/Los Pumas y su primer rugido en los Mundiales: cambio de coach, triunfo inolvidable y la sorpresa que dio un equipo casi amateur

Los Pumas y su primer rugido en los Mundiales: cambio de coach, triunfo inolvidable y la sorpresa que dio un equipo casi amateur

La victoria sobre Irlanda marcó un punto de inflexión para el seleccionado, que llegó a Gales envuelto en conflictos, cambios de lista de jugadores y un coach nuevo: el neozelandés Alex Willie.

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Cardiff era una fiesta el viernes 1º de octubre de 1999. Miles de galeses se paseaban orgullosos por las calles de la ciudad. Todos enfundados con el rojo del Dragón, el color símbolo de la selección de rugby de ese país. La ciudad se asemejaba a una marea roja de camisetas, buzos, camperas, bufandas y gorros. La peatonal Queen Street rebosaba de gente que caminaba rumbo a la mole de cemento que desde hacía unos pocos meses se alzaba en pleno centro de la ciudad, sobre la Westgate Street y con el río Taff de fondo. Allí estaba el imponente Millennium, en ese entonces el tercer estadio de Europa, el primero de rugby, con techo retráctil. Los bares y pubs de la zona, The Old Arcade, City Arms, Pitch Bar & Eatery y The Borough Arms, entre otros tantos, explotaban de cerveza desde muy temprano, mientras niños y niñas con sus uniformes escolares también se sumaban a la fiesta, ya que ese viernes había asueto general.

El Millennium se había inaugurado el 26 de junio, con un histórico triunfo de Gales sobre los Springboks. Los galeses, comandados por el neozelandés Graham Henry, también venían de vencer a Inglaterra en Londres. La de 1999 significaba la primera Copa del Mundo luego de que en septiembre de 1995, la International Rugby Board (IRB) decretara el inicio de la era profesional. Gales soñaba con levantar el trofeo William Webb Ellis en su propia casa.

1° de octubre de 1999: el Millennium Stadium, de Cardiff, listo para el partido de Gales con los Pumas, apertura del Mundial
1° de octubre de 1999: el Millennium Stadium, de Cardiff, listo para el partido de Gales con los Pumas, apertura del MundialBrendan Moran / SPORTSFILE – Sportsfile

Ese viernes, en el partido inaugural, del otro lado estaban los Pumas con una realidad absolutamente opuesta. El seleccionado argentino venía golpeado por todos lados. No había logrado atravesar la primera ronda en ninguno de los tres Mundiales anteriores y acumulaba siete derrotas consecutivas en ese torneo. De nueve tests mundialistas, había ganado sólo uno (ante Italia, en el 95).

Pero, además, aquellos eran tiempos de plena confrontación en el rugby argentino, especialmente en la dirigencia y con daño puntual en los jugadores. Los Pumas cambiaron dos entrenadores en 1999: primero fue despedido José Luis Imhoff, que había armado la base de este plantel, y después, la noche anterior a viajar a Gales, renunció Héctor “Pipo” Méndez. En el último entrenamiento, realizado en Liceo Naval, los jugadores le tuvieron que pedir una mano a José Javier “Tito” Fernández para que los ayudara con las prácticas.

La renuncia de Pipo Méndez antes del viaje, un bombazo. Antes habían echado al otro coach, José Luis Imhoff
La renuncia de Pipo Méndez antes del viaje, un bombazo. Antes habían echado al otro coach, José Luis ImhoffArchivo / LA NACIÓN

El neozelandés Alex Wyllie, cuya contratación fue una revolución en ese momento, recién se reunió con el equipo en Ezeiza. Pero antes, se sucedieron un sinfín de inconvenientes: una lista inicial que luego fue cambiada por lo cual quedaron afuera tres jugadores (Facundo Soler, Ezequiel Jurado y Pablo Camerlinckx), una suspensión por expulsión en un partido de Curupaytí a dos jugadores clave (el capitán Pedro Sporleder y el hooker titular, Mario Ledesma), una fuerte disputa entre los dirigentes de la URBA y del resto de las Uniones del Interior y un presidente de la UAR, Luis Gradín, que hacía equilibrio en el medio del desbande y de las discusiones que trinaban entre el amateurismo y el profesionalismo. “Tiraba con cebita”, me dijo años más tarde “Lucho” Gradín. Por si fuese poco, los Pumas eran una rareza en un mundo ya profesional. Del plantel de 30 jugadores, sólo seis (Lisandro Arbizu, que había tomado la capitanía cedida por Sporleder), Roberto Grau, Omar Hasan, Mauricio Reggiardo, Eduardo Simone y Agustín Pichot) jugaban en Europa profesionalmente. El resto lo hacía en sus clubes de la Argentina.

