Por tercer año consecutivo, Barcelona fue triturado en una gran cita. El patrón se repite, las alarmas ya son muchas y el futuro se le llenó de interrogantes. «Fin de ciclo», se escucha desde el viernes, pero detrás de la frase lapidaria hay mucho que analizar, dentro y fuera de lo futbolístico, en el aspecto general del club y en el individual de cada integrante del plantel, Lionel Messi incluido.
A partir de 2009 el fútbol ha dado un giro universal. Se tornó más dinámico, más creativo y versátil para cumplir con la gran obsesión de fabricar espacios. En ese contexto, y mientras los demás fueron evolucionando de manera notable, Barça se estancó.
El juego es de los jugadores, pero también de los conceptos. Durante el último tiempo, en el club catalán la revisión consistió solo en cambiar futbolistas, no siempre con acierto y no siempre incorporando gente que fuese determinante en el juego. El resultado fue que el equipo acabó sostenido por el grupo que conserva el ADN de La Masía y, sobre todo, encomendado al engañoso atajo del genio capaz de superar todos los obstáculos. En el fondo, era apenas un maquillaje que solo los goles mágicos de Messi venían disimulando y que se desvanece cada vez que se cruza en el camino un equipo con más ambición, hambre e ideas; con más trabajo y desarrollo colectivo. Roma, Liverpool y Bayern Múnich lograron a su manera consumir al genio y entonces afloró la verdad del retroceso.
Barcelona es un club con una idiosincrasia muy marcada desde los tiempos de Johan Cruyff. Sin embargo fue dando pequeños giros en el estilo, buscando otros patrones, como la velocidad y el contraataque, o priorizando las figuras de los cracks sobre la organización del juego. Lo hizo a pesar de que los baluartes del plantel sigan siendo Piqué, Sergio Busquets o Messi, futbolistas crecidos dentro de una concepción muy particular del fútbol que necesita de entrenadores que la mejoren y la fomenten, pero sin alterar su esencia. No fue así, y las consecuencias quedaron expuestas.
En todo nivel, para encontrar soluciones cuando se repiten hábitos y sucesos negativos, hay que preguntarse qué pasa, por qué suceden las cosas. A Barça, y posiblemente también a Messi, les haya llegado el momento de pensar.
Los clubes, más aún los de alto nivel, deben tener gente preparada y competente en la conducción. No cualquiera puede tomar las decisiones. En los últimos tiempos, el Barcelona ha vivido situaciones extrañas en la directiva y cuesta entender el criterio reinante, si la entidad toma en cuenta el valor futbolístico para -desde esa base- hacer buenos negocios, o si se ve como una unidad de negocio en sí misma.
En todo caso, el futbolista nunca habla el mismo idioma que los hombres que visten de traje. El área deportiva necesita estar ocupada por alguien que sirva de nexo, una persona que de verdad sepa de fútbol, que esté facultada para entender de procesos y de seres humanos, que conozca cómo son las dinámicas en un vestuario y a la cual los jugadores puedan transmitirle qué sienten dentro de la cancha cuando las cosas se tuercen. Alguien que, por otra parte, no se deje llevar por deudas emocionales si diagnostica que ha llegado el momento de efectuar un corte más drástico.
Para Messi, Barcelona es su hogar. Se crió ahí y todo le resulta familiar. Pero más allá de su ánimo de seguir y su arraigo, quizás también deba preguntarse si no es el momento de poner un punto y seguido, de probar alguna vitamina que pueda hacerlo más feliz a corto plazo. A los jugadores de su clase los mueve el desafío, el orgullo, el coraje y ahora se lo ve disgustado, haciendo declaraciones certeras sobre la situación, pero que van en contra de lo que ha sido su costumbre. Necesitará explorar su interior y descubrir cuáles son sus pretensiones para encarar la última etapa de su carrera.
Existe un riesgo anexo: que el club, en su afán de retener a Messi, lo invite a sumarse a la mesa de decisiones. No sería bueno para nadie. Para que haya armonía, un futbolista, por mucho que sepa y haya vivido, debe descansar en su club, en las determinaciones de quienes tienen todas las herramientas a mano para efectuar el diagnóstico correcto y aplicar los tratamientos precisos. Es la única manera de superar una crisis, incluso una tan profunda como la que el 2-8 abrió en el Barcelona.