Central, con más ganas que fútbol, venció 2-1 a Arsenal y se sacó un gran peso de encima. El ciclo del Kily tomó aire. Los goles: Martínez y Rabuñal.
Si había algo que debía lograr Central era ganar. Y el resultado le dio la derecha a un equipo que venía a los tumbos, tratando de oxigenar el ciclo. Por eso los tres puntos frente al desvencijado Arsenal fueron una bocanada de aire importante, de esas que suelen meter tranquilidad. Lo del fútbol de mayor vuelo quedará para más adelante, cuando el funcionamiento dé un par de pasitos al frente, pero lo de anoche no fue poco. Porque frente a esa escasa lucidez colectiva el corazón lo fue todo. Victoria por 2 a 1 que sirve para frenar la bocha, detener la caída y optimizar las esperanzas.
Dentro de tantas palabras que pueden tirarse en el análisis hay algunas que no pueden quedar al margen. Porque este Central que parecía no levantar cabeza cumplió con un cometido vital en el mundo del fútbol. El agua, que parecía llegar casi al cuello, detuvo su crecida para respirar nuevamente. Es cierto, fue con una alta cuota de ímpetu y no tanto fútbol, pero aun desde ese ángulo el canalla lo mereció.
El partido, al menos en el arranque, se había dado de la manera que lo pensó el Kily. Porque su Central no era un equipo corto, es más, casi siempre jugó largo porque nadie se mostraba como salida. Tanto, que Vecchio tuvo que pasar el círculo central para hacerse del balón, pero claro, era larguísimo el trayecto que debía recorrer para después asociarse y generar. Su ladero por izquierda, Lo Celso, desaparecido, perdido. El único que colaboró y, al menos, intentó enredarse en el juego era Sangiovani. ¿Qué hacía todo eso? Que los pelotazos frontales hacia Ruben y Cucchi fueran presa fácil para los centrales de Arsenal.
Ese muy buen centro de Vecchio (8’) que Ruben cabeceó en el primer palo (la pelota se fue apenas alta) fue la primera y única llegada hasta el tanto de Martínez, a los 43’, después de que la luz mermara en el Gigante y la luminosidad futbolística del Kily se conjugaran. Esa aparición fantasmal de Martínez sirvió para olvidar todo lo malo que se había hecho y las ventajas que el equipo dio del medio hacia atrás, con un Villagra saliendo casi siempre a destiempo y con una defensa sufriendo cada pelotazo cruzado, como ese centro rasante de Benavídez que nadie pudo empujar o el desborde de Papa que terminó con una situación inmejorable en los pies de Candia.
No le sobró absolutamente nada a este Central, pero quizá no mereció sufrir demasiado, porque lo mejor que hizo el equipo fue salir a jugar el complemento con mayor compromiso. Y desde ahí gestó el triunfo. ¿Por qué lo mereció? Porque hizo méritos necesarios, aun con algunas dificultades y con más jugadas que juego. Porque Ruben pudo haber estirado la diferencia en el complemento, porque Laso pudo hacer lo mismo de cabeza. Ya con Marinelli en cancha el equipo mostró otras ambiciones, pero la diferencia era corta. Y no dejó de ser tanta porque Broun metió una tapada espectacular frente a Soraire. Pero la sapiencia de Central fue meter el golpe certero en el momento justo, segundo después de esa jugada que encendió algunas alarmas. Rabuñal, de cabeza, puso el 2 a 0 y la tranquilidad llegó. Pudo ser más relajado el final pero Dupuy falló en el mano a mano con Navarro. Y tras el descuento deAlbertengo ya no hubo tiempo para la impaciencia. Por eso Central festejó después de batallar más que jugar. Y en un momento en el que el paso debía ser al frente, el canalla lo dio justo en esa dirección.
Fuente: LA CAPITAL -Ovación – Fotos:Sebastián Suárez Meccia LA CAPITAL Ovación – Video: Liga Prifesional del Fútbol de la AFA – You Tube – LA CAPITAL – Ovación