Más de 400 jugadores de Buenos Aires emigraron a ligas emergentes en los últimos tres años.
“Llegar a España con el alojamiento asegurado y un viático mensual de 800 euros es una ayuda enorme porque permite desembarcar y no comerse los ahorros en los primeros meses, que siempre son los más duros”, afirma Santiago Casalis, de 29 años, jugador que se formó en el club Mariano Moreno y llegó en 2022 a Rugby Club La Vila, de Alicante, España. “Además los propios socios o los auspiciantes del club ayudan a conseguir trabajo si uno quiere establecerse en forma definitiva”, agrega uno de los muchos argentinos que últimamente llegaron al rugby español con la excusa de practicar el deporte y la intención de radicarse de manera definitiva.
En los últimos tres años, 419 jugadores que actuaban en el ámbito de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) se fueron de Argentina para participar en ligas del exterior, de acuerdo con información registrada en las memorias anuales que publica la organización en su sitio de internet. Se trata de un dato parcial, que no refleja la totalidad de los rugbiers nacionales que se van al extranjero, dado que la URBA es sólo una de las de las 25 entidades regionales que componen la Unión Argentina de Rugby (UAR).
:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/OOGFLLMHMJDLTFZPSN6C424DZM.jpg)
Los registros abarcan a jugadores del Top 12, la máxima categoría de Buenos Aires, que representan un tercio del total de los emigrados. Estos rugbiers, de primer nivel, son en algunos casos convocados a equipos de ligas profesionales, como la francesa y la inglesa, pero el grueso viaja principalmente a España, y en segundo lugar, a Italia, donde se desempeñan de manera semiprofesional a cambio de los pasajes, el alojamiento y un “viático mensual” de alrededor de 800 euros.
Antes de su segunda temporada Casalis se mudó de Alicante a Barcelona para jugar por L’Hospitalet, en el que transcurrió buena parte del 2023 y se reencontró con cuatro compañeros de Mariano Moreno. Al finalizar el campeonato en España volvió a Argentina para jugar unos meses en su club del oeste del Gran Buenos Aires, que atraviesa un momento difícil y se ubica último en la primera A de URBA. Pero Santiago piensa retornar a Barcelona a fin de año para establecerse a largo plazo. “El plan es quedarme unos años, con la idea de seguir jugando y en paralelo trabajar. Vivir sólo del deporte no es una buena alternativa”, explica el back.
Invasión de argentinos
Según datos de la Real Federación Española de Rugby, hay 94 argentinos en la División de Honor (la primera categoría), su nacionalidad es la segunda en cantidad de protagonistas, detrás de la local. Los 13 equipos que la conforman tienen en sus planteles algún rugbier nacido albiceleste; la mayor delegación nacional es la de Belenos, de Asturias, que cuenta con 15 argentinos.
Otro ejemplo de la presencialidad de los emigrantes desde el mejor país americano en rugby: en la final de la División de Honor, que Valladolid Rugby le ganó por 40-34 a Recoletas Burgos, de los 30 titulares, 15 fueron argentinos (nueve en el subcampeón y seis en el vencedor).
Seis argentinos en la alineación del subcampeón español
https://twitter.com/RugbyAparejos/status/1665014814161227776?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1665014814161227776%7Ctwgr%5Ee010af231d581a97265b1828838928f4cb7768a9%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.lanacion.com.ar%2Fdeportes%2Frugby%2Finvasion-de-jugadores-de-rugby-argentinos-en-espana-e-italia-nid15082023%2F
De Villa Lynch a liderar un megaproyecto en Europa
Nahuel Escalante se crió en Villa Lynch, conurbano bonaerense, en un barrio de talleres y pequeñas fábricas. A los 9 años se inició como arquero en Chacarita, pero luego de un tiempo cambió el fútbol por el rugby, y el club San Martín, de Sáenz Peña, se convirtió en su segunda casa. En 2015, cuando tenía 25 años, se fue a Italia para jugar de manera rentada, en Cavalieri, de Florencia, donde estuvo cuatro años. “Me subí a un avión y pude conocer Europa, aprender un segundo idioma y ampliar mi mundo. Todo eso, gracias al rugby. Este juego me abrió muchas puertas y me permitió acceder a cosas que yo solo no habría logrado”, expresa Escalante.
