el juego. Todas las patas sostienen a la mesa, pero hoy hago mucho foco en eso. En el individuo, mediante la interacción formar un grupo humano, mediante trabajo formar un equipo y a ese equipo ponerle un objetivo, un sueño, tangible en el tiempo, y ahí trabajar a través de ese objetivo/sueño que se plantea. Pero sin ese individuo que sea una buena persona, que sea generosa, que tenga valores… nosotros pregonamos con el dar y la honestidad. Qué puedo aportar yo para el equipo. Y después, la honestidad. Dar 100%. No puedo pretender que estén todo el día como uno, pero yo les voy diciendo a los chicos, ya saben la tarea que vamos a hacer ese día, entonces traten en el auto ir pensando los lanzamientos, cómo los puedo hacer mejor. Tratar de ir buscando esas personas que dan y son honestas. La manzana podrida te pudre el cajón y hay que correrla. No siempre busco el mejor jugador, sino el que sea más funcional al equipo. La parte humana es preponderante porque estamos 150 días conviviendo. Por eso le llamamos familia. Me quedo con lo que hicieron los chicos después del Seven de Londres: se fueron de vacaciones todos juntos. ¡Me pasé! Están todo el año juntos, viajamos 150 días al año juntos, ¡y se van de vacaciones juntos! Cuando es real, es genuino y son amigos de verdad, pasa esto”.
No se habló mucho de rugby. Esta entrevista continuará.