A comienzos del mes pasado, Matías Moroni publicó en su cuenta de Instagram una foto de él corriendo hacia un try, acompañada por un texto en el cual, a un insulto a la Covid-19, seguía esto: «Pensar que éramos tan felices! (Jaguares sigue salvo q (sic) me digan que trabajan en World Rugby)». El mensaje fue festejado y hasta resultó motivo de notas en diversos medios considerándolo una señal optimista sobre el futuro de la franquicia de la UAR.
Lo cierto es que Jaguares sigue en el limbo en el que lo sumergió la pandemia, World Rugby nunca tuvo ni tendrá alguna incidencia y el propio Moroni se sumó hace unas horas a la lista de jugadores que se marchan a clubes de Europa. Así como desde 2016 hasta marzo último la franquicia de la UAR era la avenida que conducía sin atajos a la casa de los Pumas, hoy los caminos se bifurcaron y aparece otra ruta, ya conocida y exitosa, que viene desde el Viejo Continente.
«¿Qué pasa con Jaguares?» es la pregunta que más se escucha en los llamados y mensajes de Whatsapp. La respuesta contiene la misma incertidumbre que ha sembrado la pandemia en todo el mundo. Nadie sabe qué decir porque, además, la Sanzaar se ha dispersado -no quebrado- a raíz de distintas realidades y con un pulso que marca Nueva Zelanda, el único país del universo en el que los partidos son jugados a cancha llena. Hay otro interrogante por plantear: ¿qué pasa con los Pumas? Éste es el punto más importante y en el que se encuentran, más allá del desarme del plan profesional doméstico, algunas respuestas positivas. Que el futuro de Jaguares esté en la nebulosa no implica que ese clima contagie al seleccionado.
Si se toma en cuenta el XV que salió a jugar el crucial -y por ende, el túnel a la eliminación- partido con Francia en la última Copa del Mundo, sólo queda en la Argentina la tercera parte: Agustín Creevy, Nahuel Tetaz Chaparro, Javier Ortega Desio, Tomás Cubelli y Emiliano Boffelli. Juan Figallo y Nicolás Sánchez ya estaban en Europa; tras Japón se fueron Pablo Matera, Tomás Lavanini y Ramiro Moyano, y con la pandemia, Guido Petti, Marcos Kremer, Jerónimo De la Fuente, Matías Orlando y Moroni. A este último grupo hay que agregar, entre los que viajaron a Asia, a Matías Alemanno y Lucas Mensa. Más otros que ya citó Mario Ledesma en la preselección de 59 jugadores de fines de mayo, entre los que figuran destacados Santiago Cordero, Facundo Isa, Benjamín Urdapilleta y Ramiro Herrera.
No se sabe cómo empezará 2021, pero sí que habrá un numeroso grupo de Pumas en Europa. Hay que ver esta opción como positiva dentro del panorama general. Cuando vuelva a juntarse con ellos, Ledesma recibirá a jugadores de alto nivel de competencia (no la del Súper Rugby, pero sí con ventajas como las distancias y los husos horarios), viviendo en sociedades que les permitirán crecer intelectualmente, formando parte de equipos en los que tendrán que ganarse la titularidad y hasta conociendo un sistema profesional -incluida la relación con la prensa- distinto al de aquí y que ya lleva décadas funcionando. Es la misma experiencia que vivieron Ledesma y varios compañeros que tuvo como punto excelso el Bronce de 2007. Ver esto como un retroceso sería un error. Es la mejor variable dentro del tsunami que está sufriendo el programa de alta competencia de la UAR.
Claro que mientras la avenida de Europa vuelve a ser un buen camino, hay que ver cómo se fortalece al numeroso grupo que sigue en la Argentina y que también forma parte de los Pumas. «Todo es un experimento y nada está descartado», dijo ayer para la nacion uno de los que integran la mesa chica de la UAR. En el mazo está llevar un equipo a Sudáfrica o a Australia, jugar un puñado de partidos del Súper Rugby 2021 y, más lejanamente, volver a apuntar a una fuerte Liga Sudamericana, lo que, claro, no dará la categoría al menos en una década. Tampoco se desecha, aunque sin entusiasmo, un torneo interno con integrantes de pladares y profesionales. El rugby argentino dio un gran paso cuando se incorporó a los Pumas al Rugby Championship y cuando se modifícó la regla 9 para tener disponibles a los jugadores. Todo eso, más los seis tests por año, está asegurado. Por eso, el seleccionado, el bien más preciado, está a salvo. Aunque otro sea el escenario.
Fuente: Jorge Búsico – LA NACION DEPORTES – Fotos: AFP – Reuters – LA NACION DEPORTES – Instagram