“Lo vi 100.000.000.000 de veces en mi cabeza”, admite el Rayo sobre el desenlace de la eliminación en los Juegos, y plantea: “Me encantaría dejar una huella en el seven argentino y el mundial”

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• 30 de octubre de 2024    00:05    9 minutos de lectura

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or momentos le aparecen flashes de aquel 25 de julio. Hay acciones que perduran en su memoria y episodios que va a costarle borrar. Pasaron más de dos meses del encuentro con Francia por los cuartos de final de los Juegos Olímpicos de París, que ahogó las ilusiones de los Pumas 7s, los favoritos en la cita en la que finalizaron en un frustrante séptimo puesto. “No necesito volver a verlo, lo vi 100.000.000.000 de veces en mi cabeza. No necesito verlo y no podría verlo”, admite Marcos Moneta, en diálogo para LA NACION, en una mañana agradable en Casa Pumas.

Extrovertido, alegre y jovial, el jugador de 24 años es una gran estrella del seven mundial, por sus dotes rugbísticas, incluida la velocidad, y también por su carisma, su naturalidad y su frescura para expresarse. Su perfil risueño se apaga levemente cuando recuerda lo sucedido en París. “Ya está bastante procesado, pero no voy a mentirte: me vienen todavía imágenes de los Juegos Olímpicos, y el partido con Francia a la cabeza”, dice quien a partir de ahora será subcapitán del seleccionado, a la par de Santiago Álvarez Fourcade, que era el capitán. En lo sucesivo esta función estará en manos de Santiago Mare.

–¿Cuánto duró el duelo?

–Duró bastante. Pude desconectarnos dos semanas, en las que me fui de vacaciones con mi novia y con Matteo Graziano y la novia, pero igual vienen cosas a la cabeza. Después me fui a Burdeos y pensé que iba a sufrir mucho más porque iba a estar en Francia y a escuchar todo el tiempo su idioma, pero no fue así, me sorprendió para bien. Los jugadores y la gente de Bordeaux [Bègles] se portaron muy bien con nosotros; fue un contraste bastante grande comparado con París. Es una sensación difícil de describir. No es ni enojo ni decepción… Es una espina, que se fue casi por completo.

–¿Qué balance hiciste en frío?

–Fue un gran año, viendo el pantallazo general, pero nos quedamos con sabor a poco. Arrancamos muy bien, con tres títulos seguidos, ganando la liga anual y quedando cerca en Madrid, donde me tocó verlo desde fuera. En lo personal, la lesión en el peroné que sufrí en Hong Kong fue una linda enseñanza. Uno aprende mucho cuando se lesiona, se conoce y conoce lo que es capaz de hacer. Y los Juegos Olímpicos cerraron el año, y el sabor a poco fue por eso. Está procesado, pero no voy a mentir: me vienen todavía imágenes de los Juegos Olímpicos, y el partido con Francia a la cabeza.

–¿Volviste a ver ese encuentro con los franceses?

–No, nada. No necesito volver a verlo; lo vi 100.000.000.000 de veces en mi cabeza. Me acuerdo de cada jugada del partido. No necesito verlo y no podría verlo. En mi cabeza lo repasé mucho, me voy a dormir y pienso en eso. No quiero hacerlo, pero me viene a la cabeza y lo repaso.

–Imagino que visualizaste mucho esa patada sobre el final, por la que perdieron la posesión.

–Es la que más me viene a la cabeza, no voy a mentirte. Héroe o villano: es mi rol. Cuando sale bien, uno sale en todos lados, y cuando sale mal, también. Muchas veces me salen bien, pero sí asumo que no fue el momento indicado. Es mi esencia…, me salió hacerlo en ese momento. No siento que haya sido ésa la razón por la que perdimos el partido, pero al estar levantando un 0-21 y quedar ahí, a tiro del empate, duele.

–¿Cómo vivieron como grupo el post París 2024?

–Lo mejor que tenemos es el grupo humano. Siempre está en el humano asumir su error y hubo muchos errores en el partido; cada uno del equipo se hizo responsable de lo que faltó. También sentí apoyo de la gente. Desde afuera se suele hablar mucho, y me sorprendió tanto apoyo. A veces uno entra a las redes sociales y siempre hay cabezas de termo que quieren tirarlo para abajo… Pero había pocos y me defendía un montón de personas. Trato de no leerlos, pero a veces me agarra esa necesidad de verlos.

–¿Cómo sobrellevás toda la exposición que tenés y el hecho de haber sido distinguido como el mejor jugador del mundo en 2021?