Nada hacía suponer lo que iba a ocurrir unas semanas más tarde de aquel 1º de octubre de 1999. Aquella actuación argentina, heroica, fue el cimiento para lo que ocurrió en 2007. El primer eslabón del antes y después. Constituyó a fin de la temporada el primer gran éxodo. La enorme mayoría de los jugadores fue contratada para jugar en Europa, especialmente en Francia. Significó la primera Pumamanía. Fue el primer Mundial televisado por ESPN y con picos de 25 puntos de rating en la TV abierta (lo retransmitió Azul, hoy Canal 9). Fue el inicio de la era dominante de Agustín Pichot.

Alex Willie con José Luis Imhoff
Alex Willie con José Luis ImhoffSebastián Szyd – Archivo / LA NACIÓN

Pero volvamos al viernes 1º de octubre. A medida que transcurría el viernes en el incipiente otoño británico, las nubes y la llovizna se sumaban a la fiesta. Con el Millennium ya colmado por más de 70 mil personas y el cantante Tom Jones y la actriz Catherine Zeta-Jones, íconos de Gales, en los palcos de honor, la fiesta inaugural llegó a su pico cuando las glorias del rugby galés de los 70 salieron al césped a dar una vuelta olímpica mientras en las pantallas gigantes se reproducían las imágenes del legendario try de Gareth Edwards a los All Blacks, en 1971, concretado prácticamente en ese mismo terreno, el ex estadio Nacional, donde en 1998 se comenzó a levantar el Millennium. Cuando en el video, Phil Bennett toma la pelota y empieza a esquivar neozelandeses, el público empezó a tronar y el estadio se transformó en una caldera roja que le hizo poner la piel de gallina al más inconmovible.

Los Pumas eran los invitados a esa fiesta. Nadie daba una libra por ellos. Gales era el favorito aunque no tenía un gran equipo, como se vio más adelante. Tras los 80 minutos y el 23-18 en contra, quedó la sensación de que si los argentinos no se hubiesen dedicado sólo a defender podrían haber arruinado esa fiesta. Es más: las sensaciones que quedaron luego de ese encuentro fueron mucho más auspiciosas para los Pumas que para los galeses. Todo estaba abierto en ese Grupo D.

El galés Gareth Thomas pelea con Lisandro Arbizu, en el match inaugural del Mundial
El galés Gareth Thomas pelea con Lisandro Arbizu, en el match inaugural del MundialMike Egerton – EMPICS – PA Images

Esa noche del viernes en la concentración del Cardiff Bay Hotel, adonde habían llegado el 24 de septiembre, los jugadores argentinos se fueron a dormir sabiendo que no estaban tan lejos como se creía. La gran prueba era la que venía nueve días después en el Stradey Park de Llanelli, un pueblo de enorme cultura rugbística en el extremo oeste del Reino Unido. Allí el rival por vencer era un viejo y malo conocido, Samoa, verdugo en los dos Mundiales anteriores. Samoa ya había goleado a Japón (43-9), por lo cual no había margen: si no se daba una victoria, otra vez los Pumas se volvían rápido a casa.

Los Pumas recorrieron los 89 kilómetros que separan Cardiff de Llanelli el día anterior al partido. El clima no varió: frío y lluvia. Esta vez había menos hinchas argentinos que para el partido inaugural. En la Argentina se vivían los últimos instantes del menemismo y, con ello, de la paridad cambiaria entre el peso y el dólar, el fin del relato del uno a uno. La atmósfera de ese mediodía era tensa en el búnker argentino, al que ya se había sumado como entrenador alterno Gonzalo Beccar Varela, que había viajado invitado por una agencia de viajes, pero que una vez en Gales fue llamado a plegarse al escueto staff de Wyllie, que tenía como médico a un histórico del 65, el “Pato” Luis García Yáñez y como preparador físico a Alejandro Labonia. El “Abuelo” José Luis Rolandi era el manager y Marcos Ocampo, el intérprete. “Pani” Jordan fue como fisio, un puesto que reclamaron los jugadores.

