En Mendoza, se impuso 1-0 con el tanto de Ramiro Enrique y quedó cuarto en la Zona 1. Para pasar a la instancia final, debe esperar que el domingo no ganen River, Racing ni Central.

Banfield ya no es aquel equipo de la Copa Maradona. Ni siquiera se parece al que arrancó con el mismo envión este campeonato. Por venta de jugadores, bajas en los rendimientos y por el brote de coronavirus que lo afectó en pleno torneo, el equipo de Javier Sanguinetti mutó en todo sentido: cambió piezas, modificó el sistema táctico y también la postura.

Ahora ataca menos que antes, intenta cortar camino con pases profundos a Luciano Pons o Juan Alvarez. Y si Martín Payero no está preciso o Giuliano Galoppo no rompe líneas, como ocurrió en Mendoza, el Taladro pierde creatividad.

Pero hay algo que el equipo conserva de aquel que hizo un torneo fantástico y perdió con Boca la final o el que le ganó a Vélez la definición para clasificarse a la Sudamericana 2022: Banfield no se rinde. Y en ese empuje van los pibes a la cabeza. Como hace un par de jornadas el gol de Juan Cruz (el hijo del Jardinero) le dio el empate agónico ante Argentinos que ahora toma más valor para la definición, en Mendoza fue Ramiro Enrique (el hijo del Negro) quien le dio el triunfo en una acción discutida en el Urzi, que no dio la jugada por perdida y metió el centro para el gol, pareció apenas en offside.

Fue un castigo excesivo para Godoy Cruz, que hizo el gasto y mereció al menos llevarse un punto. Si no lo hizo fue por Mauricio Arboleda, la figura del partido, o por los postes que salvaron al arquero nacido en Tumaco al que se le termina el contrato y cambiaría de rumbo.

En el primer tiempo, el colombiano mostró sus reflejos para volar dos veces contra su palo izquierdo, primero ante un anticipo ofensivo de Ferrari, de cabeza y más tarde con una volea preciosa de Ojeda, que minutos más tarde tuvo en sus pies la acción más clara con un mano a mano que definió con clase por encima de Arboleda pero dio en el travesaño.

En el complemento, con menos claridad pero el mismo trámite, Arboleda agrandó su figura al tapar un bombazo de Colmán, achicar bien el tiro de Bullaude que después dio en el poste y, en la arremetida final, con los centrales del equipo local en el área, alcanzó a desviar un cabezazo de Dos Santos que rompió el travesaño y luego generó un cierre espectacular de Jonás Gutiérrez de chilena sobre la línea.

Es valiente la apuesta del Gallego Méndez. De mitad de cancha hacia delante otorga libertades y junta a varios futbolistas desequilibrantes: el tridente Ojeda-Lomónaco-Ramírez detrás de Badaloni, el faro de ataque que es más fructífero cuando lo buscan de arriba que en las triangulaciones por abajo.

Pero en el fondo luce frágil. Banfield lo atacó poco y llegó a fondo. Y en definitiva, el fútbol se gana en las áreas. En una, Arboleda se hizo gigante y en la otra, los pibes que ingresaron en el complemento le dieron al Taladro la chance que les permite quedar cuartos y no dar por perdida la clasificación a la fase final. No será fácil, claro: deberá esperar que ni River, ni Racing ni Rosario Central ganen.

Pero el equipo de Sanguinetti ya hizo lo suyo. Y se permitió soñar hasta el final, que no es poco.

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