–El primer torneo que jugué después de eso me pesó. Tenía incertidumbre: los equipos cambian después de los Juegos Olímpicos y yo venía de Barbarians y me puse presión. Después fui trabajándolo mentalmente, hasta que no me pesó más. Disfruto bastante el amor de la gente y la exposición. A veces voy a un club y por ahí quiero ver más tranquilo el partido… pero después, cuando llego a casa y pienso en lo que le cambio el día a un chico por firmar una camiseta y sacarme una foto, se me llena el corazón. Cuando tenga 50 años y nadie me pida fotos voy a mirar atrás y a estar orgulloso. Yo estuve en sus pies y pedí un montón de fotos y sigo haciéndolo [risa]. Nunca me crucé a [Marcelo] Gallardo todavía, pero si está comiendo, ¡le pido una foto igual!

La frustración de París 2024 no opaca el brillante camino trazado por los Pumas 7s, que se instalaron en la elite del rugby de juego reducido. En el propio Stade de France, Santiago Gómez Cora se propuso continuar hasta Los Ángeles 2028 e invitó al grupo de jugadores a desafiarse para las siguientes metas: consolidar a Argentina como potencia e ir por esa medalla dorada en Estados Unidos.

Gastón Revol, que a los 38 años se retiró del seven, y Rodrigo Isgró, que decidió abocarse al rugby de 15, son los únicos que no seguirán en la próxima temporada, que comenzará el 30 de noviembre en Dubai. El resto se mantiene, pero también habrá recambio en el plantel, con sangre nueva. Moneta, que debutó en 2019, es uno de los que decidieron establecerse en la especialidad.

–Se terminó un ciclo olímpico. ¿Por qué elegiste seguir en el seven?

–Lo disfruto mucho. En algún momento, antes de que me retire, me gustaría hacer una experiencia en el rugby de 15, pero soy feliz acá. Me encantaría dejar una huella en el seven argentino y el mundial, me gustaría dejar un legado. El amor que tenemos de la gente, sobre todo de los más chicos –aparecieron muchos fanáticos y miran mucho el seven por lo dinámico y simple que es–, me llena. Ser una fuente de inspiración para ellos es lo que más me mueve. Me gusta estar en el país y representar a Argentina. A este equipo lo construimos y nadie nos regaló nada. Escuchar eso es un motor más para seguir trabajando.

–¿Cómo se supera lo hecho hasta ahora?

–Quedando primeros en la etapa regular de la temporada y ganando la serie final. Ése sería el año perfecto. No es una espina lo de Madrid, porque jugamos muy bien y llegamos a la final, pero para ir tachando cosas, nos gustaría ganar la serie final. Vamos a ir por eso.

–Muchos jugadores de los Pumas 7s volvieron a jugar en sus clubes. ¿Por qué no se te vio con la camiseta de San Andrés?

–Por un tema del reglamento de la URBA: para jugar en la segunda parte del año, hay que entregar el transfer antes del 31 de julio. Agustín Fraga y yo teníamos el pase en clubes de Francia porque jugamos el Super Sevens; me agarró por sorpresa, no sabía esa regla. Si no, habría pensado dos veces en ir a jugar a Bordeaux. Son las reglas; me quedé con las ganas de jugar unos partidos en el club. Estaría bueno que se reviera esa regla y se unificara con todas las uniones del país, para que el club pudiera disfrutar de sus frutos.

–¿Cómo ves el paso de Rodrigo Isgró, tu principal socio, al rugby de 15?

–No sé con quién voy a compartir cuarto ahora. Se me fue un hermano. Pero se fue bien. Es lo que me pone más feliz: se fue a cumplir su sueño. Verlo con la camiseta de los Pumas y en su club, Harlequins, me llena de orgullo. Es dejarlo volar… Ojalá lo veamos en Los Ángeles 2028; las puertas siempre van a estar abiertas para cuando quiera volver. Dejó un legado muy lindo en este equipo. Mercece todo lo que tiene, por la calidad de persona que es y por cómo trabaja como jugador.

Su rol de comentarista y la carrera con Juan Imhoff

En la serie final, que coronó en Madrid a Francia como el campeón de la temporada, en una apretada final frente a Argentina, Marcos Moneta cambió de rol. Por la fractura de peroné sufrida en Hong Kong no llegó a estar disponible para el torneo que se desarrolló en el Metropolitano, pero estuvo en el estadio en la función de comentarista de televisión. En varios tramos eufórico y exultante, también mostró su faceta analítica al anticipar qué plan de juego iban a ejecutar sus compañeros y los rivales.

Tal es su figura en el nivel mundial que las cámaras lo poncharon en su pupitre más que a cualquier jugador que estaba en la cancha. Moneta devolvía siempre una sonrisa. “Lo sufría mucho, aunque no tanto como si me hubiera quedado en casa. Como comentarista estaba cerca de los chicos; si no me tocaba comentar algún partido. bajaba al vestuario. También estuve toda la semana con ellos. No tenía la ansiedad propia de estar lejos y no saber qué estrategia iba a implementar. Estar ahí saca la ansiedad, pero a la vez, estar tan cerca, no poder entrar a la cancha, cantar el himno con los chicos y después subir rápidamente para comentar son una vivencia difícil. Pero disfruté la experiencia”, cuenta.

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