Albanese y Arbizu voltean al samoano Silao Leaega: los Pumas se despertaron en el segundo tiempo y lograron un éxito clave pore 32-16
Albanese y Arbizu voltean al samoano Silao Leaega: los Pumas se despertaron en el segundo tiempo y lograron un éxito clave pore 32-16Clive Mason – Getty Images Europe

El primer tiempo en Llanelli presagiaba un destino conocido para los Pumas. El equipo entró en la cancha hecho un manojo de nervios, de apuros y de imprecisiones. Samoa aprovechó todo, pero sin hacer mucho. Esos 40 minutos establecieron una diferencia de 16-3 a favor de los oceánicos. En el entretiempo, en un baño, Gerald Davies, histórico wing de Gales y de los Lions en los 70 y en ese entonces columnista en el diario The Times (hoy es presidente de la Unión de Gales), le susurró a un enviado especial de un diario argentino, mingitorio de por medio: “Me parece que otra vez se vuelven”. Mientras, en el vestuario, Wyllie ensayaba una de sus más encendidas arengas (“No puedo decir lo que grité cuando entré al vestuario porque es irreproducible”, dijo luego el hosco neozelandés). Lo cierto es que el impulso dio resultado y los argentinos salieron al segundo tiempo con otro carácter. En menos de 10 minutos, Gonzalo Quesada anotó nueve tantos con el pié (dos penales y un drop) y el equipo se fue encima de los samoanos.

A los 29 minutos, Pichot inventó una jugada, Gonzalo Camardón limpió el ruck y el cordobés Alejandro Allub se zambulló en el ingoal. ¡Era el primer try argentino en ese Mundial! Y fue la puerta a la victoria, luego sellada por el botín de Quesada con un inolvidable 32-16. Los Pumas habían quebrado la racha de 8 derrotas consecutivas en Mundiales y ahora sí estaban a un paso de atravesar la primera rueda. Quedaba Japón, el sábado 16, otra vez en el Millennium.

La calculadora

Como Samoa había dado el golpe venciendo a Gales en Cardiff, un triunfo argentino ante Japón dejaba el primer puesto igualado y las posiciones se definían por diferencia de tantos. Eran tiempos de Mundiales con 20 equipos y antes de cuartos de final había una instancia de play-off a la que se clasificaba el mejor tercero. Los Pumas hicieron cuentas. La mejor opción era esquivar los dos primeros lugares y definir el play-off con Irlanda, en Francia. Si se pasaba esa instancia tocaba Francia, en Dublin. Las otras significaban toparse con Australia (a la postre campeón) o con los All Blacks, que parecían imbatibles. Pichot abrió el camino de la victoria ante los débiles japoneses y a partir de ahí, los argentinos regularon el partido. Fue victoria por 32-12 y esa noche fue todo festejo. Se había sorteado por primera vez la ronda inicial. Sin embargo, lo mejor estaba por venir.

Los Pumas, en la foto oficial en el Belgrano Athletic antes del viaje a Gales, ya con Alex Willie como coach
Los Pumas, en la foto oficial en el Belgrano Athletic antes del viaje a Gales, ya con Alex Willie como coachPatricia Di Pietro – Archivo / LA NACIÓN

La mayoría de los argentinos tenían reservados pasajes y hotelería para ir a Edimburgo –que era la opción para un segundo puesto–, así que sobre la marcha hubo que averiguar cómo llegar desde Cardiff a Lens, la sede del play-off contra los irlandeses. El trayecto más simple fue en tren: Cardiff-Londres-Lille, donde los Pumas establecieron su campamento en el hotel Mercure. Del otro lado de la autopista, en el Holliday Inn, paraban los de verde. El neozelandés Warren Gatland, que años después tuvo un excelente paso por Gales y los Lions, dirigía a los irlandeses, a los que la prensa europea consideraba favoritos. Los Pumas eran los únicos que podían estropear la presencia de los 8 grandes (los 5 del 6 Naciones y los 3 del entonces Tri Nations) en los cuartos de final.

