La baja de Nadia Podoroska fue un golpe para los organizadores, que pretenden instalar el torneo.
En el Buenos Aires Lawn Tennis, todos sonríen. Las jugadoras argentinas, que tiene una oportunidad única -y para algunas, hoy por hoy inalcanzable en otras circunstancias- de vivir en primera persona un torneo de la máxima categoría. Las extranjeras, que también disfrutan de jugar sobre el polvo de ladrillo porteño. Los organizadores, que se animaron a hacer una apuesta fuerte y recibieron solo palabras de agradecimiento. Y los fanáticos -pocos, es cierto- que aprovecharon (y aprovecharán hasta el domingo) para ver un rato de buen tenis.
Es que a pesar de no hubo mucha gente en las tribunas en las primeras cuatro jornadas de competencia y de que aún quedan tres días de acción -quizás el fin de semana, en las rondas decisivas, la concurrencia será mayor-, el Argentina Open femenino ya dejó un balance positivo. Porque como le dijo su director Martín Jaite a Clarín, esta edición fue solo el primer paso de un proyecto a largo plazo.
«Vinimos a acompañar y a ayudar al tenis femenino con un plan de, como mínimo, tres años. Y del lado de la organización estamos muy contentos. Para nosotros, este es un sueño hecho realidad. Y es el primer paso, ahora hay que instalar el torneo y esperar que las chicas lo empiecen a aprovechar para ir creciendo. Porque a medida que crezca el tenis femenino, va a crecer también el certamen», analizó Jaite.
Y agregó: «Salvando las distancias, estamos viviendo algo parecido a lo que pasó con el torneo masculino, cuando arrancamos en 1997 con una Copa Ericsson en el Tenis Club Argentino (NdR: Del circuito challenger), en un lugar más chico, con poco público. Pero fue creciendo y se transformó en lo que es hoy».
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— IEB+ Argentina Open (@ArgentinaOpen) November 4, 2021