En 2018 retornó para jugar el Top 14 por su club, con la expectativa de reiniciar su vida en Argentina. Pero al poco tiempo se desencantó, cambió de plan y decidió retornar a Europa. La idea era volver a jugar en Cavalieri, pero una lesión en el cuello sufrida cuando actuaba por San Martín torció el proyecto. Nahuel se comunicó con los directivos del club en Italia para informarles la imposibilidad de continuar jugando, y la respuesta lo sorprendió: le insistieron para que regresara y le ofrecieron ser entrenador.
:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/ED3RHOKKHFHVLINE5LLT23RFZM.jpg)
En marzo del 2020 volvió a armar la valija y partió rumbo a Italia para iniciar otra etapa, pero lo frenó la pandemia en su escala por Barcelona. Varado en España, buscó alternativas de trabajo en un contexto de lo más adverso, cuando se presentó una oportunidad laboral inesperada: le ofrecieron trabajar en una empresa italiana distribuidora de alimentos que opera en toda Europa. Su manejo fluido del castellano y del italiano, que incorporó en sus años en Florencia, fue la clave para que le confirmaran el empleo.
“Estoy feliz trabajando en algo que me permite vivir muy bien y crecer profesionalmente. Cuando empecé en esta empresa me sorprendió la cantidad de mercadería que se tiraba por vencimiento o porque transcurría una parte de la vida útil en un depósito, y a pesar de que estaba en buen estado, ya no se podía venderla porque los clientes no la aceptaban”, detalla el ex rugbier de San Martín. “Pregunté si no había posibilidad de donarla y me respondieron que era complicado. «Déjenme a mí, que le busco la vuelta»”, narra entusiasmado Escalante. Y lo consiguió: “El mes pasado donamos 15 toneladas a una ONG, Banco de Alimentos, y hoy soy el encargado de extender el proyecto a otros países de Europa. La semana pasada viajé a París por esto. «Nahuel, de Villa Lynch, en Francia, liderando un megaproyecto de donación de alimentos de una empresa italiana». Todo esto, generado por el rugby”, agradece.
“Los argentinos cambiamos el rugby en España”
Lucas Latrónico tiene 34 años y volvió a jugar en Independiente, de Santander, en 2021, luego de hacerlo entre 2015 y 2018. “La primera vez vine con la intención de jugar al rugby y aprovechar las facilidades que eso me daba para viajar y conocer Europa”, manifiesta a LA NACION el ex hombre de Pucará.
:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/M6QOWGBZYZBCRF34AUQAGEWPAI.jpg)
De regreso en Argentina, Latrónico volvió al club en que se formó, y se empleó en un empresa de consumo masivo, pero el panorama que le proponía el país no lo entusiasmó, y Lucas armó nuevamente las valijas. “Después de la pandemia, nos dimos cuenta que Argentina no daba para más, y con mi novia decidí venir nuevamente acá. Lo que España nos ofrecía nos resultaba muy atractivo por la calidad de vida y la posibilidad de progreso. Además, la facilidad que da jugar al rugby nos ayudó a instalarnos”, dice desde la península ibérica. Y menciona un beneficio extra: “El club en el que juego ofrece costear un postgrado, y eso atrae a algunos chicos que vienen a jugar y a estudiar desde diferentes países”.