El try de Albanese a Irlanda

El try de Diego Albanese a Irlanda

El try de Diego Albanese a Irlanda

En el norte de Francia el frío era intenso y lo sería aún más en la noche del miércoles 20 de octubre en Lens, donde el estadio Felix Bollaert, refaccionado para el Mundial de fútbol del año anterior, aguardaba el choque que iba a determinar el pasaje a la etapa final de la Copa del Mundo, que en sus instancias de semifinal y final iba a volver a Cardiff. Irlanda fue llevando la delantera del encuentro a través del pié de Humphreys, su apertura, que le iba ganando el duelo a Quesada. El marcador llegó a estirarse a 21-9 en el segundo tiempo. Parecía que la aventura argentina se terminaba ahí. Pero no. Quesada empezó a meter de todos lados mientras el resto de sus compañeros tackleaba y se animaba a atacar.

Alex Willie con sus gladiadores, listos para la batalla; de rojo, Agustín Pichot, el cerebro; detrás, entre otros, Méndez, Grau, Albanese, Martin y Sporleder
Alex Willie con sus gladiadores, listos para la batalla; de rojo, Agustín Pichot, el cerebro; detrás, entre otros, Méndez, Grau, Albanese, Martin y SporlederGermán González – Archivo / LA NACIÓN

Hasta que promediando el segundo tiempo, se produjeron dos cambios clave: Martín Scelzo entró por Omar Hasan y comenzó a llevarse por delante a cuanta camiseta verde se le cruzara, mientras que Felipe Contepomi ingresó como apertura y Quesada pasó de fullback en lugar de Ignacio Corleto. La entrada del mellizo –hoy entrenador de los Pumas– fue determinante, porque empezó a darle otro ritmo a las pelotas conseguidas por los forwards. La idea de ese cambio se la adjudican a Gonzalo Beccar Varela. De un pase largo de Contepomi, Camardón asistió a Diego Albanese y este llegó al try que entró en la historia. La jugada tenía nombre: Falso y Espalda. Los backs la habían entrenado toda la semana y no les salía. Hasta esa noche. Beccar Varela luego contó que la hacían en el CASI con “Chiquito” Travaglini. La conversión de Quesada puso a los argentinos por primera vez al frente. Faltaban ocho minutos del tiempo reglamentario y los Pumas ganaban 25-24. A los 39, Quesada anotó otro penal. La hazaña estaba al alcance de la mano, pero necesitaba todavía la cuota agónica y electrizante para quedar en la leyenda Puma.

Inolvidable: el festejo alocado de los Pumas tras 15 minutos a pura defensa ante Irlanda
Inolvidable: el festejo alocado de los Pumas tras 15 minutos a pura defensa ante IrlandaArchivo

Con el tiempo cumplido y con un penal innecesario de Reggiardo a O’Driscoll (lo topeteó sin pelota), Irlanda se fue a buscar el triunfo. No le servía un penal. Necesitaba el try. Se sucedieron los lines y los mauls de 15 irlandeses, frenados por los argentinos a centímetros del ingoal. Fueron nueve minutos extra. “Bloody nine minutes”, como los calificó Wyllie. Los Pumas tacklearon y tacklearon hasta que al pilar irlandés Wallace, frenado entre tres, se le fue la pelota hacia adelante. Cuando el árbitro australiano Stuart Dickinson marcó el final, todo fue algarabía y llanto. Los Pumas estaban en los cuartos de final. La noche francesa era una fiesta argentina. En la tarde de la Argentina, cientos de compatriotas se agolpaban frente a los televisores para ver esos minutos finales y bramar con la heroica defensa y el triunfo. También había fiesta.

La defensa heroica de los Pumas

La heroica defensa ante los irlandeses

La heroica defensa ante los irlandeses

A la vuelta al Mercure de Lille, tras la hora en ómnibus desde Lens, los jugadores se encontraron con decenas de mails y telegramas –época sin teléfonos celulares y sin redes sociales– sobre el mostrador de la recepción. Nadie pudo dormir esa nocheBeccar Varela consiguió a la madrugada una bandeja con quesos y fiambres para calmar el hambre de los que no habían probado bocado después del partido. Los jugadores no podían creer cuando se les informaba la euforia que había generado en la Argentina su actuación. “¿En serio?”, repetían.

El capitán Arbizu era buscado por radios y diarios. Pichot, que ya tenía alto protagonismo, atendía a la prensa anglosajona. Los intermediarios empezaron a rondar por el hotel para concretar futuros pases. Ahora había que viajar a Dublin. Esperaba una Francia que no llegaba de la mejor manera.

