Entretelones de cómo se gestó la experiencia del astro del tenis con otro deporte y cuántas veces se había subido a un caballo en su vida.
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Bastó que Ignacio Figueras le hiciera la primera pregunta para que los ojos de Roger Federer denotaran que, de pronto, se le había disparado un nuevo deseo…
–¿Roger, taqueaste alguna vez en tu vida?
Nacho Figueras es un argentino de renombre internacional. Polista y modelo de marcas, fue muchos años la cara de Ralph Lauren. Hoy, a los 47, sigue practicando el deporte que lo apasiona, algunos de sus hijos también juegan, tiene sus propios emprendimientos empresariales y también numerosos vínculos con personalidades, no sólo del mundo del deporte. Ha jugado con el Príncipe Harry en reiteradas ocasiones, pero además son amigos personales. Lo mismo con el legendario músico Chris Martin, líder de Coldplay, quien incluso ha estado varias veces en su casa, en la zona de Pilar, junto con la actriz Dakota Johnson, su actual pareja. Tan fuerte es la relación que, en una entrevista con la nacion, Nacho confesó haber ido a los diez recitales que Coldplay dio en River en 2022. Sí, a los diez.
Figueras es un embajador del mundo. Y se relaciona con famosos. A Roger Federer, ícono del deporte, ganador de 20 títulos de Grand Slam y uno de los mejores tenistas de la historia, ya se lo había cruzado en algunas ocasiones. Con saludos de cortesía y algún breve diálogo. Pero esta vez fue diferente: una cena privada en las afueras de Nueva York. Y ahí pudieron hablar más extenso. Intercambios de vivencias, curiosidades. Federer es, naturalmente, una mente inquieta. Lo mismo que Figueras, que se encuentra desde hace unos meses en Estados Unidos jugando al polo y en familia. Y ahí nació la propuesta:
–¿Roger, taqueaste alguna vez en tu vida?
–No, jamás.
–¿Y te gustaría venir al club y probar un día de estos?
–Sí, claro. Dale.
Intercambiaron los contactos y se organizó el encuentro. El lugar fue el Hamptons Polo Club, en lugar donde Figueras está jugando junto con su hijo Artemio. Un club en el que se desarrollan torneos asiduamente, además de encuentros sociales. Queda aproximadamente a 100 millas de Nueva York, unos 166 kilómetros.
Allí fueron los Federer a vivir un día diferente: Roger, su esposa Mirka, y los gemelos Charlene Riva y Myla Rose, y Lenny y Leo. Federer representa al clásico deportista talentoso capaz de embarcarse en la práctica de cualquier deporte. En su caso, da lo mismo que sea con las manos o con los pies. Pero ya lo hemos visto, además de la raqueta, con los palos de golf o con la paleta de tenis de mesa. La estampa de crack luce imperturbable.
Ahora bien, el polo tiene sus complejidades. De por sí, montar y galopar no es fácil. Pegarle a la bocha sin estar en movimiento, tampoco. Hacer todo junto en velocidad, sólo para entendidos. Sobre todo si, como resulta lógico, nadie quiere correr los riesgos de sufrir una caída.
El plan fue que Roger y su familia disfrutaran de un día al aire libre, conociendo un deporte e interiorizándose de los aspectos básicos. Y elegante como cuando entraba en la cancha central de Wimbledon (título que ganó 8 veces), de blanco inmaculado, el suizo se dispuso a comprobar qué era eso de taquear.
“Era la segunda vez en su vida que se subía a un caballo. Por eso, nada de locuras. Pero se subió, se acomodó en la montura y nunca más dijo nada. Un maestro”, acota Figueras desde Estados Unidos. Roger, sin botas, y calzado con zapatillas. Acaso pensando que el momento sería corto. Pero no, apenas ensayó el primer swing y comprobó el resultado, le gustó. ¿Cómo le pegó, qué tal anduvo con el taco de polo?
“Un maestro Roger realmente, le pegaba con el medio del cigarro todas las veces. ¡Pac! El sonido clásico de cuando le entrás perfecto. Al tipo que tiene talento le sale todo más fácil”, describe Nacho. “Fue todo rápido. Escuchó los consejos, revoleó el taco y ¡pac!, se escuchaba. Bien en el centro, derecho. ¡Impresionante!”.
Roger estuvo una hora taqueando junto con Figueras. A veces andando al tranco, en otras al galopito y sin usar el taco. “Había que terminar el día con una sonrisa. Que le gustara el polo para, de esa manera, pensar en repetir. Si galopaba, por ahí no pasaba nada, pero si se caía, en vez de avanzar un paso, dábamos diez para atrás. Estabamos todos tan divertidos, pasándola tan bien, que no tenía sentido arriesgar. Y tampoco era que él me decía ‘quiero salir a galopar a fondo’. Entonces, lo dejé que se sintiera cómodo”.
Hubo, también, tiempo para las bromas. Figueras lo invitó a tirar penales de 30 yardas, que son de frente a los mimbres, al igual que los 40 y 60. “Mirá que si metés uno de 30 te contrato para jugar”, le dijo el polista. “La pasó bien, un capo. Ya se volvió a Suiza. Veremos si sigue probando. Ahora ya desarrollamos un vínculo, una relación más estrecha”.
En las fotos, al suizo se lo ve reluciente. Figueras contó sus sensaciones una vez terminada la jornada. “Lo que me impresionó es que el tipo ni se despeinó. Hacía un calor tremendo, yo chivaba como un loco, yendo de acá para allá, y él terminó impecable. Como lo veíamos cuando salía de la cancha después de tres horas y nadie se daba cuenta de que había jugado un partido de tenis. Estaba impecable, ni se mosqueó”.
¿Cuándo será el próximo encuentro y dónde? “Ya veremos”. Mientras, Figueras ya se imagina el próximo desafío. “Me falta hacerlo taquear a Tiger nomás, que ya lo voy a lograr, y estamos. Pese a las lesiones que tuvo, cuando vea que en el polo las patas en realidad las usa el caballo, le va a gustar la idea y quizá se prenda. Lo único en contra es que todavía no está retirado. Eso puede influir porque en su cabeza está esa cosa de no arriesgar de más. Pero ya lo voy a hacer probar a Woods también”.