En Avellaneda, igualaron 0-0, por la 1° fecha generó frustración; Rodrigo Rey, arquero del Lobo, se destacó al atajarle un penal a Correa en el primer tiempo.

Cero a cero. En el resultado y en el juego, como consecuencia de un partido chato, friccionado, y con emociones limitadas. Racing y Gimnasia se presentaron en la Copa de la Liga con un tono muy menor. Uno, el local, demostró una mayor intención de ir hacia adelante y hasta falló un penal; el otro puso algunas dosis más de criterio con la pelota y estuvo cerca de ganarlo al final. Pero el debut acabó teniendo sabor a muy poco, o casi nada.

Dice el escritor y periodista Ariel Scher, un académico de pro, que las primeras fechas siempre son portadoras de esperanzas. De hecho, el arranque de los campeonatos le da título a uno de sus libros -El blues de la primera fecha-, y es con esa ilusión que los hinchas vuelven a las canchas, aunque todavía sea verano y el sol, el calorcito y el espíritu de las vacaciones dominen los aires.

Los simpatizantes de Racing coparon el Cilindro con la fe intacta, tratando de dejar en el olvido los discretos números que entregó el corto período de Fernando Gago al frente del equipo en los últimos peldaños de 2021 (3 victorias y 5 derrotas), subidos al impulso que significó la llegada de Edwin Cardona y el retorno de Gabriel Hauche para consolidar el estilo que inculca el entrenador, pero se encontraron con muchas menos respuestas futbolísticas que las esperadas.

No fue bueno lo de la Academia. Ni siquiera aceptable. Gimnasia, con menos nombres aunque idénticas expectativas, propuso plantear la pelea en la mitad de la cancha, y el local nunca supo cómo desenredar la madeja.

Lo mejor del partido

Pareció encontrar Racing un camino por izquierda en el arranque del encuentro, con el tándem entre el colombiano ex Boca y las constantes trepadas de Eugenio Mena, pero el chileno tuvo que marcharse lesionado a los 32 y esa vía de ataque quedó truncada. No aparecería ninguna otra de allí hasta el final. Aislado y poco participativo Hauche en la derecha, sin ningún peso Matías Rojas e impreciso Leonel Miranda, al equipo de Gago le faltó continuidad en los intentos de ataque e imaginación para desarmar el orden de Gimnasia.

Los ojos entonces se posaron en Cardona, y el colombiano desplegó su repertorio habitual. Buenos cambios de frente, la amenaza de algún pase filtrado que no siempre alcanzó su destino y largos ratos de inactividad. En uno de esos intentos, a los 27 descubrió a Mena ganándole la espalda a Francisco Gerometta que lo tomó de un brazo. El penal lo ejecutó Javier Correa y lo rechazó con una buena estirada Rodrigo Rey.

La jugada, en todo caso, no respondió al contexto de un partido demasiado cortado por las faltas permanentes y las dificultades para tejer una secuencia de más de tres toques entre compañeros del mismo equipo.

Gimnasia asumió su papel de segundo violín a la espera de una oportunidad para lucirse. Sus opciones pasaron por los momentos en que Brahian Aleman logró manejar los hilos del contraataque o asustar con sus centros de pelota parado, aunque en el primer tiempo solo se concretó en una cortada a Johan Carbonero, que no pudo definir bien, apurado por Leonardo Sigali y Gastón Gómez; y un gol bien anulado a Leonardo Morales por fuera de juego.

Racing renovaría el ímpetu en el arranque de la segunda mitad. Probó Gago con el cambio de ubicación de sus volantes, fue Miranda a la izquierda y Rojas por la derecha, comenzaron a soltarse con más frecuencia Gonzalo Piovi y Facundo Mura por los laterales, y por un momento el juego pareció darle la razón.

La Academia obligó a su rival a dar un par de pasos hacia atrás y un zurdazo de Rojas acarició el poste izquierdo de Rey a los 7. Pero le duraría un suspiro. Gimnasia recuperó su postura inicial, y en la recta final, cuando la luz de Cardona apenas titilaba y Racing ya había cambiado su mediocampo y su delantera, el mínimo criterio de fútbol pasó a poder del Lobo.

La pelota comenzó a circular con más fluidez entre los dirigidos por Gorosito, y de pronto el Chila Gómez se convirtió en figura. Le ahogó el grito a Germán Guiffrey en un remate de corta distancia a los 34, y a una escapada en velocidad de Carbonero a los 44.

A la Academia le quedó la voluntad, el esfuerzo, las ganas de darle una alegría a su gente. Pero quedó a años luz de lo que pregona y pretende su técnico. Los silbidos que aparecieron como dedicatoria a la salida de Rojas y Miranda se fueron reproduciendo con el correr de los minutos, entremezclados con el silencio de la decepción, hasta transformarse en protagonistas en la despedida. La esperanza de la primera fecha hacía rato que había pasado de largo sin dejar ninguna huella en el Cilindro de Avellaneda.

La síntesis