Despedida con honores

Se volvió al idioma inglés, pero siguió el clima duro otoñal. El recorrido de los Pumas en el Mundial de 1999 casi no vio el sol durante esas tres largas semanas. El viejo estadio Landsdowne Road de Dublin, con su tribuna de madera y el tren pasando por detrás, era esta vez el escenario. Cuando los argentinos llegaron al aeropuerto de Dublin los esperaba un ómnibus que tenía el cartel “Ireland”. Sin dudas, habían arruinado la fiesta. Alojados en el fabuloso hotel Finnstown, con cancha de golf, los capitaneados por Arbizu empezaron a recibir por primera vez a periodistas de todo el mundo. Todos querían saber cómo un equipo casi amateur había podido llegar hasta ahí. La defensa final del ingoal en Lens era la otra foto atrapante.

El grupo de los Pumas de 1999, en una noche de reencuentro
El grupo de los Pumas de 1999, en una noche de reencuentro

Grau ya estaba habilitado para jugar –fue a la Argentina a ver el nacimiento de su hija y regresó– y Sporleder –lesionado y traumado por todo lo previo al Mundial que le tocó vivir– se había vuelto al país. En la semana hubo fútbol para distenderse. Francia no llegaba en su mejor forma, pero era un rival superior a Irlanda, sin dudas. El sábado a la noche, la zona de Temple Bar se empezó a poblar de argentinos que habían llegado especialmente para este partido. En el país, en tanto, regía la veda electoral. Al otro día, el día del test por los cuartos de final, eran las elecciones generales.

La tarde del 24 de octubre de 1999, otra destemplada y nublada, los Pumas fueron por otra hazaña. Francia siempre tuvo la delantera del desarrollo y del resultado, pero a pleno coraje y jugando la pelota, los argentinos fueron remontando hasta que a los 17 minutos del segundo tiempo se colocaron a sólo 7 tantos de distancia (30-23). Tras una gran jugada colectiva que casi termina en try de Albanese, tuvieron un penal en las cinco yardas francesas. Arbizu pidió scrum mientras el aliento para los argentinos bajaba desde la tribuna repleta de irlandeses. Se ganó la formación, se produjo un ruck y cuando la pelota estaba disponible del lado argentino, el árbitro galés Derek Bevan le sancionó penal a Scelzo. Ahí se acabaron las ilusiones Pumas. Francia apretó el acelerador y lo definió con un try de Garbajosa que selló el 47-26 final.

El abrazo de Pichot, Arbizu y Quesada: los Pumas ya estaban en los cuartos de final
El abrazo de Pichot, Arbizu y Quesada: los Pumas ya estaban en los cuartos de finalArchivo

Faltando 5 minutos, Wyllie hizo un acto de justicia y le dio minutos a Nicolás Fernández Miranda, que entró por Pichot, ovacionado por toda la cancha. El después capitán se abrazó llorando a toda su familia, que lo esperaba en la primera fila de plateas. También ingresaron Miguel Ruiz y Agustín Canalda, suplente en todo el torneo de Ledesma, a quien la dirigencia de la URBA le hizo cumplir la sanción luego del Mundial. En el vestuario, a la hora de la despedida, Wyllie se quebró no bien empezó a hablar. Al emprender la salida del estadio, desde la Argentina llegaban las noticias de que Fernando De la Rúa era el nuevo presidente por la fórmula de la Alianza. Los franceses dijeron que aprendieron de los Pumas en ese partido. Una semana más tarde dieron uno de los golpes más grandes de los Mundiales al tumbar en las semifinales, en Twickenham, a los All Blacks de Lomu. Luego perderían la final con los Wallabies.

Gonzalo Quesada terminó como goleador del Mundial y fue premiado con el Olimpia de Oro. A los jugadores, que antes del Mundial no eran conocidos, los paraban en las calles. Una empresa automotriz sacó un modelo especial al que llamó “Test-Match” y la publicidad la protagonizaron Pichot y Quesada. Aquel Mundial significó, sin dudas, una plataforma de lanzamiento. Y también un acto de rebeldía de un grupo de jugadores que se propuso cambiar la historia.

La partida antes del Mundial que les cambió la vida a los Pumas: Gonzalo Quesada, Nicolás Fernández Miranda y José Cilley, junto con Pablo Camerlinckx
La partida antes del Mundial que les cambió la vida a los Pumas: Gonzalo Quesada, Nicolás Fernández Miranda y José Cilley, junto con Pablo CamerlinckxArchivo / Télam

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