Con jugadores recuperados del coronavirus pero fuera de forma, jugó mal y cayó en su estadio por 3-1 frente a Fluminense; el 0-0 de Junior con Santa Fe en Ambato lo salvó de la eliminación.
River celebró sus 120 años de existencia sin aplausos, festejos, abrazos ni sonrisas en el Monumental. Los jugadores terminaron con los brazos en jarra. Exhaustos, golpeados, desanimados. El entrenador Marcelo Gallardo saludó uno por uno a sus dirigidos tras la caída por 3-1 contra Fluminense en la última fecha del grupo D de la Copa Libertadores. El plantel se enteró de que la clasificación estaba asegurada por un grito que salió del palco de prensa y se replicó entre los allegados, pero el ánimo estaba por el piso. Una semana atrás, al partido más perdible lo había ganado. Este martes, con nueve futbolistas recuperados de Covid-19, que le permitieron contar con un arquero natural, ocho suplentes y una formación más competitiva, perdió. Así, el regalo de cumpleaños llegó desde Ecuador: el 0-0 de Independiente Santa Fe con Junior en Ambato le permitió ingresar con angustia a los octavos de final. Una celebración que iba camino a ser amarga se transformó en un desahogo.
Así como Enrique Esqueda fue en la Copa Libertadores 2015 el héroe que con el hat-trick para el 5-4 de Tigres sobre Juan Aurich le permitió a River entrar a la siguiente fase y luego ser campeón, esta vez ese espíritu revivió en Alejandro Moralez. Mientras el conjunto de Gallardo intentaba remontar los dos goles que Fluminense le había propinado en un pésimo primer tiempo por parte de los millonarios, el defensor colombiano de 20 años lo dejó con vida desde miles de kilómetros: sacó dos pelotas en la línea (una con un pie y una con la cabeza), que podrían haber cambiado la historia por completo. Como si fuese poco, el travesaño le negó dos veces el triunfo a Junior y, en los minutos finales, Miguel Borja no alcanzó a conectar una pelota con el arco libre.