Tal vez, es la mejor etapa de su carrera. Juega y se divierte. Tira lujos, corre hasta acalambrarse, aprendió que el sufrimiento es parte del aprendizaje, no lo detiene ni el reloj del tiempo. Diego Schwartzman está desatado, patina sobre el polvo de ladrillo de Roland Garros como si estuviera en el fondo de su casa. El mejor tenista argentino de la ATP y actual número 14 del mundo, superó por 7-6 (7-3), 6-3 y 6-3, en 2 horas y 37 minutos al indescifrable eslovaco Norbert Gombos (106°).
Y parece encaminado a repetir su mejor producción en París, que fue en la edición de 2018 cuando Rafael Nadal, 12 veces ganador del trofeo, lo frenó en los cuartos de final. Este viernes, sufrió, la pasó mal (sobre todo, en el primer parcial), y luego logró otro paso arrollador, siempre adelante. Tiene cabeza, juego y entusiasmo para alcanzar su mejor puesto en el ranking: sueña con estar entre los 10 de arriba.
Y en ese camino, Roland Garros se presenta como una estación ideal. No le afecta ni el clima destemplado, ni las lluvias, ni las pelotas con otro peso, otro vuelo. Ni correr de noche, con iluminación artificial, en la extraña, poco romántica París. Había 12 grados más allá de las 21. Y Peque era un fuego: no tenía frío ni por asomo Juega como en las grandes galas.
Con su triunfo en la cancha Simonne Mathieu, semivacía y desoladora por el avance de la pandemia, Schwartzman alcanzó los octavos de final de la clásica cita sobre el polvo de ladrillo.Su próximo adversario será el italiano Lorenzo Sonego, que sorprendió, al imponerse sobre el norteamericano Taylor Fritz por 7-6, 6-3 y 7-6. Nació en Turín, tiene 25 años, es 46° mundial y es todo un peligro: no tiene nada que perder frente al enorme jugador, surgido en Hacoaj.
Sabatini, feliz por Peque
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En su primer enfrentamiento frente al europeo de 30 años, esta tarde, no la pasó bien durante el primer set. No solo perdía por 5-2: salvó seis pelotas de set en varios tramos. Parecía abrumado, desorientado frente a un velocista que tiraba, arrojaba la pelota con alma y vida, aunque con los ojos cerrados. Algunos impactos fueron demoledores: otros, volaron por el espacio. Luego, se recompuso más allá de algunos vaivenes. Tiene la mano caliente. El corazón, también.
Schwartzman, 12º preclasificado, ya había ganado sus dos primeros partidos en tres sets: en el debut eliminó al serbio Miomir Kecmanovic, mientras que en la segunda rueda batió al italiano Lorenzo Giustino. Además, llegó al torneo parisino tras ser finalista en el Masters 1000 de Roma, torneo donde logró su primera victoria en diez enfrentamientos frente al español Rafael Nadal y cayó en la final contra el serbio Novak Djokovic.
El Peque de 28 años, ya mejoró su actuación del año pasado, cuando quedó eliminado en su segundo partido ante el correntino Leonardo Mayer, llegó a la cuarta etapa por décima vez en un Grand Slam y alcanzó las 160 victorias en su carrera (la mitad fueron conseguidas en polvo de ladrillo), donde acumula tres títulos ATP.
No pierde la brújula: está enfocado. La ambición lo lleva a cumplir sus sueños. Peque juega como si no hubiera un mañana. Es aquí, es ahora.
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En su primer enfrentam