La llegada masiva de argentinos ayudó al rugby de España y al de Italia a dar un salto de calidad. Sumó experiencia y riqueza técnica y permitió emular parte del modelo que desde hace años existe en los clubes de su país de origen. Pero hay algo más, que excede lo deportivo: el factor humano. Idiosincrático. “Creo que lo más importante es lo social, cómo establecemos vínculos, la forma que tenemos de relacionarnos. En el club en que juego somos muchos los argentinos, y el entrenador, que vive desde hace 20 años en España, es rosarino. Nos juntamos, hacemos asados, después de entrenarnos nos quedamos en el club, algunos colaboran entrenando a divisiones inferiores. Todo eso ayuda a sentirnos identificados y el club se convierte en algo propio, al que se defiende y se cuida”, sostiene Latrónico.
Con sus formas, los argentinos están cambiando la forma en que se vive el rugby en la península Ibérica. “Acá están acostumbrados a jugar, ducharse y volver a su casa. A lo sumo se juntan en un bar, pero nada más. Inclusive muchos equipos juegan en una cancha alquilada al ayuntamiento, y la falta de un lugar físico atenta contra el sentido de pertenencia”, observa Latrónico en cuanto a conducta de los locales. Y marca la diferencia: “Nosotros les inculcamos la importancia de reunirse, de un tercer tiempo largo; lo lindo de estar en el club y de vivir el rugby como un espacio en el que se puede construir amistad”.
El rugby como eje de vida
Hay más historias individuales que hacen a la colectiva. “Mi vida en Barcelona está totalmente ligada al rugby. A todo lo que hice acá lo organicé y lo construí alrededor de mi vínculo con el rugby”, relata a LA NACION Ignacio Arla, ex jugador del club San Antonio de Padua (CASA), que llegó a España en 2010 con intención de estudiar y trabajar.
Al poco tiempo de su arribo a Barcelona, un amigo de CASA lo invitó a jugar a Poblenou, un equipo muy chiquito que recién estaba formándose. En ese tiempo el rugby no era rentado. “Era similar a lo que yo viví en Argentina: sólo un hobby, en el que uno paga la cuota social y se hace cargo de los gastos por jugar. Comenzamos participando en la liga regional y subimos cuatro categorías, desde Tercera Catalana hasta Liga de Honor B, que es una segunda de España“, recuerda Arla.
:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/XDCAP34PHVCO3AN3NGYXVCY5WE.jpg)
El crecimiento del rugby y el advenimiento del profesionalismo fueron posteriores a la actuación de Ignacio, que no llegó a vivir la experiencia de jugar de forma paga. Cuando él aterrizó en la península, en 2010, unos pocos rugbiers de la División de Honor cobraban contratos, que además eran muy bajos. “Hoy un jugador de buen nivel puede recibir hasta 2000 euros. Para mí el rugby fue muy valioso pero no en lo monetario: fue una contención, me dio amigos, completó mi vida social y me ayudó a construir pertenencia al lugar donde decidí vivir”, afirma el argentino, hoy de 39 años, que sigue jugando en Poblenou. “En una división que sería una preintermedia de Argentina, pero sólo para compartir con amigos y disfrutar del juego”, detalla.
Para él, una vez afincado definitivamente en España, la pelota ovoide fue crucial para no sufrir el desarraigo. El rugby le permitió reafirmar la elección del lugar donde había decidido radicarse. Terminó de inclinar la balanza, porque ya le gustaban el paisaje y el día por día en Barcelona. Además le brindó amigos, vida social y un vinculo de pertenencia.
Puesto a elegir una imagen o una foto que lo represente, opta por una en la que se lo ve jugar en la selección catalana de rugby touch (juego con contacto mínimo). ”Es una confirmación de la integración y de no sentirme extranjero”, justifica. Y a partir de eso se permite un consejo: “A cada argentino que llega a España le recomiendo que busque algo que le permita integrarse y lo ayude a construir pertenencia y a no sufrir el desarraigo. Para mí, todo eso fue el rugby”.
Fuente: Rodrigo Nardillo LA NACION – Fotos: Hernán Zenteno – LA NACION – LA NACION Deportes – Instagram: rclhospitalet – independ_rc – LA NACION Deportes – X:Recoletas Burgos – Caja Rural@RugbyAparejos – LA NACION Deportes