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La columna de Frana – Los tenistas y la salud mental: hay que aprender a manejar la presión y saber que hay vida después del deporte

El episodio de Simona Halep volvió a poner sobre el tapete las exigencias que sufren los deportistas más allá del esfuerzo físico.

Si bien la derrota de Simona Halep en Roland Garros fue de cierta manera una sorpresa deportiva, porque ganaba 6-2 y perdió 6-1 los últimos dos sets ante una rival inferior, saber horas más tarde que había atravesado un momento muy poco feliz en la cancha, una situación muy desesperante (un ataque de pánico, según contó), me lleva a una reflexión que tiene que ver con el debe que tenemos los seres humanos. En la escuela y en la facultad aprendemos de matemáticas, de ciencias, de historia. Pero no nos enseñan a manejar nuestras emociones.

¿Qué es lo que sucede cuando viven estas situaciones personas que desde afuera se ven como exitosas y que por ello se cree que deberían ser representantes de la plenitud y de la felicidad por sus logros deportivos? Se tienen que tomar cartas en el asunto.

Ya se ha hablado bastante del descuido del deportista, que en algún momento deja su carrera y se encuentra ante la nada misma. Y en esa situación, el olvido parece ser la única respuesta que se le da a alguien a quien antes le sobraba gente en su entorno.

En el éxito, los amigos saben quién es uno. En la derrota, en el fracaso, uno sabe quiénes realmente son sus amigos. El tenis, como cualquier otra disciplina deportiva, tiene varias presiones, que llegan desde temprano. En algunos casos, es sobrevivir económicamente para no tener que abandonar la posibilidad de convertirse en un tenista profesional. En otros casos, es la defensa de un ranking o sacar para ganar uno de los partidos más importantes de una carrera.

Simona Halep se desconectó en el partido en el que vencía a la china Qinwen Zheng. Foto:  REUTERS/Dylan MartinezSimona Halep se desconectó en el partido en el que vencía a la china Qinwen Zheng. Foto: REUTERS/Dylan Martinez

No todos reciben capacitación. Se entrenan el rendimiento físico, la resistencia, la fuerza, la variedad de golpes… Todo para que un tenista pueda cumplir sus sueños. Pero muchas veces no se le hace carne el entender que lo importante no es el logro o el ranking sino la persona en la que te convertís al conseguir todo eso.

El deportista sabe perfectamente que los malos momentos tienen fecha de vencimiento. Uno no sabe cuándo, pero con trabajo y perseverancia se terminan. Se pueden revertir. Cuesta más entender que las buenas, el ser el número uno o el campeón, también dejan de existir. Ahí está el riesgo de caer en que el ego haya tomado el control de tu vida, de tus decisiones y tus pensamientos. De que casi como una cuestión adictiva, el ser -pero el ser desde el número, el uno, o el que más ganó-, termina siendo una combinación letal.

En cada deportista después hay una vida en la que muchos encuentran un abismo. O la nada misma. No tienen una razón para vivir. Siento  en lo personal lo que manifestaron Naomi Osaka o Halep. Pero sin haber logrado muchas de esas cosas, me cuesta a veces entender cómo varios deportistas que obtuvieron lo que la mayoría no pudo terminan siendo esclavos y prisioneros de esos logros.

Naomi Osaka volvió a Roland Garros luego haber ido en pleno torneo el año pasado. Foto. AFPNaomi Osaka volvió a Roland Garros luego haber ido en pleno torneo el año pasado. Foto. AFP

Osaka tuvo sus dificultades en momentos de máxima gloria, cuando las lágrimas son inigualables. Se valora ese esfuerzo, pero la mochila termina siendo pesada y el arrastre se hace muchas veces imposible de soportar.

Por eso creo que el entorno de esas grandes figuras tiene la responsabilidad de que mantengan los pies sobre la tierra. Deben hacerles valorar el hecho de triunfar, que muchas veces está naturalizado. Las raíces personales y el entorno te marcan no solamente la rutina de entrenamiento, sino que además te preparan para el después. Te preparan para cuando hay que decir adiós.

Si no, empezar una nueva vida es incluso más desafiante, porque nunca se pensó en eso. ¿Ahora qué hago? ¿Ahora quién soy? ¿Ahora a qué me dedico? Son preguntas necesarias para hacerse.

Hay que cuidar que el ego no tome el control y se alimente de nuestros éxitos, justamente para que la obtención de un título no sea más importante que la persona en la que te convertís después de ese logro. Sería intrigante poder entrar en sus cabezas para entender qué les pasa.

A la distancia, entiendo que como sociedad tenemos un gran problema: no sabemos manejar nuestras emociones. Tratá bien a la gente cuando vas en subida, porque es la misma que te vas a encontrar cuando vas en bajada. Y no estoy hablando ni de Halep ni de Osaka ni de ninguno de los atletas que quizás hayan tenido problemas a la hora de manejar estas situaciones.

Para muchos, es gente que ha logrado más que uno y meterse en lugares donde tantos sueñan estar. Para el ojo ajeno, cuesta entenderlos. Claramente no tiene que ver con el éxito sino con esas cuestiones existenciales que están muy lejos de la luz. Tiene que ver con mirar hacia los costados y ver que la vida es mucho más que un partido, un ranking o un campeonato.

Hemos visto a grandes figuras del deporte que mostraban una enorme fortaleza en sus momentos decisivos, pero que tal vez al decir adiós empezaron sus pesadillas. Hay que aprender a vivir. Por eso hay ciertos principios que quienes estamos en la formación debemos tener muy presentes. Ningún atleta puede olvidarse de que en algún momento lo va a dejar de ser. El deporte tiene un lado muy cruel: siempre se olvidan del campeón, del ganador.

Simona Halep recibió atención durante el partido. Luego habló del ataque de pánico. FOto: REUTERS/Dylan MartinezSimona Halep recibió atención durante el partido. Luego habló del ataque de pánico. FOto: REUTERS/Dylan Martinez

Volviendo a Halep, la excusa para hablar de este tema, si 20 o 25 años atrás le hubieran dicho todo lo que iba a lograr y en quién se iba a convertir, seguramente habría firmado. Sin embargo, hoy para ella estar en una cancha de tenis termina siendo una suerte de esclavitud.

Construir una identidad en torno a los logros obtenidos puede que sea uno de los peores errores que comete un deportista. Hay que entender que uno vale mucho más que un Grand Slam y que el ser número uno fue tan solo parte de un juego.

El enorme desafio es saber soltar. Vale la pena vivir la hermosa vida que hay después del deporte.

Fuente:Javier FranaJavier Frana – Clarín.com Deportes – Fotos: REUTERS/Dylan Martinez – AFP – Clarín.